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Hímero por Mascayeta

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Estoy corriendo al lado de la camilla tratando de resolver preguntas de las cuales no tengo ni idea las respuestas. La mujer no suelta mi mano y ante cada nueva contracción siento mis huesos crujir. De repente, un hombre alto y con cara de total preocupación me aleja para desaparecer tras una puerta que ajustan, diciéndome que espere; me recuesto en la pared dejándome deslizar.

 

Allí, procurando distraerme mientras salen con alguna noticia, pienso que la vida es una como un juego de azar, nunca sabes las cartas que te van a tocar, y la manera en que te desenvuelves es la que te va a dar la oportunidad de ganar la partida. Estar ahí en ese instante, fue cuestión de suerte, poder alcanzar a sostenerla antes de que cayera de bruces contra el piso, me tenía ahora en vilo por la posibilidad de una mala noticia.

 

No entiendo para que se expuso de manera tan ridícula a un peligro como ese, por qué no pidió ayuda. Niego con la cabeza, por qué criticarla, si yo hubiese hecho lo mismo. Suspiro y sé que esa característica de fortaleza e independencia es la que más admiro en una persona. Su pareja debe sentirse afortunado de tener a alguien como ella a su lado.

 

La enfermera sale, ha pasado casi una hora desde su ingreso, me indica que debo ir a una en habitación donde mi “nee-chan” me espera, aplaudo mentalmente su mentira. Al ingresar veo la máquina que muestra las dos líneas del ritmo cardiaco. Está recostada, en su brazo la jeringa me hace seguir la sonda hasta el líquido que gotea lentamente. Me llama con gentileza… se ve tranquila, su cabello castaño, sus ojos cobrizos y una sonrisa que ilumina su rostro…

 

-       Hiyori – no entiendo el porqué de la palabra hasta que su mano acaricia el vientre redondo – siempre comparan mi sonrisa con los rayos de sol, - acaso ¿lee la mente? – hiciste la misma expresión que tiene mi madre antes de decírmelo.

-       ¿Tu esposo? – preguntó, sintiéndome furioso conmigo mismo por ser tan transparente en ocasiones; la solo mención de él le hace mostrarse inquieta, sabe que todo esto es un error.

-       Llegará pronto, estaba de viaje… - sus ojos detallan mi rostro, me hace sentir por alguna razón culpable, es como si supiera algo de mí que yo desconozco – programaron la cesárea para dentro de una semana, el 26 de agosto… - sé que evade el verdadero asunto a tratar, finalmente lo dice - esto fue por mi imprudencia, en verdad nunca pensé terminar así contigo.

Mi expresión denota lo que mi boca no es capaz de modular, asiento; al querer hablar me detiene pidiendo que la deje continuar…

-       Cuando te reconocí en el supermercado, sentí miedo de que me dejara, porque inmediatamente entendí la fascinación que tiene contigo, Ze… - la puerta se abre de golpe, noto como un hombre castaño se aproxima para tomar su rostro y besarla. Es su esposo, sus palabras y gestos, me hacen comprender lo especial de su amor.

No tengo nada que decir, escucho sus frases entrecortadas, él esta tan preocupado que no ha advertido mi presencia. Prefiero marcharme, estoy en el lugar equivocado, cualquier oración que fuera a pronunciar, ante esa escena ha quedado sin validez, me siento estúpido. Ella sabía de mi existencia y del rol que hasta ese instante supe que cumplía. ¿Qué más bizarra puede ser la situación? El amante y la esposa juntos como amigos.

Doy vuelta para retirarme, Sakura me mira por última vez; sus ojos no disimulan la necesidad de hacerme entender el papel que desempeño en esa relación, es difícil ignorarlo con la imagen que tengo frente a mí. Inclino la cabeza despidiéndome, y es cuando oigo su voz presentarme, solo entonces, él se percata de que estoy aquí.

Creo ver algo de sorpresa en sus ojos, pero rápidamente expresan cólera. Salgo antes de que algún reclamo escape de mi boca, pero cuando voy a llegar al ascensor soy halado a una habitación vacía, el golpe suena seco en mi cara, Zen me culpa del accidente… ¿puede ser alguien tan descarado?

Me deja en claro que todo el amor que alguna vez dijo tenerme se ha esfumado por mis acciones, el fuerte agarre en mi cuello dejara marcas sin duda, pero estoy más pendiente de sus palabras, repite que me odia, que soy un asesino… lo veo levantar su puño, pero detengo su muñeca con fuerza, apartándolo con desprecio, limpio la sangre que sale de mi nariz, para enfrentarlo …

-       Eres tan cínico, ¡habla con tu esposa! – sin dejar de mirarlo arreglo mi ropa, pero antes de marcharme considero justo recordarle mi posición – Zen, te lo dije: al final siempre eliges a la persona que más amas.

 

 

La sala estaba a la expectativa de la presentación de la colección otoño de Usami Jewerly, bajo su nueva administración. Los socios fueron los primeros en llegar, estaban atentos a la demostración de poder que la familia había querido recordarles cuando decidieron acabar con lo que consideraban un mal negocio.

Asahina siguió con la mirada a Isaka, sus movimientos eran por momentos erráticos, parecía un niño que había perdido su juguete favorito, iba y venía de la sala donde se encontraban los modelos, temblaba de pensar que, por sus locuras y caprichos, su amigo perdiera la empresa de su abuelo. Era toda una vida juntos, difícilmente no entendería sus reacciones, por eso en una de sus salidas para confirmar por enésima vez si las joyas estaban listas, lo tomó de la cintura y le besó. El ojiazul sintió que su mundo paraba, al separarse quedó con los labios entreabiertos con la esperanza de recibir un poco más. Sin embargo, la promesa en su oído le dio un nuevo impulso. Era el momento de empezar con el espectáculo.

 

Takafumi llegó corriendo al lugar acordado; ese día las cosas habían iniciado de manera terrible, la visita sorpresa de salubridad retardo no solo la hora del almuerzo, sino que también desordenó lo concerniente al bar. Entró por la puerta que le señalaron para ser observado con disgusto por sus compañeros, el grito de su jefe, David Callagan, le hizo fruncir el ceño, mentalmente se preguntó cual era la necesidad de seguir con ese trabajo. Dispuesto a responder, vio como Henmi le daba la ropa que debía llevar esa noche, sin reparo alguno se cambio delante del grupo, al fin y al cabo, todos eran hombres.

Ryūichirō y Kaoru se miraron con complicidad, el contenido de la caja azul que había sido reservada para la exposición en maniquí ya tenía dueño.

 

Queenie McAllister era una de las mujeres que mejor comprendía los gustos y movimientos de valores de la sociedad a la que pertenecía. La idea de Isaka en una primera instancia le pareció ilógica, pero al ver a los Host salir luciendo las hermosas prendas femeninas y masculinas, supo que no había sido mala idea secundarlo.

El atuendo sencillo cumplía con el código de vestuario pedido para la ocasión, el color negro de las camisas resaltaba los finos dorados, los verdes de las esmeraldas, los azules de los zafiros y los rojos de los rubís; las caras de fascinación tanto en damas como en caballeros, logró que su ego creciera. Mientras los observaba, comprobó el buen gusto de Ryu, las alhajas que llevaban habían sido seleccionadas de manera precisa para los rasgos de quienes las lucían. Los atractivos hombres se mezclaron con los invitados, procurando cumplir con el rol para el cual habían sido contratados, promocionar con su cuerpo la joyería.

La rubia sonrió satisfecha, intercambiando comentarios con los socios de la empresa, aprovechó la oportunidad para alabar el trabajo de los joyeros. Compartiendo las felicitaciones, recorrió la sala para ver donde se encontraba Akihiko. Desafortunadamente, lo que pudo observar en una de las esquinas del salón, fue como su esposo ya tenía en mente la compra de una de las pulseras, así como del modelo que la llevaba; hizo una mueca de fastidio y trato de ignorar la situación, continuó su camino hacia Usami quien se hallaba prácticamente escondido en la mesa que próximamente compartirían para la segunda fase de la reunión.

El peliplata le dio la bienvenida levantándose y corriendo su asiento, Queenie se ubicó a su lado para en un poco más de confianza agradecerle y pedirle disculpas por lo de la madrugada, fue cuando cayó en cuenta que entre los modelos no estaba Yokozawa. Aunque siguió con la plática procurando no manifestar su decepción, Akihiko percibió el cambio en su semblante. Conocía lo manipuladora que su jefe de ventas podía llegar a ser, así que fue fácil comprender que algo no había salido como ella lo planeaba. Con una sonrisa fingida, los dos continuaron la conversación.

 

Se miró una vez más en el espejo, no podía estar de acuerdo con cargar esa joya. Pasó con delicadeza sus dedos sobre el tejido de diamantes de la gargantilla que llevaba puesta. Todo su atuendo lo hizo tener la sensación de verse como un sumiso. Aunque su apariencia era totalmente masculina, por alguna razón el que su traje fuera diferente al de sus compañeros lo tenía exaltado. La camisa con corte renacentista en seda perlada, le hacía ver con una cintura demasiado fina y mucho más delicado de lo que era.

Aún tenía tiempo de marcharse, hablaría con su contratista, inventaría cualquier excusa para largarse cuanto antes de ese lugar, debió hacerlo incluso antes de llegar, pero su sentido de compromiso le impedía no asumir las responsabilidades adquiridas.

Resignado, trato de no pensar más en su cuerpo y se enfocó en el cabello, un desastre total, Kisa decía que tenía el mismo carácter rebelde de él, lo peino hacia atrás, tal vez algo de gel le ayudaría, pero detestaba la sensación pegajosa que le dejaba; de medio lado, parecía un idiota; el llamado por parte de mister Callagan fue acompañado por la mano que desordenó los mechones negro-azulados de su pupilo.

-       Así te ves más hermoso – obtuvo en respuesta un sonrojo de Takafumi que se sintió cohibido por el halago. La sonora carcajada volvió a sacar su mal humor – pero, así me gustas más, odiaría que me dijeran que mi “oso gruñón” fue cambiado por uno de felpa.

 

Akihiko inclino la cabeza ante Isaka, sentados a la mesa junto con la pareja McAllister y los nuevos proveedores de esmeraldas, rieron por los comentarios subidos de tono referentes a los “modelos” de la noche.

-       ¿Esperamos a alguien? – pregunto Larissa Leyner señalando el puesto vacío en la mesa.

El silencio en el salón provocó que la mesa dirigiera la mirada hacia donde los otros señalaban entre murmullos al recién llegado. Usami corrió su silla sorprendido por la reacción de Queenie quien tosía limpiando el líquido que había regado frente a la imagen Takafumi.

-       Lamento la tardanza…

Akihiko cerró los ojos transportado por la voz a su espalda, al fin lo había encontrado.


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