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Apuntando a la luna por Fullbuster

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¡Tac, tac, tac! Ese molesto ruido de la aguja del segundero moviéndose sin cesar. Un minuto… dos minutos y el pasillo seguía en completo silencio. ¿Cuántas veces le había dicho a ese idiota que dejase de esforzarse tanto? ¿Y todo para qué? ¿Para que ni su padre viniera a visitarle? ¡Era idiota! No debía esforzarse tanto por el voleibol, sólo era un estúpido club…

Sus dedos se movían sin cesar, apretando sus nudillos y esperando a que alguien destruyera ese silencio mortal que le consumía lentamente. Sólo necesitaba un maldito médico, una enfermera que le dijera que estaba bien pero… nadie decía nada, nadie salía de la enfermería.

- ¿Kei? – escuchó finalmente la voz de su padre.

Había transcurrido más de media hora desde que le había llamado, pero el tráfico de Tokio era horrible, más a esas horas. Tsukki se levantó inmediatamente de la silla donde estaba y aunque Keiko frente a él también se levantó para saludar cortésmente, Tsukki se quedó inmóvil allí de pie hasta que su padre se acercó.

- ¿Qué ha ocurrido?

- No lo sé, estaba jugando y… se desplomó. Nadie me cuenta nada, no soy nada suyo y no creo que consigan contactar a su padre pero… necesitará que alguien esté presente y…

- Deja que yo hable con las enfermeras, ¿vale? Siéntate y espera.

¡Quería verle! Todo su cuerpo cayó nuevamente sobre la silla, sintiendo sus piernas flaquear incapaces de sostener su propio peso. Se movían con impaciencia y no podía evitarlo. ¡Amaba a Kuroo! Pero era un cobarde… uno que jamás pudo ser sincero ni siquiera con él. Su padre no aceptaría algo así, le había visto criticar a los homosexuales cuando salían en la televisión. ¿Por qué sería diferente con él? No iba a aceptar algo así pero… le carcomía por dentro. Era Kuroo con quien siempre fue feliz.

Su padre hablaba con la recepcionista y parecía una conversación complicada por cómo su padre gesticulaba intentando explicarle algo, seguramente que el padre de Kuroo no vendría y él querría sustituirle y escuchar lo que tuviera que decir el médico sobre el paciente.

Otros largos diez minutos transcurrieron, minutos tensos y cargados de llamadas telefónicas tanto de la recepcionista como de su padre. Seguramente trataban de contactar con el padre de Kuroo.

- Tsukki, voy a entrar a verle, ¿vale? Espera aquí – le comentó finalmente su padre.

¡Quería ir con él! Pero si no le había dicho de ir, seguramente sería porque los médicos no lo permitirían. No le quedaba más remedio que aguantar otra espera que se le haría eterna.

Su padre caminó tras la enfermera y dio varios giros hasta llegar a la habitación donde estaban atendiendo al chico. Cuando entró por la sala, los médicos parecían estar revisando unas pruebas y tenían a Kuroo tumbado en la camilla. Se sorprendió al ver al señor Tsukishima frente a él. No esperaba ver a nadie. Sus ojos se abrieron como platos y no podía apartar su mirada de él.

- ¿Señor Tsukishima? ¿Qué hace usted aquí? – preguntó confuso.

- Me ha llamado mi hijo. Ha dicho que has tenido un percance en el pabellón.

- No es nada, estoy perfectamente, no debió molestarse en venir. ¡Dios! Seguro que estaba muy ocupado – se lamentó.

- Todo está bien – comentó el hombre antes de tomar asiento a su lado – tu padre… al parecer…

- No va a venir, ya lo sé. No tiene por qué darme explicaciones, supongo que le habrá llamado pero… es algo que ya esperaba. Tampoco hacía falta, estoy bien.

- Te has desmayado y los médicos hablan de un sobreesfuerzo. En resumen… estás agotado. Mi hijo está preocupado por ti – confesó finalmente – y no es de los que suelen llamarme, nunca pide nada, es muy independiente así que supuse que debía ser importante para él.

- Mándale a casa – suspiró Kuroo – dile que estoy bien, no tiene que preocuparse. Sólo tengo que descansar un poco.

¡Algo ocurría! Lo supo por la forma desanimada en que dijo aquellas palabras, por la forma en que volvió a tumbarse en la camilla y dio la espalda a la puerta como si así pudiera evitar ver a su hijo. ¿Habrían discutido quizá? ¿Por eso estaba afectado Tsukki? Su hijo podía tener una lengua afilada, quizá le dijo algo que no debía decirle, algo hiriente por lo que Kuroo estuviera así.

- Kuroo, sabes que te quiero como si fueras un hijo para mí pero…

- No lo soy – se quejó – no soy tu hijo y tampoco me querrías si me conocieras realmente.

- ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir que el día que me preguntaste si tenía a alguien especial y te respondí… hablaba de tu hijo – le confesó – entenderás que no pueda verle, le amo y… es el motivo por el que mi padre no me habla ni viene a verme. Gracias por haber venido, pero ya puede irse, estoy seguro que lo estará deseando en vez de estar aquí con un…

- ¿Homosexual? – preguntó Tsukishima - ¿Era la palabra que buscabas?

- Sí, exactamente esa. Lamento decepcionarle, pero no puedo mandar sobre lo que siento. Mande a su hijo a casa, es mejor que no le vea o no podré superar lo que siento por él.

Aquella confesión le había pillado por sorpresa. Era cierto que la idea de los homosexuales no era la que más gracia le hacía, de hecho, hacía unos años jamás se habría planteado algo semejante, pero viendo a Kuroo y lo que había sufrido con su padre… sus piernas se negaban a abandonarle. Lo que veía no era un homosexual, era un chico brillante, con una gran carrera por delante, al capitán del equipo del Nekoma que había trabajado duro para estar donde estaba.

- ¿Sabes? Yo… era como tu padre – dijo acercando la silla un poco más a la camilla – la sola idea de que alguno de mis hijos fuera homosexual me aterraba y aún es una idea que no termino de concebir en mi cabeza, pero es cierto que en estos años he visto a muchos socios con los que trabajo tener estos problemas con sus hijos y… si ellos han podido aceptarlo con el tiempo, estoy seguro que podría hacerme a la idea, pero… no sé si Tsukki…

- Yo tampoco sé lo que siente su hijo, sinceramente – comentó Kuroo – pero yo no puedo seguir fingiendo, creo que debía saber lo que yo siento por él.

- No te lo voy a negar, Kuroo, esto es difícil de encajar para mí. Sabes que te aprecio, ¿verdad? Siempre podrás contar conmigo, Kuroo y si para tu padre esto es complicado de entender, yo te prometo que intentaré hacerlo aunque me cueste. Voy a decirle a mi hijo que estás bien, ¿vale? Tú descansa.

¡Duro golpe! No iba a negar que fuera un duro golpe. ¿Le dolía saber que Kuroo era homosexual? ¡Sí! Siempre lo había tratado como a un hijo y él no era precisamente demasiado tolerante con ese tema, al menos no lo había sido hasta que hacía unos meses, su mano derecha le confesó que su hijo era homosexual y le contaba algunas historias sobre lo feliz que veía a su hijo pese a que le costase aceptar la idea. Aun así, no era fácil pero… cuando le miraba… veía a Kuroo, a ese chico inteligente, al que todos adoraban, no veía su condición sexual.

- ¿Papá? – preguntó Tsukki al ver a su padre tan cabizbajo y confuso - ¿está bien?

- Sí, lo está. Ahora mismo necesita descansar. Sólo es agotamiento excesivo.

- ¿Qué ocurre? – preguntó Tsukki al ver el rostro confuso de su padre.

- Es… algo que me ha dicho lo que me ha dejado así. Quiere que te mande a casa.

- ¿Qué? ¡Ni hablar! No pienso moverme de aquí hasta que le vea. Es un testarudo.

- Casi tanto como tú – sonrió su padre – me ha dicho… que te ama.

¡Helado! Tsukki acababa de quedarse helado ante aquello al igual que se quedó helada Keiko a su lado tras escuchar aquellas palabras.

- No… no tienes que tomarle en serio, está delirando – intentó excusarse Tsukki.

- Hablaba muy en serio cuando lo dijo. También comentó… que no sabe tus sentimientos. Supongo que por mi parte, sólo puedo disculparme contigo por haberte presentado a tu ex novia. Creí que era una buena chica, de alta cuna, que te haría feliz y ayudaría en nuestros negocios pero… me equivocaba. Eres tú el que tienes que decidir estas cosas.

- No sé de qué hablas, papá. Yo no soy…

- Entonces deberías dejarle las cosas claras a Kuroo – le aclaró – es un buen chico, si no puedes corresponderle, es mejor que nos vayamos ahora.

¿Corresponderle? ¡Claro que lo hacía! Pero no podía decírselo a su padre. ¿Qué pensaría de él si le decía que amaba a Kuroo? Ahora estaba tranquilo pero Kuroo no era su hijo, era más fácil asimilar esa idea.

- ¿Nos vamos? – preguntó su padre.

Tsukki agachó la cabeza. Sentía la presión pero también sabía que era su decisión final. Si se iba… decía adiós definitivamente a Kuroo, pero si se quedaba… le estaría dejando claro a su padre que quería estar con él. Su padre observaba la escena, esperando a que su hijo tomase la última de las decisiones. Por un lado, esperaba se fuera con él, pero otra parte… adoraba a Kuroo casi como a su propio hijo y saber que ambos serían felices también le alegraba. Todo era contradictorio.

- Yo… - suspiró Tsukki – yo necesito… necesito verle – dijo finalmente.

Su padre sonrió, le había obligado finalmente a tomar una elección y no le había defraudado en absoluto. Si bien era cierto que la idea de que fueran homosexuales no terminaba de agradarle, sí era cierto que adoraba a su hijo y también a Kuroo, ahora Kuroo pasaría a ser su hijo realmente si salían juntos. No podía pedir nada mejor.

- ¿Y a qué esperas entonces? – preguntó su padre, consiguiendo que Tsukki elevase la cabeza y le mirase sorprendido.

¡Sonreía! Su padre estaba sonriendo y era algo que no le encajaba. Él había visto su odio a los homosexuales pero… no lo sentía en ese instante. Quizá había pasado algo que le hizo cambiar su idea, quizá era Kuroo y lo que quería a ese chico.

- No lo entiendo – dijo Tsukki.

- No hay nada que entender. No me he hecho aún a la idea. ¿De acuerdo? Vais a tener que tenemos un poco de paciencia pero… voy a intentar comprenderos. Ese chico te ama con locura. Entra a verle, pero por favor… sólo, no os beséis delante de mí, ¿vale? – le aclaró su padre sacando una ligera sonrisa de Tsukki – venga… lárgate, te está esperando.

- Gracias, papá.

Sus piernas corrieron por el pasillo. ¡Ni siquiera pensó en Keiko hasta que llegó a la puerta de Kuroo! Ella debía estar fatal con esa noticia pero… él no podía evitar sentirse feliz sabiendo que su padre le daba el permiso que tanto anheló. Abrió la puerta para encontrarse la espalda de Kuroo. Miraba la ventana.

- ¿Ya puedo firmar el alta? – preguntó Kuroo creyendo que era el doctor.

- No soy tu médico.

La voz de Tsukki hizo que Kuroo se girase al instante. ¿No había dejado las cosas suficientemente claras? Había pedido que se marchase pero estaba allí.

- ¿Qué haces aquí? Le dije a tu padre que te fuer…

- Le dijiste que me amas y estoy aquí para responderte – susurró Tsukki con un sonrojo en sus mejillas – yo… no puedo ser feliz con nadie más que no seas tú. Lamento no haberte contado antes todo, tenía miedo al rechazo de mi padre y tú lo sufriste del tuyo, aún lo haces pero te arriesgaste una vez más con el mío por mí.

- Sólo soy sincero conmigo mismo, Tsukki. Te amo y no puedo evitarlo. Prefiero que todos me rechacen por cómo soy a perderte a ti. No necesito la aprobación de nadie más que no seas tú.

- Te quiero, Kuroo y si aún me lo permites, querría compensar el daño que te he hecho. Quiero estar contigo.

- Eres un idiota – le aclaró Kuroo con una sonrisa.

Tsukki se acercó hasta la camilla, acortando la distancia con Kuroo lentamente como si esperase su permiso para poder besarle. No escuchó nada, ni una aceptación ni un quejido así que intuyó que podría hacerlo. Recorrió la poca distancia que le quedaba, uniendo sus labios a los del moreno en el más dulce de los besos que jamás se habían dado.

- Sabes que necesito reposo, ¿verdad?

- Puedo ser tu enfermero unos días, siempre que me prometas no sobreesforzarte tanto como haces. No necesitas ser perfecto en todo.

- Prometo no volver a asustarte de esta forma. ¿Te sirve eso? – sonrió Kuroo.

- Sí, me sirve. Realmente me asustaste, idiota.

- Lo siento. Pero al menos… valió la pena – acarició el cabello de Tsukki, sabiendo que a partir de ahora, su nueva vida juntos comenzaría y no tendrían que volver a esconderse.

- Y dile a tus compañeros que dejen de gastarme bromas cada vez que salgo de tu habitación tras el sexo.

- Creo que eso es imposible – comentó Kuroo – van a seguir haciéndolo. Estoy seguro.

Un nuevo beso, uno tras otro sin querer soltarse. Ambos habían deseado ese momento y aunque la puerta se abrió y escucharon un “lo siento” antes de que se cerrase nuevamente, no le hicieron caso. Tsukki sentía que toda la presión que sufrió, desaparecía en un instante.

- Era uno de tus compañeros – susurró Tsukki.

- Déjale.

- En cinco minutos lo sabrá todo tu equipo – le indicó.

- Te equivocas, en tres minutos tendremos a todo el equipo aquí haciéndonos burla.

- Entonces tengo tres minutos para besarte – sonrieron ambos sabiendo que sería cierto.

 

Fin


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