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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Si, eso era lo que el elfo pretendía al verlo tan descaradamente mientras sus manos seguían ansiosamente el rumbo que llevaba a su entre pierna.


Por un instante Riki pensó que el sumiso chico iba a despojarse de un solo tirón de su vestimenta pero para mayor frustración suya, notó que el de los cabellos grises se tomaba su tiempo.

-¿Te gustaría verlo desnudo, humano?


-…


¿Qué pasaba? Las respuestas se quedaban atoradas en su garganta y por más que pensara en ellas simplemente se negaban a tomar forma o dejarse escuchar.


Las túnicas cortas de ambos esclavos evidenciaban una actividad eréctil que hacía las delicias del rey elfo.


La augusta habitación de Lord Iason estaba iluminada por las antorchas bien dispuestas que arrojaban sobre los tres hombres su naranja resplandor.

Los ojos grises seguían viéndolo con descaro. No podía ser otra cosa, ya que el hincado se sabía deseado… por más que lo negara.

La tersa alfombra decorada servía de apoyo para el bello chico. 

Sabía de sobra lo que las manos hacían aunque su visión se viese interrumpida por aquella tela. 

Forferían se entregaba al placer producto de sus propias caricias, sin importarle el ser visto. Podían oírse cada vez más claros sus gemidos de gozo y Riki quiso más que nasa poder ignorarlo o mejor aún… poder tocarlo.

Ese pensamiento logró un furioso sonrojo en el jefe de la horda. El rey elfo no pudo más que ampliar su sonrisa.

Salvaje o no también sabía del deseo y es así como lo domaría. Solamente los idiotas creen poder domar con los golpes.


-¡Ah!… mmm


Lo oía y ya sentía que su erección alcanzaba niveles insoportables. Además la cadenas no ayudaban en lo absoluto; sus tobillos y muñecas empezaban a reclamar con punzadas quemantes y pronto inaguantables.


¿Por qué?, no lo sabía pero más que el dolor del cautiverio eran esas expresiones del joven tan excitantes pero sabía que de un momento a otro renegaría hasta de sus propias creencias con tal de deshacerse de ese maldito fuego que quemaba sus entrañas.

Por otro lado el señor de los elfos creyó que aún no era suficiente, ya que si apretaba un poco más seguramente Riki se le entregaría, con algo de renuencia, pero lo haría.


Sentir el roce de la tela el su erguida virilidad sólo conseguía excitarlo más. ¿Cuánto más iba a ver aquello? No por mucho ya que al parecer Forferían empezaba a restregarse con mayor ímpetu a la vez que sus gemidos se tornaban gritos.


-Forferían… cuando termines quiero que pruebes tu néctar.


Con un grito apremiador el chico terminó derramándose en sus manos, mientras Riki seguía viéndolo.

Lo que el Lord dijo no cobró sentido para él hasta que vio al chico sacar una de sus mano impregnada de su semen y llevársela a la boca. Una vez allí sacó su lengua para limpiar ese líquido con los ojos semicerrados por el reciente orgasmo, todavía fijos en Riki.

El moreno no supo por qué pero ese acto lejos de asquearlo le agradó, claro que admitirlo era cosa sumamente diferente que de plano no iba a hacer.

Con la atención aún fijada en los ojos grises, Riki no oyó el susurro de las ropas de Iason causado por el caminar de éste al acercarse al atado. Sólo notó la cercanía del Elfo hasta que descubrió que el hincado miraba a donde el señor elfo estaba.


-Veo que estás algo anhelante.


-No… es… cierto 


-Si no es así dime entonces por que tu respiración está agitada y tus ropas han cambiado de posición- el rubio ser dijo eso último tocando la voluminosa zona de la ingle de Riki.


-¡ah!
-Sabes gemir y no lo haces tan mal- dijo el rubio tan seductoramente que el humano se sintió temblar.


-Suélteme


-Sabes bien que yo doy las órdenes no tu.


Entre tanto Forferían los veía pero no con envidia o recelo, sino más bien como esperando que algo pasara. Si bien parecía idolatrar a Iason eso no significaba que envidiara al humano.

La magnética presencia de Iason hacía que se olvidara de todo. ¿También eso se debía a los poderes del rubio?, bueno tal vez así fuere pero ese poder era únicamente su propia personalidad y nada tenía que ver con la magia.

Con sumo esfuerzo el moreno consiguió apartar su rostro de su amo, alejándolo a su izquierda. Ciertamente su pecho subía y bajaba con una rapidez impresionante, sólo por sentir la presencia del rey elfo tan cerca suyo.

Ahora el silencio no ayudaba más que a acrecentar su inseguridad.

El humano temblaba, si, pero aún así tuvo la suficiente fuerza para correrle el rostro, cosa que nadie, ni siquiera un elfo habían podido u osado llevar acabo.


Al no tener experiencias con seres de su mismo sexo el jefe de la horda ignoraba qué era lo que Iason esperaba de él, a pesar de haber visto lo que vio.

Riki se mordió el labio tratando de reprimir las súplicas que quería gritar. Necesitaba masturbarse, o hacer algo, pero el rubio no parecía tenerle la menor de las consideraciones.

-¡ah!


-Si definitivamente me gusta oírte gemir- dijo sin pudor alguno el rubio al rozar con sus dedos nuevamente la virilidad de su recién adquirido esclavo.


-Por… por favor… quiero que me suelte


-Un progreso, ya estás rogando, sin embargo te encuentro lindo así como éstas.

Riki se sintió un completo tonto al sonrojarse con mayor fuerza que antes y más aún cuando su señor lo notó. Ni suplicando podría deshacerse de la excitación.

-… señor no sea maldito y ya suélteme


-Eres aún muy grosero. Dime si yo te suelto ¿qué harás?


- ¿no es evidente?- preguntó Riki con cierto enojo.


-Harás lo que hizo Forferían ¿no?


-Posiblemente.


Una risa clara y contagiosa salió de los pálidos labios de Iason.


-Definitivamente eres una buena adquisición.

Tras decir eso el rey elfo llevó sus dedos a uno de lo brazos. Una sutil caricia que terminó en el hombro y reanudó su camino hasta buscar bajo la túnica los, ahora, erectos pezones del humano.


-¡ah!… no haga eso


-Lo haré cuantas veces desee por que me perteneces- dijo el rubio con esa voz autoritaria y un dejo de seducción.

Entre tanto el moreno pensó que eso no le molestaba tanto como creyera, sino que más bien le parecía una oferta tentadora… aunque iba a negarse tanto como pudiera.

Sin ninguna palabra el rubio se alejó del moreno para mayor sorpresa de éste último.

Iason se acercó nuevamente al hincado chico e indicándole que se levantara lo llevó hasta el lecho, donde comenzó a acariciarle el rostro, los brazos, el pecho las piernas hasta quedar en la ingle y así excitar al menor en demasía.

Forferían gemía de puro placer, al sentir el roce de los dedos de Iason sobre la tela, tratando de pellizcar sus pezones.

Riki maldijo a esos dos y más se maldijo así mismo por esos impuros deseos que hacían fila en su mente… por desear ser el chico bajo el cuerpo del rey elfo… por sentirse necesitado de esas manos.
Entre tanto Iason separaba las piernas de Forferían y éste sabía lo que venía. La túnica corta fue levantada dejando ver su erección.


El humano abrió los ojos desmesuradamente al ver lo que esos dos elfos hacían. Al escuchar el chasquido que provocaba el rubio al entrar en el de cabellos grises, ruido que evidenciaba que el menor se había preparado con suma y meticulosa dedicación para ese encuentro.


-Piensas en todo querido Forferían- dijo Iason.

Ante el evidente halago no supo si sonreír o llorar. Una de las cosas más exquisitas era sentirse uno con su amo y señor. En ese momento sólo deseaba abrir sus piernas y colocarlas ya sea en los hombros de su señor, ya sea alrededor de su cintura para así sentir ese poderoso miembro hasta lo más recóndito de su ser.


-¡Ah!… mi señor


El rey elfo sabía darse placer y a su ves procurárselo así mismo. Realizó un recorrido lento desde el fondo hasta casi volver por completo al exterior, pero sin llegar a hacerlo.

-Mi amo… puedo pedirle… ¡ah!… ¿puedo pedirle algo?

Sonrojado y tembloroso, seguía siendo dócil deleitando a su señor por la inocencia de su pregunta.


-Si, te lo has ganado.


-De… deseo que me lo haga más… más rápido- dijo entrecortadamente más por la vergüenza que por la pasión, o al menos eso evidenciaba su creciente sonrojo.

Dándole un beso el la frente el gobernante accedió sin reparo alguno.


Los movimientos frenéticos de cadera por parte de ambos eran hipnotizantes y ya el moreno jadeaba de pura frustración.

El masculino aroma de su señor así como la fragancia de su néctar al terminar embargaron los sentidos de Forferían quien de sólo sentir la simiente de su amo correr dentro de su cuerpo esparció la propia cerca del abdomen de Iason.

Ambos corazones latían desbocados y la estrechez del naguirian hicieron que se olvidase de Riki por un momento.
El de los ojos grises bajó la mirada apesadumbrado.

-¿Te dolió?- preguntó el rubio.


-No señor, de ninguna manera, lo que pasa es que… lo he ensuciado- respondió el naguirian viendo el abdomen de Iason.


-¿Esto?, no pasa nada sólo límpialo.


Gustoso de ver que su señor no estaba enojado lamió cada gota dejada en ese bien formado abdomen.


No sólo no comprendía el proceder del naguirian sino, que también el propio, al desear estar en el lugar de Forferían.

Los dos esperaban a que su respiración se tornara tranquila, mientras que el otro seguía viéndolos.

Por fin Iason reparó en el atado nuevamente y le dijo algo al oído al chico que estaba aún debajo suyo.

Riki notó que ese chiquillo volvía a estar a su lado pero ahora estaba… estaba… sacando su hombría!!!!!!! 




-¡No!… ¡ah!, pero ¿qué haces?- gimió ofendido Riki tratando de alejar al naguirian de su cuerpo sin lograrlo.


El de los ojos grises no decía nada, sólo cumplía con la tarea impuesta.

Los pequeños y suaves dedos tocaban la sensible piel y Riki no podía contener los gemidos.

Iason los veía desde la mullida cama donde se veía parte de su túnica larga un poco arrugada, que al estar entre abierta dejaba al descubierto que el rey elfo no tardaría en tener una nueva erección.

-¡Ah!… ya basta… no me toques


Las protestas eran proferidas con un tono cada vez más bajo y prolongado… un gemido en todo el sentido de la palabra.

Entre tanto el menor desoía todo para seguir con su tarea. Atrapando entre sus dedos índice y medio, estimulaba la virilidad de Riki, apretando sensualmente, llevando un ritmo de arriba a bajo, que amenazaba con enloquecer al encadenado. 


¡Cuan diestras eran esas dulces y gentiles manos! Re corrían su miembro de arriba a bajo, para después tomarlo con fuerza y masturbarlo, en lo que la otra se ocupaba de tantear los testículos.


-¡Ah!- jadeó no sólo por loe dedos sino también por la audaz boca que se atrevió a besar sobre la tela de la túnica, la tetilla de Riki.

La lengua hacía una presión insuperable en uno y luego en otro sin importar el humedecer la prenda. 

La erógena zona no tardó en reaccionar ya que ambos capullos se pusieron duros.


-Te gusta ¿verdad?


Por segunda ocasión ni se enteró de la presencia de Iason hasta que estaba a unos centímetros de su cuerpo.


-… ¡ah!…- No podía negarlo, pensaba Riki mientras se escuchaba jadear; ya que si lo hacía sería una humillación aún mayor.


Forferían se hizo a un lado, dejando que el Lord se acomodara frente al atado, pero sin dejar sus manuales atenciones.

Iason tocó el costado izquierdo de Riki, con una mano. (Pues era éste el espacio libre que el peligris le dejara) La otra la posicionó buscando la oculta entrada de Riki.


-¿Qué cree que está haciendo?- dijo escandalizado el encadenado.
-Es obvio bárbaro


-Riki… ¡ah!… y no meta sus dedos allí- dijo Riki al sentir que esos dedos pringoso de quien sabe qué están irrumpiendo en su interior como nada antes lo había hecho.


-Ya te dije y no quieres entenderlo… aquí sólo yo doy órdenes.


-… es que… jamás… ¡ah!


-Entiendo, nunca has estado con dos hombres.


-¡No he estado ni si quiera con uno!


-Hoy lo harás- dijo el rubio a tenor de orden, mientras las caricias mellaban los sentidos del moreno.


Su cabeza descansaba en la fría roca. Su boca entre abierta regalaba diferentes gemidos, mientras sus ojos entre abiertos… y ese sonrojo, todo ello evidencia de su creciente excitación.

Continuara...


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