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Apuntando a la luna por Fullbuster

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No había dormido nada y sus antebrazos estaban amoratados por las innumerables recepciones que había estado practicando contra la pared del pabellón deportivo. Aun así, la pelota seguía elevándose una vez más y bajando contra sus brazos con suavidad. Allí la mantenía sin dejarla caer al suelo, una y otra vez, perdiendo su mirada en el movimiento del balón como si ello le hiciera olvidarse del problema con Tsukki.


- Kuroo, te he traído algo para desayunar – comentó Kenma a su espalda.


¡Estaba preocupado por él! Sin duda alguna, por eso mismo y sabiendo que se habría centrado en el entrenamiento, decidió traerle algo para que desayunase antes del partido. Además, también le servía para comprobar el estado de ánimo de su capitán, pero éste deshizo la posición de brazos, tomó la pelota que bajaba entre sus manos y se giró con una sonrisa.


- Gracias, Kenma. Sí tengo algo de hambre.


- Te esperaré en el pabellón del partido. No llegues tarde.


Kenma depositó la bolsa con el desayuno y la taza de cartón con el chocolate caliente cerca de la puerta, en el primer banco que vio antes de marcharse. Al menos su capitán parecía no estar tan hundido como la última vez y eso en parte, le alegraba pese a tener una mala sensación en el cuerpo respecto al tema.


En cuanto su compañero se marchó, Kuroo caminó hasta la bolsa del desayuno para comprobar que había un par de bollos y chocolate caliente, pero la verdad era… que no tenía hambre. Su estómago estaba totalmente cerrado desde el día anterior.


Tomó la bolsa junto al vaso y salió del pabellón. Quería darse una ducha, recoger su uniforme e irse al partido. Era mejor llegar temprano para no preocupar a sus compañeros. De camino a la residencia, se encontró con Keiko, quien parecía estar esperándole bajo las escaleras que conducían al pabellón del Nekoma.


- ¿Keiko? – preguntó Kuroo al verla allí, pero ésta sólo sonrió.


- Te esperaba. Uno de tus compañeros comentó que podrías estar aquí.


- Lo siento… prometí que te llamaría pero… he estado muy liado entre exámenes y el partido de hoy.


- Sé lo de tus exámenes y las prácticas. ¿Cuándo descansas?


- Pues… - se rascó la cabeza con inocencia – un par de horas supongo.


- Seguro que hoy ni has dormido, tienes ojeras.


- Es un partido muy importante.


- También lo es tu salud. Deberías cuidarte un poco más.


- Supongo que sí.


- ¿Podría acompañarte hacia donde vayas? – preguntó la chica con un leve sonrojo.


- Claro, sin problemas. Iba a la residencia para arreglarme antes del partido.


- Iré a animarte.


- Seguro que me traes suerte – sonrió Kuroo con dulzura.


***


Las persianas se abrieron estrepitosamente, dejando entrar la luz y obligándole a apartar el rostro hacia otro lado, colocando su almohada sobre el rostro para intentar evitar la luz.


- Tsukki, despiértate, ya son casi las diez – habló Yamaguchi.


- ¿Y?


No quería despertarse, de hecho, prefería volver a dormirse. Anoche había tenido que trasnochar con todo el asunto de la cena conmemorativa y para colmo, la situación no mejoró con Kuroo ni con su padre. No tenía un motivo para despertarse y si lo que querían era entrenar… él pasaba de ir. Con esa idea, movió la manta y la lanzó por encima de su cabeza una vez más.


- Hoy es el partido del Nekoma. ¿Te lo quieres perder? – preguntó su compañero.


- ¿Por qué no? Cuéntame el final a la vuelta – intentó volver a dormirse, pero su actitud preocupó a Yamaguchi.


- V-vale… pues nos vamos los demás al partido.


Salió de la habitación de Tsukki, sabiendo que sería imposible convencerle de hacer algo que no quería, sin embargo, tras cerrar la puerta, Tsukki elevó ligeramente la cabeza para ver que se había quedado solo. ¡Claro que quería ver ese partido! O más bien, quería ver a Kuroo pero… ¿Había sido una ruptura definitiva lo de anoche? Lo parecía, era normal que Kuroo estuviera agotado de estar tras él y no recibir nada, pero no era capaz de hablar con claridad con su padre sobre sus sentimientos.


Incluso desde su habitación, pudo escuchar la puerta principal cerrarse y supo que todos los del Karasuno se marchaban para ver el gran partido del Nekoma. Se levantó y se acercó a la ventana para poder comprobar que, efectivamente, todos se marchaban. Suspiró un segundo antes de lanzarse hacia el armario. ¡Quería ver a Kuroo!


Con esa idea en mente pese a sus dudas, salió corriendo hacia el pabellón. ¡Tenía que decidirse! Hacer algo antes de perderle completamente. Tras conocerle, toda su vida había dado un vuelco, no podía volver atrás, no veía su vida sin él. Era su indecisión y cobardía la que hacía que le perdiera.


No paró de correr hasta el pabellón y cuando llegó, el partido ya había iniciado. Todavía estaban en el primer set por lo que quedaba mucho juego por delante. Buscó a sus compañeros y los halló unas filas más abajo, absortos en la gran defensa del Nekoma y el ataque de sus ofensivos junto a las colocaciones perfectas de Kenma. Parecían imparables. Ganaban puntos con rapidez y eficacia, sin movimientos desperdiciados. Todos parecían un gran engranaje en perfecto funcionamiento, todos respetando sus funciones y dando lo mejor de ellos mismos.


Tomó asiento en la última fila. No es que fuera la mejor para ver el partido por la lejanía, pero tampoco le importaba demasiado. Estaba casi convencido de que el Nekoma ganaría. Lo que realmente quería ver era al capitán.


¡Un nuevo punto! De nuevo marcó el Nekoma y eso hizo que los ojos de Tsukki se fijasen en la chica rubia de las primeras filas que se levantaba y felicitaba a los jugadores. Todos se habían puesto en pie gritando eufóricos por el punto marcado, pero él no dejaba de mirar a esa chica, sabiendo que Kuroo tuvo una cita con ella. Le molestaba enormemente que estuviera allí sabiendo sus intereses en su chico.


El mayor problema de todos no era si ella estaba interesada en él o no, sino si Kuroo lo estaría en ella. Ahora que todo entre ellos quedaba zanjado por ese moreno, empezaba a pensar que quizá sí querría cambiar página y por tanto, salir con Keiko sería una opción razonable.


No quiso levantarse para celebrar. Prefería estar allí sentado, mirando a Kuroo respirar con una dificultad que nunca antes había visto. Aquello le preocupó e hizo que se fijase más en él. Parecía agotado, se limpiaba el sudor del rostro de vez en cuando con la camiseta del equipo y volvía a intentar encontrar la concentración para terminar el partido. Puede que nadie viera lo mismo que él, pero no era el Kuroo de siempre.


Sus piernas temblaban, le costaba mantenerse centrado y sus brazos tenían fuertes moratones además del enrojecimiento tras haber estado bloqueando los nuevos saques y jugadas.


- Tsukki, has venido – sonrió Yamaguchi que se acercaba hacia él. Quizá le había visto cuando se sentó.


- Sólo tenía curiosidad.


- ¿Por qué no vienes con todo el equipo?


- Prefiero estar aquí, gracias – susurró.


Yamaguchi miró el campo. Su compañero estaba fijo en el capitán del equipo y ahora que se fijaba en él, se notaba que estaba agotado pese a ser casi el inicio del partido. No era normal en Kuroo, él tenía mucha resistencia.


- Yamaguchi… ¿Qué pensarías si te dijera que creo… que estoy enamorado? – preguntó Tsukki en voz baja, agachando el rostro y centrando su mirada en sus dedos entrelazados.


Sólo confiaba en su amigo y aunque había tardado un par de años en pronunciar esas palabras, creyó que hoy era el momento para empezar a luchar por lo que realmente quería en la vida.


- Es maravilloso – sonrió Yamaguchi – me alegro mucho por ti. Aunque no creí que superases tan rápido tu ruptura con…


- Nunca estuve enamorado de ella – confesó – sino de otra persona con la que no puedo estar. Mi padre no lo permitiría.


- ¿Y qué quieres tú?


- Yo… yo sólo quiero… - apretó sus dedos en señal de frustración – quiero estar con él – susurró a punto de llorar.


Yamaguchi se quedó en shock durante un segundo al escuchar “él”, pero enseguida, cambió la vista hacia la persona que creía haber robado el corazón de su compañero. El capitán del Nekoma, sólo podía ser él pero cuando le miró… su boca se abrió al igual que la del resto de presentes al ver cómo se desplomaba y se golpeaba contra el suelo de la pista entre gritos aterradores de la gente.


- Tsukki – gritó Yamaguchi, captando la atención de su amigo, quien miró al instante a la pista para ver a Kuroo tirado en el suelo.


Sus ojos se abrieron como platos presa del terror. Era un maldito cabezón, había estado estudiando demasiado, trasnochando, entrenando con el equipo, siempre esforzándose por ser perfecto que acababa olvidándose de sí mismo. Al final… el capitán del Nekoma había colapsado tal y como su padre le indicó que ocurriría si mantenía ese ritmo frenético.


- Mierda – susurró Tsukki, levantándose con rapidez del asiento y buscando las escaleras para poder bajar a verle.


Corrió por las escaleras, bajando de dos en dos los peldaños pese a saber que todavía tardarían un poco en sacarlo de la pista. Los enfermeros entrarían en breve y comprobarían si podían moverlo sin lesionarlo o complicarle algo. Si todo iba bien… lo trasladarían a la enfermería. Sin embargo, él no parecía ser el único angustiado, Keiko también bajaba tras él.


- Tsukki – susurró su nombre, supuso que lo recordaba de aquella extraña cita que tuvieron donde él los encontró.


- ¿Keiko? – preguntó extrañado por ver cómo iba tras él.


- También estás preocupado, ¿verdad? Es tu mejor amigo.


- Es más que mi mejor amigo – se quejó Tsukki.


En ese momento, todo le daba igual. Tantos años angustiado por el qué dirían de él si se enteraban que era homosexual, por su padre y ahora… en ese instante tan sólo podía pensar en Kuroo y en cómo se había desplomado.


Volvió a correr por la escalera y esperó en el pasillo que daba a la pista. En apenas unos minutos, los enfermeros aparecieron trayendo la camilla tras ellos con un inconsciente Kuroo que respiraba con dificultad.


- ¿Kuroo? – preguntó Tsukki con rapidez, acercándose hacia los enfermeros que le hicieron a un lado.


- Disculpe, hay que llevarlo urgentemente a la enfermería.


- Por favor, avísenme en cuanto pueda verle – suplicó Tsukki.


No obtuvo una respuesta pero supuso que sería por la emergencia. Realmente Kuroo tenía muy mala cara, estaba pálido y agotado, su cuerpo temblaba y un sudor frío recorría todo su cuerpo. Jamás había visto a Kuroo tan mal como aquella vez. Eso hizo que en cuanto le perdiera de vista, sacase el teléfono móvil de su bolsillo y marcase el número de su padre.


- ¿Tsukki? Es raro que me llames a estas horas un…


- Papá… necesito que vengas, tenemos que hablar de algo importante.


- ¿Qué ocurre? – preguntó preocupado.


- Es Kuroo, está en la enfermería y no parece estar bien. Yo no… no tengo el teléfono de su padre y aunque lo tuviera… no sé si vendría. ¿Puedes venir tú, por favor? Sé que él te importa, lo consideras como un hijo y…


- Voy para allí. Dame unos minutos – aclaró su padre al ver tan afligido a su hijo.


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