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Punto de inflexión por Nicole Prince

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Notas del capitulo:

¡¡Hola!!

Esta es la primera de una serie de historias cortas que iré subiendo, todas relacionadas con el FF. Me gustaría dedicársela a NekoNekoNe, ya que fue quien me la pidió :D ¡¡Espero que te guste!! Aunque no sé muy bien si esto es lo que querías… jajaja

La verdad es que es la primera vez que escribo algo así y me ha costado bastante. Sobre todo a parte de las escenas más explicitas, claro (xD esto me llevó un demonio de tiempo, de verdad), me cuesta no divagar a la hora de hablar de lo que sienten los personajes.

¡Ah, sí! Aprovecho para recordaros que estoy abierta a cualquier otra sugerencia.

Cómo ya sabréis, en este momento de la historia Kuroko debería ser Aomine Tetsuya, pero he preferido mantenerlo porque si no me parecía un poco confuso…

#1 Kise

 

¿Cómo? ¿Cómo he llegado a esta situación? Pensó Kise mientras se pellizcaba un brazo, intentando dejar claro que no estaba soñando.

 

— Ya sé ¡En los sueños tienes seis dedos! — Exclamó convencido. Esa sería la prueba final. — Uno, dos,… —

— ¡Maldita sea que no estás soñando, Kise, estúpido! — Le gruñó Aomine, cansado.

 

Hacía cinco minutos que Aomine, y su pareja, Kuroko Tetsuya, estaban observando como Kise hablaba consigo mismo. Probando varias técnicas y elucubrando estúpidas teorías de por qué estaba ocurriendo lo que estaba ocurriendo. Y aunque ciertamente Kuroko era una persona paciente y comprensiva, Daiki no lo era.

 

— ¿Eh? — Kise parecía tan confundido que a Kuroko se le hacía hasta tierno. — ¿No lo estoy? Pero entonces… ¿¡Va en serio!?

 

De verdad, de verdad de la buena que no se explicaba cómo había llegado a esta situación.

 

Kise Ryouta es un famoso modelo de origen japonés. Al principio, sus anuncios y sesiones de fotos se limitaban a Japón. Sin embargo, con los años su fama había ido creciendo y cada vez era más y más demandado por marcas extranjeras. La verdad es que es un trabajo que lo apasionaba y, aun siendo consciente que no le duraría por siempre, pensaba sacar el mayor partido posible a su fama. De momento no tenía pareja, mucho menos hijos, y su familia se encontraba diseminada por todo el país. Así que él disfrutaba viajando de un lugar para otro, conociendo lugares y culturas maravillosas. Le parecía el paraíso.

Fue en uno de esos viajes cuando, gracias a un golpe de suerte, pudo hacer una visita a dos de sus mejores amigos: Aomine Daiki y Kuroko Tetsuya— aunque ahora técnicamente su nombre fuese Aomine Tetsuya, para él siempre sería Kurokocchi. El matrimonio hacía años que se había instalado en una pequeña isla de Escocia, y siempre que podía iba a visitarlos.

Hasta ahí las cosas eran claras y concisas, pero cómo, de verdad ¿cómo había llegado a esta situación?

 

— Kise- kun— Escuchó como lo llamaba Tetsuya. — ¡¡Ryouta!!

— Kurokocchi… Yo… No sé…— El rubio lo único que podía hacer era mirar de uno a otro, sin saber que decir.

— Ryouta, escúchame…— Comenzó pacientemente Kuroko. — Sé que esto es… peculiar ¿pero por qué no? ¿qué hay de malo? — Le preguntó con voz suave mientras echaba una mirada a su marido, como pidiéndole colaboración.

— Kise… ¡Deja de entrar en pánico y contesta! —

 

Kuroko suspiró, arrepintiéndose de haberle pedido ayuda a su marido. Los conocía tan bien a los dos que debía de haber predicho sus reacciones. Por una parte, Daiki se debatía entre la vergüenza y la excitación. Y Ryouta… no sabría decir si se había dejado llevar completamente por el pánico o simplemente no podía salir del shock. Y es que al fin y al cabo no todos los días tus dos mejores amigos te proponen un trío.

Aomine y él llevaban ya un año y medio casados. Por lo general su vida, el día a día, era maravillosa. Y su vida sexual… era excepcional, para qué mentir. A ambos les encantaba el sexo y las nuevas experiencias. Sin embargo, y aunque pocos fuesen a creérselo, siempre era Kuroko el que tenía las ideas más… ¿insólitas? Y de hecho, fue él quien al saber que Ryouta iría a visitarlos, le propuso a su marido hacer un trío. Al principio, Aomine se negó por completo. Tetsuya era suyo, únicamente suyo y no pensaba dejar que otra persona lo tocara. Pero después de que Kuroko le describiera de forma bastante explicita cómo podría ser ver como otra persona lo acariciaba, le hacia una felación o lo preparaba para él… Pues podemos decir que la excitación venció a sus celos iníciales.

Y por eso ahora se encontraban en esa situación.

 

— Kise…—

— ¿Esto va en serio? — Preguntó de momento Ryouta, mirando a la pareja con recelo. — ¿De momento no os reiréis de mi gritándome que es broma?

— No, Ryouta, es completamente en serio. — Contestó Kuroko, mirándolo a los ojos. — A los dos nos gustas y pensamos que… podría ser interesante ¿qué piensas? ¿Una noche para los tres? — Kise tuvo que pararse a pensar. Kurokocchi, era Kurokocchi, vaya. Siempre había pesando como sería hacerlo con él. Y Aomine… sobraban las palabras.

— Acepto. — Sonriendo ligeramente y sin romper el contacto visual, Tetsuya se acercó a besarlo. Fue un contacto suave, apenas un roce. Mientras el modelo cerraba los ojos, disfrutando del pequeño beso, Kuroko le hizo un gesto a Aomine, señalando hacia el sofá.

 

Desde un principio, y dado que había sido su idea, Daiki y Tetsuya habían pactado que sería el más pequeño quien dirigiría las cosas. Y en parte, esta nueva iniciativa de su esposo lo excitaba increíblemente. Entre suaves besos y caricias, Kise y Kuroko también se acercaron hasta el sofá, pero en vez de sentarse, el más bajito le quitó la camisa al otro, comenzando a acariciar su abdomen. Llegados a ese momento, Kise ya no pensaba en nada. Kurokocchi, SU Kurokocchi estaba besándolo, acariciándolo, eso debía ser el maldito cielo. No es que en un pasado hubiese tenido pretensiones amorosas hacia el peli azul, la verdad es que siempre lo había visto como su mejor amigo. Pero eso no quería decir que estuviese ciego, siendo sinceros más de una vez había fantaseado con dominar al más bajo.

 

— “Bien.” — Pensó Kuroko cuando vio que los hombros de Ryouta se destensaban por completo. — “Primera parte, conseguida.” —

 

Su mayor preocupación había sido que el rubio no consiguiera sobrepasar los prejuicios o los nervios iníciales. Su marido… Confiaba plenamente en Daiki, sabía que una vez comenzara todo, la excitación superaría con creces a los celos. Al fin y al cabo, sabía que lo amaba con todo su corazón.

Despacio, intentando ser lo menos brusco posible, Kuroko condujo a Kise hasta el sofá sentándolo, entre besos, en las piernas de su esposo. El más moreno, por su parte, había aprovechado el tiempo libre para quitarse los pantalones y la camiseta, quedándose únicamente con los calzoncillos. Al notar como lo sentaban encima de las piernas de Daiki, Kise no pudo evitar dar un respingón; al fin y al cabo Aomine ya estaba completamente erecto.

 

— ¿Q-qué…? ¿C-cómo? — A decir verdad, Kise se sentía un poco estúpido. No era un colegial virgen, coño ¿por qué sentía que le temblaba todo el cuerpo?

 

Sin darle tiempo a que entrase en pánico de nuevo, Kuroko se sentó detrás de él— también sobre las piernas de su marido— y comenzó a besarle la nuca, el lóbulo de la oreja, acariciarle el pecho… Todo mientras los otros dos se fundían en un salvaje beso.

Porque sí, para Ryouta Kuroko era SU Kuroko, siempre había tenido una pequeña— y sana, según él— obsesión con el menudo. Pero Aomine Daiki… pues era Aomine Daiki. Siempre había sido el más atractivo de todos ellos, no podía engañarse. Ya hacía tiempo que los tres habían salido del instituto y, muy al contrario de lo que podía esperarse, sus cuerpos y constituciones habían mejorado con el tiempo. Ahora eran adultos, fuertes y sanos, con un cuerpo envidiable, cultivado gracias  a muchas horas de deporte.

Despacio, como si de un cachorro asustadizo se tratase, Aomine y Kuroko comenzaron a estimular a Kise. Por una parte, Kuroko acariciaba sus abdominales mientras que con la otra mano delineaba y pellizcaba uno de los pezones del rubio. Mientras tanto, Aomine, mucho más atrevido, comenzó a acariciar su trasero, moviendo hacía él y provocando que sus erecciones se rozaran, haciéndolos jadear.

Por su parte, Kise gemía e intentaba sujetarse de dónde le fuera posible; su vista se nublaba. Aún estaba en shock y la verdad es que tanta excitación estaba haciéndolo enloquecer.

 

— Mira y verás. —  Escuchó Kise que le susurraba Aomine.

 

Obligando a los a dos a ponerse en pie, Aomine se levantó y se quitó los calzoncillos — la única prenda de ropa que llevaba. Esto provocó que Kise enrojeciera y que Tetsuya, aunque no entendía muy bien qué pretendía hacer su marido, lo mirara con deseo.

 

— Ven. — Ordenó Aomine a Kuroko.

 

Con una breve mirada de amor Aomine desvistió a Kuroko por completo, haciendo que se sentase en el sofá. Después, mientras mantenía la mirada fija en Ryouta, comenzó a lamer la erección de Tetsuya. Primero recorrió el glande con la lengua, después un húmedo beso justo en la punta y por último, tras recorrer toda su longitud con la lengua, introdujo el pene por completo en su boca. Era su marido, conocía perfectamente ese cuerpo. Sabía dónde acariciar, dónde ser más brusco y, sobre todo, sabía qué tenía que hacer para que Kuroko gimiera bien alto.

Después de unos minutos, con la vista nublada por el deseo y, por fin sin ropa, Kise se acercó a la pareja, deseoso de participar. Cediéndole el sitio, Aomine se separó un poco mientras el rubio tomaba su lugar lamiendo descaradamente a su amigo.

Llegados a este punto, Daiki se permitió frenar un segundo y observar a la pareja. Era… sexy. Mucho más de lo que había creído en su momento. Al principio, la sola idea de que alguien— sobre todo si era Ryouta— tocará a su Tetsuya… le había provocado nauseas. No iba a mentirse, lo amaba, lo había amado durante tanto tiempo que ahora que estaban juntos… la sola idea de perderlo lo aterraba. Pero JODER, verlo gimiendo mientras Kise se la chupaba… JODER. Saliendo de sus pensamientos, Aomine volvió a acercarse, comenzando a besar la espalda del rubio mientras rozaba su erección. Tenía ganas de hacérselo. Ya.

 

— Ki-se… Cuidado. — Susurró con la voz ronca Kuroko.

 

Sin embargo, Ryouta solo aceleró el ritmo, concediéndole a Kuroko un maravilloso orgasmo y a Aomine una vista que jamás olvidaría. Ver como el semen de su marido escurría por la boca del modelo… era más de lo que el control de Aomine Daiki podía aguantar.

Sin darles un segundo de descanso, Daiki se encargó de coger un bote de lubricante que habían dejado estratégicamente escondido. Y con un poco de fuerza bruta— él no sabía hacer las cosas de forma diferente— medio obligó a que Ryouta sujetara sus manos en el borde del sofá, justo encima de la cabeza de Kuroko, permitiéndole acceso a una de sus zonas más privadas.

Cuando el primer dedo se introdujo en él, Kise gruñó. Con el segundo, sintió ganas de pegar a Aomine. Pero cuando el tercero llegó, Ryouta solo quería que Daiki le penetrara. O que Kuroko, que había comenzado a lamer su glande muy suavemente, lo hiciera más rápido o de forma más brusca. Algo, necesitaba algo.

 

— M-más— Exigió. Y como si se hubieran leído las mentes, simultáneamente Kuroko comenzó a moverse de forma más brusca y Aomine lo penetró. — Maldición…— Jadeó Kise, estos sí que sabían lo que hacían.

 

Kise se corrió primero, manchando la cara de su querido Kurokocchi. Rápidamente seguido por Aomine, se le hizo imposible resistirse a las salvajes contracciones del rubio. Agotados tras su último orgasmo, ambos chicos se dejaron caer sobre la alfombra, cerrando los ojos durante unos segundos.

 

— Chicos… ¿me vais a dejar así?  — Oyeron decir a Tetsuya jadear, aun con los ojos cerrados.

 

Perezosamente, y casi a la vez se podría decir, ambos chicos abrieron los ojos recostándose levemente para ver al más menudo. Y joder. Aprovechando su descanso, Kuroko se había sentado en el sofá, con las piernas flexionadas y había comenzado a prepararse él solo. En ese momento, ya había dos de sus dedos auto-penetrándolo.

 

— Mierda. — Dijeron los dos chicos a la vez, poniéndose de pie. Sus miradas se cruzaron ¿quién sería el afortunado?

— Solo por esta vez…— Cedió Aomine.

 

Con la sonrisa de un lobo hambriento, Ryouta se acercó a Kuroko, remplazando sus dedos por los de él. Abriéndole un poco más de piernas, se puso en medio, sintiendo como los brazos de Aomine lo rodeaban por detrás; acariciando a ambos. Aunque Kise no era tonto, sabía que en el momento en el que el moreno creyese que estaba haciendo daño a Tetsuya lo apartaría sin el más mínimo miramiento. Lo entendía.

Dios, como se sentía. Kuroko era tan diferente a todos con los que había estado antes. Tan menudo, su piel tan fina, su interior tan estrecho. Dejándose llevar, se introdujo por completo en él, gruñendo por la estrechez del mismo y ardiendo de deseo. Escuchar su nombre en los labios del más bajo lo encendía. Perdiendo cualquier atisbo de cordura comenzó un vaivén de embestidas que pronto consiguió que llegaran al orgasmo.

Definitivamente eso había sido demasiado.

 


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