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SET ME FREE. [Kaisoo/Top!soo] por UnicornioMorado

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JongIn arrulla a Kyungsoo entre sus brazos, acaricia su cabello e incluso intenta cantar una nana para tranquilizarlo.


Cerca de una hora atrás, cuando JongIn ya dormía entre sus mantas abrazando a su conejo de peluche Tokki—el que le obsequió Jungah cuando mamá Hayeon no le permitió dormir con su cachorro Monggu—un insistente golpeteo proveniente de su balcón le hizo despertar. No tuvo que hacer mucho esfuerzo tratando de adivinar de qué o quién se trataba, él lo sabía ya a la perfección. Lo único que logró alarmarlo fue saber que estaba lloviendo, de hecho lo hizo durante todo el día y, entrada la noche, la lluvia no hizo más que intensificar.


JongIn entonces tironeó de su hyung al interior de la habitación después de haberlo visto empapado y con los ojos colorados, lo envolvió con una toalla y secó sus cabellos con otra. 
Los temblores del mayor lo pusieron de los nervios pero JongIn actuó como un niño grande, porque es un niño grande de once años, y ahora hace su mayor esfuerzo por traer algo de paz a Kyungsoo. JongIn sabe que su vecino le tiene mucho miedo a las tormentas, él mismo se lo dijo en una ocasión.


—¿Qué haces, hyung? — preguntó JongIn en el momento en que el chiquillo empapado de pies a cabeza se lanzó sobre él con los brazos abiertos y la boca deformada en una mueca de tristeza.


—Nini — la voz de Kyungsoo fue un susurro lastimero que logró arrugar el corazón del menor — no me dejes solo, Nini, e-estoy... t-tengo mucho miedo.


El pequeño susurro del niño se deformó en un llanto agrio. Jongin lo abrazó en ese momento, asegurándole que todo estaría bien.


—Estoy a tu lado, nada malo va a sucederte — susurra JongIn cerca del oído de Kyungsoo.


Kyungsoo lo mira a los ojos, con lágrimas aun rodando por sus mejillas, sintiendo que algo cálido se instala en su pecho al oír las palabras de su vecino al igual que una espina se entierra en su corazón porque tuvo que salir de casa para poder encontrar un refugio, para poder sentirse a salvo. En casa no le dan abrazos cálidos, ni besitos en la frente, ya no, en casa le obligan a dormir solo en una habitación que en noches como esa se convierte en una casa del terror, en el infierno mismo, asegurándole que Dios enviará ángeles para que lo protejan.


Kyungsoo sí que tiene un ángel y está seguro de que no es del tipo de ángeles que sus padres idolatran. Este ángel tiene mejillas suaves, labios abultados y una maraña de cabellos esponjosos desordenados, le susurra canciones al oído en ese instante y lo aferra entre sus brazos sin importarle que sus ropas puedan mojarse con agua de lluvia. Este ángel siempre está allí cuando Kyungsoo lo necesita y no tarda en llegar como los ángeles de ese Dios que sus padres le dicen que debe venerar. Su ángel se llama JongIn.


—Hyung, tus ropas están empapadas, ¿quieres que te preste uno de mis pijamas?


Kyungsoo levanta la vista y mira a JongIn a los ojos. Ya se ha tranquilizado y empieza a sentirse tonto, se supone que es el mayor de los dos, pero JongIn no lloriquea porque le tiene miedo a las tormentas. Asiente, aceptando la propuesta del niño.


JongIn baja de su cama y su corazón se derrite de ternura cuando Kyungsoo lo sigue muy pegado a él, agarrando la esquina de su camiseta. Saca del armario su pijama favorito, el de color gris con lunares de colores, y lo tiende a Kyungsoo.


El mayor se desviste tan pronto como puede, tiritando del frío, quedando rápidamente en ropa interior y JongIn no entiende por qué de repente se siente apenado y su corazón late como loco. Sabe que sus mejillas están coloradas porque arden, como cuando se enferma y le da fiebre. ¿Qué rayos le sucede a su cuerpo?


Kyungsoo se pone los pantalones de tela cálida y cuando está por ponerse la camiseta se gira, mirando fijamente a JongIn. 
El menor se encoge, da un respingo y se rodea con sus brazos, sintiendo que muere de vergüenza. Tiene que girar el rostro y poner su mirada en cualquier otra cosa que no sea su hyung.


—JongIn— la voz de Kyungsoo se escucha extraña— ¿estás bien? — JongIn asiente rápidamente tratando de pensar en algo que no sea Kyungsoo y su suave piel blanquecina. ¿Qué le ocurre?, ¿por qué siente retorcijones en la tripa? — No te ves bien — Kyungsoo estira su mano y la pone delicadamente sobre la mejilla de JongIn, tomándolo por sorpresa, haciendo que suelte un vergonzoso chillido.


JongIn da un salto hacia atrás, chocando con las puertas del armario. Siente que su corazón va a estallar.


—Hyung — jadea. Kyungsoo se acerca nuevamente, curioso por las reacciones del menor. — No.


—Estás...—el mayor vuelve a poner su mano sobre la mejilla del otro y finalmente la deja descansando sobre su hombro— tu piel está caliente, ¿en serio te encuentras bien?


—Si, estoy perfectamente, es solo que hyung es... e-eres muy lindo.— Kyungsoo lo mira con los ojos abiertos en ese punto. Se sonroja sin poder evitarlo y no logra pronunciar palabra alguna.— Tu piel es muy linda, es blanca como la nieve y suave como el algodón. M-me gusta. ¿Puedo tocarte?


Kyungsoo lo mira encantado, los ojos del menor brillan y sus mejillas están coloradas. Asiente con la cabeza.


—Yo te estoy tocando, tú también puedes tocarme— la voz del mayor se hace un susurro — es lo más justo, ¿no?


JongIn asiente, sintiéndose acalorado, y estira su mano hasta rozar con sus dedos la piel del abdomen de Kyungsoo. El mayor se estremece con un cosquilleo y siente el impulso de frotarse contra la superficie más cercana, quiere que JongIn siga acariciando su piel, que pase sus manos por todo su cuerpo, y durante un par de segundos se siente asustado ante tal pensamiento. 
Kyungsoo se mueve sin avisar, reduciendo por completo el espacio entre ellos causando que el menor se espante ante el contacto repentino y se aleje, trastabillando. 
Kyungsoo lo mira arrepentido, intenta acercarse nuevamente, pero JongIn se aleja un poco más con los ojos muy abiertos.


—¿Te hice daño?— Kyungsoo lo observa con el rostro descompuesto. JongIn niega con la respiración ajetreada.—Lo siento, Innie.


—Se sintió bien.— expresa el menor en un siseo, casi inaudible, meneando la cabeza y dejando pasmado al otro.


Kyungsoo se acerca al menor lentamente, temeroso de que huya nuevamente. No lo hace, permanece en su lugar y cuando pone una suave caricia en su rostro con sus manos, se deja hacer, cerrando los ojos.


Permanecen en silencio, JongIn no dice nada y tampoco abre los ojos cuando los dedos de Kyungsoo se han deslizado por su cuello haciendo figuras por encima de su camiseta y puede sentirlo temblar bajo su tacto. 
El pelinegro muerde el interior de su mejilla, ha recordado de forma repentina aquel vídeo que su primo Baek insistió en enseñarle y no puede hacer que las imágenes en su mente retrocedan. Es un manojo de nervios mientras se inclina un poco y desliza sus labios sobre la morena piel del cuello de JongIn, el niño abre los ojos de golpe, sujeta los brazos del otro para alejarlo y solo se queda mirándolo. Incómodo.


Se siente bien, muy bien. JongIn está seguro de que eso no puede ser correcto porque, rayos, se siente tan bien que lo aterra. 
Kyungsoo sonríe, más que todo porque no sabe qué más hacer. Se siente torpe y sabe que si dice algo, lo más probable es que empiece a tartamudear. Tiene cosquillas en el estómago. Pone un pequeño beso en la frente del menor, tiene que elevarse un poco de puntitas porque el mocoso, aunque es menor que él, le saca unos centímetros.


—A mi también me gusta tu piel, es morenita, como el chocolate— Susurra Kyungsoo muy cerca de la oreja de su vecino, provocándole un espasmo.


El menor jadea, inseguro ante lo desconocido. Todo aquello le es extraño, nunca antes había sentido ese cosquilleo que recorre todo su cuerpo, enloqueciéndole.


—Siento que esto no está bien, hyung— la voz de JongIn es apenas un hilillo, lo suficientemente alta para que el otro niño lo escuche.


—¿Quieres que esto sea un secreto? — el menor asiente con la cabeza, sus mejillas están encendidas y casi puede sentir las gotas de sudor brotando por debajo de su flequillo.


Si, debe ser un secreto, uno mas. 


 


 


~†~


 


 


—Pones este número aquí, y estos dos se suman— JongIn se queda callado y respira profundamente mientras mira el perfil de su vecino, sentado a su lado. Sabe que no le está prestando atención desde hace varios minutos.— ¿En qué piensas?— le pregunta en un susurro, ha soltado el lápiz con el que escribía y ahora sujeta una de las manos del chico por debajo de la mesa. Kyungsoo sacude la cabeza con el ceño fruncido.


—No es nada, no entiendo. Solo eso.— JongIn no le cree ni media palabra. Suspira de forma pesada y estira su espalda para luego recargarse completamente sobre el asiento, tira de Kyungsoo y lo atrae en un abrazo.


Son las cuatro de la tarde y en ese momento el restaurante está casi vacío, Minseok los observa de forma disimulada desde el asiento frente a la caja registradora y su madre Hayeon está en la cocina horneando algo que huele delicioso, fingiendo que su hijo no está ahí en unas de las mesas abrazando al amor de su vida y con ello aportando un granito de arena al desenlace de un apocalipsis.


—Dime qué ocurre— sus palabras son amortiguadas por la tela de la capucha del abrigo que trae el chico porque sus labios están pegados a este. JongIn sabe que algo ha sucedido porque Kyungsoo ha estado bastante callado toda la tarde, con la mirada perdida y el aura extraño que le rodea lo hace lucir tan frágil a sus ojos, que JongIn siente un deseo loco de abrazarlo, protegerlo y hacerlo sentir seguro pero teme que si lo abraza muy fuerte termine de romperse.


El chico lo mira fijamente, haciéndole sentir un poco sobrecogido porque aun después de varios años la potente mirada del mayor sigue causando los mismos estragos en él, y sólo lo observa, sin pronunciar palabra alguna. 
El desorden de útiles escolares sobre la mesa ha sido olvidado y JongIn ya no quiere seguir explicándole la tarea al chico en vano, porque sabe que desde el inicio Kyungsoo no se ha enterado de nada.


—Vamos a casa— es lo único que dice Kyungsoo, de repente, sus ojos luciendo igual de perdidos y vacíos. JongIn hace un arco con sus cejas, cuestionando mudamente al otro. El chico no está bien, JongIn ahora puede verlo mejor, las murallas que Kyungsoo se empeña en levantar cada mañana como parte de su rutina ya empiezan a derrumbarse y es como un libro abierto ante él.—Por favor, Nini, vamos a casa.


¿Quién es JongIn para decirle que no?


Asiente levemente, soltando al muchacho de su agarre. Lo observa en silencio cuando empieza a recoger el reguero de cosas que están desperdigadas sobre la mesa y las mete en su mochila, y todo habría estado bien si justo en ese momento JongIn no estuviese devorando cada mínimo detalle de la escena frente a él con sus ojos, quizás si hubiese parpadeado, o si se hubiese fijado en el nuevo cliente que ingresa por la puerta, no lo habría notado pero JongIn lo hace. La capucha del pesado abrigo que viste Kyungsoo se mueve cuando el chico se pone sobre sus pies y se acomoda la mochila sobre los hombros, deslizandose hasta su cuello y descubriendo del todo su rostro, entonces es completamente visible un pequeño circulo colorado que empieza a tornarse morado en la parte baja del pómulo, casi perdiéndose debajo del cabello negrisimo de Kyungsoo, manchando la inmaculada piel del joven.


JongIn intenta no ser tan brusco, pero falla de forma ridícula. Su mano se prende como una tenaza al brazo del chico mientras se pone también sobre sus pies y lo mira de forma inquisitiva, Kyungsoo se tensa de pies a cabeza, sorprendido. 
No pregunta siquiera qué ha ocurrido, JongIn se desespera más por asegurarse de que el daño no sea grave. Toma la barbilla del chico con su mano y le obliga a girar el rostro de forma delicada, estudia detenidamente el pequeño hematoma que empieza a formarse y sin pedir permiso o pensarlo mucho, se inclina y pone un pequeño besito sobre la suave piel haciendo que el otro se estremezca y se aleje un poco.


—Vamos a casa, Kyungsoo.— Su voz suena ronca, pero aun así el tono es cálido y dulce. El chico lo mira desde abajo con sus brillantes grandes ojos y asiente después de mordisquear su labio.


JongIn toma prestado el auto de su madre después de asegurarse de que en la noche Minseok la llevará en el suyo hasta la casa, sana y salva, y mientras conduce se concentra sólo en escuchar la respiración de su copiloto. 
Kyungsoo ha empezado a llorar tres calles atrás y con cada resoplido o chillido contenido su corazón se encoge cada vez un poco más.


Toma una de las manos del chico entre la suya y la lleva a sus labios, girándose hacia él por completo cuando se detiene en una luz roja. 
Quiere decirle que todo está bien y que pronto la situación, su vida, mejorará, pero no quiere decir mentiras ni hacer promesas que al final de cuentas no dependerán de él.


Lo mira en silencio mientras las lágrimas caen y cuando la luz del semáforo cambia a verde, aumenta un poco la velocidad, queriendo llegar mas rápido a casa. Sabe que a esa hora los señores Do se encuentran a las afueras de la ciudad, en la reunión semanal del grupo de oración en casa, por ende, Kyungsoo es suyo por un buen rato.


Mete el auto en el garaje de su casa para no arriesgarse a que ambos sean vistos bajando del mismo y, tan pronto como abre la puerta, Kyungsoo corre al interior de la casa como si fuera la suya propia. 
JongIn lo encuentra en su habitación, acurrucado en su cama, está cubriendo su rostro con la capucha del abrigo. JongIn lo observa desde la puerta y no puede evitar pensar que su vecino, así como está en medio de cama, se ve tan pequeñito. No se contiene más y se aproxima, cayendo sobre su colchón y cubriendo al mayor con su cuerpo mientras lo estrecha entre sus brazos y se mantienen así hasta que Kyungsoo deja de llorar y su respiración es regular. Solo entonces se atreve a hablar.


—¿Cómo te sientes?— procura no alzar tanto la voz, porque siente que si eleva su tono más de lo debido puede detonar una avalancha. Kyungsoo se las arregla para girarse con pequeños movimientos y encararlo, sus ojitos redondos y llenos de lágrimas le hacen ver como un niño adorable e inocente.


—¿Del uno al diez?— JongIn lo mira con ternura, asiente con los ojos entrecerrados, conteniendo la sonrisa que quiere pintarse en su rostro porque así es como JongIn y Kyungsoo medían el daño emocional cuando eran críos.— Cinco.


Arruga el rostro en una mueca de disgusto, porque cinco es muy poco, muy malo, muy triste. 
El pelinegro aprieta los ojos con fuerza, empujando al exterior las últimas lágrimas estancadas en sus ojos y se acurruca un poco más cerca de él, enterrando el rostro en la curvatura de su cuello.


—¿Me contarás qué sucedió?— JongIn pone besos en la coronilla del chico y los hace girar, haciendo que el mayor quede echado sobre su cuerpo. Kyungsoo lo mira desde arriba, poniéndose cómodo. 


—Lo de siempre, ya sabes.— El mayor habla con desánimo, poniendo los ojos en blanco. JongIn ha empezado a acariciar su rostro con delicadeza con una mano, mientras lo abraza con la otra — Discutimos un poco.


—Eso se ve como que fue más que una simple discusión.


El resoplido del chico le dice a JongIn que la fase de tristeza ha acabado y que ahora se empieza a irritar, llenándose de frustración y molestia, como cada vez que algo ocurre con sus padres.


—Estaba molesto, por eso lo hizo. Él estaba molesto


—¿Lo estás justificando?— JongIn lo mira con una ceja arqueda, no muy convencido de la cordura del chico en ese instante.


—Y-yo no... no es eso.— El mayor se incorpora, quedando sentado a horcajadas sobre su regazo.— Ellos sólo quieren lo mejor para mí, de alguna forma los entiendo.


—Kyungsoo, cierra los ojos. Toma aire, déjalo salir lento y mientras te relajas medita en las palabras que acabas de decir.— él no quiere que sus palabras suenen tan duras como lo hacen pero, joder, él mismo no puede evitar ahogarse por la frustración.


Se quedan en silencio mientras Kyungsoo cierra los ojos e inclina el rostro hacia arriba, lleva las manos a su rostro y permanece así por varios minutos. Cuando vuelve a hablar, el chico lo hace con voz temblorosa.


—No desperté a tiempo, me quedé dormido después de llegar de la escuela.— Su voz es apenas audible así que JongIn se concentra al máximo para poder entenderlo, Kyungsoo respira profundamente viéndose un poco alterado y en ese punto él ha colado las manos debajo de la ropa y está haciendo círculos sobre la piel de su estómago.— Dañó la cerradura de mi habitación. Le dije que no iría, que debía encargarme de cosas importantes de mis clases, que tengo que prepararme para los exámenes y él empezó a hablar sobre cómo pongo todo en primer lugar menos a Dios.


Kyungsoo se queda callado, no lo mira a los ojos en ese momento y sorbe por la nariz. Sus ojos se han llenado de lágrimas nuevamente.


—¿Qué ocurrió después, Soo? — JongIn sostiene sus manos con las suyas y las lleva a sus labios. Ama hacer eso, así como sabe que el chico ama ese pequeño gesto.


—Intenté explicarle, decirle cualquier cosa, pero pensó que estaba replicando y entonces me llamó rebelde, y me habló como si le estuviese hablando a un demonio, le pedí que se detuviera que no siguiera y se molestó de verdad, me lanzó la biblia que sostenía en la mano, no logré esquivarla.


JongIn lo empuja con su cuerpo, haciéndolos rodar, acorralándolo contra el colchón y pone besos mariposa en su cuello.


—Dale tiempo, ya se le pasará, entonces te pedirá perdón. — JongIn intenta sonreirle para alivianar la espesa atmósfera porque sabe que cada mínimo suceso en la relación del Kyungsoo con sus padres le afecta al chico de una forma que él no alcanza a imaginar ni entender del todo. El chico asiente con los ojos cerrados.


Pasan varios minutos en silencio hasta que Kyungsoo lo rodea con sus brazos y lo ahoga en un beso. El chico desnuda su ser ante él en ese momento, JongIn lo sabe y puede adivinar con exactitud lo que sucederá en un momento. Las piernas del mayor enredándose en sus caderas confirman sus pensamientos y aunque esa no sea la forma en la que JongIn quiere dar por concluida la conversación, no puede evitar jadear cuando Kyungsoo se empuja contra él y siente el inicio de una erección presionarse contra su abdomen bajo.


—Quiero follarte.


Otra vez, ¿quién es JongIn para decirle que no?


—Soo, no creo que...


—Prefiero tener mi cuerpo lleno de marcas hechas por ti, causadas por el desenfreno de tu deseo, porque me hacen sentir como el puto dueño del universo, que de otras que me hagan sentir miserable.— Kyungsoo lo besa siendo un poco mas agresivo ahora y, mierda, JongIn de verdad quiere resistirse, pero es débil y el gemido de su vecino en ese momento lo manda al infierno. 


JongIn deja escapar un suspiro de derrota antes de abandonarse por completo a su perdición. Una vez más, queda atrapado en ese juego demoníaco donde él se transforma en el pecado para purificar a aquel santo atormentado, para alivianar el peso de su yugo.


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