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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Cuando su alma había llegado al Inframundo, algo había impedido que partiera finalmente del mundo de los vivos... Hades se negó a darle la paz que la muerte traiga consigo. Nunca sospechó que terminaría enamorándose profundamente de él, como nunca antes lo había estado.

 
Fue su prisionero. Por meses lo mantuvo cautivo, doblegado ante sus deseos, y, sin embargo, sin atreverse a tomarlo por puro instinto. Era tratado como un príncipe, un príncipe sin libertad, pero príncipe al fin y al cabo... Y eso pudo más que la sensación de saberse cautivo. Ni una alma le trataba acorde él pensaba correcto. Nadie parecía mantener hacia él sentimiento de odio o resentimiento. No había nada salvo respeto, al principio.
 
Luego, uno a uno, todos fueron cayendo ante sus encantos. Empezando por el mismísimo Dios de los Muertos.
 
No existía permiso alguno de abandonar el Inframundo, pero, pese a ello, Seiya comenzó a sentirse libre. Fuera de guerras, sin estar atado a ninguna de sus antiguas responsabilidades, Seiya comenzó a experimentar una sensación de paz interior tan fuerte que pronto se encontró a sí mismo agradecido de la situación.
 
No existió ocasión alguna, durante ese primer año en el Infierno, en la cual se sintiese presionado por el Dios para hacer cosas que no deseaba... Ni siquiera en los primeros meses, donde no era más que un simple rehén.
 
En cambio, Hades le entregó la libertad en su mundo, con unas pocas condiciones. No podría andar solo fuera, por mucho que intentara convencerlo. No podría dormir fuera del castillo, salvo que fuese en los Campos Elíseos... Y, finalmente, nunca podría poner un pie fuera del Infierno. Especialmente, no tenía permitido regresar a la tierra.
 
Durante un tiempo, aquella prohibición no causó en él más que descontento. Deseaba ver a sus amigos, a su hermana... A Saori.
 
 
No había en él más que un tierno cariño que por poco llamaba amor... Estar muerto en vida le había dado una visión distinta de sus sentimientos. Y estaba convencido de ello, llegado el momento de su muerte.
 
No estaba enamorado de Atena, como por mucho tiempo creyó estarlo.
 
Su corazón era entonces libre desde el momento en que pisó por primera vez el tétrico castillo que, con el tiempo, se convirtió en el único hogar que su corazón se atrevía a reconocer.
 
Cuando estaba triste, Hades permitía a Pandora, con pleno conocimiento suyo, y total secreto para el castaño, mostrar a Seiya los eventos que acontecían en la tierra. Fue cruel, pero necesario. Recordarle que para los demás él no existía más había sido despiadado, sin embargo, para su sorpresa, Seiya lo agradeció.
 
"Estúpidamente pensaba que no podrían vivir sin mí..." le había dicho, en la intimidad de la noche que los cubría, mientras caminaban por los jardines 
 
Un solo caballero habían evitado totalmente, y Hades no supo qué le llevó a mostrar aquello. Detuvo el andar del menor, y ante él, una nube  negra espesa fue abriéndose hasta mostrar imágenes nítidas.
 
"Uno de ellos lo intenta..." fue su respuesta
 
Le mostró a Ikki de Fénix, y todo el dolor que su muerte le provocó. Luego explicó los motivos, sin importarle si evidenciaba al hombre o no.
 
"Continua profundamente enamorado de ti... —dijo, con fingida tranquilidad— Si volvieras... Él te amará más que nadie en la tierra"
 
 
Un año entero había pasado desde que lo encerrara a su lado, y en ese tiempo, un sentimiento que creía muerto había nacido en el corazón del señor del Inframundo. Del amor más puro que sintió nunca, nació aquel momento de debilidad... O la mayor fortaleza que se conoció jamás.
 
"Si quieres ir con él... No voy a detenerte. A su lado podrás ser feliz, pequeño"
 
Hades sabía que corría el riesgo de perderlo para siempre. Su alma... Que fue salvada por un Dios... 
 
Nunca volvería a la tierra de los muertos. En cambio, caminaría solo en el mundo, observando a todos perecer, y al tiempo mismo extinguirse.
 
Como cualquier otro Dios.
 
"Soy feliz a tu lado— confesó el menor para su total sorpresa, su mirada se mostró ligeramente triste al decir—  Solo lamento que él no pueda verlo... Así quizá, sería capaz de amar a otro de nuevo"
 
Esa fue la primera ocasión en la que hablaron realmente sobre sus sentimientos. Seiya reconociendo el atrevido ofrecimiento del Dios, y éste dándose cuenta del cariño que creía en el muchacho.
 
Su romance nació allí, puro, tierno e inocente. No eran simples juegos, porque ninguno actuaba con el otro por solo divertirse. Eran en cambio serios al respecto. Cambios sutiles pero significativos. Seiya amaba como solo se amaba al primer amor, y Hades le amaba como se ama al último.
 
Joven e inexperto, el pegaso dudaba de su suerte, pero el otro disipaba sus miedos a besos, llenándolo de promesas, llenándolo de sueños.
 
Su trato para con el otro parecía ser de quienes se conocen de décadas, o siglos en el caso de los Dioses, sin embargo, eran apenas meses los que compartieron juntos.
 
El Caballero de Atena no fue forzado nunca, ni el Señor del Inframundo impuso su voluntad.
 
El solo besar a su pequeño pegaso le hacía el hombre más feliz del Inframundo, y sabía que Seiya se sentía igual.
 
La intimidad fue inevitable. Hicieron el amor tan deliciosamente que el Caballero no regresó a su antigua habitación nunca. Eran más que enamorados, y se sentían más encaprichados que simples amantes.
 
Un día cualquiera, Hades colocó un fino cristal alrededor de su cuello. Ni los más caros diamantes de la tierra rivalizaban con la belleza de aquella joya.
 
El menor nunca demandaba ese tipo de detalles, era sencillo y humilde. Su corazón puro derretía al otro sin remedio alguno.
 
—Deberás portarlo a partir de ahora... Así todos sabrán que eres mío...
 
Aunque existía frío en sus palabras, el calor de sus sentimientos había alcanzado su rostro, dibujando una sonrisa en sus labios. Seiya no se mostró ofendido ante las órdenes, pues ni una sola de sus peticiones lo había sido antes.
 
Era siempre su elección.
 
—¿Cómo sabrá el mundo que tú le perteneces a este mortal? —cuestionó él, cuando los brazos del otro lo envolvieron
 
Se encontraban en uno de los salones del Castillo, habían compartido un apetecible desayuno. Numerosos espectros rondaban de aquí para allá, cumpliendo con numerosas obligaciones
 
No había más guerra, pero tenían todo un reino que cuidar. Incluso si eran solo unos pocos los vivos que realmente velaban por el lugar.
 
Hades sonrió de un modo enigmático, ante la curiosa mirada de su joven amante, quien sintió un cosquilleo en el pecho cuando el otro lo soltó.
 
Cualquier sonido bajo que hubiesen ignorado antes se detuvo abruptamente, al mismo tiempo en que todos observaban al Señor del Inframundo hacer a un lado su túnica para colocar una rodilla en el suelo, delante del hombre que amaba.
 
—Hades... —musitó Seiya, incrédulo
 
El gran Dios de los Muertos se encontraba arrodillado delante de él, tomó una de sus manos, sonriendo cuando notó al más joven temblando de los nervios.
 
Besó el dorso de ésta con cariño, luego dijo:
 
—El mundo entero sabrá que te pertenezco, amor mío... Porque pretendo unir mi vida a la tuya, si ese es tu deseo..
 
El chico se sonrojó hasta lo imposible, para total ternura de todos los expectadores. Si bien no era un secreto el tierno amor que sentía el joven por su Señor, nadie nunca se hubiese esperado que le propusiera aquello tan pronto...
 
Tenían toda una vida por delante y, al parecer, el Dios no quería esperar un día más.
 
—Seiya... ¿Te casarías conmigo?
 
El menor recobró la palabra cuando la esperada pregunta fue dejada al aire. Asintió numerosas veces con la cabeza, mientras Hades le miraba con devoción absoluta.
 
—Si no hablas...
 
—¡Sí! Dioses, sí... —respondió entonces el menor, cuando el otro se ponía de pie, lanzándose a sus brazos, y escondiéndose en su pecho
 
Ambos recordarían esa noche con especial cariño, porque aunque no existieron mas que besos fugaces, el amor entre ellos floreció maravillosamente intoxicándolos con los dulces venenos del cariño más sincero que habían tenido nunca.
 
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