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A través del tiempo. por Ulala

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Resaca. El profesor seguía hablando y su dolor aumentaba. Masculló. Copió en su cuaderno, casi garabateando. Apoyó su cabeza en la palma de su mano. Podría haberse dormido, si no fuera una clase importante. Se había dicho que hoy, iba a ser un buen día, pero sentía el cansancio recorrer todo su cuerpo. Saku había nuevamente ido a su departamento, últimamente se habían hecho más cercanos. Tyler notó, que se veía más que complacido con su cambio rotundo e intentó recomponer su relación. Le dijo que prefería estar solo en ese momento, pero él siguió insistiendo. Kaoru y Tom habían visitado su departamento, también.



Habían tomado algo, en aquella cocina-comedor carente de cualquier objeto cotidiano. Recientemente, había comprado unas sillas y una mesa. Pequeñas, lógicamente, ya que tampoco podrían entrar. Le contaron que estaban juntos desde entonces y que además, también convivían. Ofrecieron un espacio para él, de manera insistente, pero se negó una y otra vez. Y por primera vez, comprendió que se sentía feliz que estuvieran bien. Que lo que sentía en aquel momento, no era más que un anhelo, una falacia, una fantasía. Casi sintió envidia de esa felicidad.



Rieron, a carcajadas, a lágrima viva. Sonrió de lado al recordarlo, pero ahora mismo, estaba en una clase. Siguió tomando apuntes distraídamente. Su vida iba bien. Sus exámenes iban bien, tenía amigos, tenía gente que querría estar con él románticamente, incluso hasta podría haber sentimientos. Pero no. Vacío, así se sentía. Un mes y cinco días sin escuchar su voz. Había llegado el momento de la rabia, rabia ante su indiferencia, rabia por sentir tristeza.



Salió de la clase, junto a unos compañeros. Hablaban, pero no escuchaba. Rió junto a ellos, sin saber por qué. Caminó con las manos en los bolsillos hacia la entrada, quería llegar a su casa. Tenía una maldita hora de viaje y quince minutos para llegar hasta la estación de tren. Su mochila le pesaba como mil demonios. Prendió un cigarrillo, levantó la mirada. Se congeló. Su pulso se aceleró a mil por hora, sintió que por un segundo, podría desfallecer. Ahí estaba él. Apoyado en su auto, con un traje azul, un sobretodo marrón claro y una bufanda color negra. De punta en blanco, como una maldita estrella de cine. Sus ojos celestes estaban clavados en los suyos, como si estuviera esperando tan sólo que lo mirara.




Estaba a unos cuatro metros. Pensó, por una milésima de segundo cuál podría ser una escapatoria. No había. Notó que se había detenido. Pudo jurar que estaba sonriendo. Suspiró intentando tranquilizarse y siguió caminando. Iba a ignorarlo. La gente observaba a aquel demonio, preguntándose quién era. Rogaba, conteniendo la respiración, rogando que no fuera él de alguna forma, que no esperara por él. Pero a su vez. quería dirigirle sólo una última mirada, para recordarlo en su mente. Pasó por su lado. No lo miró por terror a volver a caer. El moreno lo observaba sonriendo, como un depredador que huele el miedo en su presa. Lo tomó de la muñeca, frenándolo en seco.

 

Se preguntó, qué tan cruel era el destino. Qué tan cruel, era Paul; como para llegar en ese mismo instante y volver a llenar sólo con su presencia, toda la miseria que había intentado exterminar de su ser. Desde el momento en que lo vio, supo que había sido un error. Recordó sus caricias, recordó sus dedos enredados en su pelo, recuerdos, recuerdos, que iban, volvían y lo hacían temblar.

 

—¿Qué haces aquí? —preguntó cuando sintió la calidez de su mano que creía haber olvidado. Jaló bruscamente, queriendo soltarse. No lo consiguió.



—Vine a verte —le contestó, como si la respuesta fuera obvia. Su voz penetró cada parte de su ser. Se estremeció, pero no lo demostró.



—Ya lo hiciste —se giró. Lo miró directamente a los ojos y sintió cómo todo volvía.



—Tenemos que hablar.



—No lo creo. Suéltame.



—¿Por qué te fuiste?



—No te interesa.



—Sabes que puedo besarte aquí, en frente de toda esta gente si te niegas a hablar conmigo. Realmente no me importa—habló en voz baja, pero lo suficientemente alto para que él escuchara.



—No creo que le convenga a tu imagen. Como sea, me fui porque no soportaba tu estúpido rostro, Paul —mintió.



—¿Si? ¿entonces por qué sigues mirándome así? —sus ojos estaban fijos en los verdes del rubio, que a pesar de todo, no cedió. Estaba serio.



—No sé de qué estás hablando —intentó zafarse nuevamente.



—Vamos a tomar un café.



—No —lo jaló hacia él—, maldición. Vas a hacer una maldita escena.



—Te dije —sonrió, casi sintiendo la victoria.



—Bien —lo miró con furia, usó su otra mano para quitar los dedos de Paul de su brazo. Caminó hacia el asiento del acompañante y entró, antes de hacerlo, pudo ver a la gente observándolos. Segundos después, el moreno hizo lo mismo.




Durante el camino, le dijo la dirección de su casa; dado que la conversación que tendrían, probablemente no sería apta para el público. Estaba preparado mentalmente para rechazar cualquier intento de volver a su antigua relación, preparado para rechazar cualquier tipo de contacto que intente hacer. No lo había extrañado, no lo amaba no sentía nada por él. Sin darse cuenta, denotaba su nerviosismo y el moreno pudo notarlo.




Al llegar, bajaron. Paul lo siguió escaleras arriba, observando con detalle el lugar en donde vivía. Entraron. Quiso preguntarle, por qué diablos había estado viviendo ahí. Si es que acaso, aquel lugar tan miserable era mejor que estar cerca de él. Le hubiera gustado sentarse, pero no sabía dónde. Se quedó parado y lo observó dejar sus cosas en el suelo. Esperó unos segundos, ninguno habló, Tyler prendió otro cigarrillo.




—¿Por qué diablos te fuiste? —el rubio, por un segundo pensó, que sonaba herido. Como si el error desde un comienzo, habría sido de él. Suspiró.




—Porque estaba mal, Paul. Todo. Era morboso, no había nada que sacar de allí —se sentó en la silla—, siéntate, si quieres —obedeció y tomó asiento frente a él.




—¿Mal? ¿a qué te refieres? —Tyler pensó en aquel momento que ese tipo era realmente un idiota.




—¿A qué me refiero? —soltó una risa sarcástica—. Una de las razones principales por las cuales comenzó todo esto, fue resentimiento. Tu resentimiento —fumó el cigarrillo y tiró el humo—. Creí que podría aceptarlo, el hecho de tener ese tipo de relación, pero no fue así. Así que es mejor dejarlo antes de que sea mucho peor —finalizó—, de todas formas, tampoco te veías muy afectado. Ha pasado más de un mes y ni siquiera has intentado llamarme.




—Si, no te he llamado antes porque no tenía una razón para hacerlo —lo miró directo a los ojos. Esas palabras le habían dolido al rubio—. Sin embargo, no fue esa la razón principal —Tyler atinó a levantarse, no quería escuchar más. Lo tomó de la mano, entrelazando sus dedos—. Escúchame, Tyler —ahí estaba nuevamente, sus malditos ojos, se sintió dominado por una sensación, por unos sentimientos que no podía controlar. Volvió a sentarse—. ¿Estabas celoso, acaso?




—¿No lo estarías tú? —sentía que su mano quemaba, frunció el ceño.




—Entonces, si fueras sólo tú, ¿estarías bien con eso? —algo se había roto. Tenía que escapar de ahí. Quiso irse, pero lo tenía agarrado firmemente. Su corazón se aceleró.




—¿De qué hablas? —reía, casi nerviosamente, queriendo quitarle importancia a la situación.




—Sabes perfectamente de lo que hablo —lo miraba serio, como nunca antes lo había hecho. Como si pudiera ver a través de él, en lo más profundo de su alma. Tyler no contestó, lo observó en silencio. No sabía qué decir—. Estoy diciendo que me gustas —aquellos ojos celestes no habían perdido ni un poco su intensidad, seguían allí, hipnotizándolo—. Estoy diciendo que extraño tenerte cerca.




—¿Qué? —quería huir de allí. Quería irse antes de que fuera demasiado tarde—, deja de decir estupideces, Paul —intentó nuevamente quitar su mano y levantarse. Lo agarró de la muñeca firmemente.




—¿Es necesario que te haga un esquema de lo que significa lo que acabo de decir, Tyler? —no había un solo rasgo de duda en su rostro y eso le preocupaba. Paul, intentaba mantener la compostura. Jamás había pronunciado esas palabras con el mismo énfasis, con la misma pasión que hacía unos segundos y jamás, pensó decirselas a alguien como él. Bajó su mirada verde, avergonzada. El moreno apretó con más fuerza su mano. Sintió que todo lo que había pensado, todo lo que había planeado acerca de él, se rompía. Tomó la barbilla del rubio, con la mayor dulzura que se le podría permitir a un humano, sus mejillas ardieron—, ¿puedo? —al sentir su aliento cálido sobre su rostro, asintió. Sintió los labios contra los suyos, mordiendo despacio su labio inferior, tomándolo entre los suyos. Y maldición, como ambos habían extrañado esa sensación.




 Sólo separó sus labios para levantarse y estrecharlo contra él. Y Tyler quiso llorar. Se sintió impotente por no poder desconfiar de sus palabras. Ni siquiera las había cuestionado, sólo las creyó, incapaz de preguntar si había escuchado bien, de despertar de su sueño. Se separó y lo abrazó. Escondió su rostro en su cuello y olió el perfume que había extrañado tanto, creyó que le gustaba mucho más ahora aquel aroma.




—¿Por qué diablos haces esto? —su voz se perdía un poco entre el abrazo, sin embargo, lo escuchó. Estaba quebrada, pero se había prometido a sí mismo, por orgullo, por dignidad; que no lloraría.



—Lo siento, Tyler —lo abrazó con más fuerza—, creí que no me había encariñado contigo, cuando quise darme cuenta… —sonrió, pero el rubio no pudo verlo—, ¿puedes confiar en mí? —algo se enterneció dentro suyo cuando asintió.




Paul lo había pensado detalladamente. Detenidamente, si es que valía la pena arriesgar absolutamente todo por aquel mocoso, engreído, cobarde e inmaduro. Pero llegó a la conclusión, que sus malditos sentimientos estaban ahí y no podría hacer nada para cambiarlo. Se separó para besarlo en su frente. Sintió una sensación en el estómago, algunos la llamarían amor, él no supo describir.




Acarició su espalda y distraídamente, deslizó su mano dentro de su ropa. Había extrañado la sensación de su piel. Se preguntó cómo, durante aquel mes, había podido sobrevivir. En cuanto quitó su camiseta y se dejó caer con el torso desnudo, sintió el frío en su espalda, pero fue suplantado casi inmediatamente por las manos de Paul, que recorrió cada parte, cada recoveco, besándolo, mordiendo. Sintió una ola de placer invadirlo en cuanto colocó su miembro en la boca. Tyler mordió sus dedos, intentando contener los ruidos que amenazaban con salir de su garganta, pero el moreno, lo tomó de las muñecas haciendo esto imposible. Sus mejillas ardieron, sus dedos se doblaron por sí solos al momento en que arqueaba su espalda. Disfrutó cada mínima expresión, cada ruido, cada roce.

En el momento en que Paul se separó del rubio para quitarse su camisa, lo empujó. Lamió por encima de su bóxer, entrecerró sus ojos celestes, mordió sus labios, tiró la cabeza levemente hacia atrás. Tomó los cabellos rubios entre sus dedos y empujó, hasta sentir que estuvo todo dentro, hasta sentir su garganta; y su lengua acariciándolo lentamente dentro de su boca. Cuando lo sacó, lo lamió. Y Paul, creyó caer en una locura muy parecida a la lujuria en cuanto vio aquellos ojos verdes, mirándolo con deseo; lamiéndole, de abajo hacia arriba.




—Maldición —lo tomó de las muñecas bruscamente, casi con desesperación desabrochó sus pantalones y los bajó, para luego colocarlo en cuatro—, lo siento, pero realmente —mordió sus muslos, clavó sus dedos en su carne—. No puedo aguantarlo más.




Tyler gimió en cuanto sintió su lengua en su interior. Mordió su brazo, al sentir los dedos de Paul dirigirse hacia su miembro, deslizándolo de abajo hacia arriba en un vaivén casi desesperante. Mientras mordía su pierna, introdujo sus dedos en el interior de la cavidad. Se deleitó con la voz del rubio, que casi tímidamente, le pedía más. Lo tomó de los cabellos, haciendo que gire su cabeza; lo besó, casi queriendo exprimirlo. Lamió sus labios, y sólo dejó su boca cuando poco a poco, fue adentrando su miembro dentro. Sentía que iba a partirse en dos. En cuanto estuvo todo dentro, tiró su cabeza hacia atrás. Lo tomó de las caderas y lo embistió con fuerza. Había extrañado esa sensación. El rubio gritó.



—¡Maldita bestia! —y en cuanto se giró, observó el rostro de Paul, extasiado, con las gotas de sudor bajándole lentamente por el abdomen. Le sonreía maliciosamente.

 

 

No hubo un sólo lugar que Paul no hubiese tocado con sus manos. Lo hizo suyo, una y otra vez, en todas las posiciones, en todos los ángulos; hasta quedar exhausto, hasta que sus cuerpos olieron sólo a sexo. Perdieron la cuenta de los orgasmos, en algún momento, simplemente dejó de importar. Llenó el interior del rubio una y otra vez. La última, observó placenteramente cómo aquel orificio quedaba abierto, casi como si recordara la forma exacta de su miembro. Tyler quedó tendido, respirando agitadamente.




—Eres adorable —pasó la punta de sus dedos por su espalda.



—Quítate, idiota. Te golpearía, pero no puedo moverme —escondió su rostro en la almohada. Quería matarlo, pero aquella sensación de felicidad, le invadía el cuerpo.

 

—Este lugar es un basurero —observó, prendiendo un cigarrillo—, y además hace más frío aquí que afuera.



—Jajaja, sí. Es verdad —le quitó el cigarro de los dedos y fumó.



—Ven a vivir conmigo —se inclinó y susurró en su oído. El rubio soltó una carcajada.



—No, ni lo sueñes.



—¿Por qué no? —se separó y clavó sus ojos celestes en él.



—Hay muchos recuerdos allí —soltó el humo de su boca.



—Será en otro lado, entonces —encogió sus hombros.



—No —lo miró serio.



—Eres difícil de atrapar, mocoso —tocó su mejilla con las yemas de sus dedos. Esa parte le agradaba de él—, entonces viviré en este basurero —culminó, suspirando. Tyler abrió los ojos con sorpresa.



—¡¿Qué diablos?! —distraídamente miró el reloj. Sus ojos se abrieron con sorpresa, se paró bruscamente—. ¡Tengo que ir al maldito trabajo!



Así comenzó la vida en pareja, de dos personas completamente distintas, que a veces se querían y otras veces; se odiaban. Lo que continuó, fue simplemente un desastre detrás de otro. 

 


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