A veces, cuando Tsuna estaba estresado por asuntos de la mafia, se encerraba en su despacho y bebía un vaso casi lleno de un líquido anaranjado que ocasionalmente acompañaba con hielos. Reborn lo había visto mientras espiaba con sigilo en uno de sus días libres. Tardó un poco en darse cuenta de que era whisky, pero cuando lo supo... sonrió.
Un vaso bastaba como para relajar al décimo cielo de Vongola, tal vez con más sucediera algo mejor. Por eso... y sólo por eso, se decidió a acompañar al castaño en una de esos momentos de relajación.
—Tú no beberás, Reborn. Eres un niño aún.
—Soy un adulto. Lo sabes.
—Pero pareces un adolescente de... —bebió el resto de su segundo vaso— ¿quince? O más —relamió su labio superior.
—Entonces tendrás que beberte este también —empujó el vaso que se sirvió inicialmente.
—Bien.
Cinco vasos, una buena plática, un par de burlas y un reto impuesto a su antiguo alumno..., terminaron en eso. En su más descarado deseo hecho realidad en medio de esa oficina insonorizada y asegurada para esa noche especial. Todo iba como lo planeó.
Deslizó sus piernas por sobre las del castaño quien le sonreía con dulzura en medio de un pequeño monólogo que halagaba su belleza juvenil, porque había que admitir que su cuerpo inmaduro era digno de denominar como...
—Una hermosa obra.
—Oh —Reborn sonrió cuando estuvo sentado sobre el regazo del mareado castaño y pudo verlo de frente—, así que me consideras hermoso —jugó con los primeros botones de esa camisa.
—De pequeño eras muy lindo... Pero ahora sólo puedo decir que eres hermoso.
—Lo hermoso debe ser apreciado —se acercó a ese rostro—, mimado —susurró acercando sus labios a los ajenos—, palpado con cuidado —sonrió mientras rodeaba el cuello del castaño con sus brazos.
—Reborn —murmuró con voz ronca—, soy inmune al whisky... ¿sabes? —deslizó su mano por la pierna derecha que le rozaba la cadera.
—Así es mejor —pegó aún más su cuerpo al adulto de ese castaño jefe poderoso, hasta el punto en que sus vientres se tocaron.
Esa bebida fue una excusa, un juego, un simple utensilio que usaron para ese momento. Perdió su valor cuando ambos decidieron ser honestos y unieron sus labios de forma lenta y sensual mientras sus dedos trataban de seducir al otro.
—De rodillas, Reborn.
Descubrieron aquellas fantasías reprochables que ambos tenían ocultas, gozaron de jugar a quién tendría el mando de su roce, y al final simplemente se dejaron llevar por el mar de placer que les otorgaba el deslizar de sus pieles en medio del frenesí carnal.
—Fuerte... —jadeó—. A-así.
—Date vuelta —ordenó tajante.
—Uy… Qué rudo.
Descubrieron que el whisky sobre el cuerpo contrario era la bebida más exquisita de sus vidas.
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