Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

[Reviews - 24]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento la demora. Espero disfruten el capítulo. Yo estoy especialmente enamorada del lime que hay aquí (lime sigue siendo un término usado, ¿o es demasiado 2013? ¿Quizá casi-smut es más apropiado?)


En fin. Espero les guste ^^

Los días transcurren a manera de dolorosa tortura para la pareja gobernante del mundo de los muertos. La primera noche luego del tan esperado reencuentro, el antiguo caballero de Athena se encuentra a sí mismo siendo incapaz de conseguir al menos un ápice de sueño tranquilo. Aunque la añoranza dibujada en su semblante es notable, la felicidad creciente en sus ojos delata la esperanza que le recorre. Hades mismo al encontrar semejante regalo en los orbes de tonos chocolate no puede más que regocijarse de alegría a sabiendas de que lo peor ha ocurrido. Lo que temía más que nada en la tierra está ahora descartado... Su hijo, aunque lejos, está sano y salvo. Está vivo. ¿Cómo no alegrarse con semejante noticia? Su Cosmos, poderoso y frívolo como siempre, adquiere un tinte más bien cálido que desvanece las dudas que arrastraban a todos alrededor suyo a una infelicidad contagiosa. Y el dolor que sintiese inicialmente es reemplazando de manera lenta por una tranquilidad que arrastra con ella a todos a su alrededor. Su origen, como se podría esperar, fue la propia tranquilidad de Seiya. 

Nuevamente, del mismo modo en que la llegada del Consorte alegró paulatinamente con su mera presencia, el Infierno vuelve a sentir el llegar de gloriosos momentos que traen alegría a todo ser existente. Nuevamente, y esta vez con suficiente razón, los Espectros sienten la paz que la batalla milenaria dejó tras su paso. 

Por primera vez en mucho tiempo el Inframundo se nota poderoso. Todo va cayendo lentamente hacia la normalidad que tanto añoraban. Transcurren días que pronto se vuelven semanas... De pronto meses alejan un momento del otro, y es justo en estos tiempos en que la magia se suscita en el Castillo. El amor transformado en un pasional encuentro. Las sonrisas contagiando la alegría que las palabras no son capaces de describir todavía. Un lenguaje mudo que no sabe de sílabas ni sonidos. El arte de amar sin nada más que la pureza del alma. El tipo de amor que los Dioses buscan sin saber durante décadas y que, curiosamente, cae en manos de aquel que es llamado "indigno". El Dios que es juzgado rudamente sin que nadie comprenda en la totalidad su sentir o su pensar... Aquellos que confían en que Hades condenaba a la humanidad, sin lugar a dudas, no han escuchado su versión de la historia...  ¿Cuántas desgracias pudo haber evitado realmente aquel ser divino, quien es todavía tildado de traidor entre los Dioses más ignorantes...? ¿Cuántas almas pudo haber salvado en aquel entonces? 

Las emociones puras pertenecen a los Dioses, indudablemente... Y, contrario a lo que los mortales pensaban, no era el Infierno quien poseía al más ruin de ellos en sus filas... Ni era el cielo el que guardaba el corazón más noble... Lástima era que solo el océano conociera la verdad. Tristeza pura era el hecho de que Poseidón, único ser consciente de la crueldad de su hermano, no fuese tomado como un verdadero testigo. Y peor era saber que Kanon de Géminis fuese usado para ocultarlo todo, del mismo modo en que su hermano fue engañado años atrás...

.

.

.

.

.

.

.

.

.

La suave tela de seda se desliza por la piel apiñonada del antiguo héroe de Athena. Sus dedos ejecutan una acción que, con los años, se ha vuelto más bien mecánica. Tantos días allí no le acostumbran todavía a la deliciosa sensación que experimenta al desvestirse cada noche antes de regresar al lecho donde, tarde o temprano, comparte los sueños junto al Dios que amaba. Seiya dedica apenas una mirada de reojo a través del espejo de la alcoba cuando escucha la puerta abrirse tras sentir el cosmos casi imperceptible del otro acercarse hasta sus aposentos. Regresa su atención a sus propias acciones sintiendo la pesada mirada del mayor recorriendo su juvenil cuerpo. Desde su fallecimiento existen muy pocas marcas que evidencien el pasar de los años por su anatomía que, a ojos del otro, es simplemente perfecta. Pocos centímetros ganó de altura, y salvo detalles que solo Hades mismo conoce, nada más demuestra el pasar de lo que se siente como una nueva vida. No es el mismo muchacho que puso un pie allí por primera vez, pero, seguramente, no será nunca un hombre como cualquier otro mortal podría esperar.

El tiempo se detuvo para el antiguo Caballero de Pegaso. Su cuerpo no envejecerá nunca más.

—Eres el ser más hermoso que pisó la tierra, ¿te lo he dicho antes?

El castaño contiene una sonrisa satisfecha al escuchar la voz de su amante tan cerca. Pronto los fuertes brazos lo rodean, y sus propias manos, no menos poderosas, caen sobre el dorso de las ajenas. El beso en su cabeza es bien recibido, y se nota mucho más complacido cuando la voz de Hades acaricia su oído.

—No existe un ser más bello que tú, Seiya...

Su esposo nunca ha escatimado cuando se trata de halagarlo. Los años a su lado han estado todos llenos de palabras de amor, promesas y la esperanza de una existencia plena. Ahora, a sabiendas de que su hijo se encuentra a salvo, hay incluso algo más de tranquilidad en el ambiente entre ambos. La intimidad no dejó de formar parte de su vida, claro está... Pero desde la partida de su pequeño, las cosas no habían sido nada sencillas cuando se trataba retomar la pasional manera en que sus cuerpos se buscaban. Con tristeza el Señor del Inframundo recordaría las noches donde su pequeño lloraba en sus brazos ni bien llegaba a un clímax que sentía culposo, y para siempre Pegaso rememoraría esos instantes donde los orbes de tono aguamarina parecían sumergirse en una tristeza evidente bajo lágrimas inexistentes... Tantos ayeres sufriendo finalmente les guiaban hasta este momento, donde la paz regresaba a sus vidas. Poco a poco. De manera cautelosa. ¿Duraría esta vez un poco más? ¿Serían capaces de ganar al final? Incluso si las respuestas o el futuro mismo no les favorecía en lo absoluto, para ambos no existía tal preocupación. No en ese instante en el que el menor movía su rostro de tal modo que exponía su cuello, entrelazando sus dedos con los ajenos a la par que sonreía con cierta nostalgia. No necesitaba entristecerse de nuevo.

—Pequeño...—musitó el moreno, sintiendo como la traviesa mano del menor guiaba la propia en un camino ascendente, sus dedos pálidos se deslizaron por su abdomen hasta llegar a su pecho, y sonrió apenas con su mirada encendida de deseo cuando lo notó estremecerse.

Al lado del Dios de los Muertos, Pegaso había descubierto una cualidad que en vida no poseía. Su cuerpo era especialmente sensible a su toque. Sus caricias, aunque mínimas, podían enviar descargas a través de cada pequeño rincón a su alcance, y sus labios, que eran la tentación misma, podían robar de su boca suspiros que ningún mortal podría descifrar nunca.

—Seiya—advirtió entonces su esposo, adivinando sus intenciones.

—Hades—fue la sencilla respuesta, y el tono casi necesitado fue suficiente para que comprendiera lo que deseaba.

El castaño suspiró bajo cuando los dedos del mayor se deslizaron tiernamente por un pezón. Desde su posición solo necesitó mirar un instante en dirección al espejo para notar el reflejo de ambos en éste. Se sintió complacido ante la imagen. Tras suyo, su esposo comenzaba a jugar con el lujurioso cuerpo que poseía, y él respondía a cada caricia dejando escapar poco a poco el aire que intentaba contener. Tembló de manera más evidente cuando los labios ajenos recorrieron su nuca, y al sentir que la mano que sujetaba la propia le soltaba para imitar a su contraria, ahogó un gemido de satisfacción. Cerró los ojos disfrutando de las solas caricias que, aunque leves, conseguían edurecer sus pezones de manera paulatina. Su propio miembro comenzaba a elevarse con la misma parsimonia. Se removió cuando una lengua traviesa alcanzó el lóbulo de su oreja. Su cuerpo se movió de manera instintiva hacia atrás al buscar el contrario. Por la manera en que los labios se sintieron sobre su piel pudo adivinar la sonrisa discreta formándose en su esposo, quien se ocupaba entonces de abandonar su botón más estimulado para dirigirse entonces a la zona donde más atención requería.

—Eres tan tentador...—apreció el más alto, a la par que su palma amplia alcanzaba la intimidad del otro, rodeando sin mayor dificultad la alargada extensión— Un pecado formado de carne y hueso...

Hades abandonó entonces su cuello, concentrando su atención en las acciones que su mano ejercía sobre la endurecida erección. A cada roce lo notaba tensarse más, y con cada desliz distinguía el calor creciendo justo bajo su tacto.

—Tan hermoso...—susurró, observando desde su posición la manera casi vulgar en que su mano continuaba trabajando en la misma acción.

Su altura le resultaba provechosa siempre en una situación como ésta. Recordaba con cierta gracia el primer encuentro con su pequeño castaño... Tan distinto de aquel que se removía entre sus brazos ahora. Un joven inquieto a la par que era tremendamente tímido... Tan inexperto, y al mismo tiempo igual de necesitado.... Si había algo que no había cambiado, algo que Hades sospechaba tampoco cambiaría nunca, era sin duda alguna la manera en que la voz de su amante hacía aquellos celestiales sonidos que evidenciaban su creciente ansiedad. La misma voz que suplicaba con solo pronunciar su nombre, y la justa voz que daba órdenes sin necesidad de decir nada más. 

—Ha...des...—demandó entonces su pequeño, y comprendió de inmediato.

Al girar sobre sus talones, Seiya buscó su boca de manera inmediata. Hades correspondió el beso ni bien sintió sus labios tocar los contrarios, internándose en la húmeda cavidad que le recibía con el mismo ahínco. Notándolo especialmente caliente, el Dios decidió continuar con sus previos movimientos, provocando un gemido en el más bajo. Sintió las manos de su castaño afianzarse a sus ropas, y con la boca todavía succionando la vida misma de su tierno ser, Hades continuó con un persistente sube y baja que provocó que Seiya temblara de pies a cabeza. Al sentir el brazo libre rodéandolo por la cadera, el castaño abrió un poco más sus piernas, sacándole una sonrisa más evidente al mayor.

El regente del Inframundo abandonó la tentadora boca de su amado solo para observar con atención su expresión bañada en placer. Seiya pareció reclamar a través de sus ojos entrecerrados, bajo la tupida capa de pestañas que disimulaban la inconformidad de sus actos. Sus labios se abrieron para dejar salir el aliento, sus manos apretaron con más fuerza la tela entre sus dedos y sintió claramente como todo su ser se tensaba, a la par que un cosquilleo comenzaba a desatarse en su bajo vientre, subiendo desde el punto más caliente de su cuerpo, extendiéndose por cada terminal nerviosa a través de su anatomía.

—Hades—gruñó, cerrando los ojos apenas, y su rostro dio de lleno contra el pecho de su esposo, repitió su nombre una vez más, sintiendo que lejos de disminuir el ritmo, la mano envolviendo su necesidad parecía aumentar la velocidad— ¡Hades!

Seiya tenía toda la intención de insultarlo por el atrevimiento. Justo cuando estaba rozando el cielo con la punta de sus dedos, un solo movimiento le privó del ansiado clímax. Su cuerpo tembló, y algo parecido a un lloriqueo escapó de su boca cuando los labios del otro pasaron por su mejilla, besando dulcemente, pretendiendo que nada estaba mal.

—Eres... Horrible...—se quejó Pegaso.

Su amante no respondió inmediatamente.

Las temblorosas manos del castaño deshicieron entonces el nudo que mantenía sujeta la túnica del otro, deslizando la tela por los lados, de modo en que el pecho desnudo del Dios iba abriéndose paso frente a él. Sintió un cosquilleo en todos los rincones de su cuerpo cuando las frías manos alcanzaron sus nalgas, apegándolo de manera brusca contra su cuerpo. El beso le tomó con la guardia baja, y la fricción que sintió luego sobre su todavía dolida masculinidad le quitó el poco aliento que consiguió guardar segundos antes. Apenas y tuvo oportunidad de agarrarse de sus brazos. Seiya sintió sus piernas temblar de anticipación al dar de lleno contra la dureza del más alto. Fue todavía más evidente su estado cuando las manos sobre sus mejillas apretaban la carne, amoldando de la manera en que quería la piel a su alcance. 

Hades dejó su boca una vez más, siendo entonces atraído por el cuello libre del otro. Sus besos, aunque dulces, fueron mutando hasta convertirse en roces que, de a poco, llenarían de marcas la tostada piel. Seiya necesitó reunir todo su autocontrol para apartarlo, provocando una mirada confusa por parte del mayor, quien se notaba verdaderamente extrañado por su acción.

—La cama...—fue la sencilla respuesta que dio ante la duda no dicha, Hades intentó que la sonrisa divertida de su mirada no llegara a sus labios.

Fue sencillo desvanecer el gesto apenas perceptible cuando, al estar a un paso de dicho objeto, su esposo volvió a apartarlo.

—¿Pequeño?—inquirió, extrañado.

El sonrojo en el rostro de su amado envió descargas eléctricas a través de todo su sistema sensitivo. Por la manera en que rehuía a su mirada, supo que aquello sería memorable... Por un instante creyó que Seiya se animaría, una vez más, a practicar una felación. Grande fue su sorpresa cuando, luego de hacerlo sentarse en el borde —tal como esperaba—, Pegaso subió a su regazo, acomodando sus contoneadas piernas a cada lado de él. Instintivamente las manos del moreno se afianzaron a la cadera del más bajo en un acto reflejo que pocas veces guiaba en realidad. La expresión indescifrable de Hades fue clara para el menor, quien acercó su rostro al contrario para dejar un beso en el contorno de sus labios.

—Quiero... Intentar esto...—susurró Seiya, una de sus manos se puso sobre la de su esposo— Hacerlo... Yo solo...—explicó.

El silencioso proseguir aumentó la ansiedad que se extendía en el castaño. Elevó su mirada, preparándose para encontrar cualquier rastro de incomodidad o burla... No se preparó en lo absoluto para la expresión que tuvo en respuesta. La estoica máscara que usaba siempre se había fracturado de manera ligera... Sus labios formaban una línea fina, como era usual, sin embargo se distinguía en las comisuras un atisbo de sonrisa... La piel pálida de su rostro adquirió un tono ligeramente rojizo... Y sus ojos... Las divinas orbes de color aguamarina parecían haberse convertido en un mar embravecido que inundaba con sus bajas pasiones todo a su paso. Al ser devorado de aquella manera por su sola mirada, Seiya palideció un poco.

—¿Estás seguro, cariño? —preguntó en un murmullo apenas perceptible, notando su nerviosismo— Podemos parar ahora... Si es lo que deseas...

La mano que tomaba con fuerza sobre su cadera se apartó, y Hades sintió entonces como las cálidas palmas de su joven amante daban lugar a su rostro. Besó sus labios entreabiertos mirándolo a través de las oscuras pestañas. Al apartarse ligeramente, Seiya se notaba tan o más interesado que él mismo... Esta vez no contuvo su sonrisa, mucho menos su alegría cuando lo notó sonrojarse.

—Quizá necesite un poco de ayuda—admitió el joven Pegaso

Depositando un beso por su mejilla, descendiendo por su barbilla, Hades respondió:

—Ordena, amor mío... Y cumpliré cada demanda que pronuncie esa dulce boca tuya...

Y Seiya sonrió con una mezcla exacta de orgullo y tranquilidad, pues sabía que no importando cuándo o dónde, ese hombre delante de él continuaría cumpliendo cada pequeño capricho suyo. Fuese carnal o no.

.

.

.

.

 

 

Hyoga mantiene una expresión de serenidad en su rostro mientras que la explicación es entregada por el menor. Reunidos en la pequeña antesala de la habitación que conecta los cuartos de la cabaña donde encontraron refugio, Dragón y Cisne observan en total silencio al Santo de Andrómeda, quien continúa exponiendo el motivo por el cual sus ideas son su mejor opción.

—Si mi hermano no ha confiado lo suficiente en mí para pedir ayuda, dudo que alguien más sea capaz de encontrarlo... Radamanthys fue bastante claro. Ni él ni los jueces son lo suficientemente hábiles para alcanzarlo. No hay manera en que mi hermano se quede de brazos cruzados...

Shiryu, quien se mantenía especialmente estoico ante los comentarios de Shun, finalmente rompe su voto de silencio con una simple pregunta. Su voz serena corta el continuo diálogo al punto de enmudecer al otro ante las crecientes dudas que se adueñan de su corazón. Los mayores pueden comprenderlo. Lazo sanguíneos aparte, Fénix posee más hermanos que el pequeño hombre delante de ambos.

—¿Y piensas que Hades ayudaría en algo, siendo que es él quien lo quiere encontrar para empezar?

El rubio se tensa ante la sola mención del poderoso Dios. Shun no se encuentra mucho mejor ante las vívidas imágenes que vienen a su mente. Para Hyoga es tenebroso. Su nerviosismo poco o nada tiene que ver con los recuerdos de aquella nefasta batalla. Más que a su poder durante la guerra, Hyoga teme simplemente por las nuevas pérdidas que pueden darse en una situación semejante a la que Andrómeda planteaba minutos antes. La última vez que decidieron ir contra él para luchar por sus ideales, por y para defender la tierra de su tiranía. Ganaron. Ciertamente la batalla fue de los Santos de Athena pero... ¿Qué perdieron por ello? El precio por la victoria fue muy alto entonces. Siendo que habían triunfado, y eran más o menos felices ahora, ¿valía la pena arriesgarse tanto? ¿Soportarían perder a uno más? Saori fue lo suficientemente capaz de convencer a los divinos seres que permitieron el regreso de todos ellos. Y, sin embargo, ninguno fue capaz de salvar a Seiya. ¿Qué pasaría en esta ocasión si Hades decidía maldecirlos también? ¿Y si hería a Ikki en esta ocasión? Cisne no quería siquiera preguntarlo.

—Si le pido ayuda personalmente...—intenta nuevamente Andrómeda

La voz seria de Hyoga le obliga a callar.

—Ikki no quiere ser encontrado. Si estuviese en problemas, para este punto ya nos habríamos enterado.

El peliverde frunce el ceño de manera ligera.

—No podemos asegurarlo. Si Hades lo tiene, y tuviese oportunidad de verlo...

—Él nunca te confesaría sus crímenes fácilmente—le corta el rubio, a lo que el Dragón asiente levemente— Shun... Se trata de tu hermano... Incluso si ese hombre tiene un mínimo de respeto por ti, no hay manera en que admita lo que ha hecho. Si es que ha tenido ya oportunidad...

Andrómeda hace una mueca apenas, apesadumbrado. Se deja caer en su asiento y su expresión demuestra lo tormentoso que se vuelve su modo de pensar. Su miedo, aunque invisible, es casi palpable para los amigos con los que pasó tantas cosas. Desde la muerte de Seiya habían cambiado tantas cosas, y, pese a la distancia, el cariño fraternal no había menguado ni un ápice. Era debido a que se preocupaban honestamente por él que Shun no era capaz de enfadarse con ellos, por mucho que desease tener la oportunidad.

Ikki era su hermano mayor. Era la familia que su alma reconocía, e incluso si su corazón le recordaba que el par compartía un lazo de hermandad tan fuerte como el nombrado antes, nada lo podía hacer dejar de preferir a Fénix por sobre el resto. Ikki estaba por encima de cualquiera en sus pensamientos. Prefirió vivir creyendo que lo buscaría eventualmente. Quiso creer que Ikki lo alcanzaría un día cualquiera... Al ver que, por primera vez, se desvanecía totalmente... Shun se negaba a aceptar una derrota allí.

Suplicar al mismísimo Hades por una respuesta era su alternativa entonces. Era él, o la misma Athena. Y siendo que los tres habían mentido descaradamente para ocultar la gravedad de sus temores, ninguno quería aparecer ante ella.

—Hades nunca le haría daño—comenta el peliverde en un susurro apenas perceptible, más como un rezo para sí mismo que un hecho que desee compartir.

Hyoga y Shiryu no hacen ningún comentario ante lo dicho, se dedican solo una mirada.

—Sé que lo que ha hecho habla mal de él... Pero... Lo que recuerdo al convivir de esa manera...

—Tu sentir puede ser un conflicto sencillo... Tu alma siempre fue demasiado pura. No existe enemigo que no encuentres capaz de revindicarse—observa el Dragón

Andrómeda niega ligeramente, pasando una mano por su pecho. Al notar como mantiene la palma sobre su corazón, ambos Caballeros permanecen especialmente atentos.

—Su alma es cálida a su manera... Estoy seguro de que no mataría a mi hermano si no tuviera una buena razón...

—Cualquier razón no sería suficiente excusa, Shun—replica molesto el rubio

El menor le mira con cierto enfado entonces. Apartando las manos de su cuerpo y poniéndose de pie.

—¿Cuál es tu solución entonces, Hyoga? ¡Mira a tu alrededor! Tenemos meses buscándolo, y ninguno ha tenido resultado...

El Cisne se pone de pie también. Su actitud parece más bien altanera, producto de su preocupación, cuando responde con algo de furia.

—¡¿Crees que no me dado cuenta?! ¡Saori-san...!

—Pienso que tenemos una última alternativa—les corta Shiryu de pronto, al tiempo en que ambos Cosmos comenzaban a vibrar con cierta violencia.

Para el moreno no resulta sorprendente lo volátiles que pueden volverse ellos dos, siendo que no están acostumbrados a convivir encerrados por tanto tiempo. Durante sus años, el descanso era lo único a lo cual dedicaban las horas que ahora pasaban discutiendo con respecto a sus próximos pasos. No será la primera ni la última pelea entre ambos, y, ciertamente, no será esta la primera vez en que el Dragón intente detenerlos de manera más obvia. Su maestro le enseñó que la violencia solo trae violencia... Además de que una lección a golpes solo era aprendida cuando se luchaba de verdad. Contar las veces que perdió contra el Santo de Libra por rabietas menos problemáticas que las de los niños adelante de él era innecesario. Se convirtió en un hombre hace tanto tiempo solo por obligarse a madurar de esa manera...

—No tenemos que informar a Saori-san todavía... Si me permites sugerirlo, pienso que tenemos una mejor opción...

Con el ceño más fruncido que antes, Cisne cuestiona:

—¿Qué estás pensando exactamente?

—Mi antiguo maestro dedicó décadas enteras en dominar la expansión de su Cosmos con el propósito de comunicarse con aquellos que abandonaron la tierra antes...—comienza, pensativo.

Dokho nunca había sido especialmente claro con respecto a qué hacía exactamente, y al menor le tomó bastante tiempo descifrar qué pasaba en las montañas durante las largas noches que dedicaba a este entrenamiento. Shiryu solo comenzó a comprenderlo cuando la voz de Libra alcanzó sus pensamientos a kilómetros de distancia... Llamando a una sola persona que, ciertamente, no era él.

—Sé que ahora no debe de tener mayor utilidad, siendo que se reencontró con esa persona pero... Si dominó correctamente esta habilidad, si no quisiera enseñarme o incluso si solo le pidiera una oportunidad...

—¿Esperas que el Maestro Dokho sea capaz de encontrarlo?—pregunta sorprendido el Cisne

—Si no puede encontrarlo, por lo menos debe ser capaz de enviar un mensaje...—admite Shiryu

Andrómeda se mantiene en silencio, meditando sus palabras. Pasan solo unos minutos antes de que responda:

—Si no funciona, ¿me dejarás intentarlo a mi manera?—inquiere serio

Antes de que Hyoga pueda renegar, Shiryu responde:

—Si lo consideras prudente, y solo si mi Maestro está de acuerdo con nosotros...

Shun frunce el ceño.

—El Patriarca será un buen consejero, si existe verdadera necesidad—continúa el moreno— Él convivió con los Jueces por el tiempo suficiente... Con Hades incluso, si tuvo suerte...

—¿Estás bien con esto? ¿En verdad? —cuestiona Hyoga— Hades es la razón por la cual empezamos esta búsqueda para empezar...

Shiryu mantiene una expresión impasible cuando le contesta:

—Shun no está pidiendo nuestro permiso aquí, Hyoga... No olvides lo que pasa realmente... Es su hermano el que ha desaparecido, ¿qué derecho tenemos de detenerlo si es esa la mejor alternativa?

El Cisne queda callado entonces.

—Le he dado una opción más, puesto que sé que no desea enfrentar a Saori-san todavía... Si todo falla, quizá pueda pasar por alto nuestra imprudencia. Además —agregó, tras una breve pausa— Tengo la sensación de que lo mejor será mantener esto entre nosotros, al menos por ahora.

—¿De qué hablas?—cuestionó curioso el rubio, mientras que Shun apartaba la mirada

Por su expresión, el noruego percibió que algo más pasaba por su mente. Algo más que su preocupación latente, además de su insistencia más que evidente.

—¿Lo sientes también?—preguntó en voz baja hacia el mayor de los tres

Hyoga observó la mirada oscurecida de Shiryu, sintiendo que algo se le escapaba.

—Tenemos que ir al Santuario pronto... Eso es todo lo que puedo decir.

Nadie comentó nada más. Ni siquiera el propio rubio, quien continuó rememorando la conversación una y otra vez luego de que cada uno se dirigiera a dormir a su sitio. No era capaz de percibir las cosas del modo en que el Dragón lo hacía, y si Shun fundamentaba sus temores en un presentimiento que Shiryu compartía era evidente que no habría manera humana de hacerles cambiar de parecer. Lo único que Hyoga deseó entonces es que ambos tuvieran simples alucinaciones durante esa noche y las que vinieron después... Lo que sea que pasara con Ikki... Hyoga solo esperaba que no terminara en muertes, justo como Shun y Shiryu empezaban a creer.

.

.

.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).