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A través del tiempo. por Ulala

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Lo observó a la distancia desde el pasillo, asomado levemente en la esquina. Leía unos papeles con un aura de perfección casi indigna de un ser humano. Masculló por debajo. Se repitió en su cabeza todo lo que debía decir, justo como venía haciendo desde hacía horas frente al espejo. Ese era el momento exacto. La oportunidad: mientras esté concentrado en otra cosa, sólo para que su atención no se fijase en si tenía una actitud sospechosa o no. Caminó lento, simulando tranquilidad, casi arrastrando sus pies. Los lentes apoyados en el tabique de su nariz, la taza de café a su lado, su camisa a medio abrochar, el cigarrillo consumiéndose a su lado. Abrió su boca temblorosa: dudó. Apretó los puños y finalmente habló.





—Paul, tengo que ir más temprano a la universidad hoy.





En el instante en que Tyler parpadeó dos veces al pronunciar aquellas palabras, Paul supo que estaba mintiendo. Sin embargo, no dijo absolutamente nada. Por el contrario, asintió robóticamente, mientras lo miraba de reojo. Todo el mundo mentía. Eso se dijo una y otra vez dentro de su cabeza. Al momento de escuchar la puerta, dejó los papeles y prendió un cigarrillo, deseando haberlo tocado una vez más como la noche anterior.





Suspiró volviendo su vista hacia los papeles. Minutos después maldijo por lo bajo. El tiempo que Paul estuvo pensando si debía hacer algo al respecto es confidencial, pero fue más de media hora. ¿Seguirlo? ¿quedarse allí simulando no saber nada? ¿qué diablos podría decirle en el caso que descubriera algo que no le gustara? Probablemente, su reacción arruinaría absolutamente todo lo que había logrado entrecomillas. Esa mañana las cosas habían estado incómodas. Dejó los lentes en la mesa. Volvió a insultar entredientes. Se levantó bruscamente, tomó su saco, sus llaves y cerró la puerta casi con furia. Si lo veía hacer algo que él no estaba de acuerdo, podrían hablarlo. Eso hacían las personas normales. En cuanto subió al auto se arrepintió. Se dijo a sí mismo que sabía que mandaría todo a la mierda si fuera así. Sólo iría a su cafetería favorita, porque claramente; no sería tan idiota de estar ahí. Compraría algo que le gustara simplemente de cortesía por desconfiar de su palabra mientras estaba en la universidad. Sí. Porque él no estaría ahí. Eso quiso creer.




__





Tomó asiento en diagonal a la puerta, de espaldas. Específicamente para no poder reaccionar si la veía entrar. Todo estaría bien: por supuesto que sí, maldición. Masculló. Quiso prender un cigarrillo y recordó que lo había dejado. ¿Él le había creído? Claro que sí, su actuación fue perfecta. Sus manos temblaban.





Había ensayado, pensado qué decir durante toda la noche. No sólo respecto a Paul, si no también con Zoe. Decirlo lento, utilizar las palabras adecuadas, ser claro al respecto. No actuar insensible; indiferente; arrogante; sarcástico. Debía ser empático, no demasiado simpático, ni lucir demasiado feliz. No, debía verse desdichado. Intentó colocar esa expresión. No pudo cuando recordó el rostro de Paul durmiendo a su lado. Maldijo. Miró a su alrededor y seguidamente su reloj. Dos minutos.





“No eres tú, soy yo” No. “Últimamente tengo muchos problemas” ¿Qué diablos fue eso? “Mi vida es muy complicada y no quiero lastimarte” Tampoco. Ninguna de las ideas que había pensado durante la madrugada le parecían lógicas en ese momento. Llegó a la conclusión que las descartaba sólo por nervios, lógicamente; estaba equivocado. Realmente era muy mala idea decir cualquiera de esas cosas. El mozo se acercó, pidió dos cafés. Para cuando ella llegara —ya que solía ser puntual—, probablemente el café estaría listo para tomar sin quemarse, lo cual significaba que sería lo suficientemente rápido para no quedarse demasiado tiempo allí después de aquella incómoda conversación. ¿La elección del lugar? Fue de ella. Estuvo de acuerdo por el hecho de que no podría llorar ni hacer un escándalo en un lugar público. Claro que sabía que no era ese tipo de personas, pero Tyler se sentía dentro de un plan detallado que no podía permitir margen de error alguno: una ruptura que no termine en desastre.





¿Por qué una desgracia, una catástrofe? Porque todo había llegado demasiado lejos. Tyler no podía negar la culpabilidad que sentía tanto por Zoe, utilizando su relación en un segundo plano por una estúpida idea de seguridad para su futuro. Como con Paul, que no eran nada y lo sabía, pero su cabeza no alcanzaba a comprenderlo del todo. Jamás la había extrañado, en ningún momento decadente de su existencia, se había puesto a pensar en aquellas citas, en el tacto de su piel. No porque fuera una mala persona, de hecho; era excelente y la quería, pero no específicamente de la manera correcta: la romántica. Más bien, era amistad, una amistad por su propia novia.





La campanilla de la puerta sonó por decimocuarta vez y la ignoró completamente. Tyler estaba lo suficientemente sumido en sus pensamientos, como para sobresaltarse en el instante que sintió una mano cálida sobre su hombro, apoyándose ligeramente.





—Llegué un minuto tarde —dijo ella sonriendo. Tragó saliva y se obligó a sonreír. Atinó a levantarse para saludarla, sin embargo, ella hizo un ademán con las manos de negación—. No es necesaria tanta formalidad —tomó asiento frente a él.





Sintió el vestigio de su perfume entrar por su nariz, ese aroma que estuvo en su departamento durante mucho tiempo. La miró directamente a los ojos. Lucía bien, extrañamente bien. Su cabello recogido, los ojos alegres de siempre haciendo juego con una leve sonrisa. Negar que la había extrañado era estúpido. Zoe significó y de hecho; significaba, una parte importante de su vida.





—¿Cómo estás?




—Qué charla intrascendente. ¿Me llamaste tan serio para eso? —bufó. En el instante en que llegó el mozo con las bebidas, ella le sonrió, causando que baje su mirada.





—Zoe, yo… —balbuceó. Quiso correr de allí y supo que no podía. No sabía cómo diablos hacerlo, todo parecía mucho más fácil la noche anterior, sin ella delante de sus narices. Suspiró—. Te he mentido. Todo éste tiempo —la observó a los ojos—, estuve con alguien más. La situación por la cual sucedió, no es fácil de describir. Pero si quieres, yo puedo… —lo interrumpió.





—Tyler, si hay algo que me ofende es que pienses que soy idiota —tomó un sorbo tranquilamente, su sonrisa se había esfumado—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Creo que la razón principal por la cual comencé a hablarte, fue porque parecías destruído—sonrió con melancolía—, te veías como si todo tu mundo se venía abajo y no encontrabas forma de solucionarlo. Claro que todo lo que siguió, fue que descubrí que eras un buen tipo y realmente te tomé cariño, pero maldición —soltó una carcajada—, siempre supe que cuando necesitabas contención en aquellos momentos difíciles, no era mía.





—No es que no esté apreciando los momentos que pasamos juntos.





—No es eso lo que quise decir. Me refiero a que, sé que pasamos buenos tiempos y que de alguna manera retorcida, me quieres; pero no de la misma manera que yo —ella lucía tranquila, él frustrado.





—Esa misma noche en aquel bar, estaba pensando “cuánto me desagrada el olor al vino” sólo porque me recordaba a alguien. Lo intenté ¿sabes? Realmente intenté que todo funcionara. Y creo que ese fue el principal problema, que lo deseé demasiado. Anhelé cambiar con todas mis fuerzas, aún así; sigo siendo el mismo de hace años, o al menos, así me siento: que no olvidé absolutamente nada a pesar que fingí hacerlo —su voz amenazaba con quebrarse, escondió su rostro en sus cabellos rubios. Ella extendió su mano y la entrelazó con la suya tiernamente causando un leve sobresalto—, ¿por qué no estás enojada? ¿por qué no me golpeas con rabia? Lo aceptaría, maldición. Te he hecho muchísimo daño, quizá. No lo sé con certeza, porque nunca lo dijiste. Pero realmente lo lamento. No puedo seguir contigo. No puedo quererte como deseas —dejó caer su rostro sobre la pequeña mano de ella. Su otra mano, paró en sus cabellos rubios, acariciándolos despacio.





—No estoy enojada porque a pesar de la situación, te ves feliz —apretó su mano con la suya—. ¿Sabes? Durante mucho tiempo me pregunté qué es el amor, cómo actúan las personas cuando lo sienten. En el hospital, cuando observé cómo te miraba él, lo comprendí.




—¿Qué? —el rubio levantó la mirada confundido.





—Su mirada decía que eras el centro de su mundo —quitó la mano de sus cabellos para llevarla a la taza—, y no tengo más opción que admitir, que yo jamás te he mirado así —sonrió levemente. Tyler sintió algo dentro suyo romperse.




—No es así —suspiró—. Es bastante más complicado que eso.




—¿Complicado? ¿o tú estás pensando de más? —tragó saliva.




—No, sólo está conmigo por despecho.




—No creo que sea así. Y si ese es el caso, ¿por qué no se lo preguntas?




—Porque me aterra la respuesta.






Zoe levantó la mirada hacia la puerta. Él la miró por algunos segundos, tenso, parado sobre el mismo lugar sin la capacidad de poder reaccionar. El empleado le insistía en que aceptara su vuelto, pero no respondía. A esa distancia, ella no pudo ver que apretaba aquella bolsa con fuerza entre sus dedos. Segundos después salió por la puerta rápidamente.




—Tyler —clavó sus ojos en los de él—. ¿Por qué no arreglas la situación? Podrían hablar.




—¡Porque no hay nada que arreglar! ¿qué quieres que le diga? No puedo pedir disculpas, maldición. Una sola palabra no arregla todo. Simplemente no se puede.




—Eres un idiota —suspiró—, cómo sea, tengo que ir a arreglar unos asuntos —se levantó rápidamente—, el café lo invitas tú, por cierto. Cuídate —le dijo antes de desaparecer de su

vista.



 

De perfil la vio entrar en su coche apresuradamente. Masculló. ¿Había salido bien? No lo sabía. Zoe golpeó con la realidad directamente en su rostro. Sus errores, su cobardía comenzaban a quemar en su interior. Observó el reloj en su celular. Debía ir a la universidad.



__





Cerró la puerta con furia. Se iría al carajo, juntaría sus cosas, tomaría una maleta, pondría todo lo que pudiera sin esforzarse demasiado y se largaría de ahí. Quizá, con suerte lo entendería como despecho y todo quedaría en el olvido. Justo como él había hecho. Paul sintió un agujero en su pecho en el momento en que tomó sus camisas del armario. Maldijo por debajo cuando su ropa se mezcló con la suya. El maldito traje verde, su estúpida remera favorita desteñida con un zombie y detrás, una de sus camisetas que usaba de pijama. Se sentó en el suelo, apoyando su nuca en la cama. Sintió la rabia recorrer su cuerpo cuando recordó la mirada de ella, fija en la suya, como si en realidad; no estarían haciendo nada malo. Aún así, no podía culparla, claro que no ser capaz  de saberlo. Tyler no diría algo así de vergonzoso para él.





¿Vergüenza? Jamás se lo había preguntado. Pero entendía. ¿Estoy acostándome con un tipo que era el prometido de mi madre? ¿qué clase de persona admite eso abiertamente? Corrió sus cabellos hacia atrás en cuanto escuchó el timbre sonar. Dispuesto a ignorarlo, prendió un cigarrillo, dejando caer la ceniza en el suelo de madera. Minutos después, fue la puerta. E intentó que su cabeza se acostumbrara al sonido, sin embargo, no cesó ni un solo segundo. Se levantó con pesadez.





Mientras caminaba hacia la abertura, su cabeza hacía la lista de cosas que debía juntar; su otro hemisferio por otro lado, gritaba que no quería irse de aquel lugar. Que quizá, podrían hablar una vez en su vida de todos los malditos problemas. Del pasado, del presente y del futuro, que parecía impronunciable para ellos. Al mismo tiempo que pensaba todo esto, abrió la puerta rápidamente, sin siquiera observar por la mirilla.




—Hey.




Retrocedió un paso por sorpresa. Ella lo tomó como una invitación a pasar. Él lo dijo nada, ni siquiera movió un músculo cuando pasó por su lado. Ahí estaba la mujer de sus pesadillas. Tranquila, arrogante.





—¿Qué diablos? —fue lo único que alcanzó a musitar. La puerta seguía abierta.




—Te seguí.




—¿Por qué?




—Tengo que mostrarte algo.




—¿De qué hablas? —sin embargo, obedeció.




—Muéstrame la habitación.




—¡Espera un maldito segundo! —Paul se vio a sí mismo perdiendo los estribos mientras ella dejaba su bolso encima de la mesa. Se giró levemente y lo observó con una sonrisa—. ¿Qué está sucediendo?




—Vamos a tener sexo.



Notas finales:

Hihihi! Lo sé, tardé un montón. :( Realmente me costó un montón escribir la ruptura, no sé. Todo me parecía como muy frío o algo así y acababa no gustándome. (? EL LADO POSITIVO: Es que volví, terminé mis exámenes y bueno, momentáneamente tendré tiempo para escribir que intentaré aprovechar. c: 

 

Disculpen la demora y espero que disfruten al capítulo que terminé de manera muy cruel

 

Un abrazo! 


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