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Rompiendo Las Reglas por AniBecker

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Kagami hizo un pequeño gesto con su mano para saludar tanto a Kuroko como a Takao, aunque sabía que el pequeño omega no iba ni a aceptar, ni corresponder su saludo.

Después, se separó de Akashi, que sí entró en la habitación de Tetsuya, mientras él seguía su camino hacia la habitación contigua, suponiendo que, al no ver en esas sillas a Aomine, se encontraba dentro de ésta.

—Así que por fin estás aquí en vez de en el pasillo —dijo cerrando la puerta y colocando sobre la pequeña mesa auxiliar de madera algunos recipientes con comida—. Te traje comida, y en esta ocasión te la vas a terminar toda delante de mí, ya no me va a valer no tengo más ganas, lo guardo para después. Ya he descubierto lo que haces.

—Kagami… —murmuró con casi voz Aomine.

—¿Qué pasa? ¿Todo bien?  ¿Por qué no te recuestas en la cama a descansar? Ahí estarás más cómodo —nada más con girarse, supo que su omega no se encontraba bien—. Hey Aomine, ¿qué te pasa? ¡Hey! —la mirada azulina entrecerrada estaba perdida, el tacto de la piel morena era frío y estaba perlada por un abundante sudor frío—. No estás bien, voy a avisar a Midorima.

—Tengo frío… —dijo con un hilo de voz—. Kagami, me duele… —un goteo le hizo ponerse más en alerta al percatarse de que se trataba de sangre.

—¡Joder! ¡Un médico, por favor! —gritó a todo pulmón en el pasillo. Takao, alarmado por los gritos, fue con rapidez hasta ellos—. No se encuentra bien, está sangrando.

Los orbes azules del enfermero se abrieron de impresión, y actuó con rapidez sabiendo lo que debía hacer. Avisó por el busca a Midorima, aún así, dio también gritos de alarma para que algún médico le ayudara.

—Con cuidado túmbalo en la cama, ¡ahora! —Kagami no vaciló, tomó entre sus brazos al moreno y lo dejó en la cama tal y como Takao le había pedido. El omega comenzó a colocarle una vía y cables que se encontraban enganchados a un monitor y después, a través del busca, pidió un quirófano.

—¿Qué le estás haciendo? —el de cabellos negros no respondió, sólo seguía con su trabajo.

El joven alfa se alertó más al ver como convulsionaba.

—Kazunari, ¿qué pasa? —Midorima llegó con rapidez y, nada más observar, ordenó—. Joder, tiene eclampsia, a quirófano ya.

—Ya lo pedí, Shin-chan, todo debe estar listo.

—¿Qué es lo que le pasa? —insistió en una respuesta Kagami, completamente ahogado en preocupación—. ¿A quirófano por qué?

—Muévete, Kagami-kun —fue la única respuesta del doctor—. Tan rápido como siempre, Kazunari —elogió al ver el rápido trabajo del enfermero.

—Taiga, ¿qué ocurre? —cuestionó Akashi, tratando de controlar a Tetsuya de que no se moviera de la cama.

—Entré y… pude sentir que no estaba bien, pero… tenía sangre, dolor y perdió la consciencia. Después convulsionó. No me dijeron nada más, se lo llevaron a quirófano. Todo es por mi culpa, debería haberle obligado a cuidarse más. Pero es tan cabezón, joder.

—No, es por mi culpa —la voz de Tetsuya interrumpió a ambos hermanos—. Es por mi culpa.

—¿Qué haces fuera de la cama? Te hará mal —lo tomó por los hombros—. Regresa a la cama. Tranquilo, no ha sido tu culpa, no ha sido culpa de nadie —le frotó los hombros y la espalda para reconfortarlo.

—No, yo quiero ir, ha sido por mi culpa, por favor, quiero ir —suplicó con lágrimas en los ojos.

Kagami no respondió, simplemente caminó dirección al ascensor para ir hasta la puerta del quirófano donde estaban llevando a Aomine. Era lo único que le importaba en ese momento; Aomine y los bebés.

Akashi, ni con su absolutismo pudo ordenar y obligar a que Tetsuya se quedara en la habitación. Con la vía de suero y tratamiento enterrada en su piel y con una mantita cubriéndole, se encontraba desesperado sentado en aquella fría silla de metal, siendo abrazado y consolado por el alfa mayor, repitiéndose una y otra vez que todo era culpa suya.

Kagami no quiso malmeter, pero él sí sentía que todo lo que estaba pasándole a su omega era por su culpa. Si le hubiese entendido o al menos, tratado de escucharlo, podría haberse dado cuenta de que no podía luchar contra su destino. Si, en vez de haber estado haciéndose la víctima orgullosa y se hubiera parado a observarle, podría haber descubierto lo demacrado que se encontraba y que, su enfermedad y el rechazo, le estaban ocasionando un dolor muy grande. Que no se movía de allí, aun sabiendo las consecuencias y de que debía cuidarse, sólo por tal de estar cerca de él en todo momento.

No quería empezar una pelea contra Akashi, porque sabía que éste le iba a defender. No era ni el lugar, ni momento adecuado, ahora mismo lo único que le importaba y deseaba era que Midorima saliera por esa puerta y le dijera que tanto la vida de Aomine como la de los bebés, ya no corría peligro.

.

El quirófano estaba listo. Nada más llegar ya sabían cuál era la prioridad y, primero era, controlar las convulsiones del moreno, debido a que había pasado al estado de eclampsia. Una vez estuviera estabilizado, era sacar a esos bebés lo más pronto posible.

El sangrado no se detenía, y era claramente debido al desprendimiento de la placenta, por lo que ya, no se podía continuar con el embrazo. Midorima comenzó con la cesárea, mientras Takao le ayudaba y entregaba el instrumental necesario a la vez que supervisaba las constantes vitales en el monitor.

—Bien, aquí está el primero —dijo el de cabellos verdes, entregándole el bebé a la matrona para que lo examinase y limpiase—. Vamos por el otro —un pitido agudo resonó en el quirófano.

—La saturación está bajando —alertó el enfermero—. ¿Queda mucho?

—No, ya casi termino —el segundo bebé fue extraído, y comenzó con la limpieza, pero otro pitido agudo resonó—. Ha perdido mucha sangre, pero por suerte ya remitió el sangrado. Ya vamos a terminar, aguanta Aomine.

—Está fibrilando. Joder, Shin-chan, está en asistolia —alarmó Takao.

—Maldición —exclamó Midorima, recibiendo las placas del desfibrilador entre sus manos—. Carga a 360 —ordenó, y Kazunari así lo hizo.

Dos intentos necesitaron para hacer que su corazón volviera a latir, aunque no pudieron celebrarlo.

—Pupilas no reactivas —murmuró Kazunari.

—¡Joder!

.

.

Kagami se levantó de aquella silla en cuanto las puertas de quirófano se abrieron y dejaron ver a Midorima y Takao.

—¿Qué ha pasado? ¿Cómo está Aomine? ¿Y los bebés? —se impacientó.

—La placenta se desprendió debido al cuadro de eclampsia, por lo que tuvimos que realizarle una cesárea de urgencia. Los bebés están bien. Aún le faltaban dos semanas para nacer y, aunque están por debajo del peso, su desarrollo es completo. Estarán en la incubadora poquito tiempo.

—¿Y Aomine? —el matrimonio compartió miradas de tristeza, y después el doctor explicó.

—Mientras realizábamos la cesárea entró en parada. Lo conseguimos reanimar, pero entró en coma debido a la eclampsia. Lo siento —agachó su cabeza con culpabilidad.

Taiga golpeó con fuerza la pared, hiriéndose su puño derecho en el proceso. Y Tetsuya lloraba desconsoladamente entre los brazos de Akashi.

—Los bebés están en neonatos, podéis verlos en cuanto los terminen de examinar y limpiar, pero están perfectamente. A Aomine lo llevaremos a la habitación que tenía, está en cuidados intensivos y allí estará más vigilado y monitorizado.

—Despertará, ¿verdad?

—No lo sabemos. Podría despertar en unas horas, semanas, meses, o quizá nunca —dijo Kazunari—. Pero no hay que perder la esperanza mientras tenga actividad cerebral. Hay que ser fuertes.

—Tetsuya, debes tranquilizarte, te va a hacer mal —pidió el pelirrojo, temiendo de que le diera otra de sus fuertes crisis—. Vamos a regresar a la habitación.

—No deberías haber salido de tu habitación, de cuidados intensivos un paciente no debe salir —regañó con dureza Midorima—. ¿Cómo permitís que esté aquí en su estado?

—Como si no tuviera suficientes preocupaciones encima —comentó entre dientes Kagami, yéndose dirección a neonatos, necesitaba con urgencia ver a esos bebés para sentir que su mundo aún no se ha destruido por completo.

Kuroko supo que ese comentario estaba dirigido a él. Que, aunque no lo dijera en voz alta, internamente le culpaba del estado de Aomine. Y llevaba toda la razón, había sido un auténtico egoísta que se ensimismó en el victimismo y orgullo y no le quiso perdonar.

¿De qué servía ahora ser él quién le pidiera perdón, si el daño ya estaba hecho?

—¿Cuándo se le realizará el trasplante a Tetsuya? —preguntó Akashi, mientras ayudaba a caminar al omega dirección a su habitación.

—El bebé es prematuro, habría que esperar al menos algunas semanas, o por lo menos un mes. Pero será lo más pronto posible. Pero sí empezaremos con el tratamiento de Tetsuya para bajarle las defensas.

—No pienso someterme al trasplante hasta que despierte.

—Es imposible predecir cuando despertará, no podemos esperar a que lo haga.

—Yo quiero esperar —repitió el de cabellos celestes, haciendo enfadar al médico.

—Es algo muy serio como para decidir ahora que no te realizas el trasplante. Como tu médico, se te realizará el trasplante cuando yo lo considere oportuno, no cuando tú quieras dejar de jugar al niño caprichoso. Tienes que barajar todas las opciones, y una de ellas es que pueda no despertar nunca del coma.

—No realizarme el trasplante hasta que mi padre despierte no es un capricho. Por eso mismo, ¿y si me realizo el trasplante y él no despierta nunca? No sería justo que yo siga vivo y él no, cuando todo ha sido por mi culpa —sollozó.

—Lo que no sería justo que, después de todo lo que ha tenido que pasar Aomine, no haya servido para nada. Tú y tu salud ha sido su prioridad por encima de todo; por encima de su alfa, por encima de su felicidad y sus deseos. Así que, primero piensa en él. Además, yo soy el doctor y yo decido cuando se realiza.

—Ahora, regresa a tu habitación, Tetsu-chan —puso una mano sobre su hombro Kazunari—. ¿Le acompañas tú, Akashi-kun?

—Claro que sí. Ven, vamos Tetsuya, debes descansar, demasiadas emociones por hoy que pueden hacerte daño.

.

Dos meses. Dos meses eran las que habían transcurrido y Aomine no daba indicios de despertar del coma.

Dos meses en los que Kagami no se retiraba del moreno nada más que para ir a clase o cuidar a los pequeños bebés que, de vez en cuando, los llevaba sólo para intentar conseguir que así despertara, Takao le había dicho que, aunque estuviera en coma, podía escuchar a su alrededor, y que hablarle podía servir de algo.

Por otra parte, el trasplante de Kuroko había salido bien. Aún debía mantenerse vigilado para evitar un rechazo, aunque los últimos análisis que le realizaron arrojaron una mejoría en conteo de células sanguíneas, aunque aún faltaban unos cuatro meses más para hablar de que el trasplante había sido un éxito.

—¿Los ojos azules son un gen recesivo? —preguntó al aire Kagami—. Porque Kuroko los tiene azules, y los bebés, aunque Takao-san dijo que aún era pronto para el color definitivo de los ojos, se predicen también azules. Ni si quiera Taisuke tiene mis ojos —hizo un puchero—. Aunque al menos se parece a mí. Espero que no te molestara, pero les puse yo el nombre a ambos, no iban a estar sin nombre los pobres… —tomó a uno de ellos y se acercó a la cama a su lado—. Mira, este es Taisuke, nuestro hijo, ¿a que es una monada? —después de mostrárselo, lo dejó con cuidado en el capacho y tomó al otro bebé—. Y éste es Daisuke. Él sí que se parece a ti en todo. También es una monada, ¿verdad? ¿Qué por qué elegí esos nombres? Bueno, porque Taisuke se parece a mí y Daisuke a ti, por eso sus nombres empiezan como los nuestros, y así de paso, tenían nombres parecidos, como hermanos que son. ¿Te gustan?

La puerta fue abierta y entró Takao para cambiarle el suero, que sonrió con ternura al oír lo que el pelirrojo iba narrándole.

—Seguro que le encanta los nombres que elegiste para los bebés. Parece que hoy tienes una buena visita, ¿eh? —le habló ahora al moreno.

—Han pasado dos meses, ¿crees que pueda despertar pronto?

—Ya te lo dijimos, Kagami-kun, no sabemos como reaccionará. Pero no perdemos la esperanza. Tú síguele hablando y visitando, eso le hace bien.

—Debe despertarse, debe conocer a sus hijos. También debe saber que Kuroko está a salvo gracias a Daisuke. Y que por fin su marido le dará el divorcio y será libre, y podremos estar juntos para siempre —la voz con lo que la que hablaba fue bajando de intensidad a medida que terminaba la frase.

Kazunari sintió un nudo en su pecho. Le encantaría decirle que sí, que despertaría, pero como sanitario sabía que no podía darle falsas esperanzas, la medicina no era una ciencia cierta y no sabían si podría despertar o no.

Se acercó a ver a los pequeños, que se movían inquietos en su capacho y les sonrió. Después, puso una mano sobre el hombro del alfa para darle ánimos, y abandonó la habitación.

Poco después de que el enfermero se marchara, la puerta volvió a abrirse, dejando ver a Kuroko, acompañado como siempre por Akashi.

—Kagami-kun, ¿puedes dejarme a solas con él un momento, por favor? —pidió el de cabellos celestes. Detrás de él, el otro alfa le hizo señas con la cabeza para que aceptara.

—Está bien, es la hora de comer de los bebés —Tetsuya se acercó a ellos y les acarició las sonrosadas mejillas. Eran sus hermanitos y, desde que supo de la existencia de ellos en el vientre hasta ahora, no se había parado a verlos con detenimiento ni se había preocupado por ellos. Era un mal hijo y un mal hermano. Quería empezar a pasar tiempo con ellos, pero temía que Kagami no le dejase, teniendo en cuenta que era el padre de uno de ellos.

—Te acompaño entonces —dijo Seijuuro, abriéndole la puerta para que pudiera salir con el cochecito de los bebés—, seguro que mis sobrinos tienen mucha hambre ya.

Una vez a solas, se sentó en el pequeño banquito que había al lado de la cama, y tomó la mano morena entre las suyas.

—Hoy vas a tener bastantes visitas —sonrió levemente—. Espero que no te importe la mía después de estar un tiempo sin poder venir. Pero no es porque no quisiera, sino porque me hicieron el trasplante. ¿sabes qué? Conseguiste lo que tanto deseabas, me pudieron hacer el trasplante y todo salió bien —acariciaba la mano libre de la vía del suero—. Aunque supongo que ya se me adelantaron y te dieron la noticia.  

>>Los bebés están muy bien también, Kagami-kun los está cuidando siempre, está muy pendiente de ellos y de ti. Akashi-san también está pendiente de mí siempre. Aún no… lo acepté como alfa, pero no me disgusta su compañía —confesó.

>>Yo… sé que todas las veces que he venido te he dicho lo mismo, y que ya no sirve de nada… pero quiero pedirte perdón. Todo ha sido por mi culpa, estás así por mi culpa… Si no me hubiera ensimismado tanto en mi victimismo y orgullo de que me quitaras a mi novio… —hizo una mueca—. Já, mi novio… como si hubiera sido mío en algún momento… Kagami-kun siempre fue tu alfa, y yo fui un egoísta. Llegué a pensar lo peor de ti, te culpé de mi desgracia y de que engañaras a mi padre. Me di cuenta todo el mal que te hacía, y que hacía muchos años que dejaste de quererlo.

Abundantes lágrimas salían de los ojos celestes, mojando la mano ajena y las suyas propias al acercarlas al rostro.

—Si no hubiera sido tan egoísta y hubiera visto cuan daño te causé con mi rechazo e indiferencia. Si no te hubiera dicho esas cosas tan horribles, si no te hubiera negado que te acercaras a mí, no habrías tenido preeclampsia ni eclampsia, no se te hubiera adelantado el parto y no estarías en coma, disfrutando de tus hijos, de los tres; de lo hermosos que son los mellizos y de lo grandes que se están poniendo, y de que yo estoy aquí, ya estoy bien, y quiero que tú despiertes.  Porque vas a despertar, no quiero ni quiero imaginarme una vida sin ti, ¿me has oído? Te quiero, y necesito a mi lado, y los mellizos también, y Kagami-kun. Olvida esas palabras tan duras que te dije, yo te quiero, y eres la mejor madre del mundo. Mamá, despierta, te lo suplico, te necesitamos a nuestro lado, no me perdones si no quieres, pero sí despierta, por favor.

Detuvo los sollozos cuando oyó el pitio de la máquina que tenía conectada, tratando de descifrar en ese monitor qué era lo que estaba pasando. Parpadeó varias veces al sentir que los dedos ajenos se movían con lentitud.

—Ma… ¿Mamá? —preguntó con miedo al pensar que lo estaba perdiendo, pero su sorpresa fue mayúscula cuando corroboró que la mano morena se había vuelvo a mover, que no había sido un movimiento reflejo como muchas otras ocasiones había ocurrido. No, había movido la mano de verdad, y los ojos se abrieron con lentitud mostrando esos hermosos orbes zafiro.


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