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Hímero por Mascayeta

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La situación se le salió de las manos, por más que intentó dar un vuelco a la decisión de Haruhiko, este al verse apoyado por Isaka se cerró por completo, al punto de levantarse y dejarlos solos en la sala.

Un 10% hizo la diferencia. Akihiko ni siquiera tuvo que intervenir y siguió con sus acciones intactas. La suma era sencilla, ellos así se unieran tendrían tan solo el 45% contra el 55% de los otros dos.

No se preocupó por seguir sirviendo en el vaso, simplemente tomó de la botella y percibió el ardor que el licor bajando por su garganta.

—Nunca pensé ver al imponente Fuyuhiko devastado por algo —el tono sarcástico del castaño lo hizo reír, era cierto, jamás se había sentido derrotado ante las circunstancias.

—Siempre hay una primera vez —respondió para continuar bebiendo. Esa noche no tenía intención de pensar en nada, solo quería hundirse en el autodesprecio—. ¿Qué tienes para decir?

El de ojos azules se sentó frente a él con expresión de pocos amigos. Se habían conocido años atrás en un bar, desde entonces contrataba sus servicios cuando necesitaba de favores especiales para sus negocios.

—Si deseas que te ayude es necesario que me relates que pasó realmente con Mizuki —el mayor de los Usami dejó la botella de lado para escuchar con atención al abogado— tu sobrina está por llegar al país y con su declaración, el caso puede irse al caño.

—Retírate por favor, si te puedes dar cuenta no estoy en condiciones de hablar.

El hombre no lo presionó, sabía que era cierto. Mañana lo contactaría para ver que iban a hacer. No era tonto, y si esto se salía de control, no pondría en riesgo su reputación. Nada ni nadie valía tanto la pena para terminar en la ruina y desprestigiado.

Fuyuhiko cerró los ojos, tal vez era momento de trazar un nuevo plan. En su mente el recuerdo de Deane le generó una leve sonrisa, se lo advirtió en más de una ocasión «nadie puede actuar sin esperar una consecuencia».

Con la imagen de la hermosa mujer se fue quedando dormido.

 

 

Haruhiko sirvió el curri de pollo en ambos platos, en la mesa se encontraba la ensalada y el arroz, aunque podía todo ponerlo al mismo tiempo, le gustaba más de esa manera, no aprobaba el desperdicio de comida.

Se sentó para mirarlo a los ojos y con un guiño solicitarle que diera las gracias, era una costumbre y no podían saltarla. Procedieron a comer en silencio, no era bueno cocinando, pero las pocas recetas que conocía las trataba de hacer lo mejor posible.

La sonrisa de satisfacción de su invitado le causó deleite, deseaba que se quedara con él esa noche, pero sabía que era imposible. Debía volver a su vida real, aquella con su familia.

—No te has preguntado ¿cómo después de tantos años mi esposa pudo quedar embarazada?

El empresario se atoró con el bocado por la pregunta que salió de los labios de Takahiro. El suspiro del hombre no le permitió hacer ningún comentario, solo pudo beber un poco del vino para continuar escuchando el monologo en el que parecía estar inmerso. Era una de las cosas que le llamaban la atención de él. Cuando algo le incomodaba se lo decía sin medir las consecuencias.

Pero su conversación cambió repentinamente de rumbo. Era como si la verdad contenida por años estuviese rebosando el empaque donde se encontraba.

—Traicione a mi mejor amigo, prácticamente entregue a mi hermano menor para que lo sodomizaran, engañe a mi esposa y soporte quedar en el lugar del amante recibiendo las migajas del amor que me arrojabas cuando esa mujer te hacia a un lado.

No entendía a donde quería llegar con todas esas frases, la comida de un momento a otro comenzó a saberle amarga, pero verlo llevar como si nada ocurriera cada bocado a sus labios, lo tranquilizo un poco. Fue cuando recordó la presentación que su padre hizo de Sakura en la reunión ¿eran celos lo que sentía? o simplemente ¿quería comprobar si el anuncio era real?

Nuevamente guardó silencio porque su abogado siguió hablando.

—Me hice los exámenes hace más de dos años, por una enfermedad viral mal cuidada que tuve cuando niño quede estéril, no puedo tener hijos —se quitó las gafas y las dejó al lado del plato, colocó sus manos cruzadas debajo del mentón y observándolo fijamente continuó— para todos ese niños es mío, una mentira más de las tantas que soporto en mi vida. Pero hoy quiero escuchar la verdad, no la tuya, sino lo que realmente ocurrió con Shiiba Mizuki.

Por lo menos la pregunta la hizo cuando terminaron la cena, odiaría tener que botar la preparación. Se levantó y recogió la mesa, no sabía si Takahiro alcanzaba a ver algo, o por no enfrentarlo se había quitado los lentes.

—No las necesito sino para leer y el computador, mi visión es buena Haru-san —quiso matarlo, solo le decía así cuando tenían sexo—. También guardo secretos, como puedes darte cuenta, nunca se conoce totalmente a alguien.

Esa frase la había escuchado hace tanto, y hoy pronunciada por la única persona que parecía aceptarlo con todos sus errores, era un pase en blanco para poder liberar un poco su alma.

—Si eso es lo que quieres, lo hablaremos.

Takahiro afirmó con la cabeza, se retiró de la sala para dejar a Haruhiko arreglando la cocina. Por lo menos recordaba su obsesión por el orden. Se concentró en recoger y alistar lo que habían usado, de tal manera que cuando terminó de hacer él te, recién se dio cuenta que su compañero estaba utilizando uno de sus pijamas y secándose con una toalla el cabello.

Le ofreció la taza y se sentó frente a él. Esa noche sería demasiado larga.

 

     

Yokozawa llegó a su apartamento cansado y algo mareado por los tragos de celebración que tuvo con Kirishima. Era algo merecido por comprobar su inocencia en el caso del desfalco a la joyería. Por fin podría devolverse a Londres y dedicarse por completo a su restaurante.

Sin importarle la hora marcó a Kisa para darle la buena noticia, el pelinegro gritó emocionado avisándole a Yukina, que entre carcajadas se dio cuenta que estaba borracho. La orden de bañarse e irse a acostar que le dio el castaño le provocó un bufido, si él decía que era una madre, definitivamente el pintor a veces se portaba como su padre.

Antes de colgar, no pudo menos que recordarles cuanto los extrañaba y que pronto estaría con ellos. Con suerte antes del cumpleaños del adorable administrador de Anânké.

Un «regresa pronto» fue la despedida.

Se quitó la ropa y sin importarle el desorden, se metió entre las cobijas. Después de toda esa locura podría regresar a su vida y olvidarse de lo relacionado con los Usami.

En ese aletargamiento propio de estar entrando al sueño profundo, pudo distinguir el sonido del intercomunicador, trató de ignorarlo, aunque no era muy tarde, nadie excepto de Zen llegaría hasta su apartamento a esa hora, pero acababan de despedirse y sabía que iba a recoger a Hiyori donde sus padres.

Lo insistente del llamado logró que se levantara, resignado buscó algo que ponerse recogió la camisa y se dispuso a abrir la puerta para insultar al incomodo visitante.

Había hablado demasiado rápido. ¿Es que nunca podría sacárselos de encima?

—Hola Takafumi ¿me invitas a pasar?

 

 


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