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Trez por Verde Lima

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Samuel estaba desconcertado, la relación entre Sten y Natalia había sido la cosa más intensa de las relaciones intensas que él mismo conociera. Algo tan impactante de ver como un accidente de tráfico, y como este, temía por la vida de su amigo.

Porque si de algo estaba seguro era de la tremenda conmoción que Natalia dejaría tras de sí.

En un inicio ella había sido fascinante, de hecho, todavía lo era. Pero de esas fascinaciones que prefieres ver en una película o leer en un libro, nunca tenerla metida en la cama de tu amigo y abandonándole con un bebé en los brazos.

No es como si no hubiera padres irresponsables por el mundo, el suyo propio era claro ejemplo. Y aunque estuviera más extendido entre hombres, podía asegurar que no era por el género sino por el dolor que dejaba detrás.

Y era mucho, lo sabía.

Sus dos personas favoritas del mundo, aquellas a las que no les unía ningún lazo sanguíneo, estaban dominadas por sus idas y venidas.

Por eso, cuando en aquella comida en casa de su amigo, Sten le pidió que se comportara, a Samuel le costó muchísimo. La mirada ilusionada de Sigrid era aún más dolorosa, porque cuando todo aquella pantomima de la pareja feliz se rompiera, la niña sufriría, lo sabía por propia experiencia. Y haría cualquier cosa por Sigrid.

Cualquier cosa.

Sten era un tipo listo, siempre y cuando no entrara Natalia en escena, ahí se volvía un completo imbécil. Había apostado mucho por el chico de la estela funeraria. Pero de él no quedaba ni rastro, y los ojos penetrantes de Natalia, casi parecían retarle a mandar a la mierda aquel trato de no agresión que le había pedido Sten.

Lo mejor era irse, y se llevó a Sigrid al parque, cuanto menos viera, mejor. Al parecer, la pareja también le agradecía un tiempo a solas.

Samuel si pudiera se arrancaría los ojos antes que ver la destrucción de su amigo. El melodrama le estaba pudiendo, pero respiró más tranquilo con la niña de la mano y camino del parque infantil.


Sigrid no paraba de hablar de su madre, de que había vuelto para no irse nunca, y fantasías que Samuel no tenía corazón para destrozarle. Él estaría para ellos, como había estado siempre.

La pequeña corrió junto a otros niños que había en el parque dejándole tiempo para rumiar venganzas discretas; tenía algunos contactos en excavaciones, quizás algunos permisos denegados, acuerdos sin firmar. Cuanto poder no dedicado al mal, pensó regocijándose, gracias a todos que él fuera lo más parecido a un sátiro en la tierra y no un alma hecha para delinquir.

Con la vista fija en Sigrif controlando que todo estuviera bien, vio algo que jamás esperaría ver en un parque infantil, algo o mejor dicho a alguien.

Hugh, con un niño de la mano. Ver para creer, el conservador no paraba de sorprenderle últimamente.

Con un ligue hacía días, ahora con un niño, qué sería lo siguiente, ¿aprobación para todos los registros de los restos arqueológicos en el Museo? Cualquier cosa podría pasar ya.

Al día siguiente de verlo en el pub, fue al Museo, porque, a veces, para lo que le interesaba tenía muy buena memoria y determinación.

Pero el muy osado no había ido a trabajar ese día, cuando preguntó por él, el compañero de Hugh le miró sorprendido. Con ese carácter de mierda no le extrañaba que no fueran a buscarlo habitualmente.

El viejo Hugh estaba dándole al romance y con su ligue sobón.


Le molestó, últimamente si hacía balance había muchas cosas que le molestaban y todas tenían que ver con las parejas de sus amigos, o enemigos. Aunque para él Hugh nunca había llegado a ese grado. Nunca le había tenido ningún tipo de odio, resentimiento o cualquier cosa que fuera lo que provocara ese desagrado que al moreno parecía ocasionarle.

Samuel era un tipo encantador, y Hugh era de las pocas personas a las que no les caía bien. Vamos, Hombre. Ni siquiera a sus ex les caía tan mal como a aquel tipo huraño.

El niño que llevaba de la mano era casi una copia de él en pequeñito, y la idea de Hugh siendo padre le cortocircuitó el cerebro, ya de por sí afectado esa tarde. Pero ¿sería posible? Por la edad del niño no podía ser de su época de Universidad, tendría solo un par de años más que Sigrid.

Tenía tanta curiosidad que fue hasta él, y de nuevo al verle, tuvo la misma reacción que cuando se encontraron en el pub. Alerta, como si hubiera sido pillado en un delito. ¿Habría robado al niño?

—Últimamente nos encontramos mucho—le saludó, la mirada de desdén fue tal como siempre.

—Más de lo que le gustaría a nadie.—Con él nunca cambiaban las cosas, y últimamente casi agradecía esa constante. Hugh no te defrauda con su cara de haba.

—¿Es tu hijo?—Era curioso, que le mataran por ello.

Pero no fue Hugh quien contestó sino el mencionado.

—Es mi tío.—Desde luego eran familia, porque con lo pequeñajo que era le estaba mirando casi tan mal como la versión adulta.

Iba a contestar una lindura, cuando una mayor llegó al rescate, Sigrid saludó a los dos morenos y la pequeña copia de Hugh se quedó embobado. Pronto empiezan con el amor los niños de hoy en día, pensó Samuel soñador.

Como siempre hacen los niños y algo que algunos adultos podrían aprender, por ejemplo el conservador, los dos se fueron a jugar más rápido de lo que a ellos les dio tiempo a oponerse.

A Samuel en realidad le hacía gracia, Hugh parecía estar a punto de la apoplejía.

—No te matará pasar unos minutos conmigo—le dijo tratando de mostrarse conciliador Samuel mientras Hugh intentaba huir de la situación.

Al final, ambos tenían que quedarse allí echando un vistazo a sus dos retoños, por sentarse juntos no iban a morirse. Estaba seguro de que de ser de otro modo, el moreno se hubiera ido dando grandes zancadas de allí.

—¿Qué tal te va con tu ligue?—Podía comportarse, desde luego, pero era mucho más divertido meterse con Hugh.—Fui al día siguiente al museo y no fuiste a trabajar.

Los bonitos ojos marrones del conservador se abrieron como platos para cerrarse en casi dos rendijas de puro odio concentrado.

Samuel levantó las manos queriendo mostrarse despreocupado.

—No te culpo, esas noches son las mejores, y me alegro de que te des alguna de vez en cuando.—Las rendijas seguían enfocadas en él.—Todos merecemos un poco de diversión.

—Tú has tenido diversión con más de medio Dublín.

—Qué le voy a hacer, soy generoso y me gusta repartir amor.

Lo que solo tomó como una broma, hizo montar en cólera al moreno. Se levantó hecho un basilisco y fue a por su sobrino, arrancándolo de su joven amor.

Samuel cada vez entendía menos a Hugh, ¿qué era lo que tanto le molestaba de él? Y en ese momento, como si le hubiera caído un rayo, se hizo la luz en su mente.

¿Le habría levantado un ligue cuando estaban en la Universidad? Eso explicaría muchas cosas, desde luego era rencoroso el puñetero conservador. Con la lista de amantes que se gastaba, seguramente él no se acordara ni por asomo, pero quizás si descubriera quién había sido y le pidiera perdón, podrían enterrar el hacha de guerra.

Quizás tuviera razón Hugh y solo en hacer memoria empezó a dolerle la cabeza, se había acostado con demasiadas personas a lo largo de su vida.

 

Notas finales:

Samuel es un personaje que me gusta mucho, en mitad del drama Trez-Sten-Natalia un poco de humor.

 

Espero que os esté gustando.

Besos


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