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Punto de inflexión por Nicole Prince

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Notas del capitulo:

¡¡Hola!!


Mientras escribía este capítulo me he dado cuenta de que esto no va a ser muy largo. Algún capítulo más solo.


Espero que os esté gustando y por fa, por fa, por fa, cualquier comentario o crítica es bienvenido. Ya sea sobre el FF o sobre mi forma de escribir o enfocar las cosas. Por cierto ¿qué os parecen los diálogos? Me da la sensación que se quedan un poco vacios…


Por cierto, la verdad es que no pensaba escribir la escena del sexo xD pero apareció sola y bueno… no pude evitarlo. Sin embargo, hace mucho que no escribía algo así, espero no haberlo estropeado mucho.


Un saludo y abrasho~

Capítulo 2

 

Dos meses habían pasado desde que Aomine Daiki llegó a su casa. Dos meses llenos de felicidad, risas, recuerdos bonitos… Durante ese tiempo Kuroko pudo conocer al nuevo Aomine, ya no veía en él al pequeño adolescente que lo había perseguido por el colegio, ni al joven adulto que siempre aparecía en la puerta de su casa cuando menos se lo esperaba… Bueno, quizá en eso no había cambiado tanto. Ahora era un adulto hecho y derecho, decidido, atractivo, más varonil y fuerte de lo que Kuroko sería jamás, la verdad.

Y para vergüenza de Kuroko últimamente había empezado a sentirse sexualmente atraído por su viejo amigo. Cada vez que lo veía por el jardín sin camiseta o por las mañanas con los bóxers que utiliza de pijama… Kuroko tenía unas ganas increíbles de atacarlo, arrancarle la ropa y echar horas y horas disfrutando de sus cuerpos.

 

— ¡Ey, Tetsu! — Exclamó Aomine mientras entraba en la cocina. — Había pensado qu- ¿Qué te ocurre? Estás todo rojo. — Suavemente colocó la mano en la frente de su amigo.

— ¿¡Eh!? No me ocurre nada Aomine Daiki. —Se levantó Kuroko dándole la espalda, intentando esconderse su bochorno. La verdad es que Aomine lo había sobresaltado mientras pensaba en su increíble… cuerpo, por decirlo de una forma más suave. — Estoy perfectamente, no sé qué dices. Bobadas. — Continuó refunfuñando Kuroko mientras lavaba unos platos que ni siquiera estaba seguro de que estuvieran sucios.

— Suena bien cuando lo dices…— Susurró Aomine, desconcertándolo.

— ¿Eh? — Preguntó Kuroko por segunda vez en poco tiempo.

— Mi nombre. A todos aquí los llamas por su nombre. Menos a mí.

— Ah… Bueno, la costumbre. Pero supongo que puedo hacerlo… ¿Daiki? —

— Así es perfecto…— Por un segundo, un parpadeo, los dos se miraron a los ojos. Una conexión, un chispazo, un sentimiento. Ellos. — Bueno… yo venía a decirte q-que… Ah, sí, esta noche abren un restaurante nuevo en el pueblo ¿te gustaría ir a cenar? Dicen que es de comida española ¿vale la pena, no? —

— Wow, Daiki ¿me estás proponiendo una cita? — Sonrió Kuroko, travieso.

— ¿Eh? Tetsu estás fatal. — Exclamó el más mayor mientras salía de la cocina divertido.

 

Unas horas más tarde Kuroko bajó las escaleras, ya vestido y arreglado para salir. Se había decantado por unos pantalones ajustados, de color azul clarito, y una camisa negra, un poco ancha, que le permitía moverse con soltura. Lo bueno de ese tipo de climas es que podía vestirse como quisiera siempre y cuando utilizase un buen abrigo encima.

 

— Vaya, Tetsu, estás increíble. — Lo alagó silbando. — Creía que íbamos a cenar por ahí, pero no sabía que la cena eras tú. — Comentó de forma ladina.

— Eres idiota. — Le contestó el más pequeño, riendo, mientras terminaba de bajar las escaleras. La verdad es que él sí que estaba guapo, pensaba Kuroko, llevaba unos vaqueros anchos, pero que le hacían un culo de escándalo y una camisa azul oscuro que acentuaba su piel morena. — Daiki…— Comenzó a decir. — Como puede ser que incluso aquí, que el clima es frío y escasamente da el sol, sigues igual de moreno ¿no te duchas? Hay que frotar, hombre. — Terminó con toda la seriedad que le era posible.

— ¡¡TETSU!! —

 

Ambos chicos salieron corriendo de la casa, uno persiguiendo al otro, entre risas y más bromas. La casa de Tetsuya estaba un poco alejada del pueblo, a él le gustaba así. Y la verdad es que a Aomine también, siempre había pensado que su amigo no había podido elegir mejor. El camino hasta el pueblo era agradable, incluso cuando nevaba, y los dos jóvenes lo recorrieron lentamente, disfrutando de su noche juntos.

Cuando llegaron al sitio estaba llenísimo, se notaba que era la inauguración. Era un local amplio, con muebles de madera color cerezo e infinidad de cuadros de lugares de España; la verdad es que estaba bastante conseguido. Les costó un poco conseguir mesa, pero Aomine utilizó todo su encanto de seductor y encandiló a una de las encargadas.

 

— Eso no ha estado bien, Aomine- kun. — Protestó Kuroko, un poco fastidiado por la actitud de la mujer.

— ¿Aomine- kun? Creía que habíamos dejado eso atrás, Tetsu. —  Refunfuñó el más alto. —  ¡No me digas que te gustaba! — Se sorprendió de golpe, como si se le hubiese aparecido un santo.

— Daiki… eres idiota ¡¡Soy homosexual!! Sabes de sobra que estuve casado. — Rió Kuroko.

— Ah… cierto. — Tetsuya sintió ganas de golpearse la frente con exasperación. — Yo que sé Tetsu, desde que estoy aquí no te he visto con ningún hombre, ni mujer. Y no me has hablado de nadie.

— Ya… La verdad es que no ha habido nadie en mi vida desde Kagami. — Susurró Kuroko, aún le molestaba un poco decir su nombre.

— Oh, Dios mío, Tetsuya ¿Cuánto tiempo llevas sin sexo? — Él, que estaba bebiendo en ese momento, se atragantó escupiendo un poco de agua. — Hace más de un año que te marchaste… Yo llevo aquí dos meses ya…

— Bueno… la verdad es que antes de eso Kagami y yo llevábamos… másdeseismesessintocarnos. — Masculló Kuroko rápido, intentando que su amigo no se riese. Aunque tampoco le salió muy bien, porque el peli azul empezó a reír a carcajada limpia.

— Madre mía, Tetsu… Esto es increíble.

— No te rias, Ahomine. No todos somos como tú, yo no atraigo a todos los que me rodean. — El otro solo enarcó una ceja.

— ¿Pero qué dices, idiota? Eres pequeño, pareces frágil pero yo sé muy bien que tienes músculo y nervio por todo tu cuerpo. Eres sexy y tienes aspecto de manejable, podría recorrer tu cuerpo y nunca me cansaría. A cualquiera le encantaría tenerte en su cama. — Un fuerte rubor recorrió la cara de ambos, Kuroko quien no se esperaba que su amigo pensara eso de él y Aomine, a quien no sé le había pasado por alto que había hablado en primera persona.

— Bakamine…—

 

Pasaron una noche increíble, hablando del pasado, pero sobre todo del futuro. Aomine, quien había pedido una exención del trabajo para ir a buscar a Kuroko, estaba pensando en pedir su traslado; al fin y al cabo policías eran necesarios en todas partes. A Tetsuya se le llenaba el corazón de afecto y orgullo cuando lo oía hablar así.  Le encantaba saber que el moreno lo consideraba parte de su futuro, que quería quedarse ahí con él. La comida fue maravillosa, las tapas españolas estaban riquísimas y la sangría, dulce y fresquita, era increíble. Y de postre pidieron un combinado de tartas para compartir.

 

— ¡Esto está buenísimo! — Exclamó el más mayor.

— Oye, ahora que lo pienso ¿cómo conseguiste que Akashi te dijera dónde estaba? —

— ¿Qué? Adiviné tu contraseña, por supuesto. — Kuroko soltó la cuchara de golpe, gesto que Aomine malinterpretó. — Ya sé, ya sé que no estaba destinada a mí… Y no te creas, me costó muchísimo que el maldito de Akashi me lo dijera.

— ¿Cómo lo supiste? — Preguntó Tetsuya aún es shock. El día que huyó, bueno, el día en que Akashi lo ayudó a escapar de su destrozado hogar. Él, intentando rescatar la más mínima esperanza, le hizo prometer a Seijuurou que si Kagami le preguntaba por él, si quería ir a buscarlo, solo le formularía una pequeña prueba/ adivinanza: Kuroko estaba en el lugar al que siempre había querido ir, su lugar de ensueño.

— Bah, Tetsuya, que poca confianza. Sé perfectamente cuanto amabas este país, has debido de leer quinientos libros ambientados en estas islas. Creo que tengo una imagen tuya, de pequeño, en tu habitación, enterrado en montañas de libros. Y eso por no hablar de las veces que lo describiste… El sitio y todos los planes que tenías…

— No me esperaba eso… No sé qué decir…— Una pequeña lágrima escapó de sus ojos.

— ¿¡Tetsu!?¿Por qué lloras? — 

— No es nada… Sólo que… Yo planee esa pregunta pensando que solo alguien que me amase podría contestarla… Me he sorprendido…

—    Já… Ahí está la cuestión, Tetsu…— Comenzó Aomine respirando profundamente. — Yo no pensaba decirte esto y menos de esta forma. De hecho, aún estando allí en Japón me prometí que si te encontraba, te enamoraría de forma constante, sin que te dieras cuenta. Pero ahora ya qué… Y para eso vine, la verdad. Porque siempre, siempre, te he amado Kuroko Tetsuya. Desde pequeños, durante nuestra adolescencia e incluso el día de tu boda con Kagami; te he amado cada segundo, cada parpadeo… Cuando os casasteis, pensé que ibas a ser feliz y eso me pareció más que suficiente. —  Continuó con voz dolida—  Y me alejé. Y la jodí, porque él te engañó, te maltrató, yo te abandoné, vaya que sí la fastidié… Y, no sé si estoy muy equivocado o simplemente soy tan idiota como todos piensan, pero creo que el cielo me ha dado una nueva oportunidad. Y, Tetsuya— Terminó con voz grave y mirada decidida— Desde hoy te digo que vas a enamorarte de mí. Y… no es necesario que contestes ahora, no te asustes tampoco. — Concluyó, intentando relajar un poco el ambiente, sabía que se había puesto muy intenso.

 

Después de esa noche, las cosas no cambiaron ni un ápice para ellos dos. Cualquiera hubiese pensado que habría algo de tensión, nervios o incluso que Aomine cambiaría su forma de actuar, ahora que podía ser más directo. Pero no. Daiki quería que Kuroko fuera a él, por sí mismo. Quería que se enamorase de su cotidianidad: de lo malo que era para cocinar, de sus planes inesperados, de los ratos que pasaban los dos juntos paseando con el perro, leyendo o viendo alguna serie a la que estuvieran enganchados. Planeaba darle al peli azul un futuro, una vida estable y un amor que durase para siempre. Sabía que en el pasado había pecado de conformista, pensó que Kuroko estaría mejor con Kagami y se equivocó de tal manera que Tetsuya había huido con el corazón roto. Nunca más volvería a cometer ese error.

Kuroko por su parte, estaba confuso. La declaración de aquella noche había hecho mella en él, no había ni un día en el que no pensase en eso. Por una parte, pensaba que era una locura ¡eran amigos desde pequeños! Por otra… no podía negar que estaba empezando a sentir algo por él. Ya no solo era atracción sexual—  la cual aumentaba por días, tenía que admitir—  Aomine era todo lo que siempre había querido y necesitado y todo lo que nunca creyó que encontraría en Daiki. Por ejemplo, el día en que se cumplió el segundo aniversario de su huida, Kuroko estaba triste, decaído, ese siempre era el peor día para él. Y sin decirle nada, Aomine encargó su cena favorita, compró muchísimos cubos de helado y consiguió todas las películas cómicas que pudo. Pasaron la noche abrazados, con su comida favorita y viendo comedias románticas.

 

Rápidamente, y sin que ninguno de los dos se diera realmente cuenta, llegó el día en el que se cumplía un año desde la llegada de Aomine. La noche anterior, Kuroko no había podido parar de dar vueltas en la cama. Pensaba, pensaba en su pasado, en el día que decidió irse de Japón, en el año que estuvo solo en Escocia. Luego, en la llegada de su amigo y en el año que habían pasado juntos… Le parecía todo un sueño, tan irreal que daba miedo. Pero no podía seguir negándolo ¿cómo iba a hacerlo? Estaba enamorado de Aomine Daiki. Su corazón latía con fuerza cuando estaban juntos, no sabía si de amor, lujuria, frustración, nervios… Simplemente no lo sabía. A veces quería matarlo, otras besarlo. Algún día se sorprendía de sus habilidades, otros pensaba que era la persona más vaga en el universo ¿Pero no era eso el amor? No entender la razón, pero sentirte irremediablemente atraído hacia esa persona, como si estuviese atrapado en su campo de gravedad.

Él ya no era un niño. Hacía mucho tiempo que había dejado de creer en el amor romántico perfecto. No buscaba a alguien sin defectos y con mil virtudes, no quería ser salvado. Prefería a alguien con quien compartir los días buenos y malos, que lo necesitase tanto como él lo necesitaba… Y por lo visto esa persona era Aomine Daiki. Decidiendo entonces que ya era hora de compensar la infinita paciencia que había tenido con él, Kuroko se propuso preparar una magnifica cena con la excusa del aniversario de su llegada. Y de paso, declarar sus sentimientos.

Atentamente y con sumo cariño, preparó algunos de sus platos preferidos, adornó la mesa del comedor de forma bonita pero sencilla y luego se vistió él; quería estar guapo. Lo único que quedaba es que Daiki llegara. Sentado en el sofá, mientras veía la tele, no pudo evitar pensar, acongojado, en la última vez que había intentado preparar una bonita cena para alguien. El resultado había un corazón roto y un divorcio.

 

— Ey, Tetsu, ya lleguéé…— Gritó Aomine desde la puerta, haciendo que el corazón de Kuroko comenzara a latir con fuerza.

— ¡Has venido! — No pudo evitar exclamar.

— ¿Eh? ¿Y por qué no iba a venir?... Wow ¿qué es eso? —Daiki por fin había visto la magnífica preparación. — ¿Qué celebramos?

— Bueno, hoy hace justo un año que viniste a buscarme, así que he pensado que podríamos celebrarlo. —

— ¡Claro! — Asintió contento el más mayor, subiendo a cambiarse el uniforme.

 

Kuroko sonrió, mientras lo esperaba. Con él siempre era todo así de fácil, solo tenía que decirle: Daiki hagamos esto. Y daba igual si llevaba todo el día trabajando o si hacían su película preferida en la televisión; preferiría mil veces hacer algo juntos. Eran un equipo ¿no? Curiosamente, en el pasado, cuando jugaban a baloncesto, era a él al que más le costaba trabajar en equipo, demonios como había cambiado la cosa.

La cena fue todo un éxito, Aomine alabó una y mil veces la comida, la decoración, todo le había parecido perfecto. La conversación fue fluida y básica: el tiempo, sus trabajos, una excursión que tenían planeada para el fin de semana… nada complicado. Y por fin, el postre llegó, Tetsuya había preparado una tarta de queso con mermelada de fresa, su especialidad.

 

— Daiki— Después de haber estado todo el día pensando en cómo podía decírselo, una idea había llegado a su mente. — Te amo.

—    ¿Eh? — Con la cuchara a medio camino hacia su boca, el chico se había quedado congelado.

— Que te quiero. Hace unos meses prometiste que me iba a enamorar de ti y lo has conseguido. — Kuroko no era bueno con las palabras y le costaba expresar sus sentimientos. Por eso, había pensado que cuanto más simple lo dijera mejor. Al fin y al cabo el amor no debían ser grandes y elaboradas palabras, sino actos que hablaran por si mismos.

 

Sin embargo, cuando Aomine se levantó de golpe, de forma brusca, comenzó a pensar que había hecho algo mal. Para su alivio, lo que hizo fue levantarse, rodear la mesa y abrazarlo tan fuerte que casi sintió sus pulmones vaciarse.

 

— Joder, Tetsu, esto no se hace así. Casi se me ha parado el corazón. — Le susurró al oído, aún abrazándolo.

— Pero es que te quiero. — Se quejó.

— Y yo a ti, maldita sea. — Le contestó, por fin separándose. Y por fin, el beso. Superficial, ligero, suave, como una caricia. Luego intenso, brusco, necesitado. Como si sus cuerpos quisieran expresar los sentimientos que habían callado durante esas semanas.

— Daiki…— Masculló Kuroko, mientras se separaba, casi implorando porque su pareja entendiese sin necesidad de expresarlo.

 

Y efectivamente, una vez más Aomine lo entendió sin necesidad de que Kuroko pronunciara las palabras. Agarrándolo por las nalgas, Aomine alzó al más pequeño, consiguiendo que este rodeara su cadera con las piernas. En esa posición y entre intensos besos, consiguieron llegar a la habitación del más alto, donde este lo dejó sobre la cama para quitarse rápidamente la camiseta. Kuroko se sentía encendido y caliente como hacía mucho que no se sentía.

Aprovechando un momento que se separaron para recuperar el aliento, Daiki miró a Kuroko, esperando no haberse equivocado con las intenciones del otro. Y lo que vio consiguió encenderlo más aún, Kuroko estaba tan endiabladamente sexy, con el rostro encendido y la respiración agitada mientras se apoyaba en sus codos, observándolo. E incluso, en la oscuridad de la noche, Aomine pudo darse cuenta de cómo le brillaban los ojos con anticipación.

 

— “Voy a hacer que nunca olvides esta noche.” — Se prometió.

 

No pudiendo esperar más, volvió a abalanzarse sobre su pareja, quitándole la camiseta. Se sentía un salvaje, y le hubiese gustado hacer las cosas con más calma y cariño. Pero llevaba demasiados años esperando eso, la sola imagen de sus manos acariciando la piel de Tetsuya le parecía subrealista; era lo más especial que había visto en su vida.

Una vez la camiseta de Kuroko desapareció, Aomine comenzó a besar su cuello, mientras con sus manos recorría su pecho y abdominales. Indignado por estar siendo el pasivo en esa situación, Kuroko lo apartó, sentándose a horcajadas sobre él. Aún con los pantalones puestos, empezó a besarle el cuello, luego la oreja, mientras simulaba leves embestidas, rozando ambas erecciones. Aprovechando un descuido, Kuroko agarró sus dos manos, colocándoselas en el cabecero, dando a entender que quería que las dejara ahí. A continuación, recorrió lentamente el cuerpo del otro: el cuello, las clavículas, los pectorales, llegando hasta la zona del ombligo y los abdominales. Una vez ahí, mientras continuaba acariciándolo, se las arregló para deshacerse tanto de los pantalones como de la ropa interior del contrario.

Daiki, quien hasta ese momento había estado disfrutando de los besos, intentó protestar, incorporándose. Pero en cuanto Kuroko posó sus labios sobre la erección, volvió a dejarse caer sobre la cama gruñendo.

 

— Joder. — Mascullo. Haciendo sonreír al menor.

— Mírame…— Susurró en cambio Kuroko, mientras se movía.

 

Alzando la mirada,  observó atentamente como Tetsuya se relamía lo labios, haciendo que él mismo jadeara con anticipación; ni en sus más húmedos sueños se había imaginado esa escena. Aún sonriendo, el más pequeño se introdujo el pene de Aomine de una sola vez, con soltura. Hábilmente, e intentando no rozarlo con los dientes, comenzó a mover su cabeza a un ritmo acelerado, mientras lamía su glande con suavidad.

 

— Ah-h, Tetsu, p-para, voy a correrme. — Consiguió articular poco después. Sin embargo, haciendo caso omiso de la advertencia, Tetsuya aceleró un poco más mientras masajeaba la base del pene, consiguiendo que Daiki se corriera rápido y de forma abundante en su boca.

 

Aún jadeando, Aomine alzó su cabeza para mirar como Kuroko tragaba el resto de su semén. Sonriendo ladinamente, tumbó a su pareja de espaldas a él, colocándolo en cuatro. Al mismo tiempo, extendió su mano hacia una caja que tenía en la mesita, sacando un tubo de lubricante.

Desde su posición, Kuroko pudo seguir atentamente todos los movimientos, tragando duro cuando vio lo que la caja contenía. Mientras se aseguraba de humedecer bien su pene, Aomine llevó la punta de sus dedos hacia la entrada del otro, haciéndolo gemir tanto de anticipación como de placer. Cuando consideró que ya era suficiente, adentró el primer dedo en Kuroko.

 

— Ehmm…— Farfulló.

— Iré con cuidado, te lo prometó. — Le susurró él, mientras besaba su espalda, luchando contra todos sus instintos para no penetrarlo de golpe y sin preparación.

 

Una vez Kuroko estuvo bien dilatado, colocó su ya humedecida erección en la entrada, rozándolo suavemente para que supiera lo que venía a continuación; abrazándolo al mismo tiempo por la espalda. Una vez ya dentro, esperó hasta que fue el menor quien movió las caderas, comprobando que ya no le dolía. Gimiendo, abrazándose, besándose, tan cerca de perder la cordura como lo estaban el uno del otro. Hasta que al final, aún jadeando y después de correrse, ambos cayeron en la cama, uno al costado del otro.


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