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Love Hurts por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

Otro nuevo capítulo de esta complicada, pero adorable y adictiva pareja. Espero que lo disfruten.

—No te resistas, preciosa. Sé que lo deseas tanto como yo… —me susurraba furtivamente, explorando la piel que tan bien conocía sobre la ropa y haciéndome sentir que todo sobraba.

No sabía que era lo que más odiaba, su efecto sobre mí, o mi orgullo excesivo que me impedía ser totalmente sincera con ella. En esos momentos no me importaba nada, cada vez era más claro que por mucho tiempo que pasara, siempre estaría enamorada de ella. Después de todo, ella era el amor de mi vida.

—Kim, no puedes hacer eso. —protestaba inútilmente.

—Tu boca dice no, y tu cuerpo, lo contrario. ¿A qué debería hacerle caso? Siempre has sido una bocazas, me quedo con tus reacciones a mis caricias. —ronroneó antes de morder mi lóbulo. Agradecía enormemente que todos los presentes estuvieran inmersos en sus propias conversaciones, de lo contrario, sería demasiado vergonzoso.

Estaba enfadada conmigo misma, me estaba excitando más que nunca, el miedo de ser descubierta en esa situación me volvía una adicta y toda una receptora de sus hábiles movimientos.

Acababa de llegar a una de mis zonas más sensibles bajo la ropa, mi espalda. Y se estaba deleitando con la textura de mi piel gélida y desnuda, recorriéndola con sus suaves dedos y más tarde, arañando sin piedad con sus uñas largas. Eso fue más que suficiente para provocarme una oleada de placer que desembocó en un temblor pies a cabeza, el arqueamiento de mi espalda y un sugerente gemido que ahogó en nuestras gargantas.

—Eres una chica muy mala. Por tu culpa casi nos descubren.

—Perdona, pero la que me está metiendo mano no es otra que tú.

—Yo solo cumplo tus deseos más oscuros, no lo olvides. El recreo está por terminar, nos vemos luego. —se despidió juguetona, besando mi mejilla con fugacidad.

Suspiré una vez que se marchó, intentando calmarme y siendo incapaz de enfadarme con ella. ¿Sería igual para todos los enamorados?

Había algo que me intrigaba, no había visto a mi antigua amiga que me traicionó y se convirtió en mi peor enemiga. Odiaba su personalidad tan falsa y mediocre. Sabía que había conseguido aprobar las oposiciones para ser profesora de inglés, siguiendo los pasos de su madre. Aunque, obviamente prefería evitarla todo lo posible. Solo había una cosa segura, si la veía, la mataría de una u otra forma. Tenía la tradición de hacer amigas solo para humillarlas y traicionarlas cuando le daba la gana.

Me senté en mi sitio y comencé a preparar mi siguiente clase del día, esta vez era sobre el Antiguo Régimen, pero mi preparación tuvo que esperar, ya que alguien me llamó la atención tocando mi hombro.

—Verás, como has podido ver, Margie no ha venido hoy. —me informó Jane.

—No tengo nada que ver con Margaret. Ahora, si me disculpas, debo preparar mi clase.

—Eres la encargada de la guardia en su hora. Tienes que ir al aula que marca el cuadrante. A mitad de la hora, alguien pasará y te sustituirá.

—¡No fastidies! ¡Guardia e inglés! Sabes que lo odio. —protestaba en voz baja.

—Lo sé, al igual que también sé que se te da mucho mejor que a ella. ¿Por qué no avanzas con los alumnos?

—No es mi trabajo, pero lo intentaré. No prometo nada.

—Eres muy rencorosa, ¿no crees que merece una segunda oportunidad?

—No. Ya tuvo la suya y la perdió. No quiero tratar más de lo necesario con ella. —hablaba mientras salía y tomaba uno de los libros de su casillero, echándole una ojeada a todas las páginas. Justo entonces, una bolsita cayó al suelo—. Creía que había dejado la droga…

—¿Cómo sabes que es droga?

—Solo con ver el aspecto y la textura puedo afirmarlo. Pero tengo contactos, te diré de qué se trata para el final del día.

—¿Y qué pasará si es droga?

—Que vuelva a rehabilitación y tratamiento para desintoxicarse, tan sencillo como eso.

—Eres muy fría con ella. Aunque debo reconocer que, si yo hubiera sido su víctima, haría lo mismo que tú.

Me despedí de ella una vez que subimos las escaleras, ella tomó un pasillo y yo, el opuesto. Entré con decisión y una actitud autoritaria, puesto que estaban armando un buen jaleo y con una mirada los petrifiqué y les ordené que se sentaran sin hacer un mísero ruido.

—Vuestra profesora no ha venido hoy. Yo cubro su guardia.

—¿Quién eres? Nunca te he visto por aquí.

—Parece que tenemos un Sherlock Holmes en clase. Soy la nueva profesora de Historia. —contesté arqueando una ceja y sonriendo de medio lado.

—¿Qué tiene la Historia para que la mayoría de profesoras guapas del instituto sean de ese departamento?

—Gracias por el cumplido, querido, pero no sé la respuesta. Y si quieres ver a otra profesora despampanante, fíjate en la nueva profesora de Química.

—Lo haré.

—Era un sarcasmo, si fuera tú, no la miraría sin su consentimiento. Quedas advertido. —no sabía por qué había dicho eso. Probablemente siguiera marcando mi zona de influencia—. Según las anotaciones en el libro, vais por el Present Perfect.

—¿Vas a explicar? —protestó uno de los alumnos, apoyando sus pies en la mesa y recostándose en el aire.

—Si hay algo que odie más que el inglés, es no hacer nada y los malos modales. —amenacé mientras me acercaba a él y de un manotazo quité sus pies de ahí.

—Puede que sea nueva, pero tengo el carácter y la cabezonería suficiente para dominaros a todos. ¿Puedo continuar? ¿O quizá alguien con un doctorado en este idioma quiere interrumpirme?

El silencio se hizo presente, a lo que yo sonreí divertida y comencé con la explicación totalmente en inglés y anotando consejos en la pizarra. Todos me miraban embelesados y sabía por qué, Margaret carecía de pronunciación y mezclaba el inglés de Gran Bretaña con el americano, lo cual era confuso para ellos.

—Ojalá ella pronunciara así de bien.

—Y explicara así…

—Como buena profesora debo adaptarme a vosotros y poneros a prueba al mismo tiempo. Debo hacer fácil y divertida algo tan peñazo como el inglés.

—No eres tan mala como pareces.

—Solo soy muy estricta y me encantan las cosas bien hechas. Nada más.

—¿Qué haces TÚ dando MI clase? —gritó histérica mi enemiga rubia oxigenada.

—Solo cumplo la guardia y decidí explicarles esto para que pudieran hacer los ejercicios propuestos. No puedes decirles que hagan unos ejercicios si no los has explicado. Nunca aprenderás. —regañaba mientras la miraba con desinterés—. Además, estaba mostrando una auténtica pronunciación y no una ganada en la tómbola.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó intentado golpearme. Parecía haber olvidado dónde nos encontrábamos.

—Hey, tranquila. Solo digo la verdad.

Estaba en una situación complicada, si esquivaba un golpe más en esa situación, golpearía a un alumno, si atacaba podría denunciarme y si no hacía nada, me cortaría el labio con su anillo. El resultado fue la tercera opción, y cuando podría haberla golpeado en defensa propia. Kim llegó a la clase.

—Kate, ¿qué ha pasado?

—No te acerques, podría hacerte daño. —advertí lamiendo la sangre que emanaba de mi labio inferior.

—¿Conoces a esta zorra? Pues mira lo que voy a hacerle a ese rostro inmaculado.

Intentó golpearme nuevamente, pero esta vez pude esquivarlo rodando entre la apertura de sus piernas y conseguí barrerla con mucha fuerza.

—¡Mírate, estás drogada! ¡Qué vergüenza para esta noble profesión! —ahora sí que estaba furiosa, la tenía entre mis brazos inmovilizada y pretendía llevarla ante el director—. Kim, vigila la clase, enseguida vuelvo.

—No tardes demasiado, necesitas que te curen el labio. Sigues siendo tan sincera como siempre y mira lo que has conseguido… idiota. —suspiró divertida.

—No puedo callarme nada y lo sabes mejor que nadie.

—Kim, dale las gracias de mi parte. Si hubiera esquivado el golpe, yo sería la herida. —habló una chica.

—Odio que me llamen Kim y tranquila, yo se lo diré.

—Ella te ha llamado así.

—Ella es la única que tiene permitido llamarme así. Para el resto del mundo, soy Kimberly.

—Te ves inquieta. —fue Sherlock quien rompió el silencio.

—Estoy preocupada, eso es todo.

—Solo es un pequeño corte, nada del otro mundo. —contesté entrando de nuevo a la clase con un nuevo golpe en la mejilla—. Sé que tengo otro golpe, ha sido al dejarla en el suelo… Odio no poder golpearla.

—Sí que puedes, pero no debes. —me dijo ella con una mirada cómplice—. Chicos, quedaros repasando, voy a tratar sus heridas. No quiero escuchar ni un ruido. —avisó antes de tomarme de la mano y llevarme a la enfermería.

Cerró la puerta detrás de sí y yo me senté en una de las sillas mientras ella buscaba el botiquín de primeros auxilios en el armario.

—Parece que mi princesa sigue siendo una guerrera. Una chica me ha pedido que te diera las gracias. —me hablaba mientras trataba el moratón de mi mejilla con una pomada especial.

—Es normal lo que he hecho, no iba a permitir que nadie saliera herido por esa idiota.

—¿La conoces?

—Es la amiga que me traicionó.

—Ya recuerdo. Sí que se ve como una harpía, tenías razón.

Solté un quejido de dolor cuando sentí como el algodón empapado de alcohol tocaba mi labio herido.

—Solo espero que no te quede cicatriz. No podré perdonárselo.

—Tranquila, Kim. Conozco todo un arsenal de remedios naturales para las cicatrices.

—¿Cuántas veces te habré curado?

—Hace tiempo que perdí la cuenta. Mi sinceridad y perfeccionismo son los culpables de mis peleas. —bromeé perdiéndome en sus ojos grises preocupados por mí.

—Cierto. Eres la persona más sincera que conozco. Y ahora que recuerdo, sí que tienes una cicatriz, una cicatriz algo grande en tu pecho izquierdo.

—Eso pasa cuando te caes por un precipicio y aterrizas sobre un arbusto de pinchos… —me excusé, acercando mi rostro al suyo inconscientemente y tomando sus labios con dulzura.

—Creía que me odiabas.

—No he dicho lo contrario. Solo he pensado que tus besos han sido mi mejor medicina.

—Si eso es cierto, ¿me dejarás darte cuidados intensivos y curar tu roto corazón? —susurró besando mi cuello, para subir y besar mi frente, mejilla y labios. Cada zona que era besada por ella ardía con pasión.

—Creo que este no es el mejor momento. Te estás aprovechando de mi debilidad.

—¡Maldición! ¡Me descubriste! —actuaba con una actitud dramática que provocó un sinfín de carcajadas.

—Idiota…

—Lo sé, pero soy tu idiota.

—Yo no he dicho eso.

—Tampoco lo has negado. Reconoce que eres adicta a mí. —decía aspirando mi perfume en el hueco de mi clavícula y haciéndome cosquillas.

—Creo que es cocainómana. He encontrado esto entre las páginas de su libro. —informé tendiéndole la bolsita.

—Veo que sigues teniendo un buen ojo para distinguir y catalogar droga.

—Tú me hiciste toda una experta y casi consigues que me guste la química.

—Éramos todas unas traficantes universitarias.

—Ahora somos legales, no lo olvides. Eso quedó en el pasado… —llevé mi dedo índice sobre sus labios y ella lo besó tiernamente.

—Es cierto…


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