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DOCE PASOS PARA ENAMORARSE por Fanny21

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Notas del capitulo:

Hago rápido la actualización!!

Misaki se lanzó a la comodidad que su blandita y suave cama le brindaba. La noche había caído ya y el día en sí, fue un completo asco. No quería bajar a cenar, pero tampoco podía desobedecer a su padre, por muy enojado que esté con él.

 

Se metió a la bañera y jugando con la espuma hasta que las burbujas desaparecieran, se quedó pensando en lo que acontecería a partir de ese momento.

 

Flash Back:

 

―¡Me rindo! ―el señor Takatsuki se desplomó en su sillón giratorio de cuero negro y se agarró la cabeza con ambas manos, en un acto lleno de cansancio.

 

Misaki miró a Shinobu y este último se encogió de hombros. De seguro su padre les iba a salir con algún melodrama o un discurso sobre el amor fraternal. Típico de él.

 

―Si no me necesitan, yo tengo algunas cosas que hacer y…

 

―Alto ahí jovencito ―el señor Takatsuki miró fijamente a Misaki. Esos ojos no mentían, su padre tramaba algo y no algo bueno―. Tengo que hablar con ustedes.

 

―¿Sobre qué? ―cuestiono Shinobu, apoyando su espalda contra la pared―. ¿Por qué mamá no está aquí?

 

El señor Takatsuki suspiró por enésima vez. Esto no sería sencillo.

 

―¿Papá? ―llamó Misaki, situándose a su lado y colocando una de sus manos en los amplios hombros de su padre, preguntó―: ¿Qué quieres decirnos?

 

Con la voz más clara y firme posible, el mayor de los tres dijo:

 

―Su madre y yo hemos tomado una difícil decisión ―recordar el momento en que su esposa lo sugirió, no fue agradable―. Difícil, pero necesaria ―añadió.

 

Shinobu se despegó de la pared y gritó horrorizado―: ¡El divorcio no es una opción, padre!

 

¿Divorcio? Misaki observó los ojos desencajados de su padre. Eso no podía ser cierto.

 

―Deja de decir tantas estupideces, Shinobu ―le recriminó Misaki.

 

―¡No son estupideces! ¿Por qué será que crees que todo el mundo las dice solo porque tú las piensas? ―atacó el rubio.

 

―¡Si el mundo dijera todo lo que pienso, no existirían fenómenos como tú!

 

―¡Si el mundo dijera todo lo que piensas, ya estaríamos jodidos!

 

Una nueva ola de insultos inundó lo que el señor Takatsuki pensó serían unos minutos de paz y acuerdos mutuos.

 

―Ambos se irán a estudiar a Japón ―determinó el mayor, provocando que el salón se sumiera en un profundo y vacío silencio. Eso no pintaba bien.

 

Imposible. Shinobu tenía mucho que hacer en Corea, además, todas sus exclusivas amistades estaban allí. Sus felices, tristes y horrorosos recuerdos se crearon allí, en Corea.

 

Misaki no se encontraba mejor que su hermano. Su curso de repostería iba a ser dictado en unas cuantas semanas por un famoso pastelero llegado de Francia, su padre no podía hacerle eso. Sus planes habían sido construidos hace más de un año.

 

―Es una broma, ¿cierto? ―Shinobu, al no ver reacción por parte de su padre, se exasperó― ¡Tiene que ser una broma, papá! ¡No puedes hacerme esto!

 

―Ya está decidido ―dijo el señor Takatsuki.

 

―Es que… es que ¡no puedes! Yo tengo una vida, una muy buena vida aquí. Y por si no lo sabes, la mayoría de mis amigos asistirá a la Universidad en este país.

 

―Hijo, estoy seguro que harás muchas amistades en Japón. Escuchen, este cambio de planes es inesperado, pero necesario. Su madre y yo creemos que si están lejos de nosotros, su relación de hermanos puede mejorar.

 

Fin del Flash Back

 

 

Misaki secó su cabello sin prisa y mientras se miraba en el espejo, por primera vez en la vida, sintió una enorme necesidad de no solo ser el hijo consentido de papá. De esa manera, su padre no podría haberle exigido algo así, y solo se atendría a continuar con sus magníficas clases de pastelería francesa.

 

Luego de mudarse de ropa, bajó al comedor en donde sus padres, ya ubicados en sus respectivos asientos, esperaban pacientemente.

 

Misaki sonrió sin ganas a su madre, luego a su padre y enseguida se acercó a besarles en la mejilla. Por más que quisiera, no podría estar enfadado tanto tiempo con ellos. Eso no significa que acepte la idea de mudarse a Japón, pero tampoco tenía muchas opciones bajo la manga.

 

El señor Takatsuki no ordenó que sirvieran la cena hasta que su otro hijo llegara. Shinobu había montado un drama total desde la noticia inesperada, y no dudo en hacérselo saber a sus amistades y pasar el mayor tiempo posible con ellos, porque: Papá, tú no puedes prohibirme que me despida de mis amigos. No los veré en un muy largo tiempo y necesito compensarlo de alguna manera, a lo que el señor Takatsuki solo suspiró resignado.

 

―¿Tres días seguidos, hijo? ―preguntó el mayor, cuando ya tuvo a su pequeño rebelde entre sus brazos―- ¿No te parece que les das demasiada importancia a esas amistades?

 

Shinobu se sentó al lado de su hermano y mientras acomodaba su servilleta, respondió:

 

―Claro que no, papá. Son mis amigos de la infancia, no puedo simplemente desaparecer como si nada.

 

―No te lo estoy reprochando, hijo, es solo que… deberías ocuparte de otras cosas.

 

―¿Qué tipo de cosas? ―inquirió receloso Shinobu.

 

―Por ejemplo, ¿qué tal si empiezas por averiguar aspectos de la universidad a la que asistirás?

 

“A la dichosa universidad a la que no quiero ir”, pensó Shinobu. ¿Quién quería ir a un país del que no conocía nada y a nadie?

 

A su lado, Misaki soltó una risita. Genial. Grandioso. Estupendo.

 

―Misaki… ―advirtió el señor Takatsuki.

 

―No dije nada ―Misaki levantó ambas manos señalando su inocencia―. Papá, si sabes que nuestro querido Shinobu no maneja muy bien el japonés ¿verdad?

 

Los ojos de Shinobu se iluminaron y aunque quisiese patear a Misaki por prácticamente haberlo llamado ignorante, lo que dijo era una magnifica excusa para huir del terrible destino que se le presentaba.

 

―Aún faltan dos meses para ello. Shinobu aprenderá, yo me encargaré de que sea así ―resolvió el señor Takatsuki y fue así, que en cuestión de segundos, la esperanza de Shinobu desapareció como por arte de magia.

 

Por su parte, Misaki no tenía problemas con el idioma. Él era casi un experto en ello, tal cual Shinobu manejaba a la perfección el inglés. Así que el castaño estaba bien con eso, ¿qué otra cosa horripilante podría suceder? Ninguna, ya todo fue dicho y aunque tuviera que desvelarse empacando toda su colección de peluches en miniatura, no existía ya nada peor.

 

¿O sí?

 

Ambos hermanos miraron atentos como su madre le susurraba algo a su padre, y este último se rascaba la cabeza entre pensativo y preocupado.

 

―Hijos, se me olvidó contarles un pequeño detalle ―añadió el señor Takatsuki, sudando de la preocupación por la reacción que tomarían ambos jóvenes―. Y desde ya, no permito reclamos, por favor.

 

¿Reclamos? ¿Más reclamos? ¿Por qué tendrían que volver a reclamar de algo? Mientras su padre no les quitase su adorada tarjeta de crédito, todo bien.

 

―Los dos vivirán y estarán bajo la supervisión de su abuela.

 

―¡Oh! No sabía que Nana estuviera residiendo en Japón ―intervino Shinobu, feliz con esa noticia. ¿Qué de malo tenía aquello? Él amaba a Nana, ella era una dulzura de abuela que le consentía cualquier capricho.

 

―Mi madre sigue viviendo en Canadá, tesoro ―dijo la señora Takatsuki y añadió―: Hablamos de tu abuela paterna, Akari.

 

Y el mundo se vino para abajo nuevamente.

 

―¡Me niego! ¡Eso sí que no, papá! ―esta vez fue Misaki quien ejerció su derecho a opinar y demandar, pues Shinobu parecía estar en estado de shock, sin colores en el rostro. Esa señora estaba loca. Vivir bajo el mismo techo que esa mujer sería un infierno total―. Ella no nos quiere.

 

―Misaki, por favor, estás hablando de mi madre y de tu abuela. Sé que ella no es una mujer muy amorosa, pero ni bien le he contado acerca de ustedes, se ofreció a cuidarlos mientras vivan allá ―expuso el señor Takatsuki―. Ha cambiado mucho, solo denle otra oportunidad.

 

Sí, claro. Oportunidad para que les vuelva a arruinar la vida. ¡Increíble!

 

―¿Cuidarnos? ―se mofó Misaki, indignado por el proceder que su padre demostraba hacia ellos―. ¿Qué, tenemos cinco años?

 

―Pues ambos se comportan como niños de esa edad ―respondió su padre―. ¿No pueden obedecerme por una vez en su vida, sin tener que objetar a cada decisión que tomo? Hijos, ustedes saben que los amo más que a nada en el mundo. Su madre y ustedes son lo más importante que existe en mi vida, y todo lo que hago, siempre lo hago pensando en su bienestar. Si algo les llegase a pasar por no haber tomado las precauciones necesarias, no sé qué sería de mi vida.

 

Misaki se cruzó de brazos y se apoyó contra el respaldo de su silla. Shinobu chasqueó la lengua cuando recuperó el sentido.

 

“Si, se nota que nos ama, es por eso que nos mandará tan lejos”

 

Cuando una de las muchachas de la servidumbre ingresó al comedor para preguntar qué es lo que deseaban de postre, sintió de repente una terrible atmósfera, pesada y llena de decepción.

 

―Yo no quiero postre ―dijo Misaki, levantándose de su asiento y dirigiéndose a sus padres, añadió―: Buenas noches.

 

La pareja de esposos se miraron entre sí y asintieron con calma, observando como su hijo desaparecía por la puerta.

 

Por su lado, Shinobu, si iba a pedir algo delicioso para celebrar ese día. Día en que su vida tomaría un horrible y nuevo rumbo, o eso, hasta que su celular comenzó a sonar estrepitosamente.

 

―Lo siento, tengo que salir ahora ―dijo mirando a sus padres.

 

―¿Cómo dices? ¿Ahora? ―el señor Takatsuki dio un vistazo al reloj que descansaba en su muñeca―. Son pasadas las ocho de la noche.

 

―¿Y con eso?

 

―No puedes salir tan tarde en la noche.

 

―¡Ni siquiera dan las nueve! ―se quejó el rubio―. Saben que no soporto esto. Yo no tendría ninguna intención de salir a esta hora, pero como se los he dicho, no volveré a ver a mis amigos de toda la vida… ¡Ustedes son muy egoístas!

 

―Shinobu…

 

―¡No! ―exclamó el menor, retrocediendo su silla para levantarse―. ¡Estoy en lo correcto y no me retractaré de lo que dije!

 

Shinobu se fue corriendo a su habitación. Todo eso era muy injusto. Abrió su closet una vez se encerró en su habitación y puso toda su ropa en una bolsa negra. Si arruinarían su vida, al menos que lo pagaran de alguna manera, y que mejor que gastando el dinero de papá. Su padre no podría quejarse por desaparecer algunos billetes de su cuenta bancaria, además, tenía de sobra.

 

 

Notas finales:

Y al siguiente capítulo empezará lo bueno, creo >.<

Nos vemos...


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