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Errores del Pasado por Yushurija

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El paisaje era bello, pues mostraba al ganado y de los granjeros y una que otra linda casita. El cielo era azul claro con una que otra bella nube y pajarillos que volaban mientras se escuchaban sus cantos. Silas Potter viajaba por primera vez en el tren que lo llevaría a Hogwarts Escuela de Magia y Hechicería, pero, a diferencia de cualquier niño, Silas no estaba para nada emocionado ¿Qué razón tenía para estarlo? Ya conocía la escuela por las descripciones que daba su hermano en casa. Su hermano, Atticus Potter, el favorito de sus padres, el buscador del equipo de Ravenclaw, el más inteligente de su clase, el más simpático, el más talentoso y el más guapo, según algunas niñas que los habían visto juntos en el andén. Lo único por lo que Silas pelearía es por no quedar en la misma casa que su hermano mayor, él deseaba la casa de los leones, la de los valientes. Sí, eso sonaba mejor.

En la noche, el tren se detuvo y cuando bajó fue guiado por un velador que los llevó a los botes para cruzar el lago y así entrar al castillo. Aquello parecía una tontería ¿Por qué no ir en carruaje como los demás? Simplemente no entendía. Llegaron hasta la entrada del castillo y fueron guiados, ahora, por un profesor hasta una sala. El profesor se presentó como Aedus Malfoy y explicó enseguida las reglas para después dejarlos solos. Silas no quería hablar con nadie, todos le parecían niños ineptos. Se cruzó de brazos y esperó al profesor hasta que escuchó a un grupo de niñas, parecían estar impresionadas, molesto se volteó para ver que tanto las hacía chillar como ratas.

-¡Es imposible que seas niño! ¡Eres demasiado lindo para eso!- exclamó una de ellas. Silas observó mejor y notó a un chico en medio de todas ellas; su expresión eran ingenua, los labios eran rosados, sus ojos completamente negros como ónix, pues brillaban y su cabello le llegaba hasta donde acababa la barbilla, piel totalmente blanca y tersa, de complexión menudita y bajito.

-¡No es justo! Yo quisiera ser así- exclamó otra.                                                                                

-¿Ser cómo él? Si es bastante horrible- dijo Silas llamando la atención de todos los niños que estaba cerca, sin preocuparse se acercó al chico y observó desde arriba, pues el chico era un poco más bajo que él.

-¿Qué estás diciendo? Es muy lindo- debatió otra niña, pero Silas simplemente la ignoró.

-¿Qué demonios te pasa con ese cabello de niña?- dijo agarrando un mechón de cabello- Pareces un idiota- y le jaló del cabello haciendo que el niño soltara un quejido y las niñas se escandalizaran, no paró hasta que otro niño lo detuvo y apartó del chico.

-¿Qué te pasa? ¡Eres un bravucón!- gritó.

-No me importa- discutió Silas.

-¿Por qué lo molestaste?- gritó otro.

-¡Porque su presencia me molesta!

 

A final de cuentas, todos se habían alejado de él y llegó Malfoy con un rollo en la mano. Los llevó hasta el Gran Comedor donde todos los observaban expectantes. Silas podía sentir la mirada de su hermano en su nuca, seguramente estaba sonriendo como estúpido. Se detuvieron ante la mesa de los profesores y enfrente estaba un banco. Malfoy dio explicaciones sobre llamarlos por su nombre y que ellos debían colocarse en el banco, él les pondría el sombrero y este les diría a qué casa pertenecían.

-Amiba Bambi- llamó y una niña de pelo rojo y ojos azules fue hacia la banca. Silas, al instante supo que era una niña de padres muggles.

-¡Griffyndor!- gritó el sombrero y la casa de los leones aplaudieron.

-Black Ambrose- y el chico que defendió a “la niña” pasó para ser enviado a la casa de Slyterin. Así fueron nombrados uno a uno hasta que…- Prince Narciso- llamó y el niño de blanca piel se levantó para pasar al frente. Silas se impresionó, al mismo tiempo que un temor le recorrió la espina dorsal “Prince”, había insultado a un Prince. En seguida empezó a escuchar los murmuros de todos los alumnos.

-¡Slytherin!- gritó el sombrero y las serpientes empezaron a aplaudir. Ambrose lo saludó de mano y se presentó sonriendo.

-Potter Silas- lo llamaron y enseguida se subió al banco. Estaba avergonzado de ser exhibido de aquella manera, pues enseguida los niños lo juzgaron con la mirada por su cruel comportamiento.

-¡Griffyndor!- ni siquiera la idea de haber quedado en su casa le levantaba los ánimos. Había actuado como un tonto.

 

Después de haber cenado e ir a su habitación donde sus compañeros lo evadieron e ignoraron, había amanecido y él fue el primero en levantarse, caminó hasta el Gran Comedor para desayunar pero antes de llegar alguien lo abrazó y revolvió sus cabellos, esa acción le hizo enojar y ya sabía quién era el único que hacía esas cosas. Atticus Potter.

-Buenos días y felicidades, hermanito- le saludó con una hermosa sonrisa- Atticus era tres años mayor que él y por ende, más alto; su cabello estaba largo y le llegaba hasta el inicio de la espalda donde era sujetado con un listón, cada día de diferente color; sus ojos eran castaños como los de Silas, era fornido y alegre.

-¿Qué quieres?- dijo molesto.

-Escuché que ayer molestaste al chico Prince ¿Es cierto?- Silas solo volteó a otro lado con el ceño fruncido.

-Así que es verdad- concluyó su hermano y Silas solo frunció más las cejas- Vamos, levanta esos ánimos y discúlpate con él- dijo su hermano.

-¡Cállate y no me digas que hacer!- gritó y se fue corriendo. ¿Quién se creía el imbécil de su hermano mayor? No, él no le ordenaría, no seguiría las órdenes de alguien a quien tenía tanto desprecio ¡Maldita sea! ¿Qué tiene su hermano que él no? La vista se le nublaba por las lágrimas y al querer secarlas chocó con alguien provocando que ambos cayeran sentados. Silas no tenía s ánimos de discutir, tenía sus defensas bajas por lo que solo se levantó y sacudió, volteó a ver a la persona con la que había chocado y se sorprendió al ver a Narciso que se levantaba y sacudía su túnica. Narciso no le dirigió la palabra y lo pasó, dejando a un arrepentido Silas Potter.

 

El resto del día había sido una basura, pues nadie quiso dirigirle la palabra y los mayores solo veían como se ve a un criminal. Narciso no le dirigió la palabra y tampoco lo volteó a ver, no había vuelto a ver a su hermano. Estaba solo y se sentía lo peor del mundo. Salió a caminar cuidando de que ningún profesor lo viera. Tenía ansias de ver la luna en algún lugar solitario y así llegó al Lago Oscuro, se recargó en el árbol que ahí estaba. Observaba las tranquilas aguas hasta que escuchó pasos sobre la hierba, pensando que era algún profesor, se escondió. Grande fue su sorpresa al ver al Prince en pijama de seda blanca y descalzo para observar el lago. La luz de la luna le daba algo de brillo a la aperlada piel, Silas salió de su escondite casi asustando al chico. Narciso frunció el ceño y estuvo a punto de irse, pero fue detenido por Silas.

-Narciso- lo llamó por su nombre, el pelinegro se volteó para verlo a la cara, su expresión era tranquila- Yo…- ¡Qué difícil era tragarse su orgullo! Sus sentimientos volvieron a salir aquel pecho frío y comenzó a llorar, lo vio a los ojos directamente- ¡Lo siento! ¡Perdón por decirte niña, por jalarte el cabello y…chocar esta mañana contigo!- Silas soltó a Narciso para secarse las lágrimas y taparse la cara. Odiaba mostrase débil.

-Disculpa aceptada- susurró Narciso llamando la atención de Silas. Los labios rosados se curvearon en una sonrisa sincera. Silas descubrió entonces, lo que era la belleza de la inocencia. Narciso se acercó a él y lo abrazó- No llores, ya está bien- lo vio a los ojos y sonriendo dijo- Seamos amigos ¿Sí?

Notas finales:

Aunque casi no les conteste los comentarios, quiero decirles que sí los leo y me hacen muy feliz <3

  Espero les haya gustado el capítulo. ¡Hasta la próxima!


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