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Minis tú y yo por 1827kratSN

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—Eso es porque pienso llevarle uno a mi hijo.

 

Lal casi suelta una carcajada cuando vio a Reborn abrir los ojos y apretar los labios, pero logró contenerse porque no pensaba asustar al pequeño perro que tenía en brazos. Aceptaba que hasta ella estaba impresionada, pero supo controlarse para —por fin— tener algo con lo que manipular a Reborn, porque era obvio que su amiga había dicho una estupidez con eso de que no le gustan los niños —aunque era verdad—, ya que de esa forma perdió puntos con Tsunayoshi. Sin embargo, la iba a ayudar un poquito.

 

—¿Hijo? —Lal miró a Tsuna—. Se supone que eres soltero, ¿cómo que tienes un hijo?

—Oh, eso —el castaño rio nervioso—. Bueno… sí soy soltero, pero también tengo un hijo —tenía sobre sí la atención de todos y eso lo ponía un poco incómodo—. Ya sabe que… a veces las cosas no salen como uno las planea de joven.

—Pensé que tenía que regañarte por mentir en tu currículum, pero está bien. Todo aclarado —dio una rápida mirada a su amiga—. Ahora sí, decidan quién va a adoptar un cachorro y luego vámonos a la reunión, Tsuna.

—Sí, Lal-sama.

 

Reborn podría ser muy serena, orgullosa y neutral, una mujer que fácilmente podía esconder sus emociones muy bien; por eso Lal se reía, porque en esa ocasión su amiga no pudo ocultar su impresión por la noticia que recibió, ni por la estupidez que acabó revelando sin querer. Sí. Era una oportunidad única y Lal la aprovechó hasta que incluso tomó una fotografía del rostro abatido de su amiga, quien después de un rato volvió a la normalidad.

Pero había algo con lo que podía contar para detener aquella estupidez.

No fue fácil, es más, hasta tuvo que inventarse un par de cosas, pero logró sembrar una espinita disconforme en esa alma orgullosa. Le hizo entender a Reborn que, si le gustaba el castaño, intentara conquistarlo antes de que se casara, porque después de eso jamás lo permitiría. Respetaba mucho un lazo de matrimonio como para ser testigo silente de una relación prohibida que involucraba a uno de sus empleados. Tal vez por eso, hizo lo que hizo.

 

—Investigué un poco —miró a Reborn—. No está casado, nunca se casó, y no sale con nadie.

—¿Qué quieres decir, Lal?

—Te voy a dar solo una oportunidad y espero que la aproveches.

—¿De qué…?

 

Pero no pudo seguir hablando, porque la puerta de la oficina de su amiga se abrió, y por ahí ingresó aquel castaño de sonrisa brillante quien la saludó como siempre. Pero detrás de Tsuna venía una pequeña figurita que se aferraba del pantalón del castaño y se ocultaba lo mejor que podía. Resultaba que Lal añadió el día de “trae tu hijo al trabajo”, el cual rotaria cada mes en cada sección de la empresa, y coincidentemente esa semana le tocó al castaño traer a su hijo, cosa maravillosa para Tsuna porque en ese día su madre tenía consulta médica y no podía cuidar del pequeño.

Cosas que pasaban.

Lal a veces era una tonta muy astuta.

 

—No seas tímido, cariño —susurró Tsuna inclinándose un poco hacia un lateral para sujetar la manito del pequeño—, saluda a Lal-sama y a Argento-sama. No seas maleducado, Enma.

—Está bien —susurró la vocecita aguda del infante que no superaría los seis años.

 

Era una criatura pequeña, de piel clarita, ojos grandes de iris rojizos que combinaban a la perfección con el cabello pelirrojo que brillaba con la luz de la ventana. Era totalmente diferente al castaño que se inclinó para acariciar la cabecita del pequeño, quien muy formalmente las saludó y dio una marcada reverencia. Pero a la vez, esa actitud tímida y avergonzada, la sonrisita dulce, el aura angelical que tenía el infante, era evidencia de que en verdad aquel castaño era progenitor de esa criatura que se aferró al cuello del adulto y se dejó cargar.

Fue la imagen más bonita que Reborn vio en su vida, y por eso no pudo evitar sonreír al ver que el pequeño Enma se acurrucaba en el pecho de Tsuna, quien se disculpaba por aquella intromisión intempestiva pero que se justificó por el aviso dado para Lal a quien la buscaban en una de las secciones del edificio. Sí, Reborn no necesitaba ser adivina para saber que Lal planeó ese tiempo a solas con padre e hijo para darle, aunque sea una mínima oportunidad.

 

—Argento-sama —el castaño tomó su postura de asistente como siempre—, ¿desea que le prepare un café para acompañar su espera?

—Sí, claro —apenas y pudo contestar porque se quedó admirando la dulzura con que el castaño acariciaba la cabecita del pelirrojo.

—Ahora mismo.

 

Reborn se quedó callada mientras veía a Tsuna murmurar algún secreto con el pequeño, quien animadamente se dejó colocar en el suelo y siguió a su padre para ayudar en lo que pudiera. Observó como el niño acercaba una pequeña sillita azul —que suponía el propio castaño trajo—, para pararse junto a su padre y pasarle las cosas al castaño quien preparaba el café humeante. Un pelirrojo encantador que sonreía al ser felicitado por su padre y quien obedientemente se alejaba cuando era necesario.

 

—Disfrute de su café, Argento-sama —sonrió el castaño.

—Y galletas —Reborn agachó su mirada hacia la personita que le ofrecía un plato pequeño con estrellitas.

—Enma, ¿de dónde sacaste las galletas? —se alteró Tsuna, a lo que su hijo señaló la pequeña mochila dejada en un sillón.

—Gracias —Reborn no gustaba de los niños, pero sonrió ante el pequeño pelirrojo al que le aceptó el plato—. Se ven muy bien. ¿Dónde las compraste? —con un poquito de inseguridad le habló al pequeño.

—Mi papi las hizo conmigo ayer —sonrió mostrando sus dientes delanteros, donde destacaba un huequito por la pérdida del primer diente—. Son las mejores galletas.

—Enma, cariño —Tsuna le acarició la cabeza—, gracias por ayudar, pero ahora deja que Argento-sama disfrute de su café con tranquilidad.

 

Reborn sabía que la había cagado, su comentario de la vez anterior todavía seguía pesándole, y fue por eso que claramente Tsuna trataba de que el pequeño no se le acercara demasiado. Se sintió muy estúpida, pero también muy deseosa de cambiar esa perspectiva que tenían de ella, pero le iba a costar. Aun así, no se dio por vencida. No señor, jamás. Por eso intentó ser amistosa con aquel pequeño tímido que a veces le contestaba apenas con un monosílabo, a la vez que platicaba con el castaño intentando saber más de él.

Y valió la pena.

Porque Tsuna pareció más animado, accesible, dispuesto a seguirle la plática, sonrojándose cuando lo halagaba sobre su buena paternidad, porque aquel chiquillo de cabellos rojos era… la imagen espiritual del castaño. Era un niño muy dulce que le halagó el cabello sedoso y que le sonrió con las mejillas regordetas de tono carmesí, quien le dedicó un dibujo donde ella se mostraba con un vestido largo rojo y rodeada de flores azules, el mismo niño que se despidió con su manita cuando Tsuna las dejó solas para seguir con sus labores.

 

—Te gusta mucho, ¿no? —Lal sonrió en burla—. Mucho como para soportar al niño.

—No es cómo crees Lal.

—Es mejor.

—Es lindo —lo dijo tanto por el niño como por el padre.

—Entonces renuncia al muñeco que tienes por…

—No —dijo con firmeza.

—Eres la mujer más idiota que he conocido —se frotó el entrecejo y soltó un largo suspiro.

—No soy mujer de familia —Reborn miró su taza vacía—. No me veo con un hijo propio y mucho menos criando un hijo ajeno —cerró sus ojos—. No me veo siendo la esposa cariñosa que supongo aquel castaño quiere. No me veo… siendo la pareja de un muchachito que es padre soltero.

—Entonces —Lal apretó los dientes—, solo te lo quieres coger y ya.

—Exacto.

—Eres el diablo —frunció su ceño—. Bien, era mi última carta —apretó su puño—. No vuelvas por aquí, Reborn, no si tu intención no son los negocios. Aléjate de Tsuna lo que más puedas, y después de que te cases… por favor… —la amenazó—. Por favor, no intentes siquiera invitarle un trago a Tsunayoshi.

—¿No será que te gusta a ti?

—Lo quiero proteger —ella sabía algunas cosas extra sobre el chico—, porque no se merece ser usado como un juguete.

—Te has encariñado mucho con él —habló en burla, ocultando lo que en realidad sentía.

—Porque es mi pupilo —Lal fue sincera—. Y por si te quedan dudas, será mi reemplazo para cuando yo deba salir del país o cuando tenga mi luna de miel.

—¡¿Estás loca?!

—La loca eres tú y, aun así, te sigo apoyando en la mayoría de cosas, pero no en esto.

—Bien.

 

Cuánto mintió en esa corta plática, cuántas veces se había mentido a sí misma, cuántas veces se negó a aceptar que aquel chico que le preparaba el café con tanta dedicación le gustaba más de lo que deseaba.

Cuántas mentiras dijo con tal de auto convencerse de que hacía bien al solo desear mostrarse en apariencias. Cuán estúpida era al seguir con ese juego en el que estaba envolviendo a Lal y a Colonello. Joder. Cuán imbécil podía ser solo por no retroceder ante las decisiones que había tomado con convicción y así evitar demostrar que se equivocó.

Pero le ganaba el orgullo.

Siguió en su papel de novia ilusionada, empresaria exitosa, excelente modelo a seguir. Ocultó su propio pesar porque en cada mañana pensaba ver esa sonrisa amable que Tsunayoshi le dedicaba, deseaba escuchar los rechazos no directos a sus invitaciones para salir, ansiaba admirar esos ojos brillantes que le hacían sentir una calidez en el pecho.

Sí. Se enamoró de la esencia de ese castaño, pero más amaba su propio orgullo y estatus, y por eso siguió probándose el vestido de novia a usarse en una boda al estilo occidental. Confirmó a los invitados, recepción y banquete. Siguió en esa farsa bien elaborada. Pero aun así aceptó una salida más.

 

—Gracias por aceptar el café, Reborn-san —sonrió el castaño en frente de ella—. Creí que no lo iba a… tomar a bien.

—Tranquilo —sonrió de lado mientras bebía de su taza—, es lindo tener una tarde tranquila antes del gran momento.

—Lal-sama me dijo que… —tamborileó en la mesa—, que usted hace esto por… por estatus —decidió ser franco y directo.

—Ay no —rio bajito—. Ella te envió para que intentes hacer que cambie de opinión —suspiró.

—No —Tsuna la miró con seriedad—, yo decidí hablar con usted antes del gran día.

—¿Por qué? —lo miró con frialdad, escondiendo esa emoción que tuvo en la mañana cuando el castaño la llamó—. Qué te interesa lo que pueda hacer con mi vida.

—No creo que se lo merezca —respiró profundamente—. No puede simplemente ceder ante algo que usted mismo no le ve futuro.

—Nada es como los cuentos de hadas, Tsuna.

—No lo son —apretó los labios—, porque pueden ser mejores.

—No me vas a hacer cambiar de opinión —dio otro sorbo a su café.

—Reconsidérelo, Argento-sama —apretó su taza—. No desearía que una mujer tan imponente y asombrosa como usted…, cayera en un error del que le costará recuperarse.

—Así que soy asombrosa, ¿eh? —sonrió, disfrutando de esas palabras.

—Por favor, Argento-sama.

—Dime Reborn, solo Reborn.

—Reborn —susurró y sus mejillas tomaron un leve rosado—, por favor. Sé que no soy nadie para estar diciéndole esto…, pero…

—No eres nadie —recalcó, intentando fingir una seriedad que no tenía en ese momento—, así que es mejor que no digas nada.

—Se va a arrepentir —sonó suplicante—. Usted puede hallar a alguien que la ame y…

—¿Que me ame por lo que soy y no por mi fortuna? —bufó—. No lo creo.

—Puede haber alguien.

—¿Y quién sería? —retó la mirada del chiquillo—. ¿Tú?

 

Reborn atacó al castaño como lo haría con cualquier otra persona, lo arrinconó, y no estaba segura de si lo hizo solo para ver esa expresión afligida…, o si tenía la esperanza de que, al hacerlo rabiar, Tsunayoshi le diría que la amaba y le suplicara de rodillas que no se casara. Se quedó en silencio, esperando alguna respuesta dada por esos labios tensos, pero ningún sonido salió. Se quedó prendada de la mirada dolida de aquel chico. Se arrepintió de sus propias palabras.

 

—Esa persona de la que hablas, no existe —soltó una risita, burlándose de la situación—. No la hay…, y por eso decido simplemente tomar lo mejor y quedármelo.

—Por favor.

—No me convencerás. Ni tú, ni Lal.

 

Fue un momento muy tenso, incómodo, y el silencio que los precedió también, pero ni así Reborn dio su brazo a torcer. Ella se iba a casar al siguiente día con un modelo hueco que le daría la compañía que necesitaba y al que abandonaría cuando se aburriera. Nada cambiaría, ninguno de sus planes lo haría. Porque ella jamás se arrepentía de una decisión tomada, fuera cual fuera.

 

—Entiendo —Tsuna destensó sus brazos y dio una sutil sonrisa como siempre hacía—, y está bien —Reborn lo vio tragar en seco—. No diré más, Reborn-san.

—Me parece bien.

—Lamento el haberla incomodado.

—No es nada.

—Nos veremos en otra ocasión —dejó su taza y se levantó despacio.

—Ve mañana —no lo miró, siguió concentrada en su café—, te invité también.

—Ahí… Ahí estaré.

 

Cuán estúpida se sintió mientras veía su café humeante y sentía la tristeza en esa persona que intentó salvarla hasta el final. Pero ni así hizo algo más que lo planeado. Pero, disfrutó del beso en la mejilla que aquel chico le dio y el abrazo amable también. Memorizó los buenos deseos de aquel chico, de esa mirada apagada y el ligero perfume dulce que despedía ese cuerpo.

Después se encerró en su casa para escuchar sus canciones favoritas mientras ignoraba el mensaje de Lal en la contestadora porque no descolgó el maldito teléfono. Bebió vino, se acostó temprano, se preparó para lo que haría, y finalmente, en la mañana, se dejó hacer por las maquillistas y diseñadoras quienes la prepararían para el mejor día de su vida. Se vio ante el espejo envuelta en un vestido blanco lleno de detalles y bordados, hermosa y despampanante, pero vacía.

Caminó hasta el altar.

Reborn se casó fingiendo una felicidad que no sentía, miró a sus invitados que la acompañaron en ese día, dejó que Lal la abrazara y que Colonello suspirara antes de desearle una vida feliz. Invitó a todos a que festejen con ella y su esposo hueco, y observó a Tsunayoshi Sawada sonriéndole a la par que el pequeño pelirrojo quien portaba una florecita en su bolsillo. Firmó su acta de matrimonio, brindó, bailó, comió pastel, rio con las malas bromas de sus invitados y besó a su esposo muchas veces. Festejó algo que no debía festejar.

 

—Muchas felicidades.

 

También bailó un rato de la mano de aquel castaño asistente que apenas y le superaba un poco en altura. Se movió con gracia, sintiendo el toque delicado de la mano del chico en su cintura mientras daban vueltas por el salón, escuchó los buenos deseos de Tsuna, y finalmente vio un brillo intenso en esos ojos. Después sintió la tristeza de la separación finalizada con un beso en su dorso derecho. Sufrió tanto cuando esos dedos abandonaron los suyos y se sintió desolada al ver la espalda de Tsuna alejarse en dirección del pequeño pelirrojo que se despidió de ella con la mano.

Había cometido la peor estupidez de su vida.

Había dejado ir a quien tal vez pudo ser su mayor amor, su ilusión más tangible, su apoyo incondicional y compañero de vida. Dejó que se alejara aquella sonrisa risueña y aquel niñito pelirrojo que reflejaba el amor de un padre solemne y dedicado. Dejó que se le escapara el amor más real que sintió por alguien en alguna ocasión… Prefirió su estatus y su propio ego elevado, por sobre el sentimiento más real que había sostenido en su pecho.

 

—¿Estás bien, papi? —Enma miró a su padre cuando éste lo colocó en el asiento trasero del auto.

—Sí, cariño —le besó la frente.

—¿Por qué lloras entonces?

—Es que… —sonrió antes de limpiar sus lágrimas—, me pongo sentimental en las bodas.

—Papi —se estiró para abrazarlo—, todo estará bien.

—Es cierto —abrazó a su niño—, todo estará bien.

 

Entonces Tsunayoshi respiró profundo para ingresar a su auto y conducir a su casa. Encendió la radio con la música favorita de su hijo, quien cantó un rato antes de quedarse dormido. Vio las calles, dejó que sus lágrimas cayeran durante un rato, y después solo respiró profundo antes de cargar a su pequeñito en brazos e ingresar a su casa, donde su madre lo esperaba con una taza de chocolate caliente y un abrazo reconfortante.

No pudo ni podía mentirle ni a su madre ni a su hijo, pero solo le dijo la verdad a su madre. A ella le confesó que asistió a esa boda con la esperanza casi muerta de que aquella mujer se arrepintiera de dar el sí y detuviera esa boda. Se desahogó en brazos de su madre, quien no dijo nada y le acarició la cabeza.

 

—No acierto en una, ¿verdad?

—No digas eso, mi pequeño —susurró Nana.

—Soy patético… Jamás dejé de serlo.

 

No le quedó más que negarse a dejar que de nuevo la tristeza lo derrumbara, porque ya perdió dos veces, pero en esta ocasión ni siquiera tuvo oportunidad y eso dolería menos, o eso quería pensar. Tsuna se decidió entonces solo a velar por el pequeño pelirrojo, recuerdo de la primera mujer a la que amó, y centrarse en el amor de su madre quien era la única familia que le quedaba. Y después, simplemente se durmió con esperanzas de que el dolor de su pecho se fuera con el pasar de los días.

 

—Tal vez deberíamos mudarnos —Nana siempre intentaba animar a su hijo—. La última vez fue el mejor remedio para curar heridas, podría volver a funcionar.

—¿Tú lo crees? —suspiró.

—Lo creo —besó la mejilla de su niño—. Así que… ¿por qué no lo pensamos?

—Solo… si es muy lejos —susurró.

 

 

Decisión…

 

 

—Le gustabas mucho —Lal se sentó junto a Reborn cuando ésta se alejó de la fiesta para sentarse en uno de los balcones—, tanto como para suplicarme que te convenciera de desistir de esta estupidez.

—Ah, ¿en serio? —bufó antes de beber su vino.

—Es un chico especial —sonrió de lado—, te quería ver feliz, aunque no fuera con él… Así que intentó detenerte cuando supo que no amabas a tu actual esposo.

—Qué tierno —Reborn siguió fingiendo serenidad.

—Le has roto el corazón… y tal vez no vuelva a ser el mismo.

—Ya me superará —bufó.

—¿Sabes lo que pasó con su primera novia? —removió el contenido de su propia copa.

—¿Lo abandonó por tener el corazón tan blando?

—Murió en sus brazos —Lal suspiró—, la perdió sin poder hacer nada… Tsuna juraba que no volvería a amar a otra mujer que no fuera la madre de su hijo…, pero se enamoró de ti.

—Oh —se le estrujó el corazón—. ¿Y por qué no dijo nada?

—Porque tú eras inalcanzable —aún recordaba las palabras del castaño, aquella dulzura y tristeza combinadas—, y porque te conoció cuando tú ya andabas con esa estupidez del esposo trofeo.

—Pude darle una oportunidad —respiró profundo—. Pude convertirlo en mi esposo trofeo.

—Él quiso más que eso —negó—, quiso protegerte. Te amó en silencio mientras me preguntaba por si estabas bien.

—Qué dulce —se mofó.

—Renunció —Lal lo dijo al fin—. Tú hiciste que se fuera incluso de mi lado.

—Ah —elevó su rostro para que no se le escapara una lágrima traicionera—, qué bien me siento ahora —ironizó.

—Eres una estúpida —Lal le palmeó el hombro—, pero espero que algún día dejes tu orgullo y trates de solucionarlo… Aunque no sé si Tsunayoshi esté dispuesto para entonces.

—Ya cállate, Lal.

—Soy tu amiga y te diré a verdad.

—Debiste secuestrarme —se le quebró la voz.

—No —sonrió—, pero tenía fe en que dirías que no en el altar. Hasta tenía listo un auto para que te escaparas junto con Tsuna, pero ¡no! —lanzó su copa sin importarle que se rompiera—. ¡Decidiste decir que sí!

—No me haces sentir mejor.

—Quiero vengarme porque, por tu culpa, perdí a mi mejor trabajador.

—De nada.

—Pero qué más da —suspiró antes de acomodarse el cabello—. Te seguiré apoyando en tus estupideces.

—Esto no tiene arreglo, Lal.

—Yo sé que mi amiga lo reparará.

—No me jodas.

—Espero que esta vez mi intuición funcione —sonrió de lado—, aunque sigo sintiendo pena por el pobre chico.

 

Lal no dijo más, solo se quedó junto a su amiga que ocultaba esas lágrimas en del fondo de su corazón. Bien sabía lo orgullosa que era Reborn, pero jugaría sus cartas para hacer que esa idiota abandonara ese estúpido matrimonio y después persiguiera al muy angelical castaño al que abrazó para despedirse. Sí, se encariñó con el muchachito.

 

—¿Sabes lo que más extrañaré?

—¿Qué?

—La taza de café que preparaba para mí —Reborn bufó—, con la cantidad de azúcar exacta, y un ligero toque de crema que solía esconder para que yo no me diese cuenta.

—Era un chico muy intuitivo.

—Le colocó la calidez y dulzura que me hacían falta.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Bueno, señores, aquí se termina esto.

Ahora entenderán por qué no la dejé como el día 2 de la week. Estaba muy triste como para eso, y yo prometí que los fics de octubre serían todos bien lindos y happy end.

Krat se despide~

Muchos besos~


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