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Trez por Verde Lima

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Samuel llevaba persiguiendo a Hugh toda la noche, andaba con aquel tipo. Y sintió que lo estaba usando como barrera.

También podía ser su imaginación, pero sabía de hombres, y sobre todo de hombres a los que quería follarse.

Hugh había escalado en esa lista en los últimos días de un modo aceleradísimo.

Lo persiguió con la mirada, habló con un par de personas, no muchas, y su guardaespaldas iba con él todo el tiempo. Sin embargo, Samuel notó incomodidad en su postura. Quizás fueran amantes, pero Hugh no estaba cómodo con él.

Cuando su mano acarició su cadera, Hugh se apartó ligeramente, podía ser porque estaban en público o bien porque realmente no quería ser tocado por ese tipo.

A Samuel le daba lo mismo, se acercó en un momento en el que ambos estaban solos.

—Hola, de nuevo—dijo con su mejor sonrisa.—Has estado muy ocupado desde ayer, ¿no?

Hugh tenía puesta su peor cara, no le importaba, de hecho, hasta le excitaba más. La dinámica de sus vidas, en cualquier caso.

El tipo extendió su mano.

—Bill—se presentó. Pero no le pasó por alto como a la vez que apretaba su mano, acercaba a Hugh a sí mismo.

—Samuel.

También adoraba las competiciones, y esta iba a ganarla.

—Lo de ayer me gustó mucho—dijo acercándose al conservador, la cara del tal Bill y de Hugh fue digna de grabar, el tono de Samuel no dejaba lugar a dudas—. Nos quedamos a medias, y estoy deseando tenerte por completo.

En esas circunstancias podían pasar dos cosas, que el tal Bill le diera una paliza o que se la diera Hugh.

—¿Cómo?—Se giró Bill hacia Hugh, parecía completamente indignado, Hugh iba a matarlo, con tal de que después follaran como locos habría merecido la pena.

No había contemplado la tercera opción y estaba a punto de ocurrir cuando ese imbécil agarró a Hugh por la nuca.

—¿Me estás jodiendo?—El tono que usó no le gustó.

—Será mejor que le sueltes.—Le empujó Samuel. Sí, él le había puesto en una situación incómoda, quizás tuviera alguna responsabilidad.

—Vete a la mierda.—Menudo gusto de nefasto tenía Hugh, ¿qué le había visto a aquel troglodita?—No te tenía por alguien así.

Hugh se soltó, los miró a ambos con su peor cara posible.

—¿Qué no te ha quedado claro de que no hay nada más entre tú y yo, Bill?—Su tono era venenoso, y a Samuel se la puso dura—Ahora, vete y no vuelvas.

—No, tú y yo tenemos algo.

¿Pelea de enamorados? Si no fuera porque Samuel tenía interés en llevarse esa noche a Hugh de allí hubiera sacado las palomitas.

—Eres patético, vete ya.

El tal Bill estaba superado, por experiencia propia Samuel sabía lo desagradable que Hugh podía ser. Y que no fuera con él era digno de ver.

—Y tú, piérdete también.

Se había llevado su ración, pero separarlos, los había separado. Aunque el que se fue, fue Hugh.

Bill iba a ir tras él.

—¡Qué le dejes, coño!—le dijo deteniéndole, ¿dónde había encontrado a ese espécimen?

—Tú no me dices lo que hacer.

—Hombre, ten algo de dignidad acaba de decirte que no tenéis nada, de hecho ayer con quien lo tuvo fue conmigo.—Sabía que estaba provocando al imbécil ese, pero mira, nunca fue conocido por su buen juicio, y tocar las pelotas era su hobbie.

Eso de pegarse en una fiesta era muy de los veinte, pero como todos decían, Samuel no había madurado del todo. Y si tenía que pegarle cuatro golpes a alguien, ese Bill tenía cara de amar su puños.

Después, le pediría a Hugh que le lamiera las heridas y otras cosas.

Pero no habría heridas, el tipo se fue, y las costillas de Samuel discretamente lo agradecieron. Qué tenía una edad ya.

Buscó a Hugh, tampoco tenía grandes ganas de no ser encontrado, de otro modo no hubiera estado en su despacho. Samuel lo tomó como una clara invitación a tener buen sexo.

—Eres imbécil, ¿lo sabías?—le espetó el conservador.

—Suelen decírmelo mucho, y que tengo una polla muy bonita.

Esperaba otra ristra de insultos, pero Hugh esbozó una leve sonrisa. Maldito infierno en la tierra, todos iban a arder. Se pedía ser el primero.

Ese minidespacho se había llevado muchas raciones de veneno de Hugh, sin embargo Samuel rodeó la mesa y le acorraló. El día antes había sido Hugh el que finalmente le besó, ese día sería él.

Lo tenía tan pegado que notaba todas las partes por las que estaban chocando sus cuerpos.

Samuel tenía un claro gusto por los chicos jóvenes y de aspecto igualmente juvenil. Un Tommy cualquiera que ajustaba con su cuerpo. Hugh no era así. De hecho, Hugh era más alto que él, por unos escasos centímetros, quizás, pero lo suficiente para tener su cuello alzado, sus pechos prácticamente a la misma altura. Su entrepierna frotando constantemente con la de su antiguo compañero.

Samuel manejó el frontal de los pantalones de Hugh, contento con encontrarlo completamente duro. Una gran victoria para un arqueólogo cachondo, un pequeño paso para la humanidad, pero ¡qué paso!

Metió la mano, y Hugh se frotó en ella.

Le gustó su tamaño, lo caliente que estaba y lo bien que reaccionaba a sus caricias.

Le empujó contra algún lugar donde pudiera apoyarle, dándose cuenta de que tenían un problema.

La mesa estaba atestada, el suelo estaba atestado y había tantas esculturas mancas y descabezadas que no había superficie recta donde poner a Hugh y follarle.

—¿Quieres que lo hagamos aquí?—lo cierto es que no es que no le pusiera hacerlo allí, pero la logística, al final, era importante.

—Vivo cerca—gimió Hugh, porque que no hubiera lugar no significaba que Samuel no le masturbara a conciencia.

—¿Vamos?

Hugh parecía haber reconectado con su cerebro y este le iba a decir que odiaba a Samuel, así que prefirió asfixiarlo a besos, la falta de oxígeno siempre borraba dudas.

Salieron del museo, Samuel hubiera dado saltitos de alegría, era su mayor triunfo. Iba a follárselo, iba a ir a su casa, entrar en el territorio secreto del hombre hecho del más puro jugo de limón, era una fantasía en sí misma.

Realmente vivía cerca, no le había mentido, una calle más atrás y estaba sacando sus llaves.

Tener su culo a un palmo de su cara subiendo las escaleras le pudo, sinceramente. Se lo mordió, y escuchó una suave risa.

Uy, ¿sabía hacer esos sonidos? Lo mismo el sexo era para Hugh como un exorcismo, luego el diablo que se le metía por el culo para ponerlo todo ácido y desagradable, volvía. Lo iba a sacar y meter su propia polla. Servicios exorcistas 24 horas.

Tenía que parar con tantas tonterías mentales, porque tenía claro que ese momento iba a ser único, y no quería perderse nada.

Todo estaba demasiado cerca, una calle al lado del museo, la primera planta de un edificio de seis. El universo quería que todo ocurriera.

Cuando Hugh abrió la puerta de su casa, Samuel tampoco sabía qué esperar, pero algo más similar al angosto despacho atestado de restos antiguos.

Sin embargo, no fue eso, sino una casa acogedora, de tonos suaves y lleno de juguetes.

El cerebro de Samuel que estaba todo en su polla tuvo que reconectar, excasamente, para recordar que Hugh tenía un sobrino. Al parecer, el niño vivía con él.

¿Iban a tener que hacerlo modo “mute”? Vamos, hombre, eso le quitaba parte del encanto.

—Estamos solos—le sacó de dudas.

—¿Vive contigo?—Le preguntó, Samuel era curioso por naturaleza, aunque a la vez le daba igual la respuesta. Le importaba más quitarle los pantalones a Hugh.

—Mi hermana y mi sobrino viven conmigo, están visitando a sus abuelos.

Suficiente información, ellos dos solos, con una ganas tremendas.

Samuel le miró, así, con los ojos llenos de deseo, con los labios hinchados y rojos de sus besos, con el bulto en su pantalón. Hugh era un tío muy, muy atractivo.

—¿Vas a mirarme o vas a follarme?—Su ácido era parte de su atractivo.

—Voy a mirarte mientras te follo.—Resolvió Samuel, Hugh parecía complacido con la respuesta y le llevó a la que debía ser su habitación. Le sorprendió que aún esperando que fuera la de mayor tamaño siendo al parecer el dueño de la casa, no fuera así. Aquel lugar sí que se parecía a su despacho. Lleno de papeles, carpetas y algunos que otros restos arqueológicos.

Pero lo importante era la cama, despejada y donde Hugh le esperaba. Samuel le tumbó colocándose encima, eso era lo que había estado esperando todo ese tiempo.

Con su rodillas empujó las de Hugh abriéndolas, y colándose en medio. Una buena sacudida imitando una envestida hizo jadear a Hugh.

Magnífico, comenzaba la banda sonora de la noche.

Le besó hasta descender por su mandíbula, áspera por el incipiente rastro de barba. La oscuridad en sus mejillas le decían que debía afeitarse diariamente. Frotó su labios raspándolos hasta llegar a su nuez, Hugh tragó, y Samuel lamió el movimiento.

La camisa fue abierta, revelando un pecho con el mismo vello oscuro rizado, unos pezones jugosos que lamió mientras le miraba con sus ojos oscuros acuosos.

El conservador se mantenía en forma, sorprendente para alguien que se la pasaba sentado en un rincón oscuro y lleno de polvo.

Su piel sabía bien, su lengua y papilas gustativas estaban recogiendo todo su sabor, haciendo un mapa de su piel.

Haciéndose hacia atrás en sus rodillas, quedó sobre la entrepierna del moreno, duro, tan duro, quería ver la joya de la corona. Tenía una maestría en arqueología vikinga, y otra en abrir braguetas con los dientes. Era un hombre preparado.

Sujeta por unos bóxers oscuros lamió la húmeda punta de la polla de Hugh, conectándola directamente con la suya de un lindo tirón.

Los bajó, oscura, dura y de un tamaño más que agradable. Recta, muy recta, ese conservador grisáceo y malhumorado, estaba delicioso. Lo tomó completamente en su boca, y sintió sus manos en su cabeza.

Dale, tigre, pensó Samuel, mientras seguía los movimientos de Hugh tanto de sus caderas como de sus manos. Le gustaba saber que no era tan contenido como quería hacer creer a todos.

Y su garganta estaba dando buena cuenta de eso.

Pero ahí habían ido a hacer más que mamadas, y dejó escurrir su propia saliva hasta su culo. Los pantalones aún puestos de Hugh dificultaban la maniobra.

Samuel se enderezó y levantó las piernas de Hugh, mordió la cara interna de sus muslo. Mientras arrancaba la tela

Lo abrió como un libro, revelando un camino oscuro hacia su ano, unos huevos gruesos y la polla enrojecida coronada de humedad.

Samuel recogió todo lo que pudo con su dedo corazón y acarició el ano fruncido de Hugh.

La imagen de este sobre la cama, con la camisa abierta, con su pecho subiendo y bajando, con las piernas abiertas para darle espacio a Samuel, le gustaba. Le gustaba mucho.

Lo penetró con su dedo hasta llegar a sus nudillos, Hugh cerró los ojos, y Samuel lo repitió numerosas veces cada vez más rápido.

Estaba tan sumergido en la acción que no se había dado cuenta de que él estaba perfectamente vestido.

Salió de Hugh para quitarse con rapidez su propia camisa, los ojos oscuros no perdieron detalle, le gustaba que le devorara con la mirada. Pero tenía permiso para hacerlo con otras partes si quería.

Hugh se incorporó sobre sus manos, mientras Samuel sacaba su propia camisa de los pantalones.

Lamió su pecho, Samuel ardía, y su lengua solo se sentía aún más caliente allá por donde la pasaba.

Abrió su pantalón, estaba demasiado orgulloso de su polla, la tenía muy trabajada, era de sus zonas más elogiadas y disfrutadas, así que cuando la puso en los labios de Hugh y se la comió, Samuel dejó escapar un gemido satisfecho.

Miró hacia abajo, los labios de Hugh rodeando su extensión mientras tragaba. El sonido de la succión, y el placer hormigueando desde sus testículos.

El sonoro plof cuando la abandonó, las piernas levantas, la mirada de necesidad.

Bonito combo.

—¿La quieres dentro?—preguntó sabiendo la respuesta. Pero le gustaba escuchar su propia voz, y el brillo ácido detrás del placer en los ojos de Hugh.

—Entera.

El moreno le pasó un poco de lubricante y un preservativo. Samuel se quitó los pantalones, quería libertad de movimiento.

Preparó a Hugh, que ya se mostraba impaciente, estos habían sido unos preliminares demasiados largos, semanas de tenerle echado el ojo. Y su mano iba rápido tras su ojo, solo que esta vez, podría perder los dos ojos, las dos manos, y cualquier cosa con Hugh.

Para su suerte, no había sido así, ambos tenían las mismas ganas.

El sonido viscoso del lubricante y la fricción de sus dedos era como el mecanismo que Paulov usaba con sus perros, Samuel babeaba.

Fue metiendo su polla lentamente, porque ni se la quería romper, ni quería hacerle daño a Hugh. Habían avanzado mucho para que lo destripara al hacerle daño.

El cuerpo largo y oliváceo de Hugh se arqueó en un ángulo sobre la cama que le apretó. Le acarició, bajó a besarle, mientras comenzaba a mecerse rítmicamente.

—Sí, sí.

—Muy elocuente—se burló Samuel besándole el mentón.

—Cállate y fóllame fuerte.

—Sí, mi capitán.

Hugh bufó, pero Samuel realmente obedeció sus pedidos y le dio todo lo duro que pudo. No hubo más bufidos, más bien una ristra de cosas sin sentido saliendo de su boca.

Samuel era un experto entrenado en el arte de follar, tenía años y años de práctica, y se lo iba a demostrar.

Lo que no esperó fue el ágil movimiento que hizo Hugh derribándole para colocarse sobre él, moviéndose como le daba la gana sobre su polla.

Se clavaba tan profundo que hasta le comenzó a doler a Samuel. Las manos sobre su pecho apretaban fuerte, muy fuerte. Pero no iba a pararlo, le gustaba demasiado en esa fiera en la que el estricto, cínico y ácido espécimen de museo se había convertido.

El modo muñeco erótico tampoco estaba mal, le daba la opción de mirarle, de tirar de sus oscuros y duros pezones, de masturbarlo fuertemente, de llevar sus manos a la unión entre ambos y notar como de la profundidad le aplastaba los huevos.

—Me corro, me corro—gimió Hugh, vio salir volando un hilo de semen en un ángulo perfecto. Pero lo más perfecto fue su culo apretando fuertemente su pene, lo estaba exprimiendo. Y Samuel se corrió.

Reconectando con la tierra, aún estaba con Hugh encima, le dolía la polla, ¿el cabrón se la había roto?

—Eres intenso—dijo saliéndose de él. Se quitó el condón lleno y se masajeó un poco su pobre polla, le daba muy buenos servicios, se merecía unos mimos.

Hugh aún estaba recuperando el aliento. Samuel se giró a mirarlo, le daba la sensación de que esos momentos eran únicos, como cuando se capta a un animal desconocido por primera vez.

El sudor caía por su sien pegando su cabello oscuro, aún tenía los ojos cerrados y su pecho que subía y bajaba rápidamente, estaba machado con su propio semen; Samuel se miró, y también tenía restos.

Bajó a su entrepierna, su miembro volviendo a la flacidez y a su vello oscuro que también recorría sus piernas.

Era todo lo contrario de sus jovencitos casi imberbes. Pero no le impostaría un segundo round, su polla no había sido arrancada de cuajo aún.

—Vístete, tienes que irte—le dijo aún con los ojos cerrados.

—¿Ya me echas?—Samuel no pudo evitar sonreír, tendría que convencerlo, sabía cómo hacerlo.

Pero Hugh se levantó de la cama, y tomó su ropa colocándosela.

—Mi hermana y mi sobrino volverán pronto, en serio tienes que irte.

—¿En serio? En cinco minutos podemos tener una segunda ronda.—Pero Hugh parecía inamovible, ¿dónde estaba la fiera parda del sexo?

—No, tienes que irte.

Le hizo un montoncito con su ropa y se la tendió, por un momento pensó que iba a tirársela a la cara. Muy civilizado.

—Otro día.—Chasqueó la lengua Samuel, tampoco era mala idea si lo pensaba bien.

—Date prisa—pidió mirando el reloj de su muñeca.

—¿Es tu hermana o es tu madre?—Se burló Samuel—No me digas que soy la otra, y que eres un señor casado.

La bromita le costó una de las peores miradas de Hugh, y se había quedado con las ganas de la segunda, así que no lo iba a enfadar más.

Se vistió rápido, y fue darle un beso que Hugh casi rechaza si Samuel no le llega a agarrar de la nuca.

—Nos vemos.

Bajó las escaleras, miró la hora en su teléfono móvil, no estaba tan joven para salir tan cual sin un poquito de descanso postcoito. Pero había estado bien, muy bien, de hecho.

Era temprano, y no lo dudó, volvió al museo, la barra libre seguiría y quizás la noche no hubiera acabado aún. ¿Se habría marchado Tommy?

 

 

 

 

Hugh cuando escuchó cerrarse la puerta se sentó en su cama. Su hermana no iba a volver en todo el fin de semana, pero tenía que echar a Samuel de su casa, como fuera.

Había cedido a sus instintos, a sus deseos, que llevaban recalentándose demasiado tiempo.

Bien, ya los había satisfecho, pero no tenía sentido nada más. No con Samuel, era más que evidente que si esperaba algo de él, solo volvería a acabar destrozado.

Se quitó la ropa que se había puesto apresuradamente, se fue a la ducha, y se calentó de nuevo pensando en Samuel dentro de él.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tenía el inicio del capítulo desde hacía semanas, pero se me resistía, las escenas sexuales a veces cuestan trabajo, y esta ha tenido que esperar hasta que ha salido sola.

 

Samuel es un soplo de brisa fresca, pero creo que podemos entender que es de las brisas que solo duran un momento y nunca se quedan. Hugh, parece conocerle perfectamente.

 

Me he puesto la meta de que esta historia tenga 20 capítulos, así que serán cuatro más.

 

Aún nos queda la noche de Killian y Murphy y ver cómo evolucionan Trez y Sten.

 

Besos.

Sara

 


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