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El destino de las almas. por Abyss

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Notas del capitulo:

Regulus&Asmita.

Defteros&Asmita

No recuerda el momento en que rompió el mantra en el que tanto se había concentrado, ni mucho el instante en que extrañamente comenzó a contar para intentar mantener una paciencia ante la situación que se encontraba atravesando. De lo que sí se encontraba seguro, es que hace aproximadamente quince minutos que el portador de Leo yacía en su templo, sentado en algún lugar al azar no muy lejos de él, moviendo algún objeto de izquierda a derecha, originando un sonido incómodo debido a la fricción que ejercía contra el aire por la misma velocidad en que era agitado.

Oh. Probablemente eso fue lo que rompió su concentración.

Lentamente suelta el aire que había estado sosteniendo para mantener la calma y llegar nuevamente al grado de tranquilidad necesario para comenzar un nuevo mantra, no estaba seguro de cuál era la razón por la cual Regulus de Leo había decidido establecerse en su templo, dudaba mucho que se hubiera vuelto a confundir, claramente le había escuchado llegar desde las escaleras que daban acceso al templo de Leo.

Fue en un instante, que aquel molesto sonido finalmente se detuvo, escuchando también el golpe de la armadura de oro al chocar contra el suelo, sintiendo un peso extra encima de sus piernas que aún mantenía cruzadas, manteniéndose lo más sereno posible, ante lo que parecía ser un gato desconsiderado que quería atención.

Con cuidado alzó una de sus manos, acariciando los cabellos rebeldes del guardián de la quinta casa antes de llegar hasta la frente del muchacho, sintiendo el ceño fruncido que por alguna razón mantiene el más joven de la orden dorada.

—Leo Regulus —llamó seriamente, antes de empezar a imbuir parte de su cosmos en el dedo que mantenía en la frente del muchacho—, si no te levantas, te quitaré tus sentidos. 

Aun por mas atención que Regulus fuera a pedirle, el no tenia porque dársela, independientemente de cuán ocupado podría encontrarse, se encontraba más que seguro que su tío, en la novena casa, estaría más que encantado de otorgarsela.

—Asmita, hace unos días, me encontré algo extraño en mi templo —comenzó a relatar el leonino sin siquiera moverse de su lugar, ensimismado por las ideas que surcaban su joven mente—, eran palabras talladas en una piedra, pero no era una piedra cualquiera, era una piedra del piso de mi casa.

El rubio guardó silencio una vez más, apagando su cosmo y prestando atención en la curiosa historia que el más joven tenia por contarle. El momento exacto, que por azares del destino y estrategia de Kardia para quitárselo de encima, lo reto a ponerse a limpiar el suelo de su templo con un trapo, una acción que lo llevó a descubrir, que una de las tantas baldosas del lugar había sido cubierta con algo extraño, que impedía que las palabras grabadas no fueran notadas a simple vista. Como si alguien, en alguna época pasada, hubiera decidido inmortalizar en piedra sabias palabras para que llegaran a futuras generaciones.

—Toda mi ropa quedo hecha un asco y no se diga de mis manos y piernas, mi tío estaba mortificado cuando vio el estado en el que me presente en su templo, yo estaba más impresionado por lo que encontré, que por poco le pasó por encima a mi tío para ir corriendo con el patriarca.

—Entiendo —admitió mientras inclinaba la cabeza, antes de agachar ligeramente el rostro como si tuviera la intención de ver a los ojos a Regulus—. Lo que no entiendo es, ¿Porqué a mí me podria interesar algo así?

Tras haber estado hablando por varios minutos, Regulus de Leo cayó una vez más en silencio, aparentemente inseguro de lo que deseaba decir a continuación, un momento que le pareció eterno y que finalmente se sintió como un alivio cuando el menor decidió levantarse de donde se encontraba cómodamente recostado.

—Mi tío me acompañó a platicar con su Santidad y la diosa Atenea, quienes terminaron pidiendo la ayuda de Degel para poder descifrar qué es lo que está escrito en el piso de Leo —jugó nerviosamente con una parte de la capa que siempre portaba con la armadura, la mirada clavada en el suelo le hizo preguntarse si sería buena idea limpiar el piso de Virgo o no—. Al parecer, es un mensaje dejado por un antiguo caballero de Virgo, hacia un Leo que se fue primero. —ya con un poco más de confianza, se acercó lo suficiente hacia su vecino, tomando uno de sus mechones de cabello para acariciarlo por unos minutos, sorprendido ante lo lacio que se sentía entre sus dedos—. Crei que, podria interesarte lo que algún portador del pasado le dejó a otro.

El aroma del Jardín de los Sales Gemelos inundó completo sus fosas nasales, una situación que aprovechó para aspirar la mayor cantidad de aire y posteriormente dejarla salir, había sido una semana extenuante, tras su pequeña platica con Regulus, quien le prometió regresar en cuanto le dieran la traducción a aquellas palabras, y por el resto de dias, se habia visto totalmente incapaz de llegar a un punto perfecto para su meditación, deteniéndose varias veces al no poder mantener la concentración por más tiempo.

Las vidas pasadas no eran algo esencialmente importantes en su vida, siempre había estado consciente de que esta podría no ser ni su primera ni la última vida que tendría, pero pensar en que un “el” pasado, le hubiera dejado un mensaje en específico a un Leo era… Extraño. Una minúscula parte de él se encontraba feliz, eufórico porque aquellas palabras finalmente fueron encontradas.

—Asmita.

Saludo un conocido desde la oscuridad, apareciendo de algún lugar en el jardín privado que pertenece a la casa de virgo, como si aquel lugar le perteneciera tanto como al guardián de la sexta casa.

—Defteros.

Seguro de que no podría concentrarse lo suficiente como para seguir meditando, con su seguridad habitual se levantó de su posición de flor de loto y se encaminó hacia el recién llegado, con una sonrisa adornando sus labios y olvidándose de la razón por la cual no había podido meditar con tranquilidad los días pasados.

—Lamento no haber venido antes, Aspros estuvo un poco estresado por una misión y hace unas horas que se acaba de ir —el gemelo de piel morena alzó los hombros, inseguro de mencionar a su hermano mayor y esperando que aquello no molestase al santo de cabello rubio que siempre lo recibia con los brazos abiertos—, asi que aproveche para venir a verte, si es que no te molesta

—Siempre disculpandote por todo —intento no hacer ninguna mueca en especial ante la mención de Aspros, manteniendo su expresión neutral en todo momento, así como Defteros respetaba su espacio, estaba consciente de que el no tenia ningun derecho a interferir en la caótica vida de los gemelos del santuario, por más beneficioso o maldito que pudiera ser su destino—. No es necesario que hagas algo asi.

El gemelo condenado a las sombras simplemente sonrió con nervioso, inseguro de como arreglar lo que acababa de decir, decidiendo que lo mejor era simplemente ignorarlo, aceptando gustoso el sentarse a lado de Asmita y relajarse bajo los dos Sales Gemelos.

— ¡Asmita!

Grito con emoción mientras ingresaba corriendo al templo de su vecino, miró de un lado a otro con obvios signos de cansancio al haber tenido que bajar con cuidado gran parte de las escaleras, la hoja en su mano derecha mantenía solo dos frase elegantemente escritas con una única firma, cortesía de Degel, quien se tomó la molestia de leer y traducir lo que estaba grabado en su piso. 

— ¿Asmita? 

Llamó una vez más, finalmente recuperado por la falta de aire y caminando con seguridad en aquel templo que siempre parecía recibirlo con los brazos abiertos. Era extraño lo cómodo que solía sentirse cuando se encontraba alrededor o cerca de Asmita, en un principio había supuesto que se debía al parecido que le había encontrado con su padre, pero conforme había pasado el tiempo terminó por notar que no, eso no tenía nada que ver. 

Había algo, algo mucho más profundo que no era capaz de identificar pero que inmediatamente traia paz a su alma.

Pero sólo fue una ilusión que duró hasta que mano abrió lentamente la puerta que dirigía hacia el jardín privado de la casa de Virgo. 

Lo que vio le hizo mantenerse en pie, debajo del gran marco de la puerta, con hoja en mano y la mirada perdida en el horizonte, los latidos de su corazón repentinamente inundando sus oídos, mientras el aire a su alrededor se sentía sofocante y le complicaba la tarea de permanecer ahí por mucho tiempo.

Sueño con el día en que nos volvamos a encontrar, mi valiente León.

"En ese momento espero que podamos vivir la época de paz, que tus heridas no te permitieron disfrutar. —Virgo Argenis." 

Sintió a su propio corazón estrujarse dolorosamente en su pecho, una parte de su ser deseaba correr hacia aquellos dos y pelear por Asmita, decirle que se quedara con él y no se atreviera a ver a nadie más… Pero otra, la más sensata, simplemente le indicaba que se quedara en su lugar y no se atreviera a interrumpir, porque podría ser un prodigio, pero una victoria contra aquel desconocido, no se veía para nada posible.

Finalmente fue su alma, estaba totalmente seguro de que lo fue, la que se resignó y decidió dar marcha atrás. Podría tener melena y colmillos para intentar defender su territorio. Pero si peleaba, lo perdería todo en lugar de ganarlo.

Por ahora, dejaría que las palabras se quedarán ocultas en la piedra que inocentemente limpio. La hoja entre sus manos tenía que arder.

No importaba el mensaje que aquel Virgo hubiese deseado dejar para algún sucesor, dudaba que por ahora, al guardián de la sexta casa le importara la clase de mensaje que había quedado grabada en el tiempo. Así que simplemente se retiró, con el alma derrotada en una batalla imposible de pelear.

Demasiado joven para caminar por el sendero que su alma añoraba tener una vez más. 


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