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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

¡Hola! Siento que pasó una eternidad, pero no estoy segura. Actualmente estoy muy picada con una historia que escribo de KKM! Es Wolfram x Yuuri, por si se animan a leerla, me harían muy feliz si se dieran un chance de visitarla. 


Sobre este fanfic, nuevamente disculpas por errores. Intenté revisar esto, pero puede haberse escapado alguno.


Este capítulo es algo largo, porque el que sigue es más corto. 


Además, tengo algunos más escritos, y una pregunta. ¿Quisieran que continuara actualizando con varios días de separación o un pequeño maratón para ponerlos al día con lo que llevo ya hecho? Tomar en cuenta que podria demorarme un poco en actualiar luego de subir varios a la vez, porque me quedaría sin reserva.


Espero puedan ayudarme a decidir.


Ahoras sí, a leer.

Apolo resultaba, como casi todos los Dioses, siempre interesado en sus propios beneficios. Pocas veces decidía inmiscuirse en asuntos ajenos voluntariamente, y rara vez lo hacía sin ganancia en su haber.
 
Pero incluso los Dioses pueden ser presos de las circunstancias.
 
Artemisa y él habían oído las noticias del nacimiento del primogénito de Hades, y, aunque lo negaban, la curiosidad y la emoción les motivó a realizar una curiosa creación.
 
Apolo, por su parte, consciente de la persistente oscuridad del Infierno, creó un hermoso móvil de oro, con incrustraciones de piedras preciosas -todas en tonalidades amarillas, naranjas y rojas- e invirtió su energía en él a tal grado de que iluminaría siempre los momentos más oscuros sobre la cuna del pequeño Dios.
 
Artemisa, por su lado, a sabiendas de que no podía ofrecer más oscuridad nocturna al reino de las sombras, concentró la preciosa luz de la luna en una hermosa sonaja de oro blanco con destellos azules y plateados, propios de zafiros y diamantes. El delicado sonido que producía, debido a su gracia, sería capaz de tranquilizar hasta los corazones más encogidos. 
 
Así, ambos hermanos, con aquellos presentes, decidieron aparecerse en el Inframundo sin ningún aviso. Hades no era conocido por disfrutar las visitas, pero con ellos nunca se había mostrado arisco.
 
Lo que los Dioses desconocían, era el cambio de planes que su inesperada aparición provocó.
 
-Por favor... Lo reservamos hace dos semanas... Por favor... -repetía Seiya, cual pequeño infante, ante las negativas de su esposo
 
Hades frunció ligeramente el ceño. Odiaba negarse ante sus pedidos, por muy pequeños o grandes que fueran. Adoraba consentirlo.
 
-Pequeño... No puedo simplemente no recibirlos... Minos lo ha dicho, incluso traen presentes para nuestro pequeño... -comentó posando su mano en el vientre de casi 9 meses de su adorado consorte
 
-Él no necesita más regalos... Quiere ir por un helado antes de ir al cine. ¿Es mucho pedir?
 
El Dios del Inframundo suspiró.
 
-Eres mi adoración, y sabes lo mucho que me duele negarme a tus demandas... -informó
 
-Entonces no lo hagas... -pidió suavemente Seiya, con una expresión un tanto intranquila en el rostro
 
Hades, al reconocer su malestar, dijo:
 
-Tengo una solución, pero podría disgustarte...
 
-Si podemos obtener helado fresco, dudo que puedas hacerme enojar... -bromeó el castaño, pero esperaba oír que finalmente accedía
 
No esperó la respuesta.
 
-Lleva a Minos y Radamanthys en mi lugar... Podrás pasear tranquilamente, mientras atiendo a las visitas en nuestro hogar.
 
-Pero Hades... -quiso rechazar el menor, sus ojos brillaron de un modo en que el Dios no logró descifrar
 
-Es mi última palabra, Seiya... Irás con ellos, o te quedarás aquí, conmigo...
 
El pequeño castaño solo frunció el ceño antes de darse media vuelta y dirigirse a su habitación. Hades, tras él, no intentó detenerlo. Sabía lo temperamental que podía ponerse en momentos como ese, y no quería discutir más tiempo.
 
Él era un hombre elegante por naturaleza, y a veces su propio sentido de la educación de daba malos resultados... Como esa tarde particular.
 
Recibió a sus invitados en una de las amplias salas del castillo, mientras escuchaba como dos de sus jueces preparaban todo para partir junto a su esposo.
 
La intranquilidad en la expresión de su amado le hizo llamar al tercer guardián.
 
-Quiero que vayas con ellos, Aiakos... No lo pierdas de vista -ordenó, fríamente al juez, éste asintió.
 
Hades no tenía esperanza alguna de ver al menor sino hasta que regresase, pero fue pura sorpresa su mirada cuando Seiya ingresó al salón, perfectamente arreglado, listo para salir, y saludó cortesmente a los hermanos.
 
-Muchas gracias por visitarnos... Y lamento no estar aquí con ustedes -dijo, sincero, pero lo último lo mencionó mirando de reojo a su esposo
 
Hades suspiró visiblemente, se puso de pie, y olvidó toda la etiqueta que dominaba para seguidamente acercarse a su tierno esposo, abrazarlo con cariño, y dejar un beso en sus labios.
 
Seiya correspondió con el corazón encogido. Por primera vez, el beso le resultó amargo. Y le daba miedo darse cuenta de que poco o nada tenían que ver él o su amor...
 
-No regreses muy tarde, por favor... -murmuró Hades, en su oído, el menor asintió
 
Estuvo a punto de separarse, cuando una mano en su vientre le hizo quedarse quieto.
 
-Está emocionado... -comentó, con una sonrisa el más alto
 
Tras ellos, los hermanos miraban la escena con atención.
 
-Desearía que vinieras también... 
 
Hades no respondió. Lo besó una última vez en los labios, luego en la frente. Seguido a ésto, observó al fiel Radamanthys, quien esperaba solemnemente al castaño.
 
El Dios del Infierno casi sonríe ante la imagen.
 
El más huraño de sus leales jueces...
 
-Si algo les pasa, tu cabeza caerá primero... -dijo con calma, la frialdad de su voz heló la sala entera
 
Seiya sintió terror por apenas un instante, mientras Artemisa y Apolo permanecían impasibles. Nunca creyeron llegar a ver tal actuar en aquel Dios... Pero los milenios que quedaban traerían un sinfín de historias interesantes.
 
Nada estaba escrito.
 
Radamanthys hizo una reverencia a forma de despedida, mientras Seiya se despedía de una manera más informal. Se notaba más feliz que antes... Cualquier beso de su amante lograba relajarle.
 
-Regresaremos sanos y salvos, lo prometo -dijo, sonriente, antes de alejarse, fue escoltado inmediatamente por los tres jueces.
 
Hades les miró partir con una sensación de angustia en el pecho, pero lo ignoró.
 
Sentía algo similar cada vez que pasaban tiempo separados, que eran pocas veces, y en menor o mayor cantidad en cada ocasión.
 
-Es un joven adorable -observó Artemisa, tranquila, a su lado, su hermano sonrió
 
-Nunca habría pensando que era su alma la que salvaste...
 
No hubo malicia en su voz, sino verdadera sorpresa. Apolo no quería guerra con nadie, y eso Hades lo sabía bien.
 
-Si algo le pasara... Yo moriría seguro -dijo, mirando aun el sitio por donde el castaño desapareció
 
La intranquilidad seguía bailando en su pecho, y parecía que ni todo el vino del Inframundo podría cambiar ese sentir.
 
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El joven consorte del Inframundo se encontraba malditamente feliz en ese momento. El preciado helado por el cual tanto había peleado, comenzaba a derretirse entre sus manos. Pero no le interesaba. Su mirada estaba puesta en la gran pantalla, mientras su corazón latía desbocado ante las preciosas imágenes.
 
Nunca había pensado en lo mucho que disfrutaba el cine, hasta ese preciso momento.
 
Sin embargo, tan feliz como se sintió en segundos, así de rápido se volvió todo amargo.
 
La pantalla del cine comenzó a quemarse, y una fuerte tormenta resonó a las afueras de la sala. Deprimido, Seiya, guiado por Radamanthys -quien fue el elegido para acompañarlo dentro de la sala- abandonaron el sitio para luego ser alcanzados por los otros dos, quienes miraba con desconfianza el repentino cambio climático.
 
Era pronto para hacer suposiciones, pero los jueces no pudieron evitar sentir que algo sencillamente no estaba siendo correcto. Tanto Seiya como Radamanthys conocían a la perfección la plaza por donde caminaban, así que fue relativamente sencillo moverse entre la gran cantidad de gente que, ante la tormenta, decidía regresar a casa. Diversos establecimientos comenzaron a cerrar sus puertas, y, entre el caos, dos de los tres jueces desaparecieron entre la multitud.
 
Eso le dio mala espina.
 
Para ese momento, Seiya comenzaba a recuperarse del repentino sentimiento de tristeza que le había atacado. Ver su ilusión quemarse delante suyo fue deprimente, y fue mucho peor cuando escuchó mejor los truenos fuera del edificio. Terrorífico era decir poco. Instintivamente, llevó una mano a su vientre, luego sintió como una gran capucha era colocada sobre su cuerpo. A su lado, el rubio le protegió de la intensa lluvia.
 
-Debemos regresar inmediatamente -dijo, y Seiya no podía estar más de acuerdo
 
Ese había sido el plan... Pero la caída de un trueno justo delante de ellos arruinó cualquier movimiento. Seiya no reconoció el cosmos inmediatamente, pero Rhadamantys lo hizo al segundo. Empujó a Seiya, y le ordenó regresar sus pasos.
 
-Búscalos, y váyanse... -casi rugió, y el menor no se peleó en lo absoluto.
 
Comenzó a correr dentro de la plaza, sin poder encontrar más que caos de un lado a otro. No había señal alguna de los jueces, y el frío comenzaba a calar en sus huesos. Estaba solo, totalmente desprotegido... Y ese hombre que Radamanthys había decidido enfrentar solo con tal de defenderlo...
 
"Zeus" pensó, sin poder creerlo.
 
Enormes rayos y truenos iluminaron el cielo, sonidos aplastantes ensordecieron sus oídos. Luego pudo distinguir el alarido de dolor de su fiel acompañante. Solo entonces sintió miedo... No lo pensó dos veces. Era incapaz de pelear en esas condiciones... Y más importante, su hijo estaría en riesgo mortal de hacer algo tan estúpido como enfrentarle, no tenía más apoyo allí... 
 
Observó a su alrededor, reconoció un edificio a unas cuantas calles.
 
"Ikki" se dijo, recordando las imágenes que Hades le hubiese mostrado unos cuantos meses atrás "Eso es... ¡Ikki!" pensó, y comenzó a correr a esa dirección lo más rápido que sus piernas le permitían, con cuidado de no lastimarse, pensando en lo delicado de su estado.
 
El caos era suficiente para atraer a policías y bomberos, los fuertes cosmos debían llamar a otros caballeros, pero Seiya solo podía rezar que Ikki ignorase el llamado... En cambio, permitió a su propio cosmos gritarle. Esperaba que Zeus estuviese lo suficientemente entretenido con el rubio como para no detectarlo. El castaño ni siquiera notó lo rápido que habían sido sus pasos, ni lo apresurado de su corazón en el momento en que entró al edificio. El cosmos de Ikki estaba allí, lo que representaba un alivio... Y respondía al suyo, alarmado.
 
Sintió el cosmos de sus jueces, e inmediatamente escondió el suyo. Terribles leyendas sabía sobre el Dios de Dioses. ¿Y si era algo real? ¿Y si podía verdaderamente imitar cosmos distintos al propio? ¿Cómo sabría quién era quién entonces? Seiya no tenía modo de saberlo. Se quedaba sin opciones, y fuertes dolores comenzaban a recorrerle. Pánico, eso había desatado lo que deseaba evitar...
 
Tocó la puerta con desespero. 
 
La puerta se abrió con violencia, y, por primera vez en dos años, Seiya se vio reflejado a sí mismo en unos ojos que no eran los de su esposo, estos eran de un azul profundo, y había verdadera confusión en su rostro.
 
-¿Seiya?-cuestionó, sin creerlo
 
El nombrado entró inmediatamente, e insistivamente buscó refugiarse en los brazos del otro. No eran los brazos del hombre que amaba, pero siempre había logrado hacerle sentir a salvo... Y ese momento no fue la excepción.
 
-Por favor, Ikki... Ayúdame -suplicó, el dolor evidenciándose en su rostro preocupó al Santo de Fénix- Mi bebé... Por favor... Se muere... -dijo, desesperado
 
Solo hasta que Seiya corrió la gran gabardina que le cubría Ikki pudo observar su enorme vientre. Un sinfín de emociones atravesaron su rostro, antes de culminar en el miedo puro. Seiya tembló cuando lo apartó, inmediatamente lo tenía entre sus brazos, llevándolo hasta el sofá.
 
-Quédate quieto -ordenó, y Seiya no pensaba moverse
 
Dolía demasiado como para hacerlo. 
 
Nunca podría agradecerle a su amigo lo suficiente por haberlo ayudado en ese momento, porque, con temor, reconoció el cosmos de su hijo apagándose. Si Ikky no hubiese estado allí para ayudarle a sacarlo, el motivo de su vida habría muerto esa misma noche.
 
Los alaridos de dolor del Caballero de Pegaso resonaron por todo el condominio, pero nadie se atrevió a mover ni un dedo por ello. Fuera, a unos cuantos kilómetros, una batalla continuaba derrumbando casas y edificios enteros.
 
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Hades no necesitó cuestionarselo dos veces. La implacable explosión de cosmos alcanzó el Inframundo y pronto se vio a sí mismo observando com recelo a sus invitados, quienes aunque impasibles, mantenían la misma duda en sus ojos.
 
Todo ocurría con tal velocidad que lo siguiente que el Señor supo fue que Minos regresaba a su presencia con el cuerpo jerido y la culpa escrita en sus serias facciones.
 
Quizá el mismo parecía desesperado por respuestas, porque el juez se saltó todas las formalidades al decir directamente.
 
-Su esposo se ha ocultado... Perdimos su rastro mientras Rhadamantys enfrentaba a Zeus... 
 
Si bien sería cierto que tras los desastrosos eventos Hades mantendría el deseo de colocar sus cabezas a las puertas del Infierno, había verdad al decir que nunca podría terminar de agradecer el accionar de sus jueces quienes, pese a saber sus obligaciones, protegían a su consorte como uno más de los suyos por el tremendo cariño que guardaban para éste.
 
Para el pelinegro no fue sorpresa enterarse que su hermano desapareciera al ocultarse Seiya. Sus intenciones eran claras. Su objetivo era por demás obvio... Iba por la cabeza de su consorte.
 
Sin embargo, eso no detuvo a sus Caballeros más leales. Hermosos seres que rivalizaban con la divinidad de los Ángeles. Zeus poseía guerreros tan fuertes como los suyos, que eran incluso más sanguinarios que los espectros.
 
-Regresa inmediatamente. Encuentrenlo... Si una sola gota de su sangre se derrama... Si algo llega a pasarle... Que no exista duda alguna que los haré responsables.
 
Minos no pareció sorprendido por la amenaza, y no necesitó oír dos veces. Con apenas un casi imperceptible "Sí señor" desapareció delante de los tres Dioses.
 
Apolo y Artemisa eran conscientes del peligro en el que se encontraban estando delante suyo durante tremenda crisis, sin embargo, la rubia había decidido dejar las cosas claras antes de que los malos entendidos ensombrecieran los siglos de buenos tratos e innegable cariño.
 
-No tenía sospecha alguna de los deseos de Zeus... Sus actuar no representa al Olimpo... Las coincidencias nos trajeron aquí este día en especial...
 
Ante las serias palabras de la Diosa, Hades asintió de un modo casi frívolo. No estaba allí realmente. 
 
Los abandonaría allí, claramente. Habría sido asi de no ser por la intervención del Dios del Sol, quien colocó una mano em su hombro, y en voz serena pronunció. 
 
-Tu presencia allí desatará una guerra Santa... Si los él quiere acabar con tu esposo, ¿qué lo contendrá de ir a por tu cabeza? No piensas claramente... La desventaja es evidente.
 
Hades no pudo negarlo, pese a que las rudas contestaciones luchaban por salir de sus labios. Era todo cierto. Y que fuese incapaz de ocultar la ira en sua facciones, era toda la respuesta que Apolo necesitaba.
 
-Pegaso fue inteligente. Siempre ha sido un hombre formidable... Sobrevivirá. 
 
El mayor no tenía duda de ello, pero el miedo continuaba instalado en su pecho.
 
-No le des más ventajas... Los Olimpicos no dudarán en unirse a su causa si traes más desgracia. 
 
-¿Traicionarían mi confianza si yo fuera tras mi esposo? ¿Es eso lo que intentas decir?
 
Artemisa fue quien respondió. 
 
-No te detendremos más si quieres partir, pero debes ser consciente de los hechos. Te enfrentas al Dios de Dioses... Aliados faltaran en tu haber, y poder será lo que sobre... Pero tu bien sabes que el poder mismo no gana la guerra... Y no existe ser tan rastrero como él, cuando se enfrenta a otro Dios.
 
Hades reconoció la verdad en sus palabras. Su imparcial juicio había desaparecido antes, y poco a poco regresaba a su propia realidad. Si fuese un hombre cualquiera, pelear contra el Dios sería su muerte... Pero al menos sabría que hizo cuanto podía por quien amaba. En cambio él era incapaz de moverse. Ir en contra de Zeus en la tierra sería declararle la guerra, y, aunque todos los Dioses sabían quién poseía realmente la fuerza, Zeus tendría la victoria al final.
 
Sus actos pasados para con la Tierra le ataban a sus dominios. Reclamar un alma en su contraataque provocaría la furia del resto de los Olímpicos, y, en tales circunstancias, Hades no podría proteger a su esposo. La Guerra Santa no se compararía a la destrucción que el mundo sufriría si los Cielos luchaban contra el Infierno.
 

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