RENACIMIENTO
#21
La tierra tembló y en un estruendoso sonido una enorme raíz brotó desde el olimpo y a ella se unieron más que se entrelazaban entre sí formando una figura, el cielo oscureció de repente, la luz del sol se volvió de un rojo obscuro, como el color de la sangre, y cuando las raíces detuvieron su movimiento el cuerpo de un nuevo titán se había formado, de un blanco puro de con cabellos largos y del mismo color, irradiando luz por cada rincón de su cuerpo y de entre toda la luz sólo se podían observar un par de círculos color cian en la cabeza mirando todo alrededor. Un ser de enormes proporciones, un ser tan grande que inclusive la ciudad completa podía caer en la palma de su mano.
En un movimiento de sus manos las raíces nacieron desde la tierra envolviendo a todo lo que encontraran a su paso y eso incluía a las personas, titanes y caballeros que luchaban en el campo de batalla.
Desde el centro de la ciudad una enorme compuerta se abrió moviendo por completo la ciudad en dos mitades mientras una enorme piedra con inscripciones emergía desde el suelo, siete hombres cubierto con capucha comenzaban a recitar oraciones en un idioma extraño provocando que cada símbolo en la piedra brillara y hasta crear un luz que fue lanzada contra el cuerpo del ser de luz.
Su cuerpo estaba siendo controlado, apresado por aquella poderosa luz, las raíces habían dejado de moverse terminando momentáneamente la destrucción que dejaba a su paso.
— Gea, titán de la vida, titán de la tierra, madre de los originales, bendícenos con tu manto y danos tu poder para crear la nueva era, entréganos tu poder para ser tus iguales — uno de los hombres cubiertos con capucha había hablado.
Pero en un grito la tierra volvió a temblar y nuevamente enormes raíces nacieron de ella, logrando que una de ellas destruyera por completo la roca y acabara con aquellos hombres liberando nuevamente a Gea que con nueva fuerza comenzó a destruir a cada titán que se encontraba en la ciudad, destruyendo los núcleos de los últimos vástagos de Urano, dejando a su paso sólo destrucción
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— El poder de un dios no se puede controlar, es una poderosa ráfaga salvaje que destruye todo a su paso, el único poder de crear vida como así de destruirla, lo ves Aioria, nosotros jamás podríamos igualar aquella perfección y es por eso que la humanidad debe perder para crear la nueva era, una donde sólo la perfección de aquel ser gobierne — el castaño tenía al doctor Kido contra la pared, aprisionando su delgado cuello con su mano. Al girar su rostro a la gran pantalla lo vió, lo sintió, aquella monstruosa figura era Saga, uno que con tan sólo un movimiento de sus manos cubría el suelo con sus raíces y acaba con cada rastro de vida que ellas tocaran.
LUZ
#22
El santo de leo esquivaba cada raíz que iba por él, Aioria tenía una sola cosa en su mente y esa era rescatar a Saga, porque sabía que aquella cosa no podía ser él, sabía que en el fondo se encontraba perdido y confuso pidiendo ayuda.
Los movimientos del robot eran rápidos pero no lo suficientes para esquivar cada ataque, en una de las manos del santo de leo llevaba el escudo y en la otra la lanza de Atenea, sabía que sólo las armas que poseían los santos dorados no serían lo suficiente para dañar a Gea y que sólo algo que viniese de ella lo lograría.
El monte olimpo estaba frente a él, con parte el enorme cuerpo de la titanide recostada sobre la cima. Cambiado gran parte de la energía a los propulsores del santo dio aquel gran salto para luego caer en picada apuntando la lanza contra el pecho de la criatura.
Se escuchó un grito que hizo retumbar cada rincón del planeta, Aioria abrió la compuerta de la unidad y corrió por entre los brazos mecánicos y la lanza hasta adentrarse al cuerpo echo de luz.
Adentro todo era frío, como una tormenta, sentía su mente flotando en una especie de mar turbulento que lo obligaba a nadar contra la corriente, aunque no podía sentir de forma real sus piernas, sus manos, ni su cuerpo, sentía que cada vez se adentraba más al fondo, escuchando un sonido cálido del palpitar de un corazón.
Sentía su cuerpo cansado, la realidad del tiempo y el espacio se perdía y no sabía cuánto tiempo llevaba ahí dentro, podían ser minutos, segundos, meses o siglos, Aioria no lo sabía, en ocasiones olvidaba porqué nadaba, por qué no dejaba su cuerpo flotar entre ese mar y porqué seguía contra la corriente, pero el sonido de aquel palpitar lo seguía llamando.
Cuando sintió atravesar algo parecido a una gruesa capa de agua observó aquello que buscaba. Era Saga con sus ojos cerrados, envuelto en raíces de luz blanca, el mayor aun sin sentir su cuerpo se acercó con desesperación y teniendo poca noción de sus actos arrancaba cada raíz que volvía crecer a medida que era quitada.
Siguió intentándolo sólo consiguiendo nada en el proceso, comenzaba a sentir que la sensación de tener un cuerpo desaparecía aún más y antes que terminara las pocas fuerzas que le quedaban unió lo que aún sentía como sus labios contra los de Saga logrando que abriera sus ojos en el proceso y las raíces soltaran su cuerpo.
Cada luz se apagaba dejando ver la madera y follaje de las raíces, Aioria sentía poco a poco una vez más su cuerpo, podía sentir el tacto de sus dedos contra sus palmas, el de las manos del menor tomando su rostro y el de sus labios besando y sintiendo el dulce sabor a néctar de los labios del menor.