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El regalo por zandaleesol

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Título: El regalo


Personajes: Remus/James/Sirius Remus/Harry/Sirius


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling. Sólo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.


Advertencia: Universo Alterno. Tríos. Otras.




Capítulo 2.


Aquella mañana de domingo Harry salió el primero del dormitorio de Gryffindor, pero no se dirigía al Gran Comedor. La noche anterior había bajado a las cocinas y pedido a los elfos que preparan un desayuno para su padre y él. Deseaba celebrar que por fin había terminado aquel aciago día de San Valentín. Ahora ya podría transitar por los pasillos sin tener que soportar toda esa cursilería romántica que invadía el castillo. Era un alivio que eso sucediera sólo una vez en el año.


Al llegar al tercer piso donde se encontraba las habitaciones de su padre utilizó el Alohomora para abrir, pues imaginaba que el hombre aún estaría dormido y de seguro no escucharía sus llamados.


Tal como lo había solicitado la mesa ya estaba dispuesta para el desayuno, en cuanto su padre y él se sentaran el desayuno aparecería, tal como sucedía en el Gran Comedor. El fuego también ya había sido encendido, aún quedaba un mes de invierno y se notaba.


Harry miró el reloj que colgaba en lo alto de la chimenea, estaba dispuesto a darle a su padre un tiempo más para que durmiera, así que se acomodó en el sofá. En ese momento recién se fijó en algo que antes no había llamado su atención. Sobre la mesa lateral había una botella de whisky de fuego a medio llenar, eso no hubiese parecido tan extraño, después de todo Harry sabía que James mantenía siempre una botella guardada, lo curioso era que había tres vasos.


El muchacho se quedó mirando con algo de extrañeza, pero casi enseguida una luz pareció iluminarlo. Con toda seguridad Remus y Sirius habían venido la pasada noche a beber unas copas con su padre, para animarlo. Si era así, James no despertaría muy temprano, era muy probable que sus amigos le hubiesen hecho beber más de la cuenta. No quería desayunar solo así que iría al Gran Comedor, alguno de sus compañeros de Gryffindor debía haberse levantado ya.


Sin embargo, antes de salir recordó que llevaba la capa de invisibilidad de su padre guardada en el bolsillo de su túnica y le abultaba un poco; aparte del director y los demás profesores nadie conocía la existencia de aquella maravilla, así que debía dejarla ahí antes de marcharse. Pensó en dejarla tendida sobre el sofá, pero luego se arrepintió, era una posesión muy valiosa para su padre, era mejor guardarla en el mismo lugar de donde James la había tomado para prestársela.


Se dirigió a la habitación y con sigilo abrió la puerta. Lo que vio lo dejó estupefacto. Su padre, yacía en la cama, desnudo en medio de Sirius y Remus que a su vez también lo estaban. La sorpresa fue tan grande para el muchacho que casi se quedó sin respiración, y por varios segundos no atinó ni siquiera a moverse. Miles de ideas inconexas bulleron en su cerebro por una fracción de segundo, cuando finalmente recuperó la movilidad, retrocedió lentamente y cerró la puerta con el mismo sigilo utilizado al abrirla. Con el cuerpo presa de un inesperado temblor asió con fuerza el respaldo de la silla más cercana, estaba seguro que caería al suelo de un momento a otro. No quería pensar, pero la evidencia era demasiado concluyente, su padre era amante de Sirius y Remus.


El calor de la habitación se volvió casi asfixiante así que Harry aun llevando la capa de invisibilidad en su bolsillo salió al pasillo y echó a correr sin dirección definida. La cabeza le hervía con un torbellino de preguntas y el corazón se le había apretado dolorosamente. Por fin alcanzó el vestíbulo y salió a la fría y blanca mañana. Caminó con dificultad en medio de la nieve hacia la torre de Astronomía. Una vez en el lugar ascendió por las escaleras con la respiración entrecortada por la angustia y el esfuerzo desplegado; cuando estuvo en lo alto de la torre se dejó caer de rodillas aturdido y herido por lo que acababa de descubrir.


Una sensación de angustia se adueñó de su corazón. Se preguntó desde cuándo su padre sería el amante de Sirius y Remus ¿Desde siempre? Si era así, significaba que había engañado a su madre. Harry no recordaba a su madre, sólo la conocía a través de los recuerdos de su padre. Adoraba a James, pero en ese momento se sentía totalmente decepcionado de éste. Pero no solo de él, sino también de sus dos amigos.


Era doloroso para el muchacho porque realmente había creído que ellos eran amigos, pero acababa de comprobar que las cosas iban más allá. Cómo era posible se preguntaba una y otra vez. A pesar de su decepción también atisbó otro sentimiento hacia James, los celos. Sí, debía reconocer que le carcomían los celos al imaginar a su padre en los brazos de quien él había amado secretamente por tanto tiempo. Siempre había creído que Sirius pertenecía sólo a un hombre, a Remus que era su esposo. Lo más insólito de aquello era que Remus también participaba en la locura, no le importaba compartir a su esposo con su mejor amigo ¿Tan lejos podía llegar la amistad entre ellos?


El sentimiento de asombro se trocó rápidamente en ira. Eran unos hipócritas pensaba el muchacho, delante de todo el mundo fingían una amistad fraterna cuando en realidad se revolcaban en la infamia de una situación retorcida. Harry no podía decidir que lo hacía sentir peor. Saber que su padre tenía a Sirius de un modo al que él jamás podría aspirar siquiera o tener la certeza de que su padrino a pesar de amar a Remus sí podía estar con otro sin sentirse culpable.


Pronto el cerebro de Harry comenzó a adentrarse en una maraña se sentimientos complejos. Su corazón presa de la turbia pasión que Sirius despertaba en él de pronto, latía locamente, nunca más volvería a mirar a su padrino sintiéndose culpable de amarlo, tampoco se sentiría mal por Remus. Ellos se traicionaban el uno al otro, traicionaban su matrimonio.


Decepción era lo que sentía con más fuerza. Aquellos tres hombres habían sido para él motivo de admiración desde siempre, pero ahora, ese sentimiento se diluía con una rapidez asombrosa. Se quedó ahí sintiendo el frío de la mañana, un frío que le atravesaba la piel y le llegaba al corazón.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Remus fue el primero en despertarse. En cuanto intentó hacer un movimiento una dolorosa punzada en su cabeza le recordó que no estaba habituado a beber whisky de fuego. Mantuvo los ojos cerrados mientras el dolor pasaba, cuando se sintió mejor los abrió otra vez y vio junto a él a James. Al otro lado Sirius. Los recuerdos de la noche se agolparon en su mente y sonrió con regocijo. Salió de la cama con sigilo, recogió su túnica que había quedado en el piso y rodeando la cama se acercó a Sirius y le besó en la mejilla. El hombre moreno no despertó de inmediato. Remus le habló en el oído.


-Mmm… Rem…

-Shsss… no hables, James aún duerme.


Sirius al oír el nombre de su amigo abrió los ojos de golpe y naturalmente recordó lo ocurrido.


-Estoy seguro que James dormirá hasta tarde… después de tanta actividad debe estar cansado.

-Estoy de acuerdo -respondió Sirius con una sonrisa y sigiloso se deslizó fuera de la cama.


Recogió la ropa tirada en el piso y sin emitir ruido alguno salió tras Remus, cerrando la puerta de la habitación con sumo cuidado.


Remus ya se enfundaba la túnica.


-¿Crees que deberíamos marcharnos así nada más? -preguntó Sirius.

-Le dejaré una nota -respondió Remus.

-¿Y qué le escribirás?

-Sólo que no quisimos interrumpir su descanso.

-¿Y sobre lo de anoche?

-No creo que sea necesario.

-¿Te parece?

-Sí. De seguro que James nos va a visitar más tarde.

-¿Crees que quiera hablar de los que pasó anoche?

-No lo sé, puede que sí. Pero si no dice nada al respecto nosotros tampoco lo haremos.

-Será mejor que nos marchemos ya, no quiero encontrarme con ningún alumno por ahí -dijo Sirius.


Los hombres se marcharon finalmente.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Al llegar a sus habitaciones privadas el primero en ir al cuarto para tomar una ducha fue Sirius. Remus no tardó en llegar para hacerle compañía. Ahí dieron rienda suelta al deseo que despertaba el uno en el otro. Luego de salir de la ducha felices de comprobar que entre ellos la pasión era irrefrenable se tendieron en la cama. Se quedaron silenciosos.


-¿Estás pensando en James, cierto?

-Ajaa… espero que esté bien -respondió Sirius.

-Lo estará, no te preocupes.

-Deseo que así sea, realmente lo quiero y me gustaría que fuese tan feliz como yo lo soy contigo -dijo Sirius recargando su rostro en el pecho húmedo de Remus.

-James estará bien. Creo que esto le ayudará a recordar que es joven y está vivo… hasta puede que se dé la oportunidad de conocer a alguien finalmente.

-Y espero que sea alguien que lo merezca naturalmente.

-Bueno, ahí estaremos nosotros cuidando a nuestro James -respondió Remus.

-¿Nuestro? -dijo Sirius dejando escapar su alegre risa -. Parece que olvidaste que fue James quien nos folló a los dos.

-¡Por Merlín! Fue un verdadero volcán, quien lo hubiera dicho, tan tranquilo que se le veía.

-Por lo mismo Rem, muchos años de insatisfacción.

-Me sentí feliz por él.

-¡Y por ti, realmente lo gozaste! Fue genial oírte gemir de ese modo.

-¿De veras te agradó?

-Compartir a mi esposo fue una experiencia… cómo se diría… exquisitamente bizarra.

-Lo mismo digo -repuso Remus.

-Estoy absolutamente relajado, sólo quiero dormir.

-Pues nos quedaremos en la cama todo el día, es domingo.

-Genial -murmuró Sirius en el cuello de Remus.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry no quiso regresar al castillo, a pesar de que estaba casi congelado luego de permanecer tanto tiempo en la torre de Astronomía. La única alternativa era refugiarse en la cabaña de Hagrid por un par de horas, hasta que lograra calmar la ira que sentía. Por supuesto que su amigo semi gigante lo notó diferente, lo conocía desde pequeño, y Harry no era precisamente experto en esconder su sentir. Sin embargo, Hagrid, no pasó más allá de preguntarle si se encontraba bien, a lo que el muchacho respondió no del todo animado, que sí.


Aquella visita se extendió hasta estrada la noche. Un poco antes de la hora de la cena Harry se despidió de Hagrid, decidido a ir al Gran Comedor. Su estómago había soportado estoicamente la comida de su amigo. Además estaba casi seguro de que no vería ni a su padre ni a los «amigos» de éste durante la cena, los fines de semana por lo general no dejaban sus habitaciones privadas.


Fue recibido con alegría. Ron y Hermione suponían que había pasado ese día con James. Harry no afirmó ni desmintió nada. Dirigió su mirada hacia la mesa de profesores y no vio al trío de «amigos», eso le tranquilizó y pudo comer, aunque no demasiado, pues tenía una sensación de pesadez en el estómago. Conocía aquello, se llamaba angustia.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


James pasó aquel día domingo, intentando no pensar en lo que había sucedido con Sirius y Remus. Hizo lo posible por concentrarse en su trabajo, pero no tuvo éxito. Visiones muy perturbadoras golpeaban su cerebro. Imágenes de sí mismo que le ponían la piel de gallina. Cómo había sido él capaz de hacer aquellas cosas con sus dos mejores amigos se preguntaba una y otra vez. Sí, lo disfrutó, a qué negarlo. Pero ahora le abatía un sentimiento de vergüenza insoportable. Además le invadía el miedo. Sí, el miedo a que todo lo sucedido cambiara su amistad con Sirius y Remus. Le aterraba esa posibilidad, no soportaría perderlos por causa de la lujuria de una noche.


Estaba convencido de que debía hacerles una visita para hablar sobre lo sucedido. Aunque la iniciativa había sido de sus amigos, se sentía igualmente culpable. Una parte de él estaba agradecida de los dos hombres, no cualquiera era capaz de llegar hasta el punto de compartir a su pareja con otro en nombre de la amistad. Sirius y Remus lo habían hecho. Los dos le habían cedido la exclusividad, le habían dejado tomar parte en la intimidad de su matrimonio. Entregaron sus cuerpos y él había gozado de un modo que no creía que pudiera ser posible.


Pero a pesar de ser un momento tan gratificante, quería olvidar lo antes posible. Esa amistad de tantos años debía salvaguardarse y, si aún estaba a tiempo de hacerlo, pues pondría todo su empeño en que lo sucedido no hiciera ningún daño a ese laso que lo unía a Sirius y Remus.


Decidido a hablar de aquel bochornoso asunto, salió de su habitación. Pudo ir por la chimenea, tardaría menos que usando los pasillos, pero quería aprovechar ese tiempo para recuperar el aplomo y poder decir algo apropiado cuando se encontrara frente a sus dos amigos. Totalmente nervioso golpeó la puerta de la habitación y fue Sirius quien abrió.


La franca alegría que se dibujaba en el rostro de Sirius, hizo que James apartara un poco su bochorno.


-¡James! Vaya que alegría verte, vamos entra -invitó Sirius.

-La verdad no quiero molestar…

-¿Desde cuándo tantos reparos? -se escuchó la voz de Remus desde el interior.


James sintió que la vergüenza se apoderaba de él.


-Vamos entra ya -lo conminó Sirius, mientras le jalaba del brazo y luego cerraba la puerta tras él.


Remus estaba recostado en el sofá con un libro en la mano. No apartó sus ojos del libro.


-Estamos bebiendo coñac, ¿te apetece una copa? -ofreció Sirius.


James iba a decir que sí. Pero enseguida se arrepintió. Beber estando cerca de sus amigos no era ya algo muy recomendable. Bien podía suceder que el licor despertara en él deseos culpables.


-Eh no, estoy bien así -dijo James con cierto embarazo.


Definitivamente no se estaba comportando como había planeado. No podía mantenerse inmutable después de todo. Sin embargo, hizo un esfuerzo por ser el de siempre y, sin esperar invitación se dejó caer en un sillón de brazos altos.


Sirius le dirigió una mirada breve a Remus y luego se sentó en el otro sillón cerca de James.


-¿Has visto a Harry hoy? -preguntó Sirius para relajar un poco la tensión de James.

-No -dijo el hombre recordando recién que no había visto a su hijo en ningún momento del día que ya estaba llegando a su fin.

-Es extraño que no haya venido a vernos, siempre lo hace -comentó Remus con tranquilidad mientras le daba vuelta a la página del libro.

-Bueno… no sé, sí es extraño -respondió James dándole una breve mirada al hombre de ojos dorados.

-Puede ser que haya conseguido una cita. Sé de varias chicas que lo encuentran atractivo -dijo Sirius con una risa ladina.

-Tal vez -murmuró James.

-Me parece curioso que no tenga aún novia -terció Remus.

-¿Y eso qué tiene de raro? -se apresuró a responder Sirius -. Cuando nos graduamos yo tampoco tenía novia oficial.

-Harry es completamente diferente a ti -dijo Remus -. Harry es algo tímido con las chicas, en cambio tú…

-¿Yo qué?, también era tímido -repuso Sirius.


James soltó una carcajada.


-Tú jamás fuiste tímido Sirius. El problema es que pensabas que todas las chicas de Hogwarts eran unas idiotas, ninguna estaba a tu altura.

-Eso es inexacto -respondió Sirius con una sonrisa -. Existía una chica hermosa e inteligente, pero estaba enamorada de ti, James.

-Me acuerdo perfectamente que decías que Lily era demasiado lista como para fijarse en mí.

-Vamos James, sabes que no lo decía en serio.

-Oh claro que lo decías en serio -repuso Remus.

-Pero volviendo al punto anterior, yo nunca pensé que todas las chicas de la escuela fuesen idiotas… es sólo que me parecían un tanto extrañas. La verdad nunca pude comprenderlas.


Remus esta vez sí apartó la vista del libro y miró un tanto burlón a Sirius.


-Eso es solo una excusa. Lo cierto era que yo te traía de cabeza, por eso ninguna chica te interesó nunca.


Sirius se encogió de hombros.


-Bueno… sí puede ser.

-Es así -afirmó Remus.

-Presumido -murmuró entre dientes Sirius.


Remus sonrió de aquel modo en que lograba que Sirius le perdonara cualquier cosa.


James los observó silencioso. Le alegraba que se amaran y pudieran estar juntos aún. Por desgracia él no había tenido la misma suerte con su querida Lily.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


La conversación de los tres hombres fue decantando en recuerdos del pasado. En la amistad que los había unido.


Al final no fue necesario de que James hablara sobre lo sucedido la noche anterior. Tanto Remus como Sirius, sin necesidad de mencionar aquello le hicieron comprender que la amistad que los unía a los tres nada podía alterarla. Era una amistad forjada por años de convivencia íntima. Sustentada en el afecto verdadero. Ese afecto que solo desea el bien del otro y, que es capaz de todos los sacrificios en el nombre de ese mismo afecto.


Cuando James se despidió de los dos hombres, lo hizo feliz, con la convicción de que su afecto por ellos había aumentado. Su vida estaba estrechamente ligada a la de Sirius y Remus, siempre sería de ese modo. Ahora tenía más claro que antes que el tener cerca a esos dos hombres le había ayudado a seguir adelante después de la muerte de Lily. Les debía demasiado y estaba seguro de que jamás podría pagar semejante deuda.


Se sentía bien. Ahora comprendía que las explicaciones y disculpas estaban fuera de lugar. No era necesario decir: «Lo siento». Aquello sí sería ofensivo para Sirius y Remus, la pasada noche le habían dado un regalo y solo debía agradecerlo y olvidarse.


Le alegraba que la vida volviera a su curso normal. No deseaba cambiar nada, era feliz de ese modo. Feliz de tener semejantes amigos. Feliz de tener a Harry. Era afortunado como pocos, lamentaba haberlo olvidado, gracias a Sirius y Remus recordaba que era lo realmente importante en su vida.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry estaba celoso. Ese sentimiento le hacía odiar a James en ese minuto. Adoraba a su padre, era la persona que más admiraba en el mundo. Pero todo aquello había cambiado de golpe porque después de lo que había presenciado esa mañana, ya no lograba sentir lo mismo hacia su progenitor. Este rencor le hacía sentir muy mal, porque sabía que su padre era un buen hombre. Sin embargo, ahora que tenía una prueba concreta de que James no sólo era el mejor amigo de su padrino, sino también su amante, calaba profundamente en su corazón.


No deseaba llenarse de amargura por causa de esos celos. No quería dejar de amar a James por nada del mundo, después de todo a quién podía culpar por ese amor secreto que anidaba en su corazón. Su padre no era responsable, mucho menos lo era su padrino. Sirius jamás había tenido hacia él otra cosa que un afecto puro, sin segundas intenciones. Esta certeza era la que le había obligado a callar. Pero estaba seguro que desde esa mañana aquello era ya imposible.


Ese amor estaba clavado como una espina en su corazón y ahora se había convertido en algo más doloroso. Siempre había creído que Sirius sólo se entregaba a Remus, que era su compañero de toda una vida. Y Remus, quería tanto a su padre que era capaz de cederle lo más preciado de su vida, a Sirius.


Eran pasadas las once de la noche cuando por fin llegó a la sala común. No había rastro de sus amigos. Silencioso se fue al dormitorio que compartía desde hacía siete años con los mismos chicos, entre esos su mejor amigo, Ron. Con sigilo buscó su pijama y se metió al baño. Una hora después salió. Se deslizo entre las sabanas y cerró las cortinas.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Al abrir los ojos esa mañana del lunes, sabía que ese día y los que tenía por delante hasta el término del curso serían un tormento. No estaba seguro si soportaría estoico la difícil prueba que se le presentaba. Antes de saber la verdad, era más fácil sobrellevar su amor por Sirius. La certeza de creer que su padrino nunca pondría los ojos en otro hombre que no fuera Remus, le daba tranquilidad a su turbado corazón adolescente. Pero ahora que sabía que su padrino tenía algo más que una amistad con su propio padre, cómo tendría fuerza para no desearlo. Si Remus podía compartir a Sirius con su mejor amigo, ¿por qué no podría hacerlo con él también?


Esta pregunta se había clavado como una daga en su corazón. Cuando llegó al comedor en compañía de sus amigos de inmediato buscó con la vista a los tres hombres. Y ahí estaban, como siempre, conversando y riendo. No quería sentir enojo, pero era imposible, se sentía traicionado. Sirius desde su lugar levantó la mano y le saludó sonriente. Siempre que su padrino hacía eso lograba que su estómago diera una feroz voltereta, sin embargo, ahora la sensación se había trocado en rabia. Con un gesto desabrido y serio apenas levantó la mano para corresponder al saludo y enseguida se volteó para sentarse.


Trató de interesarse en las conversaciones que se producían en derredor suyo, pero fue imposible. Todo le parecía insulso. Hasta la comida que tanto apreciaba parecía no tener sabor.


Cuando el desayuno llegó a término, con desgana se levantó para dirigirse a la primera clase del día. Suplicio, su primera clase de esa mañana eran tres horas de Defensa Contra las Artes Oscuras. Sirius la dictaba. Adoraba esa clase no sólo porque le parecía la más emocionante, sino también porque le permitía estar con Sirius toda una mañana. Pero ahora después de conocer aquella verdad tan dolorosa ya era no era una felicidad estar cerca de su padrino, era una tortura.


Sirius no entregaba su amor en exclusiva a Remus, llevaba una relación paralela a su matrimonio, con James y, lo peor de todo era que el hombre de ojos dorados lo permitía y participaba de aquella locura. No podía comprenderlo.


Mientras caminaba junto a sus compañeros hacia el aula de Defensa, pensaba en esos tres hombres a los que tanto había admirado siempre, no eran lo que él creía. Habían antepuesto sus instintos a la amistad y la fidelidad, ya no eran dignos de respeto.


Al entrar en el aula Sirius ya estaba ahí, recargado sobre una pared con su habitual estilo desenfadado.


Harry odió como nunca aquella actitud que, antes de saber la verdad tanto le agradaba. Ahora la consideraba una burla.


Sirius miró a los alumnos que tomaron asiento en sus puestos. Dirigió la vista hacia su ahijado que ocupaba la primera fila. No encontró los ojos esmeraldas fijos en él como sucedía siempre, ahora Harry estaba más interesado en pasar las páginas de su libro. Le llamó la atención, pero no lo suficiente como para preocuparse, después de todo Harry era un adolescente y él con sus años de experiencia como profesor sabía muy bien que el humor de los muchachos era tan variable como el clima.


La clase se inició sin contratiempos. La parte teórica era la que abordaba siempre Sirius cuando daba inicio a un nuevo tema de estudio. Mientras iba hablando y los alumnos con presteza apuntaban en sus cuadernos, dirigía sus ojos de vez en cuando a Harry. Este apuntaba como los demás lo que estaba escuchando, pero ni una vez despegó los ojos del cuaderno. Generalmente en ese tipo de clases Sirius con frecuencia le veía levantar la mirada hacia él y tras un breve contacto visual le sonreía. Esa mañana sin duda que era muy diferente. Harry estaba excesivamente serio.


Harry sentía como nunca la mirada de Sirius sobre él. Interrogativa y preocupada. Sin embargo, no quiso despegar los ojos del cuaderno, estaba enojado, demasiado y por eso era preferible evitar los ojos de su padrino. La clase práctica dejó en evidencia el mal humor del muchacho. Aplicó con demasiada intensidad su hechizo y la víctima fue Ron.


El sentimiento de culpa hizo que su mal humor menguara bastante. Prefirió quedarse a un lado y en esa ocasión ser solo observador, no deseaba que algún otro compañero saliera lastimado.


Sirius se dedicó a la clase y no le prestó más atención, ya había comprendido que su ahijado estaba de mal humor, prefería ignorar aquellas pataletas de adolescente.


Sin embargo, por más que lo deseara, Sirius no podía ignorar mucho tiempo a Harry. Cuando la clase terminó y lo vio que se marchaba sin más, no pudo evitar llamarlo.


-Harry.


El muchacho paró y se volvió con lentitud para mirar al hombre. Le vio acercarse decidido.


-¿Sucede algo?

-No, ¿por qué preguntas?

-Hoy estás diferente.

-No es cierto estoy igual que siempre.

-Harry, te conozco muy bien… algo te molesta.


Esperó una respuesta de parte del muchacho, pero no hubo ninguna.


-Vaya, debe ser algo realmente importante -dijo el hombre mientras golpeaba en la palma de su mano la varita.

-No me pasa nada -respondió Harry con tono serio.

-Harry, sabes que puedes confiar en mí, cualquier cosas que te haya puesto de tan mal humor puedes compartirla conmigo, me conoces, soy muy discreto.

-Sí, ya me di cuenta de cuan discreto puedes ser.


El hombre alzó las cejas con gesto desconcertado.


-Hmm… eso me sonó a ironía, ¿desde cuándo Harry?

-¿Desde cuándo qué? -preguntó el chico a la defensiva.

-Ese tono, no comprendo que te sucede.

-No me sucede nada, estoy igual que siempre.

-No es cierto, algo te molesta y me gustaría saber que es.


Harry miró a Sirius por un breve segundo, debatía entre seguir callando o dejar salir todo lo que tenía atorado en la garganta. Optó por lo primero.


-Es asunto mío. Te agradecería que me dejes tranquilo, no tengo ganas de hablar contigo de este tema ni de ningún otro -respondió Harry mientras se giraba para salir.

-Si hice algo que te molestó me gustaría saberlo.


El muchacho regresó sobre sus pasos.


-¿Por qué?

-Eres mi ahijado, me importa que tengamos una buena relación.

-La tenemos, no te preocupes.

-Por el modo en que me hablas ahora es evidente que no.

-¿Qué más te da Sirius? Después de todo solo soy un adolescente temperamental, ya debías saberlo.

-No eres como los demás.

-¿Y cómo soy?

-Eres especial Harry.

-¿Tan especial como mi padre?


Sirius no comprendió en absoluto el sentido de la pregunta, pero igual respondió.


-Sí, tan especial como lo es James.


La respuesta no puso contento al chico. En ese momento no era un halago para él ser como su padre.


-No es cierto, no lo soy y nunca lo seré -respondió Harry y enseguida se dio la vuelta y salió rápidamente del aula.


Sirius lo vio marcharse con preocupación. Algo raro le sucedía a Harry y él averiguaría que era.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Durante la cena de la noche en el Gran Comedor, Sirius le comentó a James la actitud extraña que había tenido Harry esa mañana.


James disipó la preocupación de su amigo diciéndole que era cierto que los adolescentes tenían bruscos cambios de humor y que no debía preocuparse por Harry. Sin embargo, a pesar de esas palabras Sirius se sentía muy incómodo, adoraba a su ahijado y no le agradaba que la relación con el chico no fuera la de siempre.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry esa noche se dedicó a observar a hurtadillas a los tres hombres. Le molestó un poco ser observado con curiosidad por James y Remus. Aquello le dio la certeza de que Sirius les había contado de la conversación que habían sostenido esa mañana. Por primera vez esa cercanía y complicidad que existía entre Los Merodeadores le resultaba molesta. Aunque en cierto modo comprendía aquello, después de todo su amistad con Ron y Hermione se había desarrollado en términos similares. Pero claro, con evidentes diferencias. El trío que formaba con sus amigos era nacido realmente de la amistad, no había cabida para otras situaciones como sucedía con las amistades de su padre.


Se preguntaba el chico si de no estar enamorado de Sirius sentiría del mismo modo con respecto a lo que había sucedido entre su padre y sus dos inseparables amigos. Seguramente no, no sentiría que su padre le había traicionado. No quería que sus celos y resentimientos levantaran un muro entre esos hombres y él. Debía encontrar el modo de quitarse el coraje que lo consumía. Poco a poco, una idea que en un comienzo desechó por ser en extremo descabellada, se iba haciendo más fuerte en su mente. Su padre se había involucrado íntimamente con su padrino, a pesar de que éste tenía una pareja formal, Remus. Por qué no podía él hacer lo mismo.


Bueno no tenía que ser un genio para reconocer que había diferencias entre él y James. Su padre era un adulto, un hombre maduro y con experiencia. Él también era adulto, pero carecía de la experiencia que daban los años, dentro de unos meses cumpliría recién dieciocho años. Pronto se acabaría el curso, y le dolía mucho el tener que dejar la escuela y renunciar definitivamente a sus sueños con Sirius.


Observando a los tres hombres de pronto la idea cruzó por su cerebro como un relámpago. Él podía tomar el lugar de su padre en aquella relación de tres. Sí, podía hacerlo, literalmente. Una poción Multijugos podía ayudar a lograrlo. Era una locura, más aún, una locura peligrosa, porque si le descubrían las consecuencias podían ser desastrosas. Sus ojos se volvieron de pronto hacia su amiga. Hermione era la chica más inteligente de la escuela, las pociones difíciles se le daban de maravilla.


Una vez más volvió su mirada hacia la mesa de profesores, vio a su padrino riendo como sólo él sabía; tomó la decisión en ese minuto, no se marcharía de Hogwarts llevándose la frustración de no haber tenido lo que tanto deseaba. Tenía cuatro meses antes de la graduación. Lo primero era convencer a Hermione de preparar la difícil poción, necesitaría un muy buen argumento para convencerla. Lo que sentía por Sirius no podía confesarlo, debía ponerse a pensar seriamente, pues necesitaría de toda su persuasión para conseguir la ayuda que le haría falta para realizar el plan.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Esa noche estando en la sala común, Harry le planteó el asunto de la poción a su amiga sin dar rodeos. La chica le miró sorprendida y no tardó en preguntar a quien pretendía suplantar. Harry dudó un segundo, pero luego se decantó por la verdad, sin reparos dijo que a su padre. Tanto Ron como Hermione le miraron más que asombrados, después comenzaron las preguntas de «por qué» y «para qué». Naturalmente que al respecto Harry no pretendía ser honesto y aunque mentir no era lo suyo, el objetivo bien valía la pena, así que mintió como nunca antes, sin el menor reparo le soltó a sus amigos una historia de que tenía la intención de buscarle una pareja a su padre.


-Harry, para encontrarle una enamorada a tu padre no necesitas suplantarlo -razonó Hermione.

-Por supuesto que sí Hermione. Sólo hay que contar los años que mi padre ha estado solo, y seguirá estándolo si no actuó al respecto.

-Tu padre es un hombre adulto… ya sabrá él cuando se busca a alguien -respondió Hermione.


No era la respuesta que deseaba escuchar Harry, pero a pesar de esto no pensaba desistir.


-Está en mis manos ayudarlo y lo haré.

-¿Por qué no le consigues una cita? -preguntó Ron medio confundido -. Eso me parece más fácil que andar preparando pociones que son restringidas, además que difíciles.

-Es cierto que es difícil, una de las más complicadas que existe… quizá es demasiado para Hermione -dijo el muchacho mirando hacia las llamas de la chimenea.


El orgullo de la chica salió a flote.


-Es difícil, pero no imposible -respondió Hermione -. Más que preparar la poción… los ingredientes son casi imposibles de conseguir, por lo menos de modo legal.

-¿Son muchos los ingredientes que se necesitan? -preguntó interesado Harry.

-No son tantos, pero difíciles… como dije antes imposibles.

-Nada es imposible cuando se desea realmente.

-Harry, es un asunto peligroso, será mejor que te quites esa idea de la cabeza.


El muchacho comprendió que no sería fácil convencer a su amiga.


-Hermione estoy decidido a hacerlo. Si tú no quieres involucrarte lo entiendo, pero haré lo que sea para conseguir esa poción.

-No digas tonterías Harry. Es un asunto muy peligroso, podía costarte la graduación.

-Exageras Hermione.

-No, no es así, será mejor que te quites esa idea de la cabeza, no me gustaría tener que decírselo a la profesora McGonagall.

-No sería capaz.

-Lo haría.

-Entonces eso significaría que no eres la amiga que siempre he creído. Desde nuestro primer curso juramos estar juntos y ayudarnos en todo.

-Y es así Harry.

-Pues ahora no lo parece Hermione -dijo el muchacho mientras se levantaba y abandonaba la sala común.


Una vez que estuvo en el pasillo, Harry dejó escapar el aire, la culpa lo invadía. Sabía que acababa de poner a su amiga en una posición muy difícil, y su motivación para ello no era nada noble, al contrario, era un sentimiento egoísta. Pero lo que sentía por Sirius era tan grande, tan intenso que no podía considerar todo lo que implicaba esa loca idea que se había adueñado de su cerebro.


A pesar de que aún sentía enojo y decepción decidió visitar a su padre. Esperaba no encontrar a Sirius, pues todavía le resultaba difícil estar cerca de él, el secreto que había descubierto le hacía desear más a su padrino, ahora sabía que éste no era inalcanzable. Si James había logrado lo que parecía imposible él también lo haría.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


James había terminado de corregir los trabajos de los alumnos de séptimo. Como siempre Harry estaba entre los sobresalientes. Esto le provocaba una gran satisfacción, el chico de ojos esmeraldas había cumplido todas sus expectativas como padre.


Levantó la vista cuando escuchó el golpe en la puerta. Era Harry. Se apresuró en abrir, después de lo que había conversado con sus amigos estaba un tanto preocupado por su hijo. Estaría feliz si el chico decidía contarle que era eso que le tenía de tan mal talante.


Abrió la puerta y acogió al chico con una sonrisa.


-Harry, me alegra que vinieras.


Harry a pesar del enojo que sentía hacia su padre no podía evitarlo para siempre.


-Hola, ¿estás ocupado?

-Sólo corrigiendo unos trabajos, vamos entra -invitó el hombre de ojos castaños.


Se alegró de constatar que James estaba solo, estaba seguro que si estuvieran ahí Sirius y Remus no podría soportarlo. Los recuerdos de lo que presenció estaban aún nítidos en su cabeza.


El muchacho se acomodó en el sofá y desde ahí observó a su padre que regresaba a su mesa de trabajo.


-¿Cómo estuvo tu día hoy? -preguntó James.

-Igual que siempre -respondió Harry, sabiendo que ese día era muy diferente a todos los demás.

-Eso significa que Sirius tuvo una percepción equivocada al decir que esta mañana no eras el mismo de siempre.


El muchacho sintió disgusto al oír aquello. Su padre y Sirius era responsables directos de que él viviera el peor día de su vida y eran tan hipócritas que fingían estar preocupados.


-No, lo de esta mañana no fue nada, creo que se debe a que estoy cansado.

-Entonces sí te sucedía algo esta mañana.

-¿Y eso que tiene de extraño? Todos tenemos malos días de vez en cuando.

-Es cierto -concordó James -, por eso es bueno hablar y desahogarse.


Harry debió morderse la lengua para no preguntarle a su padre si él tenía por costumbre meterse en la cama con sus dos amigos cuando tenía un mal día.


-Supongo que tú te desahogas con Sirius y Remus -soltó Harry con tono algo rabioso del que James no se percató.

-Lo hago. Son mis mejores amigos. No miento al decir que la vida sin ellos hubiese sido mucho más difícil, tenerlos cerca todos estos años ha sido muy importante.

-Sí, muy importante -repitió Harry.

-Harry, deberías hablar con Sirius, está algo preocupado por ti.

-¿Y por qué tan preocupado?


James esta vez sí notó el tono algo mordaz de su hijo.


-Eres su ahijado, siempre se ha preocupado por ti.

-No tiene que hacerlo, soy adulto.

-Eso no tiene que ver. No tiene importancia que edad se tenga, la gente que nos ama es lógico que muestren preocupación.

-Por supuesto. Tú eres muy afortunado al tener amigos como Sirius y Remus; tan preocupados, siempre tan pendientes de tus necesidades.


El hombre arrugó el ceño. Notaba algo extraño en el modo de hablar de Harry, no alcanzaba a precisarlo, pues había algo velado y oculto en esas palabras. Si no estuviese seguro de que era imposible y también ridículo le daría por pensar que Harry estaba celoso de su relación con Sirius y Remus. Sacudió la cabeza y se concentró en su trabajo, no había duda de que el agotamiento le estaba llevando a pensar tonterías.



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