Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A través del tiempo. por Ulala

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +




Hey.

 

 

No sé cómo comenzar esto, aunque lo he hecho esto varias veces. Tengo algunos diarios, donde escribo lo que pienso. En un primer momento, me sentí ridículo. Actualmente, es prácticamente una costumbre, quizá, una adicción. Me disculpo por el formato de ese mensaje, que esperaba que parezca una carta, sin embargo, nunca he escrito una. Supongo que con esto bastará.

 



La razón por la cual hoy te escribo a ti, en vez de hacerlo en papel; es porque hoy, se cumple un año de que desaparecí mi existencia de tu vida. 365 días, sin saber nada de ti, 365 días desde aquella noche que me fui. Todos los días me pregunto, desde aquel; si las cosas podrían ser diferentes. Me pregunto si podría haberte dicho algo, ¿sabes? Me pregunto qué habrás pensado cuando notaste que no estaba. Quisiera saberlo todo, sentir lo mismo que tú, sólo para que mi alma se destrozara aún más.




Todos los días me he preguntado, qué tan egoísta era volver a verte. Si no era demasiado tarde para regresar, si aún me aceptarías con la misma sonrisa que solías dedicarme. Luego de una semana ignorando tus llamadas, sucumí ante la vergüenza y me refugié, excusándome en el resentimiento que creí que podrías tenerme. Pero seguía allí, en lo profundo de mi alma, perforándome. Me esforcé en todo este tiempo en crear un abismo, el más grande que pude permitirme y heme aquí ahora, intentando de alguna forma, acortarlo. Pero no creo que sea posible. Un mes, llamándome. Un mes, sufriendo por atenderte. Un maldito mes. A la tercera semana, dejé el móvil en una caja, guardado en lo más recóndito de mi departamento. Miraba la puerta de vez en cuando, preguntándome si en ese momento estabas intentando llamarme. Jamás me atreví a bloquearte.




Hoy, 365 días después, con dos minutos; admito, con todo el dolor de mi alma, que te amé con todo lo que mi ser puede permitirse. E incluso lo hago ahora. Y no tienes ni idea de lo mucho que me duele escribir estas palabras. Porque lo intenté, Paul. Maldición. Bastardo. Intenté olvidarte. Dejé de fumar, dejé la estúpida pasta, dejé atrás cualquier cosa que me recordara a ti, pero es todo. Es absolutamente todo.




Hay días que simplemente existo, que vago, como si fuera sólo por inercia. Hay otros que estoy sentado en un café y se me acelera el corazón cuando pasa alguien que se parece a ti. Por esos segundos de inconsciencia, pienso “es él” hasta que caigo en la realidad que no es así. Hay días que imagino encontrarme contigo por mera casualidad. Hay otros, que me imagino contándome cómo me fue en mi día. Hay otros, en los que creo que estoy bien y de repente, alguna pequeñez, algún símbolo que relaciono contigo, hace que me quiebre en lágrimas.



Me aterra pensar que nada en mi vida parece ser suficiente por el simple hecho que no estás tú. Para que te quejes cuando no lavo los malditos platos, para que dejes los estúpidos cajones abiertos, para que me abraces, para mirar películas. No estás ahí, Paul. Y no vas a volver a estarlo, pero me cuesta aceptarlo. Porque este mensaje, sea lo que sea; lo leas o no, no cambia absolutamente nada.




Me gustaría saber si me odias después de lo que hice. Sin embargo, me gusta pensar que aún tienes algún recuerdo conmigo, que a veces te haga sonreír. Que pienses en mí tanto como yo pienso en ti. Creí que el tiempo iba a curar todo, en cambio; hizo todo lo contrario. Que dejar todo pasar, encerrándolo en lo más profundo de mí, iba a servir. Que en algún momento, estos sentimientos iban a irse. Y se quedaron, a pesar del tiempo, a pesar de las adversidades. Hace un maldito año que estoy aquí y todos los días me pregunto qué tan estúpido sería tomar un avión e ir a verte. Buscarte, aunque no te encuentre. Pero decirme a mí mismo que lo intenté, a pesar de que me aterra que gires tu rostro con desprecio hacia mí. Aunque no podría culparte.




La primera vez que nos vimos, la primera película, la primera vez que nos besamos,la primera noche en aquel maldito departamento. Todas esas fechas están ahí, grabadas a fuego en mi memoria. Pensé estúpidamente saludarte en tu cumpleaños. No me pareció correcto, lógicamente. Después de todo, ¿qué derecho tengo? ¿qué derecho tengo, Paul, de querer estar de nuevo junto a ti, si no luché lo suficiente? Me arrepiento, cada segundo de mi existencia aquí, cada instante que paso sin ti. Pensar que tú, dejaste tantas cosas y yo no me atreví a dejar nada.




Quizá no sepas lo importante que eres para mí, no te culpo; tuve el error de jamás decírtelo. Pero es así. Eres uno de esos recuerdos que uno intenta fortificar en su memoria para que no desaparezcan. Sin embargo, hoy, 365 días después; no recuerdo cómo es tu risa. Y realmente la amaba. A veces, no recuerdo el sonido de tu voz, ni tus suspiros cuando te acariciaba el cabello. Juro que lo intenté, Paul. Discúlpame por este mensaje, porque sé que es egoísta decirte todo esto. Lo siento, si te hice sufrir; si no fui lo suficientemente valiente para afrontar la situación. Algún día me gustaría contarte, explicarte el por qué a todo lo que hice. Pero he tardado tanto acobardándome en mi miseria, que ahora no hay oportunidad de arreglar absolutamente nada. Y aún así, siento que tengo que escribir esta mierda, aunque sea estúpido enviarte algo como esto, para darte una mínima explicación, para volver a poder dormir por las noches sin soñar contigo.




Esta vez, es muy diferente a mi diario, ya que escribo con tu número aquí. Sólo debo deslizar mis dedos y estás al alcance de mi mano. Quizá, ni siquiera tengas el mismo número. Quizá, ni siquiera te acuerdes de mí. Ojalá sea así. Ojalá nunca lo leas, así no te recuerdo el dolor que te causé.




Hoy, te extraño más que ayer y menos que mañana, Paul.

Te amo con cada maldito átomo de mi cuerpo, con cada célula de mi bastarda existencia, con cada fibra, cada músculo, cada órgano, cada poro.

Ojalá, algún día me perdones y me sonrías sin resentimientos por dejarte ir.  Ojalá, seas muy feliz, aunque no sea conmigo.





Respiró. Volvió a leerlo una y otra vez. Deslizó su dedo tembloroso hacia la palabra “enviar” en la pantalla táctil.



“¿Está seguro?”

 

Tragó saliva.

 

“No.”

 

“Eliminar todo”



 

 

 

___



 

Una fiesta de cumpleaños, en un bar, con futuros médicos, futuros profesionales. Riendo, con vasos de alcohol en sus manos. Los observó de reojo sentado en la barra, como si específicamente ese día, no quisiera fingir que estaba bien. Tomó cerveza. El olor a vino le hizo un nudo en el estómago, 452 días; le seguía generando rechazo. El tiempo se escurría. Alguien se sentó a su lado, pero estaba lo suficientemente concentrado en no sentir asco, que no lo notó.



 

—Hey —ella habló primero. La miró brevemente.



 

—Hola —contestó, volviendo su mirada al vaso.



 

—Te invito a un trago.



 

—Ya tengo uno.



 

—Me acabo de quedar sin frase de ligue. Buscaré algún tutorial en internet sobre cómo seguir la conversación si el plan A falla —soltó unas carcajadas. Sonrió de lado.



 

—Puedes preguntarme cuánto pesa un oso polar —sugirió él.



 

—Lo suficiente como para romper el hielo —ambos rieron—, ¿vas a preguntarme mi nombre?



 

—Depende.



 

—¿De qué? —preguntó ella, curiosa.



 

—Si me dices la frase del anillo único, te invitaré los tragos que quieras y además, te lo preguntaré —y estaba seguro que no la sabría.



 

Un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas. ¿Cuánta experiencia gané? —la observó sorprendido con sus ojos verdes. Lucía victoriosa.



 

—Bastante. Estoy a tu merced, entonces. ¿Cuál es tu nombre? —torció su boca, casi como si fuera una sonrisa, jugando con la jarra entre sus dedos.





___



 

Año nuevo. La ciudad brillaba con los fuegos artificiales de vez en cuando. Estaban todos sentados, hablando, riendo. Los observó, sintiéndose ajeno a la escena. Miró por la ventana. No había estrellas en la ciudad. El timbre sonó. Él tragó saliva. Nervios. Se dirigió a la puerta.

 

 

Kaoru se levantó por más cerveza, Asahi hablaba con Tom acerca de comida. La abrió. Ella pasó. Nervios. La miraron sonriendo.

 

 

—Señores, ella es mi novia, Zoe —exclamó haciendo un gesto con sus brazos a modo de presentación dramática.

 

 

Sorpresa, risas. Se levantaron, la recibieron. Normalidad. Le preguntaron qué hacía, si trabajaba, qué le gustaba, hace cuánto estaban juntos, cómo aguantaba a Tyler. Ella reía mientras comían juntos. Brindaron cuando sonaron las doce campanadas.



El tiempo había pasado. La vida seguía. Eso era suficiente.



 

___





El cáncer es una enfermedad estúpida. Eso pensó, Tyler cuando su padre lo llamó y pronunció la palabra “detectaron”. Era muy simple, por simple casualidad: un error en la división celular, un simple error de tamaño microscópico, que había logrado multiplicarse lo suficiente para esparcirse en su cuerpo. Células invasivas, que ignoran las señales celulares, que inducen a las demás a crear más y más errores. Quiso decirle todo eso, pero se quedó callado. Se sintió muerto y vivo por al fin sentir algo. Pensó si era una excusa para volver, luego de tres años. Le preguntó si quería que fuera a verlo. Él le respondió que no. Silencio.



 

Le dijo que era tratable, que lo habían detectado a tiempo. El rubio no respiraba. Quiso decirle que todo estaría bien, pero no podía. Cuando cortaron, se negó a pensar cualquier cosa. Apoyó su espalda contra la pared, Zoe le preguntó qué había pasado. Él no se movió ni un centímetro. Quiso golpearse para quitarse todo de su cabeza, pero su cuerpo no le respondía. Había una sola persona la cual podría consolarlo y ya no estaba en su vida. La castaña colocó una mano en su hombro. Tyler se dijo a sí mismo que aquello era suficiente.





Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).