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El bucle de óbito por Ilusion-Gris

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Sentado en el piso del baño, con la espalda contra la puerta, con las rodillas cerca del pecho y los brazos a su alrededor, esperó con los párpados apretados y los dedos cruzados que todo fuese un mal sueño, desde que despertó ese fatídico día por la mañana, hasta el presente que no encajaba con el transcurso natural del tiempo.

Quería que esta vez la realidad fluyera con normalidad, como ya estaba tan acostumbrado a experimentarla.

—Hijo, ¿quieres desayunar conmigo? —Una pausa extensa le siguió a las siguientes palabras—: Te dejaré aquí lo que preparé para ti, tienes que comer algo…

Deseaba al punto de resultar doloroso salir de allí y abrazar a su madre.

Necesitaba comprobar que se encontraba bien, necesitaba del calor de Inko para derretir todo el miedo que le estaba trepando hasta adherirse a su piel. Mas no podía hacerlo, no quería asustarla, no pretendía preocuparla más de lo que ya debía estar por su causa.

Después de unos minutos, rindiéndose, abrió los ojos con lentitud y se armó de valor para mirarse una vez más en el espejo.

Su mente no le había jugado ninguna broma.

Tenía de vuelta quince años, la edad en que fue rechazado de la academia U.A.

Recordaba que por aquella época se la pasó encerrado en su habitación sin salir de allí por más de un mes, manteniéndose con las cortinas cerradas, mirando una y otra vez el vídeo de All Might salvando a las personas con una sonrisa en el rostro mientras decía: «Ya todo está bien. ¿Por qué? Porque yo estoy aquí» —justo como cuando le anunciaron que jamás tendría una particularidad—. Coexistiendo entre ropa sucia, latas y platos desechables dispersos en el suelo, pero sobre todo, subsistiendo con su espíritu y sus sueños hechos trizas.

La diferencia, ahora, ¿él realmente tenía un quirk?

Observó su reflejo en el espejo y vio directo a los ojos del chico que sufrió como nadie por no poder ser un héroe, por no tener lo necesario para ser uno. Se encontró de nuevo con el muchacho que anhelaba con todo su ser superarse a sí mismo, convertirse en inspiración y esperanza, miró a aquel que no tuvo más opción que resignarse y aceptar que su camino se torcía en sentido contrario sin su consentimiento. E irónicamente —al parecer el destino tenía sentido del humor—, a sus veinte años se venía enterando que poseía una particularidad, o al menos, era la conclusión más lógica que se había visto obligado a interpretar gracias a su actual situación.

Lo único rescatable era que ya no se sentía agotado, su cuerpo y mente estaban en armonía, sin embargo, tampoco sentía a Katsuki ni al estudiante. De alguna forma debió liberarlos, como las plumas de aquel chico extraño, que las podía controlar por un momento, pero al final las perdía.

A estas alturas debía aceptarlo, era él quien estuvo manipulando el tiempo y fue él quien provocó un retroceso de cinco años. ¿Pero cómo lo logró?

Tenía muchas dudas, y solo conseguiría respuestas investigando, primeramente su propio quirk, necesitaba controlarlo para descubrir quién era aquella persona que intentaba asesinar a Katsuki.

Aprovecharía que su madre durante esa temporada le permitió mantenerse aislado, requería hacer esto por su cuenta sin involucrar a terceros. No tenía idea de las consecuencias que ocasionaría de alterar una sola cosa por error. El futuro estaba en sus temblorosas e inexpertas manos.

Solo deseaba detener al tipo que trataba de matar a su amigo, tan solo eso importaba.

[...]

No había información concreta en la web de personas capaces de viajar o controlar el tiempo, pero descubrió algunas particularidades semejantes; encontró registros de una mujer que podía moverse con rapidez, desplazándose, casi a voluntad, por la línea de tiempo establecida, prolongando hasta siete veces un segundo a su conveniencia, ella afirmaba que ante sus ojos el mundo se volvía lento. También halló una investigación a medias de un hombre que aparecía y desaparecía a voluntad, no se volvía invisible ni atravesaba muros, el tipo relataba que ante una situación donde podía realizar dos o más acciones, en su cabeza se formaban varias opciones, como puertas, y que al elegir una, después tenía la oportunidad de cambiar y regresar durante un corto período en el tiempo para elegir otra opción. Entonces, ante ojos ajenos, era como si desapareciera de la nada; lo curioso es que solo alteraba su propia realidad, la del resto seguía imperturbable. Y por supuesto estaba predicción, la particularidad de Sir Nighteye, capaz de ver el futuro, pero con ciertas restricciones.

Poco a poco su mente fue captando cierto detalle. El quirk con el que fue bendecido, o maldecido —dependiendo de la perspectiva—, era muy poderoso.

Permitiendo que su imaginación volara sin imponerse un límite, se planteó la idea de más personas con su don, capaces de alterar eventos pasados, justo como él lo estaba intentando; tal particularidad en manos equivocadas podría ser nocivo.

Quizá el gobierno capturaba a personas como él, tal vez estas mismas personas fueron capaces de avanzar en el futuro, y con tal particularidad podían prever lo que ocurriría y elegir mantenerse ocultas. O quizá era él el primero en manifestar un quirk semejante. No tenía idea, pero comenzó a sentir miedo de todas las posibilidades que se abrían conforme avanzaba, y lo único que había logrado confirmar, era que seguía sin ser capaz de medir el alcance de su quirk.

Harto de no llegar a ninguna parte se propuso, de ahora en adelante, solo enfocarse en evitar el ataque a su amigo.

En ese preciso momento, Bakugou debería estar tomando sus primeras clases en Yūei. ¿Ahí también se encontraba la persona que en el futuro intentaría matarlo?

Haciendo un cambio drástico en su historial de búsqueda de Internet, comenzó a investigar sobre quirks capaces de destruir al toque.

Antes no había sido capaz de identificar a la persona que atacó a Katsuki, vestía completamente de negro; traje, zapatos, guantes, una mascarilla  de tela cubriéndole la boca y nariz, y una capa que le caía sobre los hombros camuflándolo en la oscuridad. Lo único que alcanzó a distinguir fue un par de iris ámbar ensombrecidos por el odio.

A diferencia de otros súper héroes, él no contaba con una red o una fuente de información ilimitada, se topaba con las mismas restricciones que cualquier ser humano común encontraba al realizar una búsqueda de esa magnitud, pero gracias a los conocimientos informáticos que fue desarrollando a lo largo de su vida en los momentos de ocio, no le resultó imposible infiltrarse en los servidores de ciertas agencias importantes debido, en gran parte, a que los sistemas de seguridad que utilizaban actualmente, en cinco años ya no eran gran cosa.

Kai Chisaki, Yakuza y líder de los Ocho Preceptos de la Muerte. Particularidad, Overhaul, puede desarmar y volver a armar objetos y personas a través del contacto.

Para el momento en que dio con aquel hombre pasaba de la media noche, su cabeza estaba llena de información y reclinándose en el asiento se quedó dormido con los brazos cruzados.

[...]

Se detuvo en frente de la academia, con el corazón encogido al contemplar los edificios imponentes repletos de cristal que se alzaban más allá de la barrera de entrada. A su lado pasaron múltiples estudiantes sin prestarle mayor atención y él se quedó esperando lo más discreto posible a Katsuki.

Aún no sabía si lo que estaba haciendo realmente evitaría la muerte futura de su amigo. Quizá el camino sería distinto, pero el final el mismo, y sus esfuerzos totalmente en vano.

A su mente acudió el rostro del héroe, despreciándolo con cada gesto y odiando que se involucrara. ¿Por qué a pesar de todo se negaba a rendirse? Aunque no estaba seguro si funcionaría, aunque no controlaba su propio quirk, aunque cabía la posibilidad de estar empeorándolo todo. Todavía no entendía por qué se aferraba a cambiar su destino.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Escuchó la voz irritada de Bakugou a su espalda.

Se giró con lentitud y esbozó una sonrisa.

Su cuerpo debía parecer de quince años, mas su mentalidad se había conservado, y lo que antes le aterraba y le intimidaba, ahora ya no lo hacía más.

—Kacchan… —No pudo evitar asombrarse por volver a ver al héroe a esa edad.

Impaciente, el rubio cenizo pasó a su lado y Midoriya se hizo a un lado para no golpear su hombro. No quería tocarlo, no quería que se enterara de lo que estaba haciendo.

—Ya hiciste el ridículo al presentarte a un examen sin particularidad, deja de avergonzarte y dedícate a otra cosa, nerd —dijo sin molestarse en mirarlo, y con un tono que daba a entender que comenzaba a tomarse en serio el papel en la sociedad que aspiraba.

—Estuve pensando —enunció ignorando el comentario anterior—, en los días que solíamos pasar las tardes juntos, cuando aún no sabíamos quienes seríamos, pero sí sabíamos lo que queríamos ser…

Un poco impresionado por la actitud de Izuku, dio media vuelta para observarlo con desdén.

—Entiendo que siempre fuimos diferentes, que aunque al principio no lo éramos del todo… Pero seguías teniendo más probabilidades de tener un buen quirk, y aun así yo te agradaba.

La ceja del estudiante se alzó en suspicacia.

—Solo quería decirte que para mí esa época siempre será valiosa. —En todo el momento en que estuvo hablando no dejó de sonreír, y antes de darle la oportunidad a Katsuki de responder con una maldición, retrocedió unos pasos con la expresión más seria—: Adiós.

Confundido el chico le permitió irse sin exigirle una explicación a su extraña acción.

Izuku intentó no mirar hacia atrás, porque al hacerlo no solo vería al Katsuki de quince años, vería al niño con el que creció, y también podía vislumbrar al gran héroe en el que se convertiría.

Él quería pertenecer a su mundo, si fuese egoísta buscaría la manera de regresar antes del examen y con su particularidad ganarse un espacio en Yūei, si él se lo proponía, estaba seguro, que podía ser el número uno, tenía el tiempo a su favor, si él quería podía repetir mil veces un instante hasta que sucediera lo que tanto anhelaba.

Podía convertirse en el mejor amigo de Kacchan, podía hacerlo feliz lo que restaba de su vida.

Sin embargo, no lo haría.

[...]

Chisaki había estado trabajando duro para conseguir una droga capaz de destruir las particularidades, en su momento, Midoriya se enteró de la situación, pero meses después la información completa se hizo pública; gracias a los esfuerzos de los héroes profesionales y a un par de héroes con licencia provisional, habían sido capaces de detener a su organización, pero el hombre al final había sido reportado como desaparecido cuando era trasladado a prisión.

Hasta donde Izuku se llegó a enterar, Bakugou no estuvo involucrado en el incidente, pero recordaba que fue capturado por la liga de villanos, y la relación de los villanos con los ocho preceptos de la muerte también había sido comprobada.

Necesitaba más información que en esta época no conseguiría, consciente de ello se preparó para hacer un salto en el tiempo de dos años. Se aseguró de que en el futuro le resultara fácil infiltrarse en los servidores de las agencias que estuvieron involucradas, se creó un usuario y contraseña, y para que no sospecharan utilizó datos de futuros héroes que ya sabía lo serían.

Los quirks funcionaban acorde a cada persona, algunas veces, dependían de factores externos. Él desconocía cómo impulsar su poder y cuáles eran sus límites.

Se recostó en la cama y boca arriba pensó en aquella época que deseaba visitar, cerró los ojos y concentrado esperó que al abrirlos todo hubiese cambiado. Al menos, así recordaba que funcionó la última vez.

No obstante, no sintió nada y al enderezarse descubrió el mismo desorden.

A los diecisiete años estaba desempleado y ayudaba a su madre con los quehaceres del hogar, se desvelaba jugando videojuegos y los fines de semana salía de casa para que Inko no se preocupara, tomaba el tren a cualquier otra prefectura, vagaba sin rumbo hasta que caía la noche y debía regresar contándole a su madre que se la había pasado con amigos que al igual que él no encontraban su lugar en el mundo.

No le gustaba esa época, odiaba todas las mentiras que se creó para evadir la realidad, y sobre todo, haberse aprovechado de la confianza de su madre.

Ahí sentado en el borde de la cama, recordó con nitidez aquel día en que se cansó de la vida que llevaba y en uno de sus escapes subió hasta un edificio.

Podía sentir el viento frío impactando en su cara, y al enfocarse en sus pies, notó que ya no estaba en su habitación.

Debían pasar de las ocho de la noche, y antes de girarse para reanudar su investigación, observó con nostalgia la ciudad ajetreada.

[...]

Justo como previó, descubrió que sí estuvieron relacionados, pero seguía sin entender cómo es que Bakugou terminó siendo objetivo de Chisaki, hasta que dio con un documento que parecía irrelevante a simple vista, ahí se enteró que Chisaki no debía tener brazos, ya que la liga de villanos se los habían destrozado, pero se había reportado recientemente a las autoridades un hombre utilizando una particularidad muy similar.

Al leer la noticia sus manos comenzaron a temblar, había algo en ello que le evocaba una sensación desagradable.

Cuando tenía diecinueve años, como favor a su jefe tomó el turno nocturno, estaba limpiando el mostrador cuando se acercó un hombre con prótesis en los brazos, le entregó una botella de agua y una jeringa para que leyera su código de barras y le cobrara. Algo en aquel joven le hizo sospechar lo peor, quizá se debían a las ojeras alrededor de sus ojos, o a aquella expresión tan sombría que conocía a la perfección. Sintió la necesidad de evitar que atentase contra su propia vida y lo tomó con firmeza por los hombros.

En el instante en que sus ojos hicieron contacto, Izuku pudo percibir que no toda su vida aquel hombre estuvo así, y apretando los párpados intentó imaginar la época en que tenía ambos brazos. Quería decirle que no todo estaba perdido, que aún había muchas cosas buenas por venir, pero al abrir los ojos ya no estaba. Había desaparecido. Sintiéndose más agotado de lo que recordaba aflojó su corbata y se apoyó en el mostrador para no desmayar.

Debió ser él quien provocó que Kai Chisaki recuperara sus brazos, y este debió deducir su particularidad. ¿Pero cómo es que todo terminaba en la muerte de Katsuki?

Asustado por el nuevo hallazgo, en un acto de desesperación intentó avanzar más allá de su presente, a un día que todavía no llegaba, y con su cabeza como a punto de estallar en una explosión de luz, se descubrió en medio del trabajo.

Desconcertado miró a su alrededor, en la caja que estaba junto a él atendía una chica que no conocía, y limpiando los vidrios de la entrada un hombre mayor que recordaba antes se paraba en el estacionamiento vendiendo periódicos.

—¿Te sientes bien? —cuestionó una voz familiar.

Se aclaró la garganta con un carraspeo e intentó hablar lo más natural posible —: Sí… Qué… ¿Qué día es hoy?

—Miércoles —respondió sin más el joven con aspecto severo y estaba a punto de retirarse cuando Midoriya lo detuvo.

—Pero es… ¿Quince? ¿Catorce? —dijo adivinando para no sonar tan perdido.

—Cinco de Noviembre, Midoriya —lo observó con preocupación—, ¿seguro que no te sientes mal? Te ves un poco pálido.

—La verdad es que me siento un poco mareado —admitió para tener una buena excusa y salir de allí lo antes posible.

—Ve al salón de descanso, yo terminaré el turno de ambos, al cabo solo falta media hora —ordenó antes de por fin marcharse.

Inquieto por estar en el futuro, se dirigió enseguida a los casilleros para buscar entre sus cosas su celular. Le sorprendió descubrir uno nuevo, él no solía cambiar de modelo con facilidad.

Al encenderlo la fecha apareció en la pantalla. Había avanzado más de un año en el tiempo.

Girando en todas las direcciones se aseguró que nadie estuviese cerca y sacó de su mochila la libreta que siempre llevaba consigo. Buscó entre las páginas alguna anotación referente a su particularidad, esperaba hojas enteras con apuntes relevantes, pero se llevó una enorme decepción al descubrir solo unas cuantas líneas que casi pasa por alto.

Técnicamente explicaba que al final del puente se encontró con la escena del asesinato de Katsuki, Overhaul —el autor del crimen—, se presentó ante él incitándolo a que utilizara de nuevo su quirk para evitar la muerte del héroe —antes había descubierto que el joven era el único ser humano con el que Izuku trabó una amistad verdadera, aunque esta fuese muy antigua y corría al riesgo de no provocarlo lo suficiente para que expusiera su particularidad— y así podría obligarlo a colaborar en su causa de cambiar al mundo desde el núcleo.

Sin embargo, en ese momento no tenía idea de lo que estaba hablando, y Chisaki no tuvo más remedio que darse por vencido al ver que a pesar del genuino dolor, él no podía hacer más que llorar la pérdida.

[...]

—Izuku, no te esperaba tan tem…

Las palabras murieron en los labios de Inko al ser repentinamente abrazada por su hijo.

Estaban en medio de la cocina, con la comida en la estufa a punto de quemarse.

—Kacchan está muerto —dijo con profunda pena y buscó consuelo en el cálido afecto de la mujer que más lo amaba y por la cual él daría la vida sin pensarlo.

Acariciando su espalda con suavidad, emitió en un dulce susurro que pareció al instante fundirse en el aire y reverberar en su cabeza:

—Todo está bien, ahora él está descansando en algún mejor lugar.

[...]

Estaba envuelto entre las sábanas cuando una llamada entró a su celular, estiró la mano para tomar el aparato y meterlo debajo de su almohada.

Llevaba tres días metido en su habitación, seguramente, ya había sido despedido y reemplazado de la tienda de conveniencia en la que estuvo trabajando por más de dos años. Y no le interesaba, se sentía tan triste como para molestarse en algo más que en la pérdida del héroe. Igual, no se molestó en regresar a la época que le correspondía, no quería volver a experimentar aquel año sin Katsuki.

Su estómago comenzó a rugir y decidió buscar algo de comida en el mueble más cercano al colchón, algún paquete de galletas o cualquier cosa que se pudiese llevar a la boca, estaba revisando los cajones cuando por el movimiento un lápiz que descansaba en la cubierta rodó debajo de la cama.

Con fastidio se tiró el suelo para alcanzarlo, y cuando creyó recuperarlo, en la punta de sus dedos percibió que tocó algo diferente, sin pensarlo tiró hasta encontrarse con un cuaderno bastante desgastado por el constante uso. Lo abrió y su corazón se detuvo un instante.

En las hojas halló montones de experimentos, comentarios y observaciones de su particularidad hechos por él mismo.

Y al parecer, una vez que comprobó que podía controlar medianamente su quirk, hizo planes para regresar en el tiempo y evitar la muerte de Bakugou.

Entre aquellas páginas leyó lo siguiente:

Al tocar un objetivo, en cualquier parte del cuerpo, puedo hacerlo partícipe de mi recorrido en el tiempo.

Al tocar un objetivo con ambas manos, y siendo consciente del transcurso del tiempo, tengo la capacidad de arrojarlo a cualquier época en que esté pensando, pero una vez que sucede, ya no tengo la capacidad para traerlo de vuelta, todo transcurre en un instante.

Al retroceder en el tiempo puedo alterar las decisiones de los demás, pero de alguna forma el destino consigue regresar a su flujo natural de eventos.

Una vez que utilice mi quirk para intervenir en ciertas fechas, ya no puedo volver a utilizarlo durante aquella temporada, ejemplo: El día que hice que Overhaul regresara en el tiempo y así evitara que le rompieran los brazos, al intentar revertir la acción, automáticamente fui bloqueado, como si no pudiese acceder a ese día, y cuando probé con interferir directamente en el incidente, igual no funcionó.

Sin embargo, descubrí que puedo abrir bucles en el tiempo, y mantenerlos tanto como mi cuerpo lo soporte, pero al igual que lo anterior, una vez que el bucle se rompe ya no puedo volver a participar en ese lapso de tiempo.

Los recuerdos de lo que he hecho se mantienen siempre y cuando utilice gran parte de mi concentración en no perderlos, pero si me ocupo en algo más, termino por olvidarlos.

Solo cambios drásticos en el pasado tienen efectos radicales en el presente y futuro.

Al terminar de revisar hasta el último de los apuntes que hizo, Izuku se dio cuando que había perdido la oportunidad por la que estuvo trabajando y planificando durante meses. Había tenido en sus manos la posibilidad de salvarlo y lo arruinó. Kacchan había muerto y con ello la última esperanza que le otorgaba su particularidad.

Era un completo inútil y un verdadero fraude aún con el quirk más asombroso del mundo. Nunca debió tenerlo, alguien como él no sabía aprovechar tal don.

[...]

Esa noche tenía planeado continuar lamentándose por todo lo que había ocurrido, pero al notar que la casa estaba inundada en un inusual silencio, salió para inspeccionar que todo estuviese bien.

No vio a Inko mirando televisión en la sala como acostumbraba y asustado se dirigió a su habitación para ver si se había acostado temprano.

La encontró en el borde de la cama, con la cara roja e intentando tomarse la temperatura.

Sin anunciar su presencia se acercó hasta ella para tocar su frente. Estaba ardiendo en fiebre.

—Estoy bien… Solo es un pequeño resfriado —dijo de forma poco convincente e intentando esbozar una sonrisa sin mucho éxito.

—Te traeré medicina y un vaso de agua —habló mientras corría a buscar a la cocina la caja de medicamentos que tenían encima del refrigerador.

Por las prisas casi tira la caja, pero logró sujetarla a tiempo. Buscó hasta percatarse que no tenían nada para bajar la temperatura. Rápidamente sacó hielo del congelador y metió unos cuantos en un recipiente, agregó un poco de agua y de un cajón extrajo algunos trapos para empaparlos.

Regresó a la habitación, dejó la vasija en el suelo y preparó las compresas que le colocaría a su madre en frente, estómago y espalda baja.

—Iré a la farmacia por medicina —le informó cuando terminó.

—Estoy bien, Izuku, no te preocupes… Además, ya es muy tarde para que salgas…

Negó con la cabeza y se puso de pie.

—Estaré de vuelta pronto —anunció antes de marcharse.

[...]

Izuku sujetaba en la mano una bolsa con el medicamento que necesitaba para su madre y no prestaba mucha atención a su entorno. La noche era fría y el viento soplaba con fuerza, lamentó haber salido sin un suéter.

—¡Eres realmente tú!

Escuchó aquella voz un tanto familiar a su lado e instintivamente retrocedió unos pasos. Asustado giró la cabeza para encontrarse con aquel estudiante del que nunca preguntó su nombre.

—Midoriya Izuku, ¿cierto? —Inquirió acercándose a él y antes de permitirle responder continuó—: Por supuesto que eres tú, no podría olvidar jamás el rostro de la persona que ahora se convirtió en el protagonista de mis pesadillas.

—Yo… No soy esa persona —dijo en un intento en vano para que lo dejara en paz y se olvidara de él.

Hawks lo observó unos instantes y algo en su expresión cambió, como si de pronto hubiese leído entre líneas.

—Lamento mucho lo que ocurrió con tu amigo —comentó en voz más baja—, lamento no haber podido ayudar más… Aún cuando… —«soy un héroe» quiso decir, pero no se atrevió.

Izuku se animó a mirarlo y descubrió su rostro ensombrecido.

—No tienes que disculparte. —El único culpable era él—. Al final fue inevitable —respondió suprimiendo cualquier emoción que pudiese delatar lo que realmente pensaba.

—Midoriya —de pronto el tono de su voz se transformó—, inténtalo una vez más.

Aquella frase le sorprendió. Era obvio que aquel estudiante desconocía el alcance de su particularidad.

—Perdí mi oportunidad. —No le daría más explicación que aquella, lo mejor era que se mantuviera al margen.

—¿Perder la oportunidad? —Replicó un tanto atónito—. Tienes el poder para controlar el tiempo, tienes miles de oportunidades.

—Eso es mentira —se estaba cansando de esa conversación—, solo tenía una y la perdí —comentó esta vez con irritación, no quería recordar en ese momento lo que había sucedido.

—¿Una sola? —No lo podía creer—. Izuku —se atrevió a llamarlo por su nombre, si estar atrapados por lo que pareció una eternidad no le confería el derecho, entonces no tenía idea de qué lo haría—, tu particularidad es increíble, solo necesitas más práctica y acostumbrarte a ella… Has pasado mucho tiempo de tu vida con un quirk durmiendo en tu interior, es normal que ahora te sientas confundido.

—¡¿Que no lo entiendo?! —No estaba en su mejor momento, y en otras circunstancias no se habría atrevido a levantar la voz por más molesto que estuviese, pero ni siquiera había terminado de procesar lo que había ocurrido y ese chico hablaba como si lo concibiese mejor que él—. ¡Es mi particularidad, tú eres el que no entiende nada y mejor deberías preocuparte por tus asuntos!

La intención de Hawks nunca había sido alterarlo.

—Tienes razón —admitió con pesar—, no tengo idea de qué es lo que pasa contigo, pero quiero ayudarte.

—No necesito tu ayuda, ni siquiera volveré a usar este maldito quirk de muerte. —Lo único que quería era llegar a su propio final lo más rápido e imperceptible posible.

Hawks había tenido la oportunidad de conocerlo durante un período muy complicado y sofocante para ambos, pero había sido suficiente para ahora advertir su personalidad reacia e independiente.

—Izuku… —Sabía que era menor por un par de años, que seguía siendo un chiquillo en muchos aspectos, pero no tenía que ser mayor o tener mucha experiencia para interpretar lo que el otro le transmitía con un solo gesto—. Tu quirk te permite lo que muchos solo soñamos, tienes el tiempo en tus manos, no es una maldición, es una bendición. —Las palabras fluyeron de sus labios con auténtico respeto y admiración.

—No puedo evitar que Katsuki muera —confesó rindiéndose, no tenía caso seguir poniendo resistencia, cuando era obvio que en algún momento alguien debía enterarse—, ha sido todo culpa mía y no puedo arreglarlo, haga lo que haga será en vano…

La culpabilidad lo invadía por completo. Si ese era el precio que tenía que pagar por poseer una particularidad, prefería mil veces continuar sin una.

—¿Ni naciendo de nuevo? —cuestionó sin una pizca de burla.

—Regresar tanto tiempo atrás en el pasado… No lo he intentado, no sé si funcione. —Se sentía confundido, no había pensado en tal posibilidad.

—Debiste asistir a Yūei —dijo con convicción—, deberías ser a ahora un héroe, estoy seguro que de esa forma podrás proteger a tu amigo.

—Pero… Lo que desencadenó la muerte de Kacchan… Por más que lo…

—No puedes asegurar que no funcionará si no lo has comprobado —no lo dejaría rendirse, Midoriya tenía mucho potencial—, en esta realidad fallaste porque nunca tuviste las armas necesarias para defenderte y atacar, cuando las tengas serás invencible —habló con tal seguridad que provocó que aquello que nació en el puente, aquel espíritu heroico, se removiera y avivara en su interior.

—¿Yo invencible? —Sin embargo, seguía sin darse el crédito, ya había fallado una vez y las consecuencias habían sido desastrosas.

—Te ayudaré en todo lo que sea necesario, te enseñaré a controlar tu quirk y cuando te sientas convencido puedes intentar cambiarlo todo. —Sonrió, ansiaba ver al joven convertido un verdadero héroe.

—Está bien —accedió un tanto contrariado, pero quizá había algo más que podía hacer, cualquier cosa que regresara a Bakugou valía la pena—, solo… ¿Podrías decirme qué pasó después de la muerte de mi amigo?

Por los constantes viajes que realizó en el tiempo, había perdido la oportunidad de vivir ese fragmento.

—Te encontraron inconsciente a un tercio del puente, al héroe Bakugou lo hallaron al final… Te llevaron al hospital enseguida y ya no tuve la oportunidad de volverte a encontrar…

—Si tuvieras la oportunidad de evitar involucrarte conmigo en el puente y así nunca experimentar el bucle de óbito… ¿La tomarías? —Necesitaba saber su respuesta.

Hawks alzó la vista al cielo, meditando la pregunta.

—No ha sido la experiencia más agradable en mi vida, pero no la cambiaría —habló con convicción.

[...]

Pasó el resto de la madrugada sentado en el pasillo, cerca de la habitación de su madre, revisando constantemente que se encontrara bien y pensando en la propuesta del chico.

¿Podría convertirse en un súper héroe? ¿Podría cumplir su más grande sueño?

Quería ser un héroe, quería salvar a Kacchan.

Su presente era muy oscuro, el futuro nada alentador, no había ni un rayo de luz allí, no tenía caso aferrarse a esta patética realidad. Katsuki dejó atrás a amigos y seres queridos, y actualmente lo único que valía la pena para él, era su madre, pero…

Él no era lo suficientemente bueno para ella, era mediocre en todos los sentidos y estaba roto por dentro, no tenía nada más que ofrecer si se quedaba, su quirk ahora lo volvía vulnerable.

Lo mejor era empezar de nuevo, y así, asegurar la felicidad de todos los que lo rodeaban y la propia.

[...]

Cuando abrió los ojos la luz del sol ya se filtraba por las ventanas, se levantó del suelo para comprobar por última vez que su madre se encontrara bien y después decidió preparar el desayuno para ambos.

Prendió la televisión, no le gustaba el silencio sepulcral que se había instalado recientemente en su hogar y prefería tener algo de ruido en su lugar. Puso agua en la cafetera y estaba calentando la sopa cuando lo escuchó.

A primera hora de la mañana se encontró el cuerpo sin vida del estudiante de Yūei identificado como Hawks, su nombre real Uingu Hīrō Hōkusu, cerca de la prefectura…

Midoriya observó la foto del chico que transmitieron en la pantalla.

Los héroes y la policía están trabajando en conjunto para atrapar al responsable, se cree que es un villano con la particularidad de armar y desarmar al toque…

Sintió mucho frío a su alrededor, sintió que el suelo se movía y el techo le caía encima, se tiró al suelo y lanzó un grito de impotencia.

—¿Te gusta All Might? —preguntó con una sonrisa enorme y los ojos brillosos.

Izuku levantó el rostro, de pronto se había quedado estático y la voz de Katsuki lo había devuelto a la realidad.

El pequeño lo observaba emocionado por escuchar su respuesta, después de todo, tenía en la mano una figura de acción del héroe y ya deducía lo que diría.

En aquel cuerpo de niño, con los recuerdos que abarcaban más allá de quince años de un futuro que podía alterar, todos ellos contenidos en una mentalidad más tierna, más vulnerable, más inocente. Le dolía como el infierno el pecho, no, mucho más adentro, el corazón, ¿o era el alma? No lo sabía, pero era como un peso enorme anclado a cada partícula que lo conformaba, como fuego consumiendo cada célula, era la peor sensación del mundo que había experimentado y apenas tenía cuatro años.

—No… —No pudo frenar las lágrimas que se derramaron por el conocimiento de lo que había más allá de lo que consideraban presente—. ¡Los odio, los detesto! —gritó con todas sus fuerzas provocando que Kacchan se asustara—. ¡Son unos perdedores, unos estúpidos y jamás querré ser uno!

Bakugou frunció el ceño y su barbilla tembló, lloró imitándolo y la encargada de la guardería corrió para ver qué estaba pasando.

Tomó a Izuku en brazos, ya que el pequeño era el más tímido y su cara parecía más roja por el llanto.

—Tranquilos, es su primer día aquí, tienen que intentar llevarse bien. —Intentó animarlos.

—¡Quiero irme de aquí, quiero que llamen a mi mamá! —Exigió sin parar de llorar, y estaba seguro que aunque quisiera, no podría dejar de hacerlo hasta estar lejos de allí.

—Tu mamá está trabajando, no podemos… —razonó con Midoriya, pero al observar el rostro del niño, optó por hacer lo que pedía.

Katsuki paró de llorar, y miró confundido, mientras se limpiaba las mejillas, como el pequeño de cabellos verde cromo parecía sufrir por algo desconocido para él. No entendió cómo es que su actitud cambió tan repentinamente, en cuanto lo vio creyó que podrían ser amigos, él nunca se equivocaba.

La mamá de Midoriya llegó a la media hora, lucía agitada y muy preocupada, en cuanto la vio el niño se lanzó a sus brazos y las lágrimas brotaron de sus ojos con más fuerza. La encargada no supo explicarle lo que había ocurrido.

Cargó a su hijo y se lo llevó pidiendo una disculpa por su actitud.

En el camino Inko frotó su espalda y cuando llegaron a casa ya había cesado el llanto.

—Extraño a papá, vámonos con él —le pidió en tono suplicante.

Lo observó unos instantes con pesar, entendía que para Izuku debía ser difícil el reciente traslado de su padre del país, pero en Japón tenían su hogar, su familia, su cultura, su idioma.

—Si nos vamos de aquí, quizá no regresemos jamás —le dijo mientras acariciaba su cabeza con dulzura.

—Quiero estar con papá… —Nuevas lágrimas surgieron y antes de que se escurrieran Inko las limpió.

—Está bien —enunció con una sonrisa para tranquilizarlo, sin embargo, descubrió en su hijo una expresión indescifrable, pero que definitivamente no era de felicidad.

Izuku no podía arriesgarse por segunda vez, no podía permitirse arruinarlo de nuevo. No quería volver a perder a alguien. 

Con su particularidad, podría despertar más que el bien, podía acarrear más cosas negativas que positivas, no le daría la oportunidad al mal de apoderarse de lo que se le había concedido.

Solo así podía asegurar que Katsuki estaría bien, y ahora entendía que relacionarse con cualquier otra persona también significaría un peligro.

Él siempre deseo salvar vidas, protegerlas, ser luz y esperanza en medio de la tempestad. Y había muchas formas de serlo, incluso desde las sombras, desde un rincón, desde el anonimato.

Sería un héroe, definitivamente lo sería, uno para todos.

Y ya había comenzado, había salvado a Kacchan de sí mismo.

 

 

 

 

Epílogo

 

 

 

 

A contraluz su figura a la distancia, parecía que se esfumaba, ni siquiera intentó estirar la mano para alcanzarlo, no sería la primera vez que se quedaba atrás, murmurando con dificultad su nombre, con un sabor amargo emanando de sus labios y con la sensación en la piel de su ya conocida ausencia.

Estaba acostumbrado a quedarse solo en aquel lugar que tanto les costó construir; el sitio ideal donde no importaban ni sus nombres, mucho menos, aquello que los volvía diferentes, el motivo por el cual, fuera de allí no podían mirarse a los ojos con la complicidad que compartían en su pequeño refugio.

Sin embargo, esta vez lo perdería todo. Su cabeza que creyó estallaría, ahora la sentía tan ligera, el dolor físico se esfumó, pero no se dio cuenta por la agonía que nublaba su razonamiento al ser testigo de su partida.

Observó su espalda hasta que se convirtió en un punto que pronto desaparecería, bajó la mirada en señal de derrota y todo se volvió más confuso. El suelo a sus pies se movía tan rápido que comprendió que era él quién se alejaba.

Quería cerrar los ojos con la esperanza de al abrirlos, despertar de aquella pesadilla diseñada con la intención de enloquecerlo. No solo habían jugado con su más grande anhelo, se habían burlado de lo que más apreciaba para demostrarle lo patético que sería con o sin quirk. Seguía siendo Deku.

Al menos recordaba, al menos era capaz de sollozar por lo que perdió en tan solo unos instantes. Qué frágil es la vida y qué insignificante la existencia.

Quería vivir su más grande sueño, pero nunca imaginó que sería de esa forma.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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