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Hímero por Mascayeta

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Misaki escuchó en silencio y con mucha atención la historia de Sakura. Las lágrimas de la mujer eran suficientes para conmover a cualquiera que no la conociera. No era la primera vez que trabajaba con ella y realmente en vez de sentir lastima, en su mente cruzaba la frase “te lo mereces”, pero lo que no lograba entender era porque le contaba todo esto. Él nunca se había llevado bien con ella, escasamente cruzaban palabra cuando trabajaba para la joyería, y en el pasado siempre procuró recalcarle que no estaba al nivel de Akihiko, entonces ¿qué era todo eso?


Sakura limpió su rostro, alzó la cabeza para continuar con su plan. Si había alguien que podía sacar de su vida definitivamente a Yokozawa Takafumi, era el examante de Usagi. La siguiente parte de la confesión desconcertó aún más al menor de los Takahashi. Así que eso era lo que ella buscaba.


-       Bueno, creo que oí suficiente – dijo el ojiverde levantándose, miró el reloj, iba con el tiempo justo para iniciar la sesión fotográfica y por alguna razón sabía que este encuentro no era la única jugada de la castaña.


Si podía decir una cosa buena de ella, la palabra que utilizaría era tenacidad, desde que la conoció al lado de su hermano y de su expareja, demostró que no se detenía frente a nada con tal de lograr lo que quería; pero a esa tendría que unir manipulación.


-       ¿Me ayudarás? – sus ojos rojos y el rímel un poco corrido, por poco y le provocan risa.


-       Déjame conocerlo, y ya sabrás cual de mi decisión – dijo siendo lo menos directo posible, no quería comprometerse, con ella la frase “todo lo que digas podrás ser usado en su contra”, tomaba su sentido literal – además, ¿cuánto tiempo van a estar en Japón?


-       Dos semanas – apretó su mano mientras terminaba de limpiar las falsas lágrimas – cuento contigo Misaki-kun… si no es por mí, hazlo por Hiyori.


Casi vomita cuando escuchó lo meloso de la frase, estaba loca. Caminó hacia la locación, cuando entró el revuelo era demasiado. Los gritos del modelo se oían hasta la puerta, las dos asistentes de vestuario lloraban desconsoladas, asegurando que no volverían a ese camerino. Ese sería un día muy largo.


Si así estaban las chicas, quizás Sakura tenía razón, el muchacho era un total imbécil. La información que le dio la mujer se resumía a tres hechos importantes: El primero que su edad era similar a la suya, el segundo que era una especie de acosador busca fortunas, y la última, que había tratado de matarla cuando estaba a punto de dar a luz a Hiyori.


¿Su papel en esto? Volver a conquistar a Usami Akihiko. La idea le daba vueltas en la cabeza. Después de esa noche su hermano no le había permitido ningún contacto con él, supo del accidente, estuvo a escondidas en la clínica antes de marcharse a Estados Unidos, pero no habían hablado. Cada mensaje, cada carta, cada llamada, quedaba en el limbo. Su expareja le sacó para siempre de su vida, y él … abrió la puerta para chocar de frente con un hombre que le sacaba unos diez centímetros, pelo negro azulado, piel blanca y unos ojos azules que reflejaban ira, mientras apretaba con indignación un pequeño morral. Cayó de espaldas, al golpearse exclamó un fuerte “auch” más por la impresión de conocer quien era su rival, que por el dolor.


La mano extendida, le ayudó a incorporarse, pidiendo disculpas. Era su momento de entrar en acción.


 


Nagisa Sawa reía mientras escuchaba toda la historia de la cena en la casa Usami, definitivamente tenía todos los ingredientes para hacer de su próximo libro un best seller. Calmándose procuró dar un poco de luz a Iwaki en esa situación. El pelinegro fue un buen amigo de Deane, la mujer lo buscaba para promocionar sus joyas masculinas, incluso había prestado varias prendas para las películas que la pareja de actores protagonizaba. Era una vitrina particular para todo el mundo, decía la anciana repitiendo lo que su diseñador y cuasi-nieto Isaka le aconsejaba.


Aunque para la mayoría de las personas la abuelastra odiaba al indefenso Akihiko, la verdad era que lo protegía de las personas que él consideraba sus amigos. Para Deane, el chico era demasiado confiado y el resentimiento de la familia materna de Haruhiko por el pequeño Usagi, habían malogrado la relación de los dos hermanos incluso antes de que ellos fueran conscientes de esto. El mayor de sus nietos era bastante astuto y lo que más deseaba era sacar al peliplata de la empresa.


Motivos los tenía de sobra, pero la nada despreciable suma de 1300 millones que Shin dejó al menor de su descendencia, fueron la muestra clara de que él nunca sería reconocido como un legítimo heredero. Por eso se convirtió en su prioridad destruir definitivamente al prestigioso abogado Usami Akihiko. Cuando supo del accidente, la constante pregunta de que, si iba a sobrevivir, se volvió molesta incluso para los médicos. La desesperación fue tan notoria que Takahiro tuvo que sacarlo de la clínica y prácticamente hacerse cargo del papeleo.


Con la plena recuperación de su hermano y el rompimiento de la relación con Misaki, pensó que todo estaba perdido. Lo único que le quedaba era esperar como sacar a la luz alguno de los secretos del peliplata, y la oportunidad se le dio con el ojiazul.


Sawa prendió el cigarrillo entendiendo la preocupación de su amigo, por su propia experiencia sabía que un escándalo por homosexualidad ya no era relevante, pero el que tuviesen una prueba para acusarlo de haber sodomizado a un menor de edad, lo destruiría. De todo lo que Iwaki le contaba, lo preocupante era desconocer cómo utilizaría Haruhiko al chico que parecía haber despertado el interés de Usagi. Su instinto de policía le indicaba que el más perjudicado al finalizar el enfrentamiento, sería el modelo.


 


Misaki le dio la razón a Yokozawa, ni borracho se pondría la ropa que le había elegido Sakura, esa mujer definitivamente lo odiaba. Pidiendo tiempo para renovar el vestuario con las indicaciones que él les dio a las vestuaristas, procedió a conocer al hombre que tenía temblando a la “hiena” de Usami Jewerly.


Sus intenciones se vieron trastocadas cuando el jefe de Recursos Humanos hizo su aparición en el plató, la llamada de Iwaki le obligó a retirarse dejando sola la pareja. Kirishima jamás iba a ese lugar, así que el temor de Sakura no era infundado. En los ojos del castaño la mirada más que de amor era de deseo, dio un último vistazo al hombre a su lado, ahora estaba pálido. El lento movimiento, en alguien tan masculino, le sonrojo. Se sintió culpable por dejarlo, pero la insistencia de la llamada, apresuró su salida.


Kirishima cerró la puerta pasándole el seguro, sabía que debía volver a ganarse su confianza y por más que quisiera saltarle encima, tenía que mover muy bien sus fichas.


-       ¿Por qué no negaste tu relación con Usami? – los celos hablaron por él. Apretó el puño dentro de su chaqueta – Te conozco y sé que no tienen algo más allá de una incipiente amistad.


-       Te equivocas – respondió Takafumi procurando utilizar la rabia provocada por la deshonra a la que Sakura quería exponerlo – lo único incipiente aquí, es tu ataque de sinceridad.


-       Anoche quería pedirte disculpas por mis acciones, no me justificó, si quieres odiarme tienes todo el derecho de hacerlo… - ver a Zen con esa actitud movió algo dentro de su pecho, ¿se estaba humillando?


-       No te odio – los ojos marrones brillaban por lo humedecidos – esa tarde me dejaste claro que el error fue mío, nunca hice nada por saber más de ti, no me importaba. – Kirishima avanzó hacia él, - leí cada uno de tus mensajes y sabes, mi respuesta es la misma de aquella noche: eres un maldito mentiroso.


El hombre se detuvo a escasos centímetros de Takafumi, estaba furioso lo sabía por el azul de sus ojos, si supiera que esa faceta de él era la que más lo excitaba. Colocó sus manos en los hombros del menor, aferrándose a la idea de mantener la calma, suspiró para sonreírle resignado.


-       Tienes razón, lo soy… un mentiroso, pero agregaría cobarde y mezquino, - sus dedos ya se habían deslizado por los brazos del peliazul, tomando sus manos las beso delicadamente – cada insulto lo merezco, por eso déjame mostrarte al verdadero yo, déjame comenzar con lo debí pedirte, por favor quiero que seas mi amigo.


La memoria de las manos del castaño le estaba generando estragos a su cordura, la calidez del tacto que en ese instante acariciaba su rostro para deslizarse hacia su cuello, le hizo perderse en las sensaciones que Zen le hizo conocer hace seis años. Retirándola le sonrió sin reflejar ningún tipo de emoción. Un tal vez fue su única respuesta. Los gritos de Misaki llamando a todos a la sesión le dieron el espacio para pedir que se marchara. A lo cual el hombre accedió sin ningún reparo.


Parado en la puerta del camerino el ojiverde observó a la persona que iba a fotografiar, el tranquilo azul de sus ojos le inspiró lastima por quien quisiera atacarlo en ese momento. Así que prefirió andar sin rodeos.


-       ¿Amas a Kirishima?


-       ¿Amas a Usagi?


La respuesta lo hizo reír de buena gana, quien era él para juzgar las decisiones de una persona. Misaki sabía que también se había equivocado, arriesgó lo que parecía ser la relación perfecta por ir tras su sueño, y lo volvería a hacer sin dudarlo, nunca se arrepentiría de su decisión. ¿Qué si amaba a Akihiko?


-       Demasiado amor asfixia.


-       Demasiadas mentiras cansan.


Terminando los retoques fueron a la locación, detrás del lente, Misaki se dio cuenta de la transformación del joven. Era completamente diferente al de hace unos minutos, la guía de Iwaki brillaba en cada expresión.


A las seis dieron por concluido el trabajo, el fotógrafo transfirió la información al correo de su jefe para que seleccionara las imágenes que más se ajustaran a la campaña. Siempre que hacia esto la nostalgia lo embargaba, de las casi 3000 fotos, máximo diez se escogerían, pensaba que era como ver morir a un hijo.


La voz a su espalda le tensionó, se oía tan profunda como la recordaba. Alzó su rostro para encontrarse con los ojos lilas de quien a sus dieciséis años lo enamoró con locura, el mismo que a sus dieciocho le hizo sentirse como un prisionero.


Le extendió su mano para saludarlo, el fuerte apretón dado por parte de ambos, relajó su cuerpo. El incómodo momento pasó de alguna manera a volverse un poco más llevadero. El ojiverde le mostró con la misma inocencia que siempre lo identificó, las fotografías para la colección. Usami le dio sus datos para que se las enviara, quería discutirlas con Isaka y seleccionarlas de acuerdo a las características del público objetivo de cada país. Misaki aceptó sin problema.


Yokozawa llegó a donde se encontraban, siendo recibido con un beso en la frente por parte de Akihiko, quien deslizó la mano por su cintura, para apretarlo contra sí suavemente. La caricia no pasó desapercibida para Takahashi. Las últimas luces se apagaron y él salió hacía el parqueadero del edificio, tecleando en su celular.


-       Sakura… soy Misaki… ya te tengo una respuesta.


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