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A través del tiempo. por Ulala

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Tyler decidió ir a la casa de su padre a visitarlo. Hacía bastante no charlaban. Tuvo clases de biología en la mañana y cuando salió de la universidad se dirigió hacia allí, sin embargo, transcurrió demasiado lento para su gusto. A veces se aburría. No habia conseguido llevarse totalmente bien con algún compañero y la materia biología del desarollo se le hacía particularmente pesada. Tom estudiaba Economía y Kaoru no tenía clases con él en esa materia. Llegó a la casa de su padre, lo saludó con un abrazo y entraron.


—Hhmh, ¿crees que es mejor el azul o el rojo? —eran dos juegos de vajillas y los miraba atentamente, como si realmente estuviera analizando cada pequeño detalle de los mismos.


—¿No crees que da igual, viejo? —le preguntó, mirándolo con curiosidad.


—¡Claro que no! Es importante para un viejo que le gusta cocinar. Tengo que comprar nuevos sets para el restaurante—se colocó los dedos en la mandíbula dubitativo—, creo que los rojos serán mejor —y sonrió—, ¿cómo está tu madre, Tyler? —los ojos verdes se posaron fijamente en él. Le molestaba, en parte.


El padre de Tyler, era una persona amable. A diferencia de su madre, jamás le había dicho nada malo sobre ella y se mantenía neutral. El rubio, siempre pensó que muy a pesar de todo, él la seguía amando, de una manera silenciosa y torturante. Pero nunca se lo preguntó. Aún le quedaban esos momentos en donde cenaban juntos y eran una familia normal. Katherine, siempre había sido horrible para cocinar, su padre; por otro lado, tenía un talento natural, por lo cual, una vez a la semana cocinaba. Actualmente, tenía un pequeño restaurante un poco lejos del centro, pero era tranquilo y acogedor.


—Supongo que bien. No es como si habláramos mucho, ¿sabes? —se encogió de hombros y miró hacia abajo.


—Bueno, ella es una persona difícil —sonrió—, desde siempre ha tenido ese mal humor. Pero, tiene sus momentos amables. Todavía no sé distinguir si es amabilidad realmente o si sólo es menos odiosa por momentos —el rubio se preguntó cómo podía decir esas cosas, luego de todo lo que ella había hecho.


Tyler había heredado los ojos de su padre, de hecho, se parecían bastante. Tenían los mismos ojos vivaces y amables. En altura, eran similares, medían aproximadamente 1,75. El rubio se tiró en el sillón y se tapó la cara con el antebrazo.


—¿Crees que vale la pena perder una amistad por un confesarse? —preguntó Tyler. Estaba avergonzado. Jamás había hablado con eso sobre nadie. Su padre, se alegró por dentro. Le puso la palma de la mano en la cabeza.


—Bueno... eso depende —dijo pensativamente—, de qué tan seguro estés de que en caso de que salga mal, puedan volver a ser amigos —dijo tranquilamente—, es difícil, ¿sabes? De ambas partes. Cuando sabes los sentimientos de la otra persona, las cosas cambian quiera uno o no. Y se debe a que la otra persona sabe que contándote alguna cosa, quizá pueda herirte y lo evita. Y así se van haciendo brechas, baches, hasta que son abismos.


—Eso significa que no es una buena idea, ¿eh?


—No lo es. Pero por tu parte, tampoco es una buena idea aguantar ese tipo de sentimientos dentro tuyo —sonrió amablemente—, quedará siempre el "qué hubiera pasado"

 


Tyler se quedó en silencio. En realidad, lo dejaba en el mismo lugar en el que estaba. Sentía que algo debía cambiar. No sabía qué específicamente, pero tenía que haber un cambio. Sentía que ya no tenía sentido seguir llenando algo que no podía ser satisfecho. Específicamente, porque le era aburrido. El sexo era genial, conocer a alguien nuevo era estupendo, pero pasar por roturas, incluso por los problemas que eso conllevaba después, le resultaba insoportable. Se cuestionó muchas veces por qué era así, sin embargo, nunca encontró la respuesta. No creía que hubiera una a "¿por qué somos como somos?"

 

—Es cliché decir que "hagas lo que sientas" ¿no? —soltó una carcajada. Su hijo entendió que se encontraba en una encrucijada.


El más viejo, se sentó finalmente en el sillón y comenzó a cambiar de canal. Según su punto de vista, la relación con su hijo, era bastante buena. Pero nunca pudo entender su actitud. Nunca lo juzgó. Ni por ser gay, ni por ser hetero, ni por ser promiscuo. Lo dejó ser y sólo lo aconsejó cuando se lo pidió. Esa era una de las razones por las cuales su hijo le tenía confianza. Pero había cuestiones que sobrepasan su entendimiento. Se sintió nostálgico. Un día, era un pequeño gorgojo llorando porque no quería comer su comida y hoy era un universitario, que venía a consultarle sobre un problema amoroso. El tiempo pasaba y el ser humano parecía tan efímero en comparación. Se había perdido muchas etapas de su hijo. Y podía culpar a Katherine de eso, pero hoy en día él pensaba que quizá no luchó lo suficiente. Que quizá, todo lo que había hecho, que en aquel momento le pareció suficiente, en realidad no lo era. No vio muchas cosas de su hijo. No pudo observar muchas de sus caídas ni tampoco estar ahí para ayudarlo a levantarse. Hoy en día, revivir esos momentos era imposible. Él ya era un estudiante de medicina, con sus propios problemas, más graves que la nostalgia de un viejo de 45 años.


Los tiempos que habían pasado como familia, habían sido buenos. Su esposa en aquel momento, siempre tuvo su carácter, pero; no pudo culparla por haberse ido. Ella merecía mucho más, a su punto de vista. Eran jóvenes, inexpertos y en una noche de descuido, sólo sucedió. Ella tenía 17 años. Era una mujer joven, que tenía tantos planes, tantos ideales respecto a su futuro. Los dejó en el mismo momento en que ese test de embarazo dio positivo.


Esa era una de las razones por las cuales Asahi no podía culparla. No podía culpar a una mujer que se hizo a base de sus errores, de su experiencia y en parte, de la desilusión que le había presentado el futuro. Se alegraba que hoy en día, pudo hacerlos realidad. Siempre había deseado tener su línea de maquillaje, convertirse en una empresaria. Ella nunca quiso ser madre y aún así, él la convenció. Le juró, que podían ser felices así, que quizá, aquella vida podría llegar a gustarle, pero no fue así. Y la manera de castigarlo, fue quitarle a su hijo. Habían cometido muchos errores en el pasado y estaba más que consciente de eso. Pero hoy en día, podría decir que seguía amando a aquella mujer soñadora, malhumorada, con todos sus errores. ¿No era acaso esa, la definición que por común tiene la gente del amor? Probablemente se acercará más a algo tóxico. Desde el momento en que se casó con ella y le juró amor durante el resto de su vida, supo que si no funcionaba con ella, simplemente iba a rendirse. Y así fue. Jamás buscó a alguien más. Al fin y al cabo, siempre se describió como una persona solitaria. Y ellos dos, descuidados, con errores y principalmente humanos, habían engendrado, habían criado -un poco mal, un poco bien-, a aquel ser que estaba ahí. Había heredado los errores de ambos y quizá, algunas virtudes. Con suerte, el muchacho aprendería de los errores de sus padres.

 

La vida de su hijo dentro de la escuela había sido promedio. Los primeros años, habían tenido problemas, más que nada por su clásica actitud altanera. Algunas veces se había metido en peleas, otras escapaba. Su padre, no obstante; estaba más que feliz que esa etapa había culminado. Fue difícil. Tenían que controlarlo y se las ingeniaba para buscar alguna forma de evadirlos. Estaban riendo, hablando de estupideces, mientras miraban la televisión. En realidad, a ninguno de los dos les agradaba. Era simplemente pasar el rato juntos. Y lo disfrutaban.


—¿Realmente hay gente que se presta a hacer documentales de la gente más rica? —preguntó Tyler. Y es que, realmente era estúpido—, "con sólo veinticuatro años posee una fortuna estimada en" —y dijo esto con voz de burla a lo que acababa de decir el narrador. El rubio pensó en ese momento, que la cara de todos los de ahí, era de simples mocosos estúpidos que habían heredado una fortuna, con su vida en una burbuja, exprimiendo la billetera de sus padres.

 

Y no es como si él se quejara de su vida respecto a economía. Porque sin importar los problemas que tenían sus padres, él jamás tuvo alguna queja sobre algo. Siempre tuvo todo lo que quiso y eso en parte, lo hacía un niño mimado también. Para Tyler, sin embargo, las pequeñas cosas, esos pequeños detalles que quizá, para cualquier otro podrían resultar insignificantes, eran importantes. No interesaba si el regalo de tu padre era caro, pero nunca pasaba tiempo con su hijo. No importaba que siempre tuvieras dinero para gastar, si no tenías con quién.

 

—¿Nunca viste esos reality show que muestran las distintas obsesiones de la gente? —Asahi soltó una carcajada—, entonces, entran con la cámara a su casa, por ejemplo y en un capítulo donde la mujer era muy "ahorradora" mostraba que orinaba en una botella para ahorrar agua y pagar menos —Tyler se escandalizó y el viejo se rió aún más con la cara que acababa de hacer su hijo. Le resultaba extremadamente curioso ver cómo había crecido—, Mocoso. Vuélvete pequeño de nuevo —le pidió. El rubio sonrió. El teléfono de Tyler comenzó a sonar, se disculpó y fue afuera. Era su madre.

 

—¿Qué sucede?

¿Vendrás hoy a casa? —preguntó ella.

—¿Necesitas que no vaya? —suspiró.

Eso depende si quieres conocerlo o no.

—Bien, entonces no iré.

De acuerdo. Fíjate dónde te quedas —esa era la forma de decir de Katherine "cuidate" Suspiró. No sabía quién era, no sabía si era algún transitorio nuevo o alguno de los que al menos duraban algunos meses. Entró nuevamente.

 

—¿Puedo quedarme a dormir aquí? —preguntó.

 

—Claro. No tienes que preguntarme eso —soltó una carcajada—, ¿qué quieres comer?

 

No sentía la casa de su padre como su hogar, más bien; sentía a su padre como su hogar. Era un refugio, un lugar donde podría ir y sentirse seguro. Él no preguntaba y eso en parte lo aliviaba. Le molestaba de sobremanera dar explicaciones, específicamente porque no sabía cómo explicarlos. No había hablado con Kaoru ni con Tom en todo el día ni tampoco se habían mandado mensajes, así que les mandó uno. El moreno le respondió con una foto del castaño, dándole la espalda mientras miraba la televisión. Sonrió. Cada vez que lo veía, por más mínimo que sea, por más que fuera un centímetro de su piel, decirle todo parecía la mejor idea. En ese momento, el rubio supo que ya no podía seguir escondiendo algo evidente. Quizá ya lo sabía, pero simplemente estaba ignorando la situación. Se lo diría y si la cagaba, al menos le quedaba el haberlo intentado.
 

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La televisión sonaba de fondo mientras ellos estaban callados observándola. En realidad, podría decirse que ninguno de los dos le estaba prestando atención específica. Cada uno estaba sumido en sus pensamientos y parecían mucho más interesantes que Netflix. No sabían hace cuánto no hablaban, pero tampoco les importó. Era la casa de Tom, estaban en su habitación. Kaoru estaba sentado en el suelo como indio, dándole la espalda al moreno.


—¿Qué te ha dicho Tyler? —Tom lo observó fijamente, tenía la cabeza ladeada, apoyada en la palma. El castaño se giró y lo observó con sorpresa.


—¿Eh? ¿por qué estás tan insistente con eso?


—Bueno, porque me resulta curioso que te diga a ti solamente —hizo una especie de puchero, sin cambiar de posición. Kaoru le sonrió.


—¿Estás celoso, acaso? —los ojos celestes se cruzaron con los grises de Tom.


—¿¡No!? Qué dices. Además —desvió la mirada—, eso se parecía bastante a una confesión —Kaoru se sorprendió. Tragó saliva—, quizá pueda parecer mi imaginación, ¿sabes? Pero te mira de manera distinta. Desde siempre.


—Estás imaginando —parecía que estaba convenciéndose más a sí mismo. Volvió a girarse hacia la televisión. Si pretendía seguir hablando sobre eso iba a ignorarlo. Estúpido. Decir ese tipo de cosas era estúpido. Y más en aquella situación.


Algo le quemaba adentro, muy profundo a Tom. Aún así no dijo nada. ¿Había interrumpido cuando no debería haberlo hecho? Le había preguntado, pero no es como si le sorprendiera su respuesta, Tyler, después de todo; no era una persona que exterioriza sus sentimientos. Por lo que pocas veces se podía saber qué es lo que estaba pensando o sintiendo. Habían peleado varias veces por eso. Porque no importara qué pasaba, ni cómo se sintiera, el rubio siempre sonreía y hacía como si nada estuviera pasando por su cabeza. Parecía siempre despreocupado, hasta un punto estúpido.

 

—Puede ser.


Observó a Kaoru. Hacía cuatro años que se conocían. Por momentos, cuando estaba concentrado o distraído, parecía una mujer. Tenía las pestañas demasiado largas, la nariz pequeña y sus labios parecían hasta rojos, se quedó mirándolo. En realidad, era un tipo bastante normal, no le agradaba mucho salir. No era muy hablador y era más del tipo que escuchaba tranquilamente a esa clase de persona que podría monologar solo durante dos horas, una clase de persona que Tom no era, claramente. 


Ambos eran tranquilos hasta el punto que alguien puede llamar aburrido. Ellos dos solos realmente disfrutaban el silencio. Y era algo que no muchas personas podían hacer. Tyler, por ejemplo, lo odiaba. Si todos se quedaban callados decía alguna estupidez y si incluso no tenía ninguna, comenzaba a hacer ruido con algo. Le resultaba incómodo.


De todas las familias, el castaño tenía la más conservadora y evitaban lo más posible ir a su casa. No era realmente nada personal, pero se sentía extraño, como ser observado, como no ser bienvenido en su totalidad. Habían tenido un problema en el pasado, cuando se habían enterado de que Tyler estaba saliendo con un hombre. Nunca le habían dicho nada, por supuesto; pero sí a su hijo. Tom, por otro lado, tenía una familia muy abierta. Sus dos hermanas, a pesar de ser bastante chillonas, eran amables y tenía un hermano mayor que vivía en el extranjero. Su padre era un hombre con una contextura similar a un oso. La primera impresión que uno se llevaba era que daba miedo. Pero era un hombre muy sencillo que sonreía todo el tiempo. Probablemente, Tom era el más callado de su familia.


—Oye, Kaoru —dijo casi susurrando. No sabía por qué, pero tenía terror siquiera de pronunciar palabra.


—No. No empieces —su voz sonaba prácticamente sulicante ¿Por qué diablos tenía que ser así? ¿por qué simplemente evitaba el tema?—. Déjalo así —susurró el de ojos celestes.

El moreno se quedó callado, observando el suelo, aún apoyado contra la palma de su mano, suspiró. Observó la espalda de Kaoru, era pequeña, era tan reservado respecto a lo que pensaba. En ese momento, sintió que no importaba qué hiciera, al fin y al cabo, seguiría estando lejos. No confiaba en él y Tom no sabía qué hacer para cambiarlo. En aquella situación no supo que lo que sentía era lo más parecido a estar aterrorizado. Ninguno dijo nada y sólo se quedaron ahí, en aquel ambiente tenso. Fijó sus ojos grises en su nuca, le preocupaba que su actitud acabara con su paciencia pronto.


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