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El bucle de óbito por Ilusion-Gris

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—¡¿De nuevo?! —Giró sobre sus talones, las plumas finas y rígidas de sus alas se agitaron y el sonido que produjeron ocasionó que el chico que caminaba unos pasos por delante diera media vuelta para escucharlo decir—: ¡Me estoy volviendo loco! —exclamó hastiado del escenario que se volvía a repetir.

Dabi enarcó una ceja.

—¿De nuevo qué? —preguntó a Hawks no muy entusiasmado por enterarse.

El de alas rojas observó la expresión seria de su compañero. Le tenía tanta envidia, y a la vez pena, por permanecer ajeno al bucle en el que estaban metidos.

—Ya te lo expliqué unas diez veces y siempre terminas por olvidarlo —dijo consciente de que el otro no tenía la culpa.

—¿Ah, sí? —Sabía que no era el mejor prestando atención, pero no se disculparía por ello—. Quizá si me lo dices ahora lo recuerde para la próxima.

Hawks no perdió detalle del rostro de su amigo y de su intento por persuadirlo.

No entendía nada, pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados.

—Me adelantaré —anunció con la intención de correr en busca del joven que encontró tirado en el puente y que también parecía estar al tanto de lo que sucedía, pero el agarre firme en su brazo le impidió avanzar—. ¿Dabi?

De todas las veces que se había despedido de forma similar, o su compañero no respondía, o le reclamaba el que lo dejara atrás, sin embargo, nunca lo había detenido.

—Pareces preocupado, ¿qué sucede? —habló sin estar dispuesto a soltarlo.

No lo dejaría ir hasta que expulsara aquello que decía volverlo loco.

«Debo lucir desesperado para que haya actuado así», se dijo a sí mismo, convenciéndose de que de otra manera no se tomaría la molestia de investigar lo que sucedía con él.

—No me creerás —susurró sin ganas.

No lo suponía, en verdad no le creía. Ya había pasado antes.

—Oye, sé que a veces no te escuchó correctamente... —Calló para buscar las palabras más acertadas sin sonar como que se arrepentía de hacerlo, después de todo, había cosas que no podía cambiar—. Puedes decírmelo ahora, no me burlaré ni me pondré escéptico —prometió intentando formar una sonrisa confiable.

Sus cabellos negros y desordenados se sacudieron en su rostro por el viento que lo golpeó de frente, sus ojos color turquesa brillaron con aquella luz del cielo a punto de extinguirse. 

Y aquello le hizo pensar que si todo quedaría de nuevo como una realidad que no llegó a concretarse, entonces no perdería nada al decir algo que normalmente no diría.

—¿Crees que puedo ser justo ahora un gran héroe? —le preguntó aprovechando que su amigo estaba dispuesto a prestarle atención y que en un par de minutos lo olvidaría.

Estuvo a punto de soltarlo y rendirse al sospechar que estaba jugando con él, pero lucía ansioso por conocer su respuesta y decidió darle una oportunidad.

—Tus alas son increíbles, te mueves rápido, las manejas bien, podrás salvar a muchas personas gracias a ellas, pero en este momento no tienes una licencia, entonces no sé si puedas... —su voz se apagó dejando entrever lo que pensaba.

Debía darle el mérito, al menos intentó sonar amable.

—Para ser honesto, no sé si tengo que enfrentarme a un villano y por ello verme obligado a utilizar mi quirk... Aunque si sucede estaré rompiendo una de las reglas, pero no lo haré para conseguir mi propio beneficio —era obvio que su compañero no estaba captando nada por la forma en que le devolvía la mirada—, solo seré egoísta en esta ocasión, después prometo que no me detendré por nada y ayudaré a esa persona. Porque soy el único que puede hacer algo.

Dabi volvió a enarcar una de sus cejas y al percatarse que su compañero se estaba acercando demasiado a su rostro intentó apartarlo, sin embargo, Hawks tenía más determinación que él y logró asirse con fuerza a su corbata y estampar sus labios contra los suyos.

Sabía que tenía algo más importante por hacer, pero necesitaba un pequeño empujón para lanzarse de lleno al abismo.

Con los ojos cerrados, incluso.

—¡¿Qué fue eso?! —cuestionó sorprendido el que poseía quirk de fuego una vez que logró zafarse de su agarre.

El de cabellos rubios y de estatura más baja sintió sus mejillas arder. Y por una sola vez se alegró de regresar en el tiempo.

Todo a su alrededor pareció temblar, cerró los ojos al sentirse mareado y al abrirlos vio la espalda de Dabi a unos cuantos pasos de distancia.

—¿Lo recuerdas? —Alzó la voz con cierto temor.

Con una lentitud que no recordaba, su amigo giró para contestar:

—¿Qué? —preguntó con simpleza y con la expresión seria de siempre.

—No, no es nada —dijo alcanzándolo y pasando por su lado—. Tengo que adelantarme —pronunció sin mirarlo y abriendo sus alas para comenzar a batirlas.

—¡Oye, no deberías hacer eso! —le gritó cuando lo vio elevarse en el aire y poco a poco alejarse.

Hawks ya se lo había advertido, sería egoísta solo una vez, después, se involucraría de lleno para ayudar al joven y romper ese bucle.

Si se ponía de pie era gracias a una fuerza superior, porque él se estaba desmoronando con cada mínimo movimiento.

El tiempo ya no tenía sentido, lo que parecía ser un año para él, podría ser solo un parpadeo para el resto.

Aunque el sentimiento de heroísmo que se apoderaba lentamente de cada partícula que lo conformaba no se dejaba influenciar por la distorsionada realidad, y entendió por primera vez que su mente podía ser más fuerte que su cuerpo.

Tenía que hacerlo.

¿Por qué? Katsuki Bakugou había dejado de ser su amigo y ya ni siquiera recordaba lo que era tener uno.

Quería pensar que lo hacía por el simple hecho de que era una persona en peligro, que lo haría por cualquiera, un desconocido o la persona que le hizo daño en su adolescencia.

Antes de que se manifestaran sus particularidades su diferencia no era tan marcada, pero conforme los años pasaron, tuvieron menos en común. Y aunque continuaron siendo amigos, no duró demasiado. No tenía nada que ofrecer, y aunque se aferró a la idea de ser un héroe, todas las puertas se cerraron en su cara.

Debía admitir que no había nacido para ello, y ya se estaba acostumbrando, pero ahora, de la aparente nada, surgía una fuerza y una debilidad extraña que invadía su pacífica vida.

Rendirse no se había vuelto una opción.

Avanzó como ya sabía y antes de lo esperado. Katsuki estaba frente a él.

Curioso, debía salvar a uno de los héroes que más admiraba.

—¿Por qué estás involucrado en esto? —dijo más como un reclamo.

Fuera a donde fuera, su suerte terminaba por ser la misma y volvía a retroceder. Nadie más se había dado cuenta, incluso, había pedido ayuda a su amigo Red Riot y a sus demás colegas. El resultado seguía sin cambiar.

Y con todo, no encontraba el sentido a que Midoriya estuviese involucrado con su muerte.

—¡Tú lo estás provocando, eres tú quien ocasiona que regresemos en el tiempo! —Más que la sensación de satisfacción al haberlo descifrado, sentía una opresión de disgusto por el reciente descubrimiento.

¿Cuánto habían pasado para llegar a ese punto de desesperación?

Y es que el tiempo ya no tenía sentido, lo que parecían ser meses podrían ser solo días. 

Lo que parecían mil veces podrían ser solo cien.

Estaban desgastándose. Mental y físicamente.

—No, no puedo ser yo, ¿cómo sería eso posible? —cuestionó con cierta burla en la voz.

¿Él? ¿El mismo Izuku Midoriya al que le dijeron poseer una articulación vestigial en el dedo pequeño del pie? Lo que significó que pertenecía a una generación inferior, que él no estaba entre aquellos que habían evolucionado, que jamás tendría quirk. ¿Bakugou sabía lo que estaba insinuando?

Debía existir una explicación menos absurda.

—¡Mírate! —Demandó perdiendo la paciencia—. ¡Luces justo como alguien que ha utilizado demasiado su particularidad!

Negó con la cabeza, no podía aceptar lo que decía.

—¡Detenlo de una buena vez! ¡Para ya! —Se acercó hasta el contrario y lo tomó por los hombros para sacudirlo—. ¡Te matarás a ti mismo si no lo detienes, maldito nerd!

Volvió a negar, no podía ser así, él no tenía la capacidad para alterar el tiempo. Si fuera posible lo habría descubierto antes.

—¡No, yo no puedo detenerlo! —le gritó.

Quizá llevaban mucho tiempo atrapados, tanto que se estaban volviendo locos.

¿Por qué él tendría la capacidad de encerrarlos en un bucle para evitar la muerte de Kacchan?

¿Por qué?

Tal vez sabía la respuesta, quizá ya lo sabía desde el inicio.

De pequeños, se prometió que lo salvaría. Y aunque Katsuki no lo recordara, él también prometió hacerlo.

Pero uno no cumple sus sueños solo con desearlos.

—¡Estoy tratando de decir que tampoco comprendo cómo es posible que alteres el tiempo! —Tomándolo con firmeza de un brazo, lo obligó a encararlo—. ¡Pero es lo único que se me ocurre para que tú estés involucrado!

Se había quebrado la cabeza para llegar a esa conclusión, Deku le había contado todo lo que ocurrió, desde que salió del trabajo hasta el momento en que lo tomó de la muñeca. Tenía que ser él quien intentaba evitar su muerte.

El héroe no deseaba su ayuda aunque ello significara perder su propia vida, estaba convencido de que encontraría la forma de librarse, de resistir el ataque y de continuar respirando.

Había pensado en traer a Kirishima para que Midoriya lo tocara, pero el chico lucía absurdamente mal. Estaba seguro que si continuaba postergando de esa forma su muerte, esta terminaría por alcanzarlo a él. 

Y no quería que muriera por él, de hecho, prefería que no se involucrara. Por eso quería obligarlo a parar, pero Izuku parecía no darse cuenta de su propio poder, y entendía por qué no se había manifestado antes.

Una particularidad que evita un peligro inminente al retroceder el tiempo, y que es capaz de involucrar a las personas que son tocadas por el que lo posee, no había escuchado antes nada similar.

—Está bien —intentó calmarse, no estaba funcionando por las malas, debía hacerlo por las buenas—, solo piensa en el poder que fluye en ti, es tuyo, tú debes ser capaz de controlarlo.

Midoriya seguía sin ceder.

—Kacchan, yo no... No sé qué está pasando —apretó los puños con fuerza, pero aún no estaba dispuesto a rendirse.

—¡Déjalo, maldita sea! ¡Puedo hacerme cargo! —lo miró con intensidad, deseando que con ello fuese capaz de convencerlo.

Sabía que negarse no serviría de nada, era obvio que si estaban atrapados era porque el resultado no era bueno, debía existir una cosa más a la cual aferrarse, una que los ayudara a salir a salvo.

—Solo tengo diez minutos, tú tienes media hora, pide ayuda. —Fue lo mejor que se le pudo ocurrir. 

—No entiendes, deja de involucrarte —pronunció con molestia.

En su cabeza solo había caos, justo como su expresión reflejaba.

Katsuki Bakugou era un héroe, él salvaba a las personas, no ellas a él, y no podía aceptar pedir más cuando había presenciado como por intentar ayudarlo morían.

Eijirou terminaba en el suelo, inconsciente, su cadáver uno más adornando el escenario fúnebre que se instalaba a su alrededor. No estaba dispuesto a sobrevivir a costa de los demás, tampoco es que quisiera morir, pero parecía que aquel jodido bucle solo existía para demostrarle que no tenía la capacidad de salir ileso, que con todo el esfuerzo, con todos los involucrados, su suerte sería la misma.

Sin embargo, no lograba entender cómo es que Midoriya, al que una vez le recomendó el suicidio como única forma de conseguir un quirk, ahora lucía dispuesto a todo con tal de salvarlo, quizá por eso su infierno continuaba postergándose, por su ingenuidad. Sí, su particularidad era interesante, pero debía saber cuándo rendirse y Deku no lo estaba entendiendo.

—Lo lograremos —dijo de pronto más pálido de lo normal, con una tonta sonrisa que contrastaba con su estado lamentable.

Y Katsuki quería maldecirlo, por estar tan jodido y aún así mantenerse optimista.


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