Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Apuntando a la luna por Fullbuster

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

¡Por fin el cielo se había despejado! Sin embargo y pese al sol que ahora brillaba en el cielo, Tsukki había preferido quedarse en la casa de su hermandad del Karasuno leyendo un libro. Kageyama y Hinata habían salido a toda prisa de madrugada para ir a entrenar, ¡o eso le habían dicho! Puesto que él no les había visto en todo el rato hasta el partido de esos gatitos. Aun así, en cuanto el partido finalizó y tras haber disfrutado un par de horas con ellos en un bar, seguramente se habrían vuelto a marchar a entrenar. Esos dos sólo pensaban en voleibol.


- Así que aquí estabas – sonrió Yamaguchi al entrar por la puerta principal y ver a su amigo sentado en uno de los sillones de la sala común – creía que vendrías al bar a celebrarlo con los del Nekoma.


- Tenía cosas que hacer – fue su única respuesta, intentando volver al libro.


- Han preguntado por ti.


- No me interesan los eventos sociales.


- Pues Kuroo parecía un poco preocupado, aunque tampoco ha tardado mucho en irse, tenía una cita – comentó Yamaguchi sin darse cuenta del cambio en la mirada de su amigo, quien cerró el libro con fuerza movido por la rabia al escuchar esas palabras - ¿Estás bien?


- Sí. Voy a irme a entrenar.


- ¿Ahora? Tú nunca vas a entrenar después de las seis.


No hizo caso alguno. Dejó el libro sobre la mesa y subió las escaleras para ir a por su equipo de voleibol. Todo estaba perfectamente recogido y la bolsa de voleibol hecha. Tomó el asa entre sus manos y se la colgó del hombro para marcharse. Quizá sólo era una excusa para poder salir de allí, no soportaba la idea de que siguieran hablándole sobre Kuroo, sobre el Nekoma o sobre… esa dichosa cita que parecía tener Kuroo con su imitación barata. ¡Le enfadaba la sola idea de pensarlo!


Salió por la puerta principal sin decir palabra alguna, observando en el cielo cómo el sol empezaba su descenso para dejar paso a una noche más. ¡Esa maldita noche que Kuroo compartiría con otra persona! Movió la cabeza hacia los lados para sacarse esa idea, no podía seguir así, no después de haber destrozado su corazón, tenía que pensar en positivo. Seguramente debería decir algo como que “se alegraba de su felicidad”, “de que encontrase a alguien que le hiciera sonreír de nuevo”, pero la verdad era… que le dolía en el alma… no le dolía verle sonreír… ¡no! Le dolía ver a otra persona disfrutar de esas sonrisas que deberían ser suyas.


Caminó hasta el pabellón deportivo, pero al abrir la puerta metálica, los incesantes y molestos gritos de esos dos… le hicieron volver a cerrarla. ¡No era buena idea ir a entrenar! No si tenía que aguantar a dos personas tan intensas como Kageyama y Hinata. Eran dos torbellinos que no descansaban ni un segundo. Su cerebro estaba lleno de pelotas de voleibol.


Inició de nuevo la ruta, esta vez hacia el centro universitario. Allí estaban todos los locales, bares y restaurantes a los que tenían acceso. Algún sitio más o menos tranquilo encontraría para tomarse algo y alejarse de la gente.


Tras recorrer media calle, finalmente llegó al local que más ansiaba visitar. Por el cristal podía ver que había mucha gente, pero era su sitio favorito, así que entró en el local para pedir su tan ansiada tarta de fresa. Llegó hasta el mostrador y la pidió sin dilación alguna a la camarera que estaba allí. Tras recogerla, se movió hacia una de las mesas, dándose cuenta de una chica rubia al otro extremo que movía su brazo incesantemente como si le llamase. ¡No la conocía! Pero tenía cierto aire a sí mismo, lo que le hizo tensarse, más al ver a Kuroo sentado frente a ella, mirándole con sorpresa.


- ¡Mierda! – exclamó para sí mismo e intentando ir a otra mesa esquivándoles, pero la chica empezó a gritar su apellido o más bien… su abreviación.


- Tsukki, Tsukki, estamos aquí – sonreía.


Resopló y acabó acercándose a la dichosa mesa. Ni siquiera sabía cómo conocía su apellido, pero seguramente Kuroo se lo habría dicho. Otra de las cosas que no entendía… era por qué le llamaban si estaban en una cita.


- No le gusta que le llamen así – comentó Kuroo a su cita cuando Tsukki se acercó a ellos.


- Oh… lo siento – se disculpó de inmediato la chica – creía que…


- Déjalo, casi me estoy acostumbrando, tú no paras de llamarme así – dijo Tsukki en dirección de Kuroo.


- Te he visto entrar y…


- Me ha dicho que eras un buen amigo suyo y me parecía poco educado no saludarte al menos – terminó la frase la chica, cortando a Kuroo.


- Ya veo. Pues un placer conocerte. Espero que disfrutéis de la velada. Voy a sentarme por allí…


Señaló la mesa más lejana que encontró disponible, pero justo en ese momento… una pareja llegaba y la ocupaba, lo que hizo que se callase y buscase con la mirada otra mesa vacía. Todas estaban llenas excepto la que tenía justo detrás de donde estaba sentado Kuroo. Chasqueó la lengua en señal de fastidio pero no le quedaba más remedio que aguantarse.


- Ésta… - susurró con resignación.


Dejó el plato sobre la mesa antes de observar cómo Kuroo agachaba la cabeza primero y luego la cambiaba hacia la ventana. ¿Le esquivaba la mirada? Él tampoco quería estar allí, así que se comería el pastel con rapidez y se marcharía.


- Dime, Kuroo, ¿cuál es tu plato favorito? – siguió la chica con su cita.


- Caballa salada, ¡es como un gato! – susurró Tsukki para sí mismo, aunque la cabeza de Kuroo se ladeó hacia él como si le hubiera escuchado. Dejando ver una ligera sonrisa, de ésas que él solía colocar cuando hacía rabiar a alguien.


Tampoco sería descabellado, pues su cabeza estaba justamente detrás de la suya.


- Me gusta mucho la caballa salada. ¿Y a ti?


- La tarta de fresa.


- Vaya… la tarta de fresa – sonrió Kuroo echando la cabeza hacia atrás.


- “La tarta de fresa” – susurró Tsukki imitando la voz de la chica, lo que hizo que Kuroo sonriera aún más al ver lo molesto que parecía con la situación. También era su plato favorito.


- Entonces hemos venido al mejor lugar, aquí preparan la mejor tarta de fresa de la universidad – sonrió Kuroo, acercándose ligeramente hacia la chica.


- ¿En serio? – preguntó animada, lo que hizo que Tsukki se girase ligeramente hacia atrás para ver cómo la chica resbalaba la mano por la mesa hasta ponerla sobre la de Kuroo – y dime, Kuroo… ¿Te gustan los animales?


- Me encantan, en mi casa tengo un perro y un gato. ¿Te gustan los gatos?


- Los detesto – susurró Tsukki haciendo referencia a Kuroo, pero éste simplemente sonrió al escucharle.


- Claro que me gustan – sonreía la chica – es el nombre de vuestro equipo, ¿verdad?


- Sí. Sobre todo… nos gusta comer cuervos – sonrió Kuroo haciendo referencia a Tsukki y su equipo – derrotaremos a esos cuervos en el campeonato.


- Menuda confianza – se giró Tsukki, esta vez metiéndose en la conversación de esos dos – para ser un gatito callejero, te recuerdo que tenemos al dúo de raros, harán estragos con su combo – sonrió con prepotencia.


- ¿En serio? Entonces te enseñaré cómo se bloquea a ese par. Se estiran las manos, visualizas dónde van a lanzar… y luego cierras la boca a todo el equipo al detener la pelota – sonrió con arrogancia Kuroo.


- Eres insufrible.


- ¿De verdad sois amigos? – preguntó la chica al ver la discusión de ambos.


- Sí – confirmó Kuroo de inmediato con una gran sonrisa.


- No – dijo al unísono Tsukki, girándose de nuevo hacia su tarta de fresa.


- Bromea, siempre es así – sonrió Kuroo a su cita - ¿Qué quieres hacer ahora?


- Me gustaría… ir a pasear. Dicen que el camino del bosque hacia el río es precioso de noche, iluminando las tablas de madera, pero me da un poco de miedo ir sola. Mi residencia está al otro lado.


- Te acompañaré entonces – sonrió Kuroo.


- Dame un segundo que vaya al aseo y podemos irnos.


- Seguro. Pagaré la cuenta.


En cuanto la chica se levantó, le faltó tiempo a Tsukki para levantarse también de su mesa y sentarse donde antes estaba esa chica, justo frente a Kuroo.


- ¿De qué vas? – preguntó con seriedad.


- ¿A qué te refieres?


- ¿Ahora sales con chicas?


- Tú también salías con una chica, además, yo nunca te dije que me gustasen los chicos en exclusiva y ella es…


- ¿Parecida a mí? Escuché cómo hablaba con su amiga el otro día, le explicaba el rumor que corre de cómo te gustan las chicas.


- ¿Y es mentira? – preguntó Kuroo, esta vez acercándose al rostro de Tsukki que estaba incorporado hacia él.


Aquella cercanía sonrojó aún más al rubio. Kuroo era experto en sacarle de las casillas, a él y a todos, pero era un buen chico y sobre todo… muy sincero. No le había negado que le gustaba él físicamente, de hecho… casi se lo estaba aclarando.


- No me gusta que se tiñan el pelo ni que utilicen gafas solo para gustarte.


- Es sólo una cita, Tsukki, no voy a casarme con ella.


- Oh… ¿Un revolcón de una noche?


- ¿Y si fuera así, qué? Tú rompiste conmigo – bajó el tono de voz para que nadie escuchase aquello - ¿O es que quieres volver?


- Ni hablar. Es sólo que… estás siendo demasiado complaciente en todo lo que te dice, aceptas lo que sea.


- ¿Y no lo hacía también contigo en nuestras citas?


¡Pillado! Así se sentía, pillado completamente, porque era cierto que Kuroo siempre había sido complaciente en todo. Le dejaba elegir los restaurantes o qué hacer después, todo para que pasase una gran velada. Nunca se le ocurrió preguntar qué era lo que él deseaba y ahora que lo veía desde fuera, se daba cuenta de que ése fue un error suyo. Kuroo sólo pensaba en los demás y en cómo hacerles feliz.


- Piensa un poco más en ti.


- Ya estoy pensando en mí – sonrió – si ella disfruta de una velada agradable, es posible que luego me deje a mí disfrutar de una buena noche.


- Eres un pervertido.


¡Un pervertido capaz de llevarse a cualquiera a la cama! Así lo veía Tsukki, porque era tan atractivo que podría tener a la hija, a la hermana y hasta a la madre si quisiera el muy desgraciado. Siempre había tenido esa labia especial para convencer a la gente y su atractivo físico hacía lo demás. ¡Era el perfecto seductor!


- Lo que yo me pregunto… es el motivo para que estés aquí en mi cita.


- Iba a entrenar, pero Kageyama y Hinata han invadido el gimnasio.


- Ellos siempre están en el gimnasio – le aclaró Kuroo con una sonrisa – además, tú no entrenas después de las seis. Sólo es un club, ¿recuerdas? Eso es lo que siempre me decías.


- Eso fue antes de…


- ¿De?


- De entrenar contigo.


- Oh… ¿Quieres entrenar conmigo de nuevo?


- Jamás – se levantó de golpe, volviendo a su mesa antes de que la chica regresase, pero dejando una gran sonrisa en el rostro de ese moreno que volvió a volcar su espalda contra el respaldo.


Al ver cómo su compañera regresaba, Kuroo dejó un billete encima de la mesa para pagar la cuenta y empezó a ponerse la chaqueta. Con rapidez, Tsukki empezó a comerse el pastel frente a él, tratando de parecer desinteresado, hasta que sintió que tocaban su hombro.


- Nos vemos, Tsukki – susurró Kuroo su nombre con ese toque que él siempre ponía y le desquiciaba.


Tan sólo a Yamaguchi le dejaba llamarle por ese apodo, pero el maldito de Kuroo no dejaba de repetirlo una y otra vez. Y para colmo, cuando no le llamaba por su apellido… le llamaba “gafas” gracias a Bokuto y sus estúpidos motes. Le desquiciaban de verdad.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).