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Medicina Experimental (Editado) por Izuspp

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Notas del capitulo:

Si alguien lo estaba siguiendo le pido una disculpa, me quedé dos meses sin computadora y no podía editar el capítulo. Además he estado ocupada con el trabajo y la universidad, pero espero volver a publicar una vez por semana.

En cuanto Pete y Kai se separaron del beso que compartían, el doctor cambió la expresión de sorpresa que mostraba, por su acostumbrado rostro indiferente. Kai abandonó el lugar, pero el doctor no se movió de allí, estaba observando el rostro de Pete, el cual estaba rojo y reflejaba gran angustia en su expresión. Las palabras tampoco le salían al granjero, por lo que el doctor fue el que decidió hablar primero:

—No tienes que explicar nada Pete, el único que no conoce a Kai y que no estaba al tanto de sus costumbres eres tú. Créeme que no es la primera vez que lo he encontrado acosando a algún joven y te confieso que incluso lo intentó una vez conmigo.

—¡¿Con usted?!— El rostro de Pete recuperó su color normal y sentía que su ritmo cardíaco comenzaba a disminuir. Habían sido demasiadas emociones juntas, pero esas palabras por parte del doctor lo tranquilizaban bastante.

—En efecto. Por supuesto que yo no dejé que llegara tan lejos… — El carmín retomó las mejillas de Pete al escuchar ese comentario.

—No sé qué fue lo que pasó, simplemente no pude moverme más y él continuó, bueno… besándome. — La última palabra, la dijo en un tono de voz muy quedo, con muchísima vergüenza de solo decirlo.

—No tienes que explicarme nada Pete, Kai lanza el anzuelo y el que quede atrapado en el tendrá que atenerse a las consecuencias. Ahora ya sabes cómo es él y depende de ti lo que pase después. Kai, tampoco es una mala persona, solo es un poco diferente. —Declaró el mayor.

—Pero, yo no quiero… Es decir, eso es no es normal, ¡además no lo conozco!

—No te mortifiques por eso Pete.

Pete estaba muy confundido. Que el doctor le dijera esas palabras, ¿quería decir que estaba de acuerdo con ese tipo de relaciones? ¿O sólo lo decía por tratarse de Kai? El granjero pensó que tal vez, ya los aldeanos estaban acostumbrados al comportamiento del moreno y algunos ya habían aceptado esas costumbres. También pensó que era bastante sorpresivo por parte de la gente de campo, al parecer eran más civilizados que las personas de la ciudad. Pete se encontraba concentrado en sus pensamientos, hasta que reparó nuevamente la presencia del doctor.

—Doctor, ¿ocurre algo? Quiero decir, ¿a qué se debe su visita?

—Solo venía a traerte esto...— el doctor tomó la mano de Pete y depositó en ella un pequeño frasco. Inmediatamente Pete lo abrió, revelando lo que parecía un ungüento color verdoso.

—¿Qué es?

—Ungüento para el dolor muscular. Está hecho en parte con algunas de las hierbas que nos ayudaste a recolectar. — Explicó — Estaba seguro de que lo ibas a necesitar luego de la carrera de ayer, pero veo que alguien pensó en lo mismo y te dio algo mucho más efectivo. — Pete no sabía si ese último comentario era una broma, ya que el doctor jamás cambiaba su inexpresivo rostro, así que no podía adivinar si estaba intentando ser gracioso.

—Muchas gracias. Me será muy útil. Doctor, no sé cómo agradecerle todo lo que hace por mí. Si en algún momento hubiese algo que pudiera hacer por usted, por favor hágamelo saber. — Dijo sonriente, ya recuperado de todo lo anterior.

—No tienes porqué, ya te dije mis razones para ayudarte. En todo caso, si alguna vez necesito un favor tuyo no dudaré en pedírtelo. Ahora me retiro, estoy muy ocupado en la clínica. — Dicho esto y luego un leve apretón de manos con Pete, el hombre abandonó la granja.

Pete entró a su casa y se desvistió para comenzar a aplicarse el dichoso ungüento. Pero entonces recordó las aguas termales, las cuales aún no había tenido oportunidad de visitar. Pensó en dejar el ungüento para otra ocasión. Siendo tan debilucho como lo era, sabía que lo iba a necesitar muy pronto. De modo que se vistió nuevamente, tomó una toalla y salió en camino a las pozas.

Pete abrió las puertas de bambú, siendo inmediatamente envuelto en una nube de vapor cálido. No podía esperar para entrar al agua. Rápidamente se desvistió y metió primero un pie para probar la temperatura. Estaba bastante caliente y a pesar de que estaban en verano, eso no le desagradó. A continuación, entró de cuerpo completo y se hundió en aquellas aguas tan agradables. Inmediatamente comenzó a sentir los milagrosos efectos de estas. El dolor de su cuerpo le abandonó y comenzó a relajarse al punto de empezar a dormirse y sin poder resistirlo ni un momento más, allí mismo dentro del agua, el joven se quedó plácidamente dormido.

Lo siguiente que Pete supo, era que se encontraba nuevamente en la cama de la clínica, y lo peor, estaba completamente desnudo salvo por la toalla que cubría su cadera.

—¿Pero qué...? – No se explicaba cómo había llegado allí, ni por qué se encontraba en la clínica.

—Así que al fin despiertas. — La profunda voz del doctor, se escuchó tras las cortinas azules y en unos segundos su figura apareció, mirando Pete con ojos penetrantes.

—Doctor ¿qué fue lo que pasó? — Preguntó Pete bastante confuso.

—Te dormiste en las aguas termales. — Explicó el doctor mientras se acercaba a la cama. Pete en seguida pudo notar algo extraño en el hombre, ya no lo miraba sin expresión alguna como de costumbre, si no que su rostro reflejaba algo distinto, el granjero no tenía idea de qué significaba eso.

Pero a continuación, ocurrió algo mucho más extraño: al llegar a la cama, el doctor llevó lentamente su mano al pecho desnudo de Pete y comenzó a acariciarle lentamente.

—¿Qué hace? — Preguntó alarmado. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, al ver al rostro del doctor. Estaba sonriendo y no era una sonrisa cualquiera; sino una que mostraría cualquier depravado, justo como la sonrisa de Kai aquella mañana.

—No te asustes Pete. — Le dijo el mayor, mientras su mano descendía peligrosamente hasta llegar a la toalla que cubría su cadera.

—Pero…— Pete no pudo decir nada en su defensa, ya que quedó mudo al ver como el doctor le desnudaba dejando sus vergüenzas al aire. Los ojos de Pete, casi se salen de su órbita al observar la mano del doctor, que estaba a punto de tomar su miembro.

—¡Deténgase! — Pete despertó en su propia cama en la granja. Estaba vestido y cubierto por una manta. Se secó la frente, ya que estaba sudando frío y casi fue víctima de un paro cardíaco al ver que una figura se aparecía en la habitación y le llamaba por su nombre.

—¿Pete? ¿qué ocurre? — Cuando el granjero pudo distinguir bien, comprobó que se trataba de Gray.

—¿Gray? ¿por qué estás aquí? — Preguntó cuándo logró reponerse del susto.

—Verás…— Gray comenzó a hablar con su casi inaudible tono de voz —hoy es mi día libre y decidí ir a tomar un baño a las aguas termales. Últimamente he estado tenso a causa del trabajo y pensé en relajarme un poco allí, pero cuando llegué, te encontré desmayado dentro del agua. Por lo que te traje a casa. — Explicó mientras se ocultaba detrás de la visera de su gorra, dejando notar un leve rubor que cubría sus mejillas.

—Ya veo. Muchísimas gracias Gray, encontraré una manera de pagarte. — Dijo Pete, que estaba levantándose de su cama y entonces se dio cuenta: —¿Gray? —La cara de Pete comenzó a tomar un color rojo más intenso cada vez – Si me encontraste en las termas, ¿por qué estoy vestido?

La cara de Gray se tornó aún más roja que la de Pete y comenzó a temblar bastante, señas de que estaba muy nervioso y avergonzado.

—Yo tuve que vestirte. — Casi no se escuchó lo que dijo, pero bastaba con ver su reacción para averiguar lo que había dicho. A ese punto no se podía saber cuál de los dos estaba más apenado o más rojo. —¡Que suerte que ya estás bien! Me retiro. — Dijo el pelirrojo y salió corriendo de la casa.

—Gray…— En cierto modo, era mucho mejor para Pete que Gray se hubiese ido, ya que los dos se encontraban en una situación muy embarazosa. Pero ya hallaría el momento y el modo de agradecerle por haberlo salvado de la muerte, por segunda vez en lo que llevaba viviendo allí. Cuando logró recuperarse del susto y la vergüenza, Pete entró en shock al recordar lo que estaba soñando hacía unos instantes.

—¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? — Decía mientras daba vueltas desesperadamente de un lado al otro de la habitación, mientras se revolvía el cabello. —Primero dejo que Kai me bese así sin más y ahora comienzo a soñar cosas pervertidas con el doctor ¡No puede ser! ¡¿Qué ocurre conmigo?! — Se preguntaba sin encontrar explicación alguna. –Podría ser que a mí… — antes de afirmarse eso tragó grueso —¿de verdad me gustan los hombres? — Pete paró en seco frente a un espejo que tenía en su habitación, examinándose como si estuviera enfermo.

El joven se dedicó a analizar la situación más cuidadosamente:

—En toda mi vida nunca me he enamorado, esa es una de las razones por las que pensaba que mi vida en la ciudad era un asco. Y no he tenido demasiadas novias, solo estuve con ellas para saber qué se sentía, no es que me desagradaba besarlas, pero, nunca sentí nada especial. — Comenzó a repasar su vida. —No me fue desagradable tampoco el beso de Kai, aunque tampoco sentí nada fuera de lo común con él. Pero eso es normal, al besar a una persona de la cual no se está enamorado supongo ¿Me pregunto qué sentiría si besara al doctor? — Cuando se dijo eso, comenzó a ponerse nervioso y el rubor abandonó totalmente su rostro para darle paso un color pálido.

—¡No es como si estuviera enamorado de él! Es solo que se me vino a la mente por todo eso del sueño. — Se excusaba como si alguien lo hubiese escuchado, riendo nerviosamente. —Yo solo respeto y admiro muchísimo al doctor. Eso no significa estar enamorado ¿cierto? Es decir, nunca lo he estado así que no estoy seguro de cómo se siente. Es cierto que pienso en él a menudo, que me gusta estar con él y a veces me pongo nervioso estando a su lado pero…— Pete se revolvió el cabello desesperadamente otra vez y continuó mirándose al espejo, para finalmente dar un profundo suspiro.

—Pete, te has enamorado por primera vez en tu vida…— admitió.

El granjero no podía creerse lo que estaba diciendo. Simplemente era una locura, pero así era como se sentía y no había otra explicación para todo lo que le estaba ocurriéndole. Inmediatamente comenzó a pensar en todo lo que vendría después: si era cierto que se estaba enamorando, lo haría más y más cada vez. Si el doctor se seguía comportando así de atento con él, eventualmente sus sentimientos hacia él crecerían. Estaban en un pueblo pequeño, en donde era imposible que pudiesen estar juntos sin que todos los demás se dieran cuenta. Y, de todas formas, el hecho de que él se sintiera de ese modo, no significaba que el doctor le pudiera llegar a corresponder algún día. Probablemente, estaba ya comprometido con Elli inclusive, era lo que Pete pensaba.

El hecho de no poder avanzar con el cuido de su granja y el riesgo de quedar en la quiebra sin un lugar a donde ir; eran nada comparadas a la preocupación causada por sus recién descubiertos sentimientos. E inmediatamente la duda sobre lo que podía hacer le embargó. No podía simplemente dejar de ver al doctor, tampoco abandonar el pueblo. Lo único que le quedaba, era comprobar si más bien estaba confundido o si podía lograr que sus sentimientos se disiparan con el tiempo.

—¡Concéntrate en la granja! — Se dijo, mientras se daba palmadas en las mejillas. Con todo lo que había pasado, Pete hasta se olvidó de su dolor y cansancio por lo que decidió tomar el tiempo libre que le quedaba ese día, para ir a explorar más el pueblo. O mejor dicho, las afueras del pueblo, ya que nunca había tomado el camino detrás de su granja.

Cuál fue su sorpresa, al encontrar una cabaña en medio del bosque. A las afueras de esta, había un hombre alto, corpulento y con mucha barba; a quien Pete nunca había visto por lo que decidió acercarse a saludar y conocerlo.

—¡Hola! Buenas tardes.

—Supongo que eres Pete. — Dijo el hombre, con su voz que retumbaba en los oídos del joven. Una vez más, se daba cuenta de lo pequeño que era ese pueblo, puesto que todos lo conocían sin haberlo visto nunca.

—Sí, es un gusto conocerlo... —Pete le ofreció su mano.

—Soy Gotz, un placer. — Dijo el hombre tomando la mano del granjero y dándole un exagerado apretón, que incluso le lastimó un poco.

—Y dígame, ¿a qué se dedica usted? — Preguntó Pete, mientras se frotaba la mano.

—Soy leñador. Cuando quieras hacer algún arreglo a tu casa no dudes en llamarme. — Ofreció. Pete pensó que ese hombre se veía rudo y malo, pero en realidad era buena persona. —Ven a mi casa, quiero presentarte a alguien más. — Agregó el leñador.

Gotz guio al granjero dentro de su casa. El lugar era bastante rustico, pero acogedor; aunque habían herramientas regadas por todos lados. Más al fondo de la casa, sentado en una silla se encontraba un hombre mayor bastante excéntrico: vestido con un ridículo traje verde, que daba la sensación de que estaba listo para salir de safari.

—Hola señor. — Saludó Pete cortésmente.

—¡Hola! ¡Gusto en conocerte Pete! — Dijo el anciano. —Mi nombre es Louis y estudio a las abejas. — Explicó.

—¿Abejas? — Pete se preguntaba si realmente había personas que estudiaran eso.

—¡Exacto! Son unos insectos fascinantes, conozco muchísimos tipos de abejas y la miel que producen. ¿Sabes? Existen varias clases de miel también, si alguna vez logras encontrar un panal y extraer su miel, tráemela y la valoraré. Existe una en especial, que solo producen las abejas en este pueblo y es muy valiosa. — Explicó Louis.

—Ya veo, entonces si logro encontrarla, ¡se la traeré! —Luego de esa explicación, Pete le encontraba más sentido a la profesión del hombre y hasta le pareció interesante. Pensaba en que había muchísimas cosas que aún debía aprender y no debía estar ocupando su limitado tiempo en banalidades, como lo eran definir si realmente era homosexual.

Como ya se estaba haciendo de noche, Pete se despidió de sus vecinos con la promesa de que regresaría a visitarlos pronto y se dirigió a su casa. Ese día había sido exageradamente largo y agotador para él, por lo que en cuanto colocó la cabeza sobre la almohada, quedó profundamente dormido.


Habían pasado unos cuantos días, desde que Pete se dio cuenta de su cruda realidad. Se había propuesto a no pensar más en eso y preocuparse únicamente por su granja. Y definitivamente lo estaba logrando, pero para su desgracia, el prestarle tanta atención a su granja no era bueno. Al menos no para él, quien era un simple citadino, con nulos conocimientos sobre agricultura. Al parecer, había regado de más sus cultivos y todo lo que había sembrado estaba totalmente muerto e inservible.

Pete estaba sumamente triste y decepcionado de su gran fracaso como granjero, por lo que decidió ir a caminar ese día. Pensó en que era buena idea ir a la iglesia, después de todo hacía tiempo que no iba. Tomó el camino por el que no tuviera que pasar frente a la clínica, ya que no quería toparse con el doctor. Al llegar a la iglesia, pudo notar que como de costumbre, Cliff se encontraba allí solo. Le tomó un buen rato decidirse a saludarlo, pero al fin se acercó y se sentó a su lado.

—Hola Cliff, ¿cómo estás? — Dijo no muy convencido de que haberlo saludado fuese buena idea.

No hubo respuesta por parte del contrario.

—Con que hoy tampoco hablas. Bueno, yo estoy muy mal ¿sabes?  Me di cuenta de que soy un asco como granjero. Todas mis plantas murieron, no tengo idea de cómo cuidarlas. Seguramente estás pensando que soy un idiota, quien siguió un sueño estúpido al venir aquí, sin pensar en lo difícil que sería. Y probablemente tengas razón al pensar eso, pero ya es muy tarde para dar vuelta atrás, no puedo regresar a la ciudad. — Pete le contó de sus preocupaciones al joven, sin importarle si este le estuviese prestando atención o no. Simplemente necesitaba desahogarse y no había nadie más para hacerlo.

—Ya veo…— Se dejó decir Cliff.

—En fin, no creo que quieras estar escuchando mis tonterías, seguramente tienes tus propios problemas por los cuales preocuparte. ¡Te veré luego! — Se despidió el granjero y salió de la iglesia rápidamente.

—Eso fue algo incómodo. — Suspiró.

Al salir, Pete notó que, a un lado de la iglesia, había un camino que daba a una parte bastante profunda y oscura del bosque. Era un poco aterrador adentrarse en la espesura de la floresta, pero su curiosidad le ganó y decidió seguir aquel camino. Tuvo que andar por bastante tiempo entre la oscuridad, ya que las copas de los árboles eran inusualmente frondosas en esa parte. Pero luego de un rato pudo divisar la luz, y allí encontró algo muy impresionante: en medio de ese claro del bosque, se podía ver una casa pequeña.

—¡No puede ser! — dijo sorprendido – ¡Esto es como ese endemoniado cuento de Blanca Nieves! — El granjero se acercó a la pequeña vivienda y abrió lentamente la puerta, para echar un vistazo al interior. –Definitivamente, esto no puede ser posible…— dijo atónito al comprobar que en efecto la realidad era como ese cuento de hadas: en el interior de la casa se podían ver siete pequeñas camas, una mesa diminuta acompañada de sus sillitas y en general, todo dentro de la casa era de minúsculas dimensiones. Sin darse cuenta, Pete se adentró en el lugar fascinado, extrañado y un poco asustado de todo eso; simplemente no podía creerlo que sus ojos veían.

—¿Quién eres? — Escuchó una vocecita chillona tras de sí, por lo que asustado, se dio la vuelta. No pudo evitar cubrir su boca con las manos, para ahogar el grito de sorpresa que quería emitir, al ver a siete pequeñas personitas de pie frente a él. Eran siete hombrecitos vestidos todos iguales pero con distintos colores, los colores del arcoíris; cada uno tenía un gorrito puntiagudo sobre su cabeza, justo como en los cuentos.

—Me llamo Pete…—Pudo decir por lo bajo y tragando grueso, puesto que los enanitos se veían algo molestos. De donde pudo, tomó valor para continuar hablando, con un tono de voz más fuerte y confiado. —Lamento haber entrado en su casa, les ofrezco mis disculpas. Verán, vengo de la ciudad, hace poco compré una granja en este pueblo y todo este tipo de cosas son nuevas para mí. Es decir, ¡jamás en mi vida había visto personas como ustedes! – Intentó explicarse lo mejor que pudo.

—¡No te preocupes, Pete! — Dijo el enanito vestido de color rojo. —No hay muchas personas que nos hayan visto, así que es normal que te sorprendas. — En cuanto todos los duendes pusieron sonrisas en sus rostros, Pete se sintió más tranquilo y fuera de peligro. Pero aún estaba asombrado de lo que estaba presenciando.

—Mi nombre es Chef y ellos son mis hermanos: Staid, Nappy, Bold, Aqua, Hoggy y Timid, ¡Somos los duendes de la cosecha! Nuestra misión es ayudar a granjeros como tú, claro si es que logran encontrarnos. — Todos los enanitos comenzaron a reír junto con su hermano.

—Has tenido mucha suerte en encontrarnos Pete— Dijo esta vez Staid, el enano con traje color azul.

—¿En serio van a ayudarme? ¿Cómo? — Preguntó el aún más sorprendido Pete.

—Muy fácil, nosotros podemos ayudarte con las tareas de la granja, como regar, cosechar, cuidar de los animales; solo tienes que pedirlo. —Aqua, el enanito color celeste, fue el que intervino.

—Ya veo. Me temo que, ahora mismo todas mis plantas murieron, puesto que no pude cuidarlas bien. Tampoco tengo animales, salvo por un par de gallinas. Así que no veo manera de cómo puedan ayudarme, pero muchas gracias de todos modos chicos, aprecio el ofrecimiento como no tienen idea. — Dijo Pete un poco avergonzado por su incompetencia.

—Bu-bueno, e-eso no es pro-problema. — Se escuchó muy bajo la voz de Timid, el duendecillo verde, quien tartamudeaba al hablar.

—¡Solo ve a casa y ya verás mañana Pete! — Exclamaron todos al unísono. El hombre estaba muy confuso, adicional a que todavía no salía de su asombro. Tanto así, que no se percató que al salir del bosque hacia la iglesia y seguir su camino; tomó el que iba directo a la biblioteca. Lo peor de todo, ese día era miércoles, el día libre del doctor quien justo en ese instante, regresaba luego de pasar la tarde estudiando allí; por lo que se toparon directamente de frente.

—Buenas noches Pete. — Saludó el médico, con su acostumbrada frialdad.

—¡Doctor! ¿Cómo está? — Dijo Pete bastante nervioso. Lo que había estado intentando evitar, estaba ocurriendo. Además, estaba en una situación especialmente incómoda; la luz de la luna iluminando con todo su esplendor la oscura calle y haciendo que el cabello negro del doctor brillara de una manera muy atractiva. Pero eso, no era nada comparado con el efecto que les daba a sus ojos, de un particular color gris, que con esa luz resplandecían con un tono plateado. Pete simplemente pudo comprobar que ese hombre en realidad si le atraía y mucho.

—Hace bastantes días no te veía. Espero no estés avergonzado por lo que pude presenciar la última vez, ya te expliqué que es un comportamiento completamente normal en Kai. — Señaló.

—¡No! Para nada. Es solo que, he estado algo ocupado con la granja.

—Entonces has estado trabajando duro. ¡Ese es el espíritu! — Como muy pocas veces había visto, el doctor se mostró expresivo y hasta parecía contento al escuchar las noticias de Pete. —Por cierto, si tienes tiempo quiero que me acompañes a la clínica a tomar un poco de té. — Ofreció con amabilidad.

—En realidad, no tengo nada más que hacer por hoy. Gracias doctor. — Pete quería rehusarse, pero al ver la cortesía del hombre y la gentileza de su ofrecimiento; no pudo rechazarlo. De manera que entraron a la clínica y por primera vez el doctor le hizo subir al segundo piso, en donde estaban las habitaciones.

—Por lo general Elli se queda a dormir aquí, pero hoy es nuestro día libre y ella duerme en casa de su abuela y hermano. Siempre le digo que sería mejor que durmiera allá todo el tiempo, está lo suficientemente cerca para venir e ir todos los días, pero ella insiste en que tiene que estar a mi lado en todo momento, por si la necesito. — Explicó el doctor. Pero Pete sabía muy bien, que la joven enfermera era víctima de un profundo enamoramiento por ese hombre y de ahí venía esa actitud.

—Elli es muy buena persona, además es dulce y bonita. — Comentó Pete, al no tener nada más que contestarle. —Algún día será una muy buena esposa.

—¡Los Doctores y las enfermeras no deberían casarse! — Replicó el doctor, con una expresión profunda y melancólica en su rostro; lo cual era muy extraño. Pete ya estaba sintiendo un poco de temor al ser testigo de dos expresiones por parte del doctor en el mismo día, era muy raro.

—¿Por qué lo dice? — Se aventuró a preguntar.

—Experiencias propias del pasado, nada que tenga que contarte. — Dijo volviendo a su frialdad de siempre, lo cual hizo a Pete sentirse mal y su rostro lo delataba. —Espera aquí, te traeré algo de té. — Agregó el doctor, dejando a Pete en su habitación, sentado frente a su escritorio.

El cuarto del doctor estaba bastante limpio y ordenado. Había un estante con muchísimos libros, lo mismo que sobre su escritorio; por lo que Pete pudo ver, todo trataba sobre medicina natural. Sonrió un poco, ya que le parecía admirable el esfuerzo que el hombre ponía todo el tiempo para mejorar su práctica como médico. Todo con el fin de ayudar a los aldeanos, a pesar de ser tan indiferente con todos, se preocupaba por ellos.

Minutos después, el hombre regresó con una bandeja sobre la cual había dos tazas de té caliente. Le ofreció una a Pete y tomó la otra para luego sentarse sobre su cama. Pete pensaba en que nunca había estado en una situación tan informal, ni tan amistosa con el doctor, por lo que comenzó a sentir una mezcla de felicidad y vergüenza.

—¿Te sirvió el ungüento? — Preguntó el médico secamente.

—¿Eh? ¡Sí! Usted es un genio doctor. Muchísimas gracias por regalármelo, ¡me fue de gran ayuda! — mintió Pete, puesto que siquiera había tocado la dichosa pomada.

—Me alegra mucho escuchar eso. — Contestó el doctor, aunque no se demostrara en su rostro su supuesta alegría. — ¿Y qué tal te va con tu granja? — A Pete eso ya le parecía una típica conversación de esas, en las que se preguntan cómo ha estado la familia y debaten sobre si va a llover o no. Por un instante pensó en que, si fuera Elli, el doctor podría estar conversando fascinantes cosas sobre medicina y no tonterías como lo hacía en ese momento. Pete solo comenzó a sentirse mal de nuevo.

—Pues, no me ha estado yendo especialmente bien. Aún tengo mucho que aprender, pero espero con el tiempo hacerlo, o de lo contrario tendré que irme del pueblo y regresar a la ciudad. No me gustaría comenzar desde cero, pero es una posibilidad. — Sin querer, le expresó al doctor sus preocupaciones. –¡Sólo tengo que esforzarme más! — Agregó, intentando parecer animado, de una manera muy poco convincente.

—Pete, solo quiero que sepas que, si tienes problemas, no tienes que dudar en acudir a mí. Te ayudaré siempre con todo lo que esté a mi alcance. — Expresó el médico, mirándole fijamente, como ya era su costumbre y haciéndole sentir incómodo.

—Gracias doctor. Por ahora tengo que irme. ¡El té estuvo delicioso! —Dijo el ya muy nervioso Pete. Se puso de pie y dejó la taza sobre el escritorio.

—Espera. — El doctor también se levantó y se acercó al granjero. Pete no pudo evitar que su corazón comenzara a latir como loco y que el color subiera a sus mejillas, debido a ese súbito acercamiento.

El doctor tomó la mano de Pete y se acercó a él mucho más. Le miró directamente, con sus preciosos ojos plateados y su expresión que, de algún modo, se percibía cálida y sutil; no fría como antes. Pete tragó grueso al ver la cercanía del contrario y comenzar a notar detalles de su fisonomía, como lo fuerte de su mentón y a la vez lo delicado de sus facciones; no pudo evitar pensar que era hermoso. El ritmo de su corazón aumentaba a cada segundo y más aún con su mano entre las del hombre.

—¿Doctor?

Continuará…


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