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Trez por Verde Lima

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Trez aún estaba entre los brazos de Sten cuando Killian se había marchado, no pudo decir nada, y en el fondo le agradecía que se hubiera ido sin más.

 

Sin embargo, las explicaciones iba a tener que darlas igualmente, los ojos claros de Sten le miraban llenos de dudas.

 

—Suéltame—pidió, porque a pesar de ser él el que se había arrojado a sus brazos, era el otro el que le tenía fuertemente agarrado. A duras penas el rubio obedeció, y aunque fuera él el que lo había pedido, sintió la perdida de los brazos a su alrededor.

 

—¿Habéis discutido?—preguntó. Trez no tenía ganas de hablar de eso allí, igual que Killian los había sorprendido cualquier otro podía pasar por allí.

 

—Sí, vámonos de aquí—le dijo Sten como si le hubiera leído el pensamiento. Le hubiera dicho que no, que ellos no iban a ningún lado, y menos juntos. Pero se vio a sí mismo caminando a su lado y saliendo del museo.

 

Hacía frío en el exterior incluso para esas fechas, el verano estaba a la vuelta de la esquina, pero el clima parecía ir acorde con el momento que Trez estaba viviendo. Aun así, se sintió mucho mejor en el exterior.

 

Las calles familiares cercanas al museo y la universidad, con Sten, le parecían diferentes. No estaban hablando pero caminaban con tranquilidad.

 

—No hemos discutido, hemos roto—confesó, y sintió los ojos de Sten sobre él, pero Trez solo miraba el suelo por el que caminaba.

 

—Lo siento.

 

—¿De verdad?—En ese momento sí le miró, dudaba que lo sintiera si hacía poco le había propuesto retomar aquella incipiente relación. No podía estar siendo sincero.

 

—Aunque parezca increíble sí, lo siento, por ambos.—Por un momento Trez quiso volver a sus brazos, pero estaban en mitad de la calle, y ellos, sin duda no hacían eso, ni antes ni ahora—Aunque parezca falso de mi parte, aprecio a Killian, y a ti, no me va a gustar nunca verte así.

 

Trez solo asintió, la realidad era que él había conocido a Killian a través de Sten; y en la excavación era evidente la buena relación que tenían.

 

Había sido una mala decisión por su parte salir con el arqueólogo cuando aún era tan reciente lo de Sten.

 

Ambos seguían caminando, sin hablar de nada, y poco a poco sus pasos los llevaron como si el camino ya estuviera previamente marcado a casa de Trez.

 

Cuando vio la puerta blanca delante de él, se giró a mirar a Sten.

 

Su rostro tan conocido para él, ese mismo que había pasado por tantas fases en los escasos meses en los que tenían de conocerse, le miraba. Había visto en él el deseo, la indiferencia, la culpa, los celos, y ahora lo tenía de nuevo ante él. Y no sabía qué sentir.

 

Su lado racional le pedía que se fuera, que abriera aquella puerta blanca, entrara y se olvidara de él. La otra, la que le hizo esperanzarse en el pasado, la que le abrazó hacía menos de una hora, le pedía algo bien diferente.

 

—¿Quieres pasar?—se escuchó a sí mismo. Los ojos de Sten sonrieron pero su cabeza negó.

 

—Quiero tener una oportunidad contigo, Trez—le dijo—Quiero, de verdad, tener una oportunidad, y en el pasado no la tuvimos.

 

A Trez le costaba procesar las palabras del hombre delante de él.

 

—Si entro ahora, sabemos qué es lo que va a pasar.—Sten acarició su rostro, y sí, él sabía lo que iba a pasar—No es que no lo desee, pero quiero que sepas que no es solo eso.

 

—¿Entonces qué es?—Porque ni él era capaz de entender qué es lo que era.

 

—Podemos ir descubriéndolo poco a poco—propuso Sten, y aquello le hizo sonreír. Sonaba bien, descubrirlo poco a poco, sonaba bien.

 

Se quedaron así, mirándose el uno al otro por más tiempo del que ninguno podría precisar. Tampoco era necesario, pensó Trez cuando al final abrió la puerta y se despidió.

 

Antes de cerrar la puerta Sten le preguntó.

 

—¿Cuál era el lugar al que querías que fuéramos en nuestra primera cita?—Trez, como un auténtico cliché sintió sus mejillas sonrojarse. Había olvidado aquel lugar, ni romántico ni impersonal, su primera cita fuera de aquellas cuatro paredes.

 

—Thomas & co.

 

—Buena elección.—Sten sonrió y asintió.—¿Te gustaría ir conmigo mañana cuando acabe el congreso?

 

Antes de poder pensarlo Trez asintió.

 

Una vez dentro no pudo evitar sonreír como un estúpido, no debería aceptar tan fácilmente. Sten no era de fiar, se había repetido eso una y otra vez.

 

Pero por primera vez estaba comenzando a pensar que quizás y solo quizás, las cosas pudieran empezar a ir bien.

 

 

 

—¿Buenas noticias?—dijo Chris cuando lo vio entrar con tan bonita sonrisa.

 

—Sí, no, bueno, en realidad no lo sé—se rió de sí mismo.

 

Chris rodó los ojos, estaba empezando a listar los ingredientes que iba a necesitar para combatir los altibajos de su compañero de piso.

 

Nunca pensó que llegaría a apreciar tanto a alguien tan inmerso en dramas amorosos.

 

Tampoco iba a negar que los de Trez eran los únicos romances que entraban en aquella casa desde que Chris la habitaba.

 

¿Estaba mal sentirse más emocionado por la vida sentimental de su compañero que por la suya?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Samuel no encontraba a Sten por ningún lado, tampoco al pequeño ratón de biblioteca.

 

Si su amigo tenía una oportunidad con aquel chico, que la aprovechara.

 

Él miró hacia Hugh, se le notaba tan fuera de lugar que hasta le dio lástima.

 

Intentó creerse, mientras se movía hacia él, que lo hacía por darle un poco de compañía al verlo rodeado de gente a la que en realidad se le notaba deseaba ignorar.

 

La otra versión era que no tenía vigilancia, y sí, el campo abierto para aproximaciones.

 

Tomó dos copas de la barra donde habían dejado algunas bebidas, y se encaminó hacia el conservador sin apartar la mirada.

 

Era consciente de que cuando llegó hasta él, el desagrado del otro hubiera hecho retroceder a cualquiera. Pero Samuel tenía curiosidad, mucha curiosidad.

 

—Ha sido una jornada interesante—dijo de manera conciliadora ofreciéndole una copa que el otro tomó—. Gracias por la ayuda.

 

Hugh bufó, y lo que antes le parecía molesto, ahora le hizo sonreír. No es que antes no hubiera apreciado que Hugh no estuviera nada mal, es que era complicado verlo cuando alguien era tan desagradable.

 

Reconocía que siempre había tenido cierta fascinación por el hombre, aunque solo fuera para hacerlo rabiar con su comportamiento infantil.

 

—Tenemos que hablar, Hugh—se atrevió a decir.

 

—No tenemos nada de qué hablar.—Le quiso devolver la copa que le había dado, pero Samuel se negó. El conservador se fue a la primera superficie que encontró para soltarla.

 

Pero no estaba dispuesto a dejarlo escapar, había descubierto algo demasiado importante como para dejarlo. Y si Hugh pensaba que no iba a continuar, es que le sobrestimaba.

 

El hombre caminó en dirección a las oficinas del personal, en ningún momento miró hacia atrás, pero era imposible que no supiera que Samuel le seguía.

 

Los asistentes al congreso cada vez se escuchaban más lejanos, y Samuel sentía que él mismo se estaba adentrando en otro lugar mirando la espalda de Hugh, y aquello que ya no era su espalda. Quería hablar, pero quizás eso pudiera hacerlo después.

 

Cuando este giró y se perdió a su derecha, Samuel aceleró su paso para no perderle. Al girar la esquina, se lo topó de frente.

 

—Deja de seguirme, deja de mirarme, deja de pensar en mí y las locas ideas que te pasen por esa enferma mente tuya—le amenazó Hugh.

 

¿El problema de todo aquello? Que Samuel llevaba pensando demasiado en cómo sería besarle, y durante toda aquella amenaza tan solo se quedó mirando sus labios; finos, de un rosado oscuro, sutiles.

 

Estaban tan cerca, muy cerca. Samuel ascendió hasta sus ojos, tan negros como una noche sin estrellas y aún así llenos de brillo.

 

Cuando el conservador le besó, Samuel se dio cuenta de que era mucho mejor de lo que había imaginado, y cuando se separó de él como si Hugh hubiera recordado que le odiaba, también él recordó.

 

Ellos ya se habían besado, hacía muchos años, todo era muy borroso pero recordaba la misma cara que acababa de poner Hugh, exactamente la misma.

 

¿Qué demonios había pasado después?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Hola chicas, la verdad es que tenía este capítulo a medias desde hacía días, y no tenía muchas ganas de escribir.

Para las que no lo sepáis, soy española y vivo en Madrid. Aquí llevamos tres días encerrados en casa, teletrabajando y saliendo solo para lo imprescindible porque es la ciudad más afectada por el coronavirus del país.

 

Mis ganitas de escribir están muy cortitas, la verdad, mucho tiempo en casa, y no os voy a engañar, preocupada y algo saturada de ordenador.

 

Sin embargo, tengo ganas de avanzar con esta historia, quiero empezar con las siguientes, y deseo poder enseñároslo, y aún quedan cositas jugosas de esta historia.

 

Contadme cómo estáis vosotras, y si os alegro un poco con mis historias yo ya me voy contenta, la verdad.

 

Un beso a todas.

Sara

 


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