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Huellas||Sterek|| por Dark_Ness

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   El nuevo día llegó.

    Stiles despertó con un sentimiento extraño recorriéndole toda la piel. Parecía como si el recuerdo latente de las manos de Derek sobre él lo hubiera acompañado también por partes de su sueño. El calor repentino que se posó en sus mejillas se debía a la íntima cercanía que había compartido con su compañero.

    Era muy interesante como Stiles comenzó a darse cuenta de ciertos detalles una vez estuvo completamente consciente. Al parecer Derek era un poco más abierto con el contacto físico. No sabía a ciencia cierta si se debía gracias a los descubrimientos que giraban alrededor del nombre grabado en su piel, o si se relacionaba más con la pérdida de Laura; aunque, de una u otra forma, comenzaba a acercarse más hacia su manada.

    Tal vez le preguntaría más tarde a Scott si dichas observaciones eran ciertas.

    No obstante, cuando Stiles comenzó a darse cuenta que ya era hora de irse a clases, se dio cuenta que estaba solo. Su padre ya seguramente se había ido a su turno en la estación, y Derek, como un astuto lobo, se había marchado quién sabe a qué hora. No fue bonito darse cuenta de ello. Esperaba por lo menos poder despedirse de algunos de ellos algún día, o siquiera, poder darles los buenos días.

    Con ideas dispersas en su mente, emprendió el camino en el Jeep hacia la preparatoria, dejando atrás su casa.

    Ese día tenía cosas que hacer.

←•→

     Apenas llegó al estacionamiento del edificio se dio cuenta que ese día no sería totalmente tranquilo.

    Scott ya lo estaba esperando. Tenía la mirada centrada en el escaso pasto que se podía ver en el estacionamiento; se notaba distraído —más que de costumbre—, casi ido. Stiles sintió una pequeña punzada en su estómago; seguramente fuera un gesto de su preocupación manifestándose pasivamente. Al bajarse del Jeep y acercarse hacía Scott, pudo percibir la bruma de sus emociones con fuerza.

    Estaban concentradas todas en un nube densa. La preocupación se mezclaba con la ansiedad y la tristeza en muchos grados alarmantes, dejando un olor picoso en el aire. Stiles podía fácilmente darse cuenta que Scott estaba pensando en Allison. Ella era la única que tenía el poder de alterar a Scott a niveles ridículos.

—Hey —saludó llamando la atención de Scott—. ¿Todo bien?

    Scott chocó las manos con Stiles a modo de saludo. Seguía teniendo una expresión de cachorro apaleado: —No realmente... Estoy preocupado por Ally. No vino hoy.

    Stiles asintió. No esperaba menos de una pequeña ausencia "justificada" por parte de la chica cazadora... o chica lobo.

    Caminaron dentro del edificio mientras hablaban en voz baja; Scott se veía muy dolido con el hecho de que su chica estaba en indudable peligro. Aunque ella fuera una persona autosuficiente, con capacidad de enfrentarse a los problemas y tuviera un coraje sumamente fuerte; lidiar con los lados sobrenaturales desde la perspectiva personal no era fácil, mucho menos cuando te entrenan para acabar con esos problemas.

    Scott le estaba comentando a Stiles lo mucho que estuvo pensando desde la muerte de Laura.

    No es como si no le interesara la muerte de su alfa; porque de verdad lo hacía, pero esta vez quería expresar sus pensamientos acerca del caso de su novia.

    Para Scott no fue sencillo darse cuenta que Allison estaba en el bando contrario. Desde que se conocieron, Scott procuró ser sumamente sincero con ella, dándole a conocer su lado lobuno sin miedo a lo que pudiera pasar —lo cual no fue una decisión de lo más inteligente—, porque confiaba absolutamente en que ella sabría cómo ayudarlo; lo cual fue un acierto sorpresivo. Ella entrenaba con su novio, quería ayudarlo a poder controlar esa maraña de poder que fluía descontroladamente por su cuerpo, por lo que poco a poco dichos entrenamientos fueron funcionando; inclusive después de la llegada de Derek y Laura, quienes pudieron moldear adecuadamente al lobo salvaje de Scott.

    Pero nunca se esperó que Allison, su linda chica de mejillas rosadas y cabello sedoso fuera una de esas personas que se dedicaban a cazar a los seres sobrenaturales. Era tan irónico.

    Sin embargo, más allá de dolerle el hecho de que Allison no fue sincera con él; temía por ella ante la nueva perspectiva que ella estaba experimentando. Quién podría saber lo que Chris le estaría haciendo ahora que ella era un lobo.

—Estuve hablando con Deaton hace mucho tiempo sobre varias cosas —confesó Scott mientras entraban al aula de clases. Esa vez tocaba biología. El profesor, sin embargo, no había llegado aún—. Cuando nos mordieron, él fue uno de los primeros en darse cuenta (después de Peter, claro está); por lo que me estaba instruyendo en ciertas áreas para que tuviera cuidado.

— ¿Te enseñó como quitarte las pulgas? —preguntó no sin una nota de humor. Scott lo golpeó amistosamente.

—Enfócate Stiles —pidió. Stiles asintió—. Deaton me habló de los códigos que seguían algunos cazadores. Él nunca me dijo que los Argent eran parte de ese grupo —murmuró desanimado—; pero a cambio me contó que ellos siguen una especie de código sumamente antiguo. Es como su biblia.

—Vaale —comentó Stiles con un poco de desconfianza. La última vez que un grupo siguió códigos de esa forma se formó algo llamado La Santa Inquisición—. Dices que los cazadores tienen una biblia... Esto cada vez suena peor.

—Lo sé —reconoció Scott. Tenía un pequeño puchero—. Pero el asunto es que ese código es inquebrantable... Ellos se fundamentan principalmente en atacar a las criaturas que solamente hacen daño a las personas; por lo que, mientras nosotros no estemos haciéndole daño a nadie, ellos nos dejarán en paz.

    Stiles respiró aliviado.

—Pero recuerda que Ennis mordió a Allison. —Scott escupió con rencor.

—No podré olvidarlo ni aunque quisiera —reconoció Stiles. Esa escena fue tan grotesca que ni un millón de años de terapia podría borrarla de su mente—. Pero eso no importa ya. Ennis está muerto. A estas alturas ya los cazadores deberían saberlo.

    Scott hizo una mueca.

—No importa si ellos saben que Ennis está muerto. El punto es que ellos piensan que él es (fue) parte de nuestra manada, por lo que probablemente querrán tomar venganza y justicia en nombre de Allison para diezmar a toda la manada —Stiles boqueó en sorpresa. Nunca se le hubiera ocurrido semejante barbaridad—. Pero eso no es todo.

    Stiles se palmeó la cara con frustración.

    ¿Acaso había algo más que otra guerra con los cazadores?

—Ellos pueden matar a Allison cuando muestre indicios de descontrol —el tono doloroso que empleó Scott le envío una corriente de frío absoluto a Stiles por toda la columna vertebral—. Eso es parte del código también. Los cazadores no pueden tener criaturas sobrenaturales entre sus tropas.

    ¿Chris Argent tendría que matar a su hija para seguir el estúpido código?

—Y desde que la mordieron le he estado dando vueltas al asunto —confesó—. Hermano, no quiero que Allison muera solamente porque la mordieron igual que a nosotros...

    El olor pesado de la tristeza se instaló en el aire.

    Stiles iba a asegurarle a su hermano del alma que no, que Allison no moriría a manos de cazadores descontrolados; pero entonces llegó el profesor al aula, dándole comienzo a la clase. Todos ocuparon sus asientos correspondientes e hicieron silencio para atender la clase.

    Stiles se quedó pensando un momento.

    Tenían que hacer algo por Allison.

—Hoy iremos a visitar a tu querida Ally —susurró bajito, lo suficiente como para que solo Scott pudiera escuchar—. Iremos como compañeros de clases; por lo que no pueden rechazarnos la entrada.

    Stiles escuchó la risa bajita y animada de Scott. Eso le infundió confianza en su plan suicida e improvisado.

—Ahora quita esa cara larga —murmuró mientras veía las anotaciones del profesor en la pizarra—. Tenemos que aprobar este examen antes de que los profesores nos vayan a destrozar.

    Stiles observó una sonrisa pequeña en el rostro de Scott antes de tomar los apuntes del día.

←•→

     Derek, por otro lado, estaba atendiendo sus asuntos.

    Asuntos que no le concernían a la manada, pero que aún así, era de suma importancia que le prestara la debida atención.

   Tras despertarse en la mañana, descubrió que lo hizo con calma. Su cuerpo ya no estaba tenso como siempre acostumbraba, ni estaba alerta en busca de amenazas; esta vez la serenidad le dio la bienvenida a la conciencia. Parecía ser que el olor y la esencia de Stiles por toda la casa tenía un efecto calmante en la intranquilidad de Derek.

   Despertó totalmente descansado —a pesar de que durmió unas pocas horas— y se sorprendió. Sin embargo, al escuchar al sheriff alistarse también, Derek se levantó de la cálida cama y acomodó las sábanas. Buscó en su bolso una muda de ropa y se cambió rápidamente. Reunió sus cosas y las guardó, para luego salir de la habitación y darle los buenos días al sheriff.

    Noah lo saludó de vuelta mientras tomaba un café negro.

    Derek salió de la casa sin desayunar. De todos modos, a donde iba, seguramente podía comprar algo sin problema alguno.

    Pero primero hizo una parada rápida en el loft.

    Para Derek era nueva la sensación de conducir el Camaro negro. Podía sentir la velocidad alucinante del vehículo casi como si fuera una extensión mecánica de su cuerpo; el motor retumbaba con potencia y el sonido de las aceleraciones le relajaba. Se sentía pleno al tener el auto.

    Cuando llegó al loft, apagó el Camaro y subió. Tenía que buscar entre las cosas de Laura algún indicio de información que pudiera servirle para poder ponerse en contacto con los socios que ayudaban a llevar las riendas de los negocios Hale.

    Pero no fue una búsqueda sencilla.

    Laura tenía la particularidad de querer esconder todo de todos. Surgió más como un pasatiempo cuando en la enormidad de la mansión Hale no había privacidad en lo absoluto y todos agarraban las pertenencias de los demás sin ningún problema. Eso se aplicaba a las meriendas, las prendas de ropa y los videojuegos que se compraban en ese entonces. Laura al ser la mayor de la nueva generación de lobatos y la futura alfa, tenía la suficiente astucia como para guardar sus tesoros ocultos en lugares inverosímiles. Derek un vez, recuerda él, entró a la habitación de su hermana buscando su suéter del equipo de baloncesto que le gustaba en ese entonces; y terminó registrando el techo de la habitación, en donde encontró todos los dulces que se supone que él se había ganado.

    Derek quedó sumamente escandalizado.

    Pero nunca se esperó que esa experiencia fuera de provecho en el futuro.

    Después de una hora entera buscando hasta en el sitio más recóndito de la habitación de Laura, halló una abertura en el techo.

    Ahí estaban todos los papeles importantes de Laura.

   Derek suspiró aliviado. Un problema menos.

   Al momento de registrar cada uno de los papeles en busca de información importante, unas pequeñas hojas se soltaron. Derek las recogió. Eran pequeñas notas de Laura; junto a unas fotografías que Derek pensó que jamás volvería a ver.

—Joder, Laura. —murmuró entre dientes mientras veía a las tres personas sonrientes que se abrazan en la pequeña fotografía. Eran ellos de pequeños junto a la querida Cora.

    Detrás de la fotografía había una pequeña leyenda con la letra que, Derek reconoció impresionado, era de Talía.

     «Los tres lobatos. Verano 99'»

    Aquella foto realmente era vieja.

    Derek apenas tenía diez años en ese entonces; estaba comenzando a experimentar los cambios de los hombres lobos y su madre le llevaba a él junto a su familia al campo abierto para entrenar. Talía lo disfrazaba bajo la excusa de que los sacaba a pasear para que drenaran la energía acumulada; lo cual no era del todo falso. Cora apenas tenía cuatro años, por lo que era una de las más hiperactivas del grupo. Laura, por otro lado, ya estaba en sus quince; a lo que era la más enfocada del grupo.

    Derek guardó aquella fotografía en su bolsillo del pantalón para seguir hurgando en los papeles de Laura hasta dar con los negocios.

    Entonces, las siguientes horas, Derek las pasó repasando aquellos apuntes que tenían notas importantes. Comenzó a hacer llamadas a los socios, transcribió ciertas cosas a un cuaderno grande que Derek no sabía que tenía, y comenzó a hacer tratos desde la distancia.

    Llenar los cuadernos de contabilidad sería lo más difícil que haría dentro de poco.

    Las horas se fueron pasando con Derek haciendo negocios, poniéndose al día con las inversiones y dándole razones a los demás acerca de la repentina ausencia de Peter y Laura Hale en la empresa familiar. Inclusive, con un poco de amargura, canceló las tarjetas y las cuentas de su tío; trasladando los fondos correspondientes a la enorme cuenta familiar que Talía había creado para sus hijos.

    Derek, podría decirse, tenía un patrimonio muy abultado.

    No obstante, a eso de las dos de la tarde, cuando ya había terminado de llamar a la última persona que necesitaba estar enterada de las actualizaciones del negocio, Derek recibió otra llamada.

    Fue un alivio para él tener un trabajo legal en todo el sentido de la palabra. Él no quería ni imaginarse el enorme dolor de cabeza que tendría si se sumaba a su larga lista de preocupaciones enemigos financieros; sería el colmo. Pelear por su vida contra entidades sobrenaturales, la manada alfa, y encima, pelear contra una mafia adversaria a su familia.

    No, no, no.

—Más vale que sea de mucha importancia. —gruñó Derek al responderle a Scott. Tenía un dolor punzante comenzando en el espacio que había entre sus omóplatos, y buen Dios, no quería resolver más conflictos en los siguiente treinta minutos.

No te enojes —comenzó Scott con su tono mediador. Derek estaba comenzando a enojarse—. ¿Recuerdas el asunto de los cazadores? Espero que sí, porque te necesitamos como alfa de la manada. Hoy vamos a ir a casa de Allison a hablar con ella y con Chris.

    Derek suspiró mientras se frotaba los ojos.

   ¿Cómo Laura no cedió fácilmente ante el estrés?

—No hagan nada estúpido. Voy en quince. —Derek no dejó espacio a reproches de Scott cuando colgó la llamada.

    Estiró sus entumecidos músculos antes de ponerse en marcha hacia la entrada de la preparatoria de Beacon Hills. 
    
    No fue hasta que pasó frente al restaurante familiar con el que fue con Stiles en sus primeros días de regreso a Beacon Hills, que Derek se dio cuenta que no había tomado bocado en todo lo que iba del día. Su estómago rugió en protesta.

   Estaba más que seguro que no tardaría mucho si compraba primero un buen desayuno/almuerzo...

←•→

— ¿Por qué Derek se está tardando tanto? —preguntó Scott por quinta vez en lo que iba de hora. Stiles suspiró mientras se apoyaba en la sombra que producía un árbol que estaba cerca del instituto— ¿Qué tanto tiene que hacer Derek como para no ser puntual?

    Stiles se encogió de hombros.

    Tampoco es como si Derek tuviera mucho tiempo de demora. Apenas iban treinta minutos desde que lo habían llamado.

    Pero Scott estaba con los nervios de punta, pensando seguramente que en cualquier momento Allison sería sacrificada como un perro enfermo.

    Stiles no lo culpaba; pero tampoco trataba de decirle mucho. Lo había intentado en los primeros minutos y la ansiedad de Scott casi creció al mismo nivel de la que usualmente Stiles tenía. Al menos Stiles podía combatir un poco esos síntomas con adderal; pero dudaba que Melissa le permitiera tomar medicamentos de ese índole a su asmático hijo.

    Scott seguía mirando el teléfono con ansias mientras Stiles observaba a la población estudiantil que aún seguía alrededor. La hora de la salida se había cumplido hacía unos cuantos minutos, por lo que muchos de los adolescentes estaban yéndose en sus automóviles; Lydia Martin fue una de esas, acompañada por el odioso de Jackson Whittemore. Era curioso la relación que tenían ellos dos; desde toda la vida, que Stiles recuerde, ellos habían sido el uno para el otro, estando juntos y siendo la pareja perfecta de prácticamente todo Beacon Hills; él con las influencias de su familia pudiente y ella con su talento y belleza, pero de un momento a otro las cosas entre ellos se volvieron incómodas.

    Aún seguían juntos, claro está, pero muy pocos sabían que ya no eran en ese plan meloso y acaramelado de parejas. Al parecer, Lydia tenía en su cuerpo el nombre de su pareja predestinada; y por como había reaccionado Jackson —según escuchó Stiles—, estaba seguro que no era el de él. Aparte de que Jackson no tenía ningún nombre grabado en su piel, y pues...

    Eso ya decía mucho.

    Lo único que Stiles llegó a saber fue que el nombre de la pareja predestinada de Lydia empezaba por J.

Pero mira quién apareció —murmuró Scott por fin cuando escuchó las llantas del Camaro resonar sobre el asfalto. Stiles espabiló y observó en dirección a dónde se originaba el ruido—. Cuarenta minutos tardes...

   Stiles reunió sus cosas y caminó junto a Scott. Derek se había estacionado al frente del instituto.

—Menuda máquina —escuchó Stiles a lo lejos. No reconoció al dueño de la voz—. Es mucho mejor que el porshe de Whittemore...

—Cualquier cosa es mejor que lo que sea que tenga ese idiota —añadió otra voz. Esta era femenina. Stiles volteó la cabeza antes de entrar al auto—. Y mira, McCall y Stilinski están entrando. Qué extraño.

    Stiles asintió. Todo el mundo sabía que Stiles tenía un Jeep azul destartalado bajo su ala —al cual amaba con todo su corazón, muchas gracias—; por lo que si era sumamente curioso el hecho de que de repente se estuviera subiendo al auto sumamente lujoso de un desconocido.

    Lo último que vio antes de cerrar las puertas del Camaro fue a una chica rubia con apariencia descuidada y a un chico castaño retraído. Se les hacía conocidos de algún lugar.

—Vamos a casa de Allison —pidió Scott con la poca paciencia que le quedaba en el cuerpo. Stiles regresó la vista al frente y vio a Derek mirando fijamente el camino. El ambiente olía a comida—... ¿Estuviste comiendo?

— ¿Te sorprende que me alimente? —preguntó Derek mientras le daba un sorbo a la botella de agua que estaba en portavasos del auto—. La última vez que vi, también era una persona con necesidades biológicas.

—Vale, vale —concedió Scott a regañadientes—. ¿Pero si vamos a ir?

    Derek colocó los ojos en blanco.

—Sí, Scott. Sí vamos a ir.

    El chico se relajó notablemente en su asiento al tiempo que Derek aceleraba a fondo.

    La siguiente parada sería la casa de los cazadores.

←•→

     No había que ser un genio para entender que la manada no era bienvenida en el hogar de los cazadores.

    Apenas ellos colocaron un pie en la propiedad Argent, el sonido de alguien quitándole el seguro a una pistola los recibió. Un escalofrío escaló por la columna de los tres integrantes de la manada de Beacon Hills mientras se preparaban para la reunión más incómoda y tortuosa a la cual se enfrentarían por ahora.

    Derek tomó la delantera, tocando la puerta como si estuvieran a punto de pedir dulces para Halloween y no como si en realidad estuvieran buscando una maldita tregua.

    La hilaridad no siempre era bienvenida.

—Tienen exactamente tres minutos para dar media vuelta y regresar por donde vinieron antes de los atraviese con balas. —saludó amablemente Chris Argent al abrir la puerta de su humilde hogar.

    Derek no se tragó la amenaza con miedo.

    Tal vez fuera el gen alfa que corría por sus venas, o el hecho de que podía notar con ahínco lo muy destruido que estaba el hombre; pero Derek sintió un incremento de seguridad al enfrentarse contra él. Tal vez si lo podrían atravesar con una bala, o varias, pero mientras esas no tuvieran acónito ni nada peligroso, Derek podría llevar a cabo aquella improvisada reunión.

—Hola también a ti, Chris —replicó Derek. Scott tembló ante el tono de su alfa—. Venimos a hablar con ustedes.

—No hay nada de que lo que haya que hablar —cortó—. Ahora largo.

    Chris cerró la puerta de la casa, siendo detenido en el último momento por la mano titubeante de Scott.

—Señor Argent —balbuceó Scott—... Vinimos a ver a Allison también. Por favor... —Derek gruñó bajo ante la idea de uno de sus betas suplicando a sus contrincantes— Necesitamos saber cómo está ella.

    Incluso Stiles y Scott se pudieron dar cuenta de que Chris no estaba del todo bien. Su —normalmente— pulcra apariencia estaba trastocada; la barba tenía días crecida, dándole un aspecto desaliñado al hombre mientras que las ojeras violáceas comenzaban a hacerse notar en su rostro; su pulso temblaba, amenazando con ceder ante las fuerzas del lobo y el ambiente a su alrededor apestaba a dolor sordo. Pero sobretodo, en sus ojos profundos y azules se podía percibir la preocupación y la tristeza de un padre por encima de todo.

    Chris no quería asimilar el hecho de que su hija ya no era una persona normal. Mucho menos quería aceptar la idea de que ahora podía pertenecer al bando de las bestias que ellos tenían cazar.

    Con la llegada de esos tres indeseables, solamente reafirmó la realidad cruda que estaba viviendo.

—No vamos a herir a nadie ni venimos a causar más dolor —Scott susurró mientras observaba la mirada cristalina de su suegro—. Sólo queremos ayudarla...

    Después de lo que parecieron ser unos minutos eternos, el hombre detrás de la puerta retrocedió y dejó pasar a los demás.

    Derek comprendió que la responsabilidad de un padre con sus hijos iba mucho más allá de cualquier código arcaico.

—Vale —aceptó de mala gana—. Tienen su minuto de atención. Empiecen a hablar.

    Derek, con su amarga experiencia adquirida recientemente, entendió que la siguiente charla sería aún así extensa y engorrosa que la que había entablado con los hombres de negocio.

    Si supiera cuan acertado estuvo con ese presentimiento, seguramente se hubiera arrancado la piel a trozos.

———

Notas finales:

Seis meses desde el último capítulo. 

Que horror.

 


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