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Fortunity por ReiraUchihaHerondale

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Notas del capitulo:

Título: Fortunity

Autor: UmiReira o Mizuko-Chan Pairing: SasuNaru

Advertencias: AU, Lemon (avisare cuando sea el caso), Yaoi (si no gustas de este género, entonces te pido de favor que cierres esta página)…

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, si no a Kishimoto-sama, La última Jugada tampoco me pertenece si no a su autor David Baldacci, hago esto sin fines de solo para divertirme y divertirles un rato, y porque soy una mente enferma XD.

 

Fortunity

Capitulo III.- Prisión

 

            Encarcelado, era así como se sentía en aquel lugar, no era más que la marioneta de un sujeto desquiciado que manejaba su vida a su antojo, y lo peor es que él lo permitía, con frustración tenía que reconocer que no tenía opción.

Por supuesto no era como que se la pasara encerrado en aquella mansión, podía salir incluso tenia trabajo, quizás no era el de sus sueños pero ser socio de aquella disquera era como estar cerca de serlo, y tenía a Mizuko su pequeña y hermosa niña de 11 años.

Si, 10 años había pasado desde que Naruto había huido de Japón, con su pequeña hija y un maniático con complejo de dios.

Durante todo ese tiempo se mantuvieron viviendo bajo el mismo techo de aquel sujeto, y eso ciertamente solía provocar ciertos roces, solían pelear con frecuencia. Nekoi solía estar acostumbrado a que todos le obedecieran sin chistar ni replicar pero Naruto, aquel rubio era otra historia, constante y acertadamente solía decir que era su dolor de cabeza.

El Uzumaki era terco, orgulloso y nada dócil, y cuando no estaba de acuerdo con algo lo hacía saber, lo cual provocaba tremendas peleas., al principio Juugo solía preocuparse por la situación, temía que Naruto terminara muerto, sin embargo al pasar de los años se dio cuenta que las cosas habían cambiado, y él sabía la razón solo faltaba que esos dos se dieran cuenta.

Mizuko era una niña alegre y bastante dicharachera, incluso solía visitar a Nekoi, claro a escondidas de su padre, ya que sabía que al rubio no le gustaba verla ni a cinco metros distancia del bastardo ese, sin embargo la pequeña pelirroja se había encariñado con su jefe, y sabía que aunque no lo demostrase, el cariño era reciproco, algo que su orgulloso jefe jamás admitiría.

Nekoi había adoptado uno de sus disfraces para convivir con ellos, seguían sin conocer su verdadera apariencia, pero se habían acostumbrado bastante al chico castaño, de piel blanca y profundos ojos negros, Naruto no lo sabía con certeza, pero algo le decía que aquellos perturbadores ojos negros pertenecían al verdadero Nekoi, podía percibirlo cada vez que le miraba.

Robert Williamson como era conocido el rubio, era ante el mundo un empresario dedicado al mundo de la música, guapo, soltero y con una bella hija de 11 años, no se le concia pareja estable, aunque había tenido un par de idilios con dos chicas, los cuales termino por alguna razón que nadie sabía.

Pero el sí que conocía la razón, y no era otra que el bastardo de Nekoi, el muy Teme – como había adoptado decirle después de un tiempo – le había prohibido salir con personas, porque era arriesgado, claro no porque se preocupara mucho por el rubio, si no por su propio bien; si había algo de lo que Naruto estaba seguro, es que todo lo hacía por salvar su pellejo

Pero si el rubio se hallaba en aquellos momentos, en el gimnasio de aquel lugar golpeando la pera de boxeo con demasiada fuerza, tratando de sacar toda la frustración que llevaba dentro, se debía a aquel insano sentimiento que le torturaba.

De alguna retorcida manera que el mismo rubio no comprendía, había terminado enamorándose de Nekoi.

¿Cómo es posible amar y odiar a una persona al mismo tiempo?, y lo que es peor alguien cuyo rostro no conoces, salvo por sus ojos, su voz y su cuerpo. Y no, no es que lo haya espiado ni nada semejante, en realidad aquello fue un accidente.

 

Una vez establecidos en los Estados Unidos – después de vagar por años de un país a otro – había tenido la idea de mandar a construir una especie de lugar que simulaba a unas termales, todos los que habitaban aquella mansión podían utilizarlos, la única condición era que jamás entrasen cuando Nekoi estuviese ahí.

Todos incluyendo al ojiazul habían seguido la norma al pie de la letra, y entonces aquel día.

 

 

 

 

            Naruto se hallaba realmente cansado, aquel día había sido realmente agotador, lo único que deseaba era tomar un baño e irse a la cama, sin embargo estar en las aguas termales le relajaba tanto que incluso algunas veces llegaba a dormirse, lo cual era peligroso ya que un día podría ahogarse.

El sonido de alguien entrando al agua le despabilo, asustado se giró para toparse al dueño de una ancha y blanca espalda cuya cabeza se hallaba cubierta por una toalla.

― Idiota, porque no avisas cuando ocupas las termas ― aquella molesta voz, fue el detonante para que terminara de espabilarse y dejar de perderse en las líneas trazadas que marcaban los músculos bien trabajados que tenía aquella espalda.

― Estúpido, no sabía que estabas, además finalmente el idiota que entro aquí sin fijarse si había alguien más fuiste tú.

De no ser porque no debía hacerlo ― ya que si lo hacía corría el riesgo de dejar su rostro al descubierto ― se habría girado, y le hubiera estampado un buen golpe en el rostro.

Como no tenia deseos de pelear, porque seguramente se exaltaría tanto que terminaría descubriéndose, decidió que lo más sano era irse, así que sin decir una sola palabra salió del lugar, mostrando sin pudor alguno su perfecto cuerpo en toda su gloria.

Y para desgracia de Naruto, no pudo despegar su vista de él, hasta que aquella piel de alabastro quedo fuera del alcance de sus ojos, se sonrojo y se sintió como un vil pervertido no había podido evitarlo, ¡Demonios!, en verdad aquel sujeto era atrayente.

Y por si le faltaba algo, se dio cuenta que se había quedado con un buen problema en sus bajos.

 

Por supuesto de ese incidente nadie sabía nada, y así era mejor, ¡Estúpido, estúpido Nekoi!, con un golpe más termino derrumbándose, dejando se caer al piso de rodillas sosteniéndose como podía de la pera.

― Pero aún más estúpido soy yo, por haberme enamorado de ti.

 

 

 

 

 

 

               Namikaze Deidara era a pesar de su juventud, el periodistas más prestigiado y reconocido de todo Japón, varios premios corroboraban su excelente trabajo, incluso gracias a sus investigaciones algunos grupos criminales habían caído, nadie sabía dónde conseguía la información y como es que, había logrado salir invicto, pero se rumoraba que todo se lo debía a su poderoso apellido.

Sin embargo el rubio tenía el lugar que tenía, gracias a su trabajo a nada más.

Sentado en su cómoda silla ejecutiva, llevo la taza de café que se hallaba en sus manos, para tomar un sorbo antes de volver a dejarla sobre el porta taza que se hallaba a su derecha.

Una sonrisa en su rostro reflejaba lo satisfecho que se hallaba con su reciente investigación; hace poco se había interesado en hacer un reportaje sobre la lotería nacional, había descubierto que esta tenía la pequeña curiosidad de que la mayoría de sus ganadores quebraba.

De los 12 ganadores que había al año – uno por mes – solo uno o dos, lograban salvar su fortuna.

Por supuesto mucho era culpa del gobierno, los elevados impuestos les quitaban una gran cantidad, y los malos asesores, aquellos que se hallaban merodeando como buitres y aparecían cuando un nuevo ganador aparecía listos para saltar sobre él y sacarle hasta el último centavo.

Pero su historia había dado un giro radical, cuando investigando a los ganadores se topó con un curioso dato, de las 12 personas que habían ganado 10 años atrás, ninguna ha quebrado es más, incluso habían logrado hacer crecer su capital de manera sorprendente.

Podía deberse a una casualidad o a que habían contado con fortuna y habían contratado buenos asesores financieros, pero honestamente el no creía en nada eso, y su instinto que había una interesante historia detrás de todo ello.

Los 10 ganadores de ese año, eran personas que además lo merecían, sus vidas habían sido miserables hasta que el ganar aquel premio, les había cambiado la vida en su mayoría para bien, pasando desde una pobre madre soltera, una anciana viuda y sin fortuna, hasta un humilde mesero.

Pero sin duda alguna quien más resaltaba de aquella lista era Naruto Uzumaki, él fue el ganador más mencionado ese año, debido al escándalo que se había suscitado tras descubrirse que había dejado dos cadáveres en su pueblo natal.

Incluso se había especulado que el chico podría pertenecer al temido clan Hebi, cosa que no parecía tan descabellada dada la forma en que desapareció, aun cuando el aeropuerto y las estaciones habían sido cercados, no se había podido evitar su fuga, eso sí aún seguía vivo, muchos pensaban que el chico ya estaba muerto.

El caso no estaba cerrado, aun se investigaba y se buscaba al chico rubio, y Deidara era uno de ellos, ya que presentía que aquel chico podría llevarle a su mejor historia, y también podría ayudarle a alcanzar su objetivo, que desde hace tanto perseguían, él y la organización a la que pertenecía.

Akatsuki.

 

 

 

 

 

                  Kabuto se consideraba a sí mismo el mejor hombre de su organización, años ya hacían desde que se había unido a la considerada organización criminal más temida de oriente.

Diez años atrás había ocurrido un incidente que puso en entre dicho su eficiencia, cuando había permitido que aquel idiota trabajara para ellos. Haru había sido un error que su jefe solía reprocharle constantemente.

Y es que en aquel desastre había perdido a su mejor mercenario, y no es como si no pudiesen tener más, sin embargo era difícil conseguirlos así de eficientes y dóciles como Tanaka.

Sin embargo el problema no radicaba ahí, si no el chico que había huido Naruto Uzumaki, no sabían a ciencia cierta cuanto sabia de ellos, pero era necesario hallarlo., dejar cabo como esos no les estaba permitido.

El chico había desaparecido hacia diez años poco después de ganar la lotería, y que fuese calificado de fugitivo por las autoridades. Algunos pensaban que estaba muerto, y ya había sido vinculado incluso con ellos, cosa que era falsa, por supuesto que aquello no lo iba a develar, no podía darse ese lujo, lo primordial era hallarlo y matarlo.

Estaba seguro que alguien le ayudaba, la forma en que desaprecio fue demasiado perfecta, eficaz, casi sin dejar huella, sin embargo siempre se puede cometer un error, y después de diez años, al fin lo había hallado.

Por eso había viajado hasta los Estados Unidos, que es donde el chico vivía bajo una identidad falsa.

Se acomodó los anteojos de modo que pudiese disfrutar del espectáculo.

 

― Que comience la función ― se dijo así mismo con una retorcida sonrisa.

― ¿Vas para tu casa…? ― La pregunta de Harry, su compañero le hizo parar y mirarle con curiosidad.

― Si, es tarde y deseo ver a mi hija ― dijo con aquella sonrisa que parecía acompañarle todo el tiempo.

― Ya veo.

El rubio le miro con curiosidad, el azabache parecía dubitativo, como si quisiera decirle algo y no se atreviese ― Robert yo quería ― nuevamente cayo, no se atrevía a decirlo, aun en la mañana se había despertado con la determinación de decirle a aquel hombre que se había enamorado de él, y pedirle una oportunidad, ahora al verlo frente a él, aquella determinación se había esfumado ― Nada, olvídalo ― dijo con una sonrisa melancólica, antes de alejarse con prisa.

― ¡Hey! Harry, espera ― le llamo, pero el azabache hizo oídos sordos y se fue.

― Que raro dattebayo ― se dijo el rubio, ante aquello, decidió no darle más importancia y se subió a su auto.

No fue hasta unas cuadras más adelante que se percató que le seguían, trato de no parecer paranoico y creer que solo era una casualidad, pero dejo de pensarlo cuando al entrar a una calle no muy transitada el auto acelero, hasta casi alcanzarle, el rubio no dudo en aumentar la velocidad tratando de perderlo.

Entro a algunas calles transitadas, pero aquellas personas eran persistentes, y deshacerse del auto le estaba costando, no podía llevarlo a su casa, sería peligroso, así que se decidió a seguir intentando perderle, pero parecía en vano.

Y justo cuando creía haberlo logrado, el auto logro emparejarse, lo siguiente de lo que Naruto fue consiente, es de cómo se aventó tratando de cubrirse de las descargas que en momento lanzaban contra él, una bala alcanzo su brazo, y otra dio en su pierna.

Voy a morir, pensó con terror, no sabía quién se hallaba detrás de esto, pero estaba seguro que no lograría sobrevivir, entonces como si de un rayo de luz se tratase, el rostro de su hija vino a su mente, Mizuko.

Su hija, ¿Qué sería de ella si moría?, no quería ni pensarlo, no tenía a nadie, Nekoi., él no contaba,  no podía confiar en él, por mucho que sintiera algo por su verdugo, una cosa era haberse enamorado, y otra muy diferente ser consciente de la clase persona que era.

Tenía que vivir, por ella debía hacerlo, el auto que en aquel momento se hallaba descontrolado, termino por irse hacia un barranco, sacando fuerzas de donde no las tenía, logro arrastrarse lo suficiente, para salir del auto y lograr saltar, antes de que el auto se estrellara en un árbol y terminara por explotar. Se escondió entre la maleza consiente que aquello aún no había terminado, un hombre al que solo alcanzo a verle la cola de caballo, y el par de anteojos que se ajustó para ver mejor, se hallaba de pie, mirando el espectáculo que había sido la explosión, deleitándose con ella, de no ser porque la falta de sangre comenzaba a afectarle, se hubiese parado para molerlo a golpes.

Aquel hombre aventó lo que parecía ser un pequeño paquete cerca del auto, antes de girar y desaparecer; cuando hubo estado seguro que el peligro había pasado, Naruto se movió hasta tomar el paquete, saco su celular que milagrosamente había sobrevivido, y marco un número que sabía de memoria.

― Juugo, estoy en problemas yo ― la frase no fue terminada, la resistencia de Naruto había terminado y caía inconsciente en aquel lugar.

 

 

 

 

 

 

              Después de recibir aquella llamada, Juugo no dudo en dirigirse rápidamente al cuarto de su jefe, sabía que este se hallaba en su tiempo de descanso y no le gustaba que nadie molestara, pero era una urgencia, y estaba seguro que si no le avisaba, no lo dejaría pasar.

Toco a la puerta esperando a que le contestaran.

― ¿Quién? ― pregunto con irritación.

― Soy Juugo, disculpe que le moleste pero hay algo que creo que debería saber.

― Mas te vale que lo sea ― dijo en tono de advertencia, Juugo asintió a espera de que su jefe le permitiera entrar, y así lo hizo, Nekoi se hallaba dándole la espalda, tenía puesta una camisa de seda en color azul eléctrico, y una gorra que evitaba que viese el color de sus cabellos, era la primera vez que estaba tan cerca de conocerle como era realmente.

― Naruto tiene problemas ― fue la simple frase que basto decir, no necesito más.

No pudo ver la expresión que en aquellos momentos Nekoi puso, pero le saco de inmediato y le dijo que se prepara para salir, irían a lugar donde se hallaba el rubio.

Veinte minutos después llegaron al lugar del accidente, varias patrullas se hallaban en el lugar, Nekoi que había tomado la apariencia de un rubio de cuarenta años, fingió ser tío de Naruto, y le acompaño al hospital, Juugo sabía que no lo demostraba, ni lo haría pero Nekoi estaba tan preocupado por el rubio tanto o más que el mismo.

 

 

 

 

                Se sentía mareado, y la cabeza le dolía bastante, a sus pupilas aun le costaba acostumbrarse a la luz pero tuvo que obligarse a hacerlo.

Recorrió con la mirada el lugar donde se hallaba, el cuarto de un hospital pudo deducir rápidamente, y justo cuando pensaba descansar un poco más la puerta se abrió, revelan hombre de cabellos rubios que no reconoció al instante, sin embargo tan solo bastaron unos segundos para que sus ojos se perdieran en aquellas pupilas negras, para saber que aquel sujeto no era otro que Nekoi.

Este se paró en el marco de la puerta sin decir nada, tan solo mirándole con aquella mirada profunda, intimidante, y que tanto le frustraba porque no sabía que quería expresar.

― Si estoy bien, gracias por preguntar v dijo el rubio con sarcasmo, el silencio siempre le había exasperado, y aquel hombre parecía disfrutar torturándole de aquella forma – y que no venía al caso mencionar –

― ¿Sabes quienes fueron quienes te atacaron?

― No, ni siquiera alcance a verles el rostro, pero pude recuperar un paquete que había tirado uno de ellos, al único al que pude ver, aunque fue a la distancia no pude verle bien.

El "rubio", saco la caja que el ojiazul reconoció como la que había recogido en aquel lugar, se lo extendió y Naruto lo tomo, al abrirlo saco una serpiente de metal, esta tenia los rojos, y era de color plata, anexa venia una nota, cuyo único escrito era simplemente la palabra "Hebi".

Eso provoco que sus azules ojos presumieran su tamaño, eso solo significaba una cosa, Hebi le había encontrado, y eso le hizo temblar, ya Nekoi le había hablado de ese "Clan" también de lo que eran capaces.

― Ellos han dado contigo ― dijo con suma tranquilidad, una que si era honesto consigo mismo no sentía, aquello se estaba complicando, si Hebi había dado con Naruto, ¿Quién más lo haría?, ¿la policía?, no podía permitirlo, tenía que moverse, o de lo contrario se meterían en problemas, y debía evitarlo a costa de lo que sea, por él, y por proteger a unas personas que sin proponérselo se habían vuelto importantes para él, que diablos, para que mentir, Naruto y su hija habían logrado colarse a un lugar al que nadie había podido hacerlo antes, su corazón.

Sin embargo este no era el momento para pensar en ello, tenía que mantener la mente fría, para planear su siguiente movimiento.

― Por ahora permanecerás aquí, cuando regreses a la casa, te quedaras ahí hasta que te avise.

Naruto frunció el ceño, ahí iba aquella maldita manía que tenia de mandar y querer gobernar su vida como si de su dueño se tratase ― No puedes prohibirme salir, debo trabajar.

― Naruto ― dijo con aquella voz tan suya, tan pausada, que provocaba que Naruto se estremeciera cada vez que le escuchaba decir su nombre de aquella manera, a paso lento se acercó hasta llegar a él, y con parsimonia deslizo su mano de la mejilla morena, pasando sus dedos por aquellas marcas que Naruto conservaba fruto del pasado, hasta llegar a su cuello.

El corazón del ojos cielo latió desbocado, sus mejillas se tiñeron de rojo aun en contra de su voluntad, y su piel quedo erizada, lo odiaba, lo odiaba por provocarle aquellas sensaciones, pero el vértigo aumento cuando aquella sutil caricia, se tornó en algo más agresiva, cuando Nekoi apretó de manera ligera, pero con la suficiente fuerza para mostrarle que solo necesitaba apretar un poco más, para privarle de su valioso oxígeno.

― Me sorprende que a pesar de los años que han pasado aun no lo sepas, ya te lo he dicho, tu vida me pertenece y puedo hacer con ella lo que me plazca, Mizuko y tu permanecerán encerrados, y más te vale que te acostumbres a ello, tendrás que dejar tu trabajo, y no me interesa si lo deseas o no, tus deseos no valen nada para mí ― dijo de manera fría y cortante.

En cuanto termino de decir aquello, le dirigió una de esas sonrisas siniestras y perversas que solo el poseía, y salió de la habitación.

Naruto apretó los puños, cuando al fin había encontrado estabilidad, cuando todo parecía ir relativamente bien, su pasado aparecía de nuevo, tal parece que jamás podría librar al menos no hasta que todo aquello terminara.

Después de dejar a Naruto al cuidado de Juugo, se dirigió a su casa, necesitaba pensar y descansar, había pasado toda la noche en el hospital al lado del rubio, claro que eso es algo que Naruto jamás sabría.

Hebi había aparecido en escena, y aquello no hacía más que preocuparle, porque sabía que Hebi no era cualquier enemigo, y tendría que hacer un plan lo suficientemente bueno para evadirles.

Había pensado y analizado ya varios, pero ninguno terminaba de convencerle, el que más lo hacía era a su vez el más riesgoso.

Regresar a Japón, aquello significaba meterse a la boca del lobo, porque ahí no solo estaba Hebi, si no la policía, sin embargo a su vez sabía que era lo mejor, nadie sospecharía que Naruto osara a regresar.

También tenía que asegurarse que Hebi no se enterara que era él quien le ayudaba, y no por protegerse el mismo, si no que aquello sería un aliciente más para atrapar al rubio consiente que nada obsesionaba más al líder de Hebi que capturarle, torturarle y matarle.

Le odiaba, sin embargo eso era algo de su pasado que no valía recordar, por ahora tenía que concentrarse en darle perfección a su plan y mover todas las piezas de modo que estuviesen a su favor, sonrío con ironía al pensar que se hallaba jugando un juego de ajedrez, muchas eran las piezas y si las movía con astucia el juego podría inclinarse a su favor, de lo contrario terminaría perdiendo, y era consiente que podría perder algo más que su vida.

 

Continuara…

 

Notas finales:

Las cosas se complican para nuestros muchachones, bueno les aviso que actualizaré hasta dentro de dos semanas ya que participare en el FLSN, así como en el reto terrorífico del grupo Shhh… SasuNaru NaruSasu, tanto como escritora como dibujante, por lo que este par de semanas me concentraré en eso.


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