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Hímero por Mascayeta

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Apagó el televisor pensando en cómo Haruhiko lo había hecho a un lado.

Nada, absolutamente nada le explicó de su decisión, solamente le dio la mano, y se entregó a las autoridades aceptando que la culpa del desfalco era suya, sin cómplices. Una venganza orquestada por años de rechazo de parte de su abuelo y originada en una frase de su padre.

Lo curioso de todo el evento radicaba en la forma como pasó. Si el día hubiese acabado ahí tendría lógica; sin embargo, minutos después el escándalo explotaba con la entrega de Usagi-san aceptando su culpa en el asesinato de Shiiba Mizuki.

Bostezó mientras sobaba sus ojos, no entendía lo que tramaban, pero sí que prefirió protegerlo alegando que era una ficha clave en los manejos, pero que ignoraba a ciencia cierta lo del desvió de fondos.

—No entiendo como no te diste cuenta del robo —la voz de la madre de Manami se escuchó detrás suyo. Esa mujer desde el día que supo que su hija estaba embarazada, vivía más con ellos que con su marido. 

—Eres un imbécil Takahiro ¿sabes lo que hubieses podido hacer con esa información?

Solo pudo soltar un bufido, así que esa era la idea que mantenía su esposa de él. Pero si lo pensaba bien, de veras era un imbécil. ¿En qué momento se pudo fijar en alguien tan frívolo y arribista?

Se levantó para salir de la sala, por el lugar donde se encontraban obligatoriamente debía pasar junto a ella, llamándole la atención las pequeñas tarjetas del baby shower cogió una de ellas para leerla. ¡Vaya! que sutil forma de ignorarlo, la invitación era realizada por "su hijo" no nacido. Colocó el papel en la mesa y siguió rumbo a su habitación. Bendita costumbre de no tener que compartir el aposento con su mujer.

—Y ¿eso es todo lo que vas a hacer? —inquirió su suegra— deberías estar buscando como sacarle una fortuna al hombre. Si se robó esos millones lo más seguro es que necesitará quien se los maneje durante el tiempo que estará en la cárcel.

—¡No nos dejes hablando solas Takahiro! —el grito de su cónyuge lo detuvo. Era tan fácil callarlas, pero no se merecían saber la verdad del escenario, más cuando su único deseo era colocar sus manos en el dinero ajeno.

La castaña podía comportarse como un sol, ser dulce, compasiva y demasiado gentil, pero cuando estaba en compañía de su madre era otro ser. Alguien egoísta, resentido y últimamente se había dado cuenta que demasiado codicioso.

—Takahiro, ese individuo puede darte mucho por tu silencio, se me hace imposible que no lo notaras —el abogado suspiro y agregó mentalmente otra cualidad a su esposa: Suspicaz.

—Tienen razón, él podría darme demasiado dinero, igual que tu si se enteran los medios que la honorable hija de la familia de uno de los representantes de la honorable Dieta espera el hijo de otro hombre —el grito ahogado de la mujer complació su ego.

No importaba que pasase después, aunque el niño no tenía la culpa, no podría estar a su lado. Era parte de un engaño. Por eso se acercó de nuevo a la mesa, y sosteniendo a su mujer de los hombros depositó un dulce beso en su frente. Se separó y haciendo una reverencia a su suegra, se despidió.

—Los papeles de divorcio estarán en la oficina de Takatsuki Shinobu pasado mañana, no quiero una queja sobre ello. Tienen bastante imaginación para ingeniarse una mentira sobre nuestra separación, una en la que quedemos todos bien, así yo no tendré que sacar a la luz el documento con la verdad. Buenas noches.

Esa noche empacó todo lo que le pertenecía, aproximadamente a las dos de la mañana llego a su apartamento. El último regalo de Haruhiko, y el que utilizaban como refugio para sus encuentros sexuales. Abrió la puerta, con extrañeza vio el reflejo de la luz en la sala y el sonido de una melodía de Elvis Presley.

Su maleta cayó al distinguir al hombre que allí se encontraba. El sonido solo logro sacar una sonrisa del intruso que se aproximó para abrazarlo.

—Bienvenido a casa.

 

 

Fuyuhiko la vio entrar a la mansión ordenando a Tanaka que se dispusiera la habitación de Shin para ella y su pareja. El joven detrás de ella parecía molesto por toda la situación, se notaba que no quería estar ahí.

Kaoruko se quitó las gafas y uno de los guantes para extendérsela al mayor de los Usami. Apenas si pudo corresponder el saludo, era un circo todo lo que vivía y ahora llegaba el payaso principal.

No quiso discutir la petición, se encaminó al estudio y oró porque esos días pasaran rápido, quería volver a su vida en Los Ángeles, por lo menos eso le quedaba. Tantos años tratando de obtener algo más para su bastardo y todo se perdió en un pestañeo.

La incomoda voz de su sobrina no le permitió disfrutar de su autocompadecimiento. Termino de servir el whisky y darle un sorbo.

—Así que aquí te escondes ¿por cuánto tiempo Fuyuhiko?

—Muestra algo de respeto Kaoruko —expresó con disgusto— ¿dónde está el dinero?

La mujer le quito el vaso de la mano y fue a sentarse en el cómodo sillón de cuero de la estancia. Reparó en lo acabado que se veía su tío. Desde que se enteró del verdadero origen de Mizuki supo cómo manipular el ambiente para poder quedar con algo más de lo que por "caridad" su abuelo le había otorgado.

—En mis cuentas... donde siempre debió estar.

—Ese dinero no es tuyo.

La carcajada fue franca. Kaoruko era astuta, tantos años guardando un bajo perfil para poder lograr sus intereses.

Situando el vaso en la mesa, le sonrió al mayor.

—Recuerda «ladrón que roba a ladrón», ninguno de los dos tiene derecho a exigirle al otro, me pediste ayuda y te la di, considérelo el pago por tantos años de servicio.

Al quedar solo no pudo menos que bufar por la forma como estaban dándose las cosas, la pelinegra tenía razón; no obstante, a ella se le aplicaba mejor otro dicho «cría cuervo y te sacaran los ojos».

Fuyuhiko sirvió otra copa para beberla de un solo trago, no había trabajado tanto para quedarse sin nada, ahora tenía la posibilidad de tener por completo la empresa que su padre le había negado, pero también de tomar venganza contra Akihiko por la muerte de la única prueba de su verdadero amor.

En su mente apareció la imagen de Haruhiko, desafortunadamente él siempre fue un peón, y en el ajedrez ellos son los primeros en caer.

 


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