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Love Affair por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

Hoy vengo con el capítulo más largo y hot, en mi opinión, de todo el fic. Este capítulo es el último de este arco argumental y me tomaré un descanso hasta terminar mis exámenes (no he empezado a estudiar y me queda una semana para el primer examen ^^U). Espero que lo disfruten y que me digan qué les pareció.

Año nuevo, vida nueva. Eso es lo que suele decirse en esas fechas y lo que se suele pensar también, además de la lista de propósitos que no suele cumplirse, por lo que con una lista puedes pasar todo el resto de tu vida.

Marceline se levantó algo desorientada, la textura de las sábanas le resultaba nostálgica, la forma en la que se amoldaban a su cuerpo y dibujaban su figura exuberante. Abrió sus ojos, frotándoselos con pereza y mirando a su alrededor, incorporándose con sorpresa al ver que estaba en la habitación de Bonnie en el castillo. Aún no terminaba de acostumbrarse a despertar a su lado.

La pelirrosa hizo un gruñido bastante lindo como protesta, abriendo sus ojos y encontrándose con un primer plano de los senos de su novia. Se incorporó tan rápido que las sábanas se resbalaron y estaba con su torso al descubierto. Ella se ruborizó con intensidad e intentó decir algo, pero las palabras no querían salir.

—Marcy… Me vas a matar de un infarto si lo primero que veo al despertarme no son tus ojos… —saludó bostezando, con una voz sugerente.

La pelinegra hizo una mueca extrañada, hasta que bajó su mirada y se contempló de arriba abajo. Se tapó inmediatamente y se ruborizó más que su acompañante, jamás creyó que con ese movimiento todo quedaría a la vista.

—No es lo que crees, solo me he sorprendido de ver que estaba en el castillo. Creía que estaba soñando. Princesa, mi vida es un sueño desde que volviste a ella —habló con una sonrisa avergonzada, temblando de pies a cabeza cuando la joven reina besó su tatuaje de colmillos. Esa zona tan sensible era una delicia—. Gracias por permitirnos a mí y a mi familia compartir la cena de Nochevieja. Todo fue sublime… Y fue bastante divertido ver a nuestros hermanos evitar el muérdago como si la vida le fuera en ello.

—Es cierto, parecían auténticos ninjas. Por cierto, ¿cómo llevas las composiciones?

—Bueno, van bastante bien. Me siento muy orgullosa porque suenan muy bien, con un toque único y nostálgico y todo es gracias a ti. Ya sabes que yo soy quien compone las letras y partituras, solo necesito el piano, la guitarra y el bajo. ¿El artículo va bien? Hace tiempo que no me preguntas nada.

—Cariño, ¿qué clase de periodista sería si solo fuera capaz de escribir las cosas que salen por tu boca? Lo que distingue a un buen periodista de alguien ordinario es la capacidad de sintetizar comportamiento, personalidad, puntos fuertes y débiles, entrevistas, imágenes y lo que la gente opina de ti. Está casi terminado, recuerda que solo se trataban de tres meses, de hecho, estoy pensando en entregarlo esta semana.

—¿Ya has tenido suficiente de mí? —provocó robándole un beso dulce, lento y travieso. La morena se encontraba encima de ella y su cabello azabache caía como una cascada, protegiéndolas de las posibles miradas curiosas de entradas inesperadas.

—Nunca me cansaré de ti. Eres única y especial. Prefiero que solo se conozca esto de ti, no quiero que la gente sepa todo lo que yo.

—¿Acaso son celos lo que se puede ver en esas oraciones? Creía que no eras posesiva.

—Solo soy posesiva con las cosas que me importan. Además, podrían hacer sus propias interpretaciones y ponerte en auténticos aprietos.

—Ahí tienes razón… —suspiró divertida.

—Siempre tengo razón, soy la parte de cerebro de la relación.

—¡Me ofende que digas eso! Creo que eres poco racional cuando me pides que te haga daño, ¿no crees?

—Eso debe quedar entre nosotras, ¿entendido? —pronunció sellando esa promesa con sus labios.

—Tú sí que sabes sobornarme. Nada de dinero, tú eres más que suficiente para mi silencio eterno.


Una semana pasó desde aquella conversación y Marceline fue citada por la periodista en su oficina para que ella le diera el visto bueno a la revista. Se encontraban en la sala de reuniones, en los mismos sitios que hacía poco más de tres meses, pero todo era diferente. Incluso el jefe se encontraba extrañado, el ambiente se sentía íntimo, agradable y nada forzado, no como la última vez.

—He de decir que me sorprende la intimidad que habéis desarrollado en tres meses. La primera interacción era muy forzada, casi una mentira descarada. No sois buenas fingiendo.

—Bueno… digamos que hemos vuelto a hace cinco años y estamos mejor y más cerca que nunca. Ya la perdí una vez y no pienso dejarla ir de nuevo, la necesito tanto como el oxígeno. —Las palabras que salieron por los labios aterciopelados de la roquera provocaron un temblor en el cuerpo de su amante, quien estaba cabizbaja y avergonzada—. Puede que la gente diga que estoy loca y no lo niego, porque estoy loca, loca por ti. No tengo miedo porque estamos juntas, así que levanta la cabeza y deja que lea la revista.

—Así que por eso reaccionaste de esa forma cuando te comuniqué la gran noticia. ¡Eras la ex de Marceline! Siempre se rumoreó de una relación con una joven misteriosa en la que las muestras de afecto públicas estaban meditadas, Marceline siempre te ocultaba de las cámaras, por lo que fue imposible reconocerte.

—Bueno, una reina como ella debe tener cuidado. Solo hacía lo que haría cualquier otra persona en una relación, la protegía y evitaba los escándalos todo lo posible. Aunque el escándalo del beso no estuvo en mis manos, fue tu querida empleada la que me besó sin previo aviso. ¿Sabes lo difícil que fue digerir ese beso tóxico?

—¿Sabes lo difícil que fue mantener tu intento de suicidio como algo secreto? Lo que más me sorprende es que no hayas tenido que ir a rehabilitación.

—Eh, soy fuerte a tu lado. No recaí, solo ahogué mis penas en el whisky. Nada más.

—Parece que estos tres meses han estado llenos de altibajos. El artículo será un éxito asegurado, puesto que se puede leer la complicidad en él.

—Cada vez estoy más intrigada. ¿Me lo vais a dejar ya?

—Toma, recién sacado de la impresora. Aún huele a tinta y está calentito. —Ofreció con una sonrisa.

Marceline se quedó un rato pensativa, viendo la imagen de la portada, en la que ella aparecía leyendo totalmente desnuda, solo tapada con las sábanas de seda que se amoldaban a su cuerpo y dejaban poco a la imaginación. No sabía que le había tomado una foto, si mal no recordaba, fue antes de «una sesión de juegos intensa». Ella esperaba a que Bonnie saliera de la ducha mientras leía desnuda para salirse con la suya.

—¡¿Qué hace esta foto aquí?!

—Bueno, parece sacada de un estudio. Además, te ves muy sexy.

—¡Creía que decías que querías mantener ciertas cosas en secreto!

—Es una estrategia de marketing, muchos comprarán solo por la foto de la portada. Lee y ya me dirás.

Calló y se limitó a leer mientras pensaba en qué hacerle como venganza al regresar a casa, el artículo era sublime. Incluía un poco de historia que no se encontraba en internet, sino que preguntó a sus padres para obtenerla, logros, aspectos de la vida privada como hobbies e incluso tenía apartados sobre el estado actual de su próximo trabajo. Aparecían fotos de ella tocando el piano, guitarra, bajo, cantando y anotando. Todo eso en una presentación exquisita, con una gramática impecable, una redacción entretenida y cargado de reflexiones y dichos que en todo ese tiempo habían salido por sus labios.

—Realmente eres maravillosa. Eres tan buena escritora que, si no me conociera a mí misma, diría que se trata de otra persona diferente. Parece que estoy leyendo sobre una mujer sexy, segura y triunfadora, has conseguido aumentar mi ego —habló con una sonrisa avergonzada.

—¿Has leído el fina?

—Aún no —diciendo eso, pasó de página y vio el texto restante.

«Este artículo está dedicado a mi amada Marceline Abadeer.

Ha sido todo un placer poder trabajar codo con codo, haberte visto en tantas diferentes facetas y haber podido superar todo lo que nos separaba. Quiero que sepas que siempre estaré para apoyarte.

Escrito con todo el amor de Bonnibel Bubblegum.»

—¡¿Qué?! Bonnie, esto es… una confesión.

—Sip, es exactamente lo que parece.

—Y lo has puesto en la revista…

—Seremos una de las parejas del momento. Podrás disfrutar torturando a la prensa todo lo que quieras… Decidí hacerlo porque estaba harta de fingir, quiero seguir adelante con mi vida y que tú no camines como mi sombra, tal y como has hecho siempre, sino que camines junto a mí y tomando mi mano para apoyarnos cuando haga falta.

—La verdad, no sé muy bien qué decir. No me esperaba esto, ¿está bien publicar todo eso?

—No hay ningún inconveniente. Eso te hará ver más cercana al lector y seguro que aumenta tu popularidad, tengo la impresión de que haremos más artículos sobre ti.

—Pues, en ese caso, muchas gracias por ofrecerme esta oportunidad. Gracias a usted he recuperado el corazón de mi persona especial y me he divertido mucho. —Se acercó a él y le tendió la mano en un gesto profesional, él la estrechó y la atrajo para darle un abrazo cálido.

—Cuida de ella por mí. Necesito que trabaje así siempre, llegará muy lejos a este paso —susurró con confidencialidad.

—Eso está hecho —contestó con una sonrisa cálida. El simple hecho de imaginar que su amada cumplía uno de sus sueños conseguía hacerla feliz.

—Tengo el día libre, ¿verdad? —preguntó la joven pelirrosa.

—Así es. Disfruta de ese merecido descanso —se despidió su jefe.

—Verás… He reservado una habitación en un hotel. Si no sabes qué decir, ¿qué tal si me lo demuestras con acciones? —susurró acercándose a su oído, una vez que se encontraban a solas en aquella habitación.

—En ese caso, comenzaré a demostrarte todo mi amor en este momento… —No le dio tiempo a reaccionar, puesto que justo después de haber acabado de hablar, ya había posado a la joven sobre la mesa de reuniones.

Bonnie jamás olvidaría la expresión del rostro de la cantante en ese momento, una expresión depredadora y sensual. La morena se acercó a sus labios sin dudarlo, para poseerlos con pasión y frenesí; sus manos heladas comenzaban a explorar su piel candente bajo la ropa y el contraste de temperaturas conseguía hacerla suspirar contra su boca.

La princesa enroscó sus pies alrededor de su cintura, impidiendo que se alejara de ella. La deseaba en ese momento hasta sentirse medianamente satisfecha. Se cobraría un adelanto de todo lo que la noche les ofrecía. Gimió mordiendo uno de sus dedos cuando sintió como ella mordía el hueco de su clavícula, para después besarlo infinitas veces con ternura. Cada movimiento conseguía encenderla y enamorarla más, cosa que daba por imposible.

Las manos finas y ardientes de PB se deslizaron por la espalda de la pelinegra, labrando su piel con su paso y haciendo que se estremeciera y que la mordiera con más intensidad. Esta vez, ella fue quien tomó la iniciativa de besarla, con lentitud y fogosidad, alejándose tortuosamente mordiendo su labio inferior y estirándolo, para soltarlo en contra de su voluntad y volver a atraparlo entre los suyos. Sus lenguas exploraban nuevos ángulos y movimientos hasta separarse sin aliento.

—Creo que deberíamos marcharnos. De lo contrario, terminaré haciéndotelo en esta mesa…

—No me importaría, estarías cumpliendo una de mis fantasías sexuales —susurró con travesura, mordiendo su oído con más piercings, haciendo que disfrutara de la ternura de su beso, mezclada con el dolor de la presión y la calidez de su lengua contra la calidez de esa zona.

—Vamos a pedir un taxi, princesa.


Casi les fue imposible mantener la compostura durante el trayecto en taxi y la entrega de llaves, terminando besándose en el ascensor acristalado con el morbo por el cielo, sintiéndose excitadas porque podrían ser vistas y descubiertas en cualquier momento. Les encantaba jugar con fuego y quemarse entre las llamas de lo prohibido.

Llegaron al último piso y entraron a su suite real, enorme, lujosa y extravagante. Esa habitación contaba con todo lo que podían desear: un jacuzzi, cubitera con vino blanco afrutado y champán, velas para crear ambiente, la temperatura ideal y la vista de la ciudad a sus pies. Desde aquella habitación podían contemplar toda la iluminación nocturna de la ciudad que creaba diferentes mosaicos muy bellos e irreales, al igual que podían ver al resto de personas en miniatura disfrutando de un paseo nocturno o yendo de un lado para otro con nerviosismo, definitivamente, la palabra relajación no estaba en el diccionario de aquellos ciudadanos.

Mientras iban pasando, se iban desvisitendo la una a la otra, quedando en ropa interior antes de caer sobre la cama enorme. El servicio de habitaciones se había encargado de dejarles diferentes tipos de frutas, chocolate y nata para disfrutar de la noche especial.

—Brindemos por nuestra libertad y nuestro nuevo comienzo. —Ofreció una copa de champán burbujeante con una sonrisa hipnótica y traviesa. La música se veía como Afrodita en un cuerpo mortal, la iluminación dorada y su postura perfecta permitían que su amante se recreara la vista con su abdomen separado en dos perfectas mitades con una sensual línea que invitaba a lamerla con tortuosidad; sus senos exuberantes y firmes, sus glúteos esculpidos en sesiones de running y sentadillas y todo lo demás… No había nada desagradable en ella.

—Deseo poder presentarte como mi reina.

—Y yo como mi musa —gruñó a escasos centímetros de sus labios, besándola y maravillándose con la textura de aquel beso espumoso, dulce, cálido y refrescante. Las burbujas eran un elemento plenamente satisfactorio en el arte del cortejo.

Se separaron con una sonrisa cargada de erotismo y complicidad, bebieron el contenido de sus copas y Marceline se introdujo una cereza en su boca con sensualidad, acelerando el corazón de su acompañante, quien vio imposible apartar su mirada deseosa de su boca.

—Te mostraré un truco que te encantará… —susurró con erotismo, metiendo otra cereza en su boca y aproximándose a sus labios de caramelo, comenzando con un beso lento y fogoso, llevándola contra las sábanas.

Introdujo su lengua en su boca y comenzó a jugar, mordiendo la cereza y llenando el beso de ese sabor dulce y afrutado, creando nuevas sensaciones con el movimiento del rabo de dicha fruta. Bonnie no podía hacer otra cosa más que gemir y estremecerse deliciosamente, profundizando el beso y sintiéndose algo decepcionada cuando Marcy se alejó de ella, mostrando su lengua con un nudo que había realizado con ese rabo (suena mal, lo sé).

—Maldición, me estabas poniendo tan caliente… ¿Por qué te alejaste? ¡Estaba gozando! —protestó ruborizada.

—Di que soy una gran besadora. Probemos con esto… —Bañó una fresa en chocolate y la besó, compartiendo ese nuevo sabor en otro beso erótico y cargado de deseo.

Se separaron y se abrazaron por unos instantes, descansando en los brazos de la otra, embriagándose con su calidez y perfume. Se sentían como un único ser.

—Te amo tanto… —Rio soltando esas palabras, mirando a través de esos ojos de amatista que la hacían enloquecer.

Bonnie estaba recuperándose aún de esos besos eróticos, teniendo la visión nublada debido al placer y su respiración agitada, pero, si de algo estaba segura era de que aquella belleza de mujer, la perfección hecha cuerpo, se encontraba frente a ella, una vez más y ahora, estaba entre sus brazos, nadie jamás podría compararse a ella.

—Marcy —Acarició sus labios rojos con la punta de sus dedos temblorosos.

—¿Sí, mi amor? —preguntó juguetona, perdiendo sus dedos entre sus mechones suaves y rosas.

—Te a… —No pudo acabar su oración, puesto que ella cortó sus palabras con otro beso robado y no se alejó hasta sentirse sin respiración. Permitió que recuperara la respiración para volver al ataque, esta vez, besando su cuello.

—Demuéstramelo con tu cuerpo una noche más. Te deseo… —ronroneó descendiendo con lentitud con su lengua por todo su torso. Su voz, sus dedos, caricias y lengua estaban jugando con ella a un juego exclusivo y el cuerpo de la periodista respondía con intensidad. Sin duda alguna, la adoraba, la amaba y la deseaba.

—Te amo, Marcy. Te amo más que a nadie y nada en el mundo y quiero estar contigo como ahora.

—Lo sé. —Sonrió como respuesta, aunque esa sonrisa mostraba su felicidad y vergüenza—. Siempre lo supe, algo me decía que terminaríamos así. Esto es cosa del hilo rojo del destino, no puedes escapar de mí, soy tu alma gemela. Cada una somos una persona completa y nos volvemos perfectas con nuestra presencia… Me siento tal y como tú.

En esa mirada sensual y depredadora, la reina podía verse reflejada, perdiéndose en esos orbes de hielo y su expresión que rogaba más. Volvió a besarla en cada rincón de su cuerpo, terminando en sus labios, creando una expresión adorable.

—Me quedo con esta Bonnie, la que no tiene miedo a mostrar sus emociones y la que dice lo que desea sin pelos en la lengua… Eres adorable y esa expresión me pone a cien.

Se separaron y la morena siguió la mirada púrpura, descubriendo que miraba las velas blancas que estaban encendidas para crear un ambiente especial. Solo pudo sonreír y arquear una ceja, sabía lo que deseaba, deseaba experimentar con la cera en su piel y ella le daría lo que quisiera. Se alejó momentáneamente, deshaciendo el nudo de su corbata de seda y privando a su amante del sentido de la vista, para aumentar todas sus percepciones y sensaciones.

—Mmmmm, huele a ti…

—Viciosilla…

—No tengo la culpa de que me conozcas a la perfección y que tu perfume me ponga tanto.

Con gran maestría, se aproximó a ella con los movimientos sensuales y distinguidos de una pantera, para quitarle la ropa interior sin previo aviso sin encontrar resistencia. Sabía lo que le gustó el uso del hielo y el vino, repetiría e incorporaría nuevas cosas. Comenzó bebiendo un poco de champán, para besarla y dejarla saborear la calma y dulzura que precedía a la tempestad de sensaciones contradictorias y adictivas que iba a hacer que experimentara.

Siguió colocando diferentes frutas en sus zonas erógenas, dibujando un camino para no perderse con chocolate fundido templado y de un olor embriagante. La pelirrosa permaneció inmóvil, sabiendo que, si se movía, no podría disfrutar de ese experimento. Era cierto que no podía ver nada, pero podía oler el chocolate y sentir la fruta en su piel.

—¿Preparada?

Solo asintió, dando el consentimiento de empezar con el banquete. ¿Quién hubiera dicho que una de sus fantasías se haría realidad? Marceline disfrutaba del dulzor del chocolate tibio en su piel, tomando una fresa de uno de los pezones, comiéndola sin introducirla en su boca, provocando temblores y mordidas de labio. Terminó y pasó a la compañera, recorriendo el camino de chocolate con ella y dándosela de comer, para seguir esa senda dulce que llevaba hasta su intimidad, deteniéndose momentáneamente y haciéndola enloquecer con su aliento cálido y húmedo.

Quería torturarla un poco, hasta que su nombre fue rogado, para más tarde convertirse en un grito ahogado cuando sintió la inigualable habilidad de la joven en su interior. Muchos podrían decir que eso era algo digno de infierno, pero si el infierno equivalía a eso, no le importaría pasar el resto de sus días entre las llamas de la pasión y de lo prohibido, acompañada de esa belleza habilidosa en todas las materias.

Solo estaba jugando, quería más juego previo antes de pasar al nivel de perder la cordura, por lo que tomó un cubito medio derretido en su boca, besándola como advertencia, alejándose de sus labios de terciopelo y recorriendo su cuello, senos y abdomen con él, limpiando los restos de chocolate y fruta y de paso, haciéndola enloquecer y calentarse con algo helado. Volvió a dejar lo poco que quedaba en su ombligo, haciendo que contorsionara.

La dejó descansar por unos momentos, para voltearla sin mucho esfuerzo, quedando su espalda a la vista de sus ataques, introduciendo otro hielo en su boca y tomando una de las velas llena de cera líquida, comenzando a verter la cera a una distancia segura (20cm) y provocando unos gemidos casi animales. Su reacción la alteró y sorprendió, no esperaba que fuera tan receptiva a la primera…

Decidió alternar las sensaciones contradictorias, derramaba cera por la longitud de su espalda fina y recorría caminos imaginarios con el hielo de sus labios. Ese contraste de temperaturas la estaba privando de cordura, sus gemidos cada vez eran más sonoros y sugerentes, podía afirmar que la iba a llevar al clímax durante su juego previo. Siguió con esa táctica hasta que el hielo se derritió, arañando entonces sin cuidado su espalda, desde los hombros hasta los glúteos, la parte interna de sus muslos y mordiendo su cuello, repitiendo ese proceso cada vez con mayor intensidad que se adaptaba a los gemidos de su acompañante.

Estaba cumpliendo sus deseos, había hecho que la sangre comenzara a brotar y al ver ese líquido carmesí, no pudo resistirse a beberlo, provocando otra oleada de placer con su lengua ardiente en la piel sensible recién arañada, acompañada de mordiscos con la intensidad exacta y en el lugar adecuado.

Llegó al orgasmo, buscando desesperada algo a lo que aferrarse, dibujando auténticas obras de arte abstractas y encontrando el cabello negro del que tiró sin reparos, provocando un quejido placentero.

—No sabía que te ponía que te tiraran del cabello… —pronunció cuando recuperó un poco de oxígeno en sus pulmones, se sentía sedienta.

—Yo tampoco… Toma, bebe. —La besó con dulzura, tomándose un pequeño descanso, eso de dominar era agotador.

—Te deseo más todavía…


Después de una noche intensa, acabaron tan sudadas (y pegajosas) que tuvieron que darse un baño en el jacuzzi antes de poder dormir. Ambas acurrucadas una contra la otra, disfrutando del agua cálida y las sales de baño que creaban espuma.

—Estoy agotada…

—Parece mentira que haya sido yo la que lo ha hecho todo, «su majestad».

—¡No pude evitarlo! ¡Necesitaba de tu atención! Te estás convirtiendo en la dominatrix de mis sueños más lascivos… —susurró con lujuria.

—¿Acaso sueñas con una mujer que no sea yo? —preguntó curiosa, esparciendo un poco de espuma en su rostro—. Incluso la espuma te queda bien.

—¡A ti también! —Siguió con la broma, salpicando más espuma a su rostro.

—¡Cuidado con mis ojos!

—No seas exagerada, no te he dado…

—Solo estoy advirtiendo, no quiero pasar por ese dolor… —bromeó.

—Jamás te haría daño, Marcy. —La besó con ternura tras esas palabras. Después de aquella noche, todo cambiaría en su vida.

Por la mañana, todas las papelerías recibirían el número de su revista y se enterarían de eso. Era un movimiento arriesgado y rebelde, tomado por la auténtica princesa a la que le gustaba el riesgo. Estaba orgullosa de su pareja y pretendía gritarlo a todos los confines del universo.

¿Qué les depararía el futuro después de eso?

Notas finales:

Eso fue todo, nos vemos en el próximo capítulo. ¡Pórtense bien! (Y déjenme comentarios xD) Es broma. Espero que hayan empezado bien el 2019 y gracias de todo corazón, este fic tiene muchas visitas y eso me hace feliz.


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