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Dark Flowers por LadyDeltaPhantomhive

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Notas del capitulo: Holi!! :3/

Esta nota es para notificarles que he decidido los dias de actualización, sí, dias. Seran dos capitulos a la semana debido a que la traducción ya está completamente terminada así que...esos dias serán los Lunes y Viernes...

Eso es todo, que tengan un buen fin de semana ?^?^?
El caos es en donde Erik se siente más en casa.

Nunca tuvo problemas con los disparos, explosiones y gritos a su alrededor. Más que eso, aquello siempre le hacía recordar a su propia mente. Era familiar. Incluso acogedor.

Erik nunca tuvo realmente miedo de morir o de la muerte en general. ¿Por qué lo tendría? Él ya vio el peor sufrimiento que la Tierra puede proporcionar en los campos de concentración. Morir sería fácil. La muerte es muy simple. Permanente. Y, sin embargo, era la más poderosa motivación e influencia que Erik podría usar contra los seres humanos. Así que, de cierta manera, él había hecho las paces con la muerte.

Las alarmas sonaron en la sede de Quimera como un disco rayado. Los humanos gritaban, reunían armas y corrían por los pasillos. Intentaban contactar con el mundo exterior y pedir refuerzos, pero Erik con facilidad sólo movía los dedos para interceptar todas las señales de radio con estática o, simplemente, dañar los transmisores y el sistema de comunicación. Lo mismo con los ordenadores, cámaras, llaves de seguridad y las cerraduras.

El metal estaba en todas partes a su alrededor. Era como un jardín para Erik. Giró balas en pleno aire, lanzándolas de vuelta a los humanos que las habían disparado en su dirección.

Zip. Zap. Caían al suelo como marionetas.

Los miembros del equipo de Erik se habían dividido, cubriendo sistemáticamente cada cuadrante de la sede y liberando a los mutantes capturados.

Erik arrancaba puertas de sus bisagras para revelar a varios mutantes en sus celdas. Se encogían delante de él, lo miraban asombrados, acorralados como perros abatidos. Estaban listos para atacar a Erik, hasta que él se revelaba como uno de ellos y les decía que corrieran o lo siguieran. La mayoría de ellos sólo corrieron y Erik no podía culparlos. El cautiverio volvía a las personas ratas salvajes. Podías obsesionarte con la libertad si pasabas mucho tiempo sin ella. Él podía decirlo por experiencia propia.

Tic Tac. Tic Tac.

El tiempo pasaba, aunque no tenía sentido.

En una guerra, el tiempo era la cosa más preciosa e inútil que había.

Erik derribó laboratorios, soltando gritos y gruñidos de rabia mientras que rompía, arrancaba, jalaba y aplastaba. Él quería transformar todo aquel horrible lugar en polvo.

No mostró misericordia. No le importaba cómo o por qué las personas de allí se habían involucrado en eso - si estaban allí y no eran mutantes, Erik las mataba. Ellos formaban parte de esa tortura, esa masacre y xenofobia, y Erik no les tenía simpatía alguna. De hecho, él sentía satisfacción al arrebatar sus vidas. Erik aplastó sus cráneos dentro de sus cascos de seguridad, extrajo su sangre a través de su piel por el hierro en ella, los ahorcó con sus collares, los apuñaló con las patas de las sillas - era un trabajo brutalmente creativo y Erik se sentía como un artista. Él pintó los corredores de rojo y pedazos de vidrio, sonriendo cruelmente a su paso, tarareando una antigua canción de rock n 'roll.

Su reputación llegó hasta el interior del edificio y los humanos ni siquiera intentaron impedirle el paso. Ellos sólo corrían y la mayoría fueron alcanzados por un pedazo de metal volando rápidamente a sus espaldas.

«Tristes hormigas.»

Derrumbar la sede de Quimera fue fácil, demasiado fácil. Erik soltó una risa incrédula cuando vio sus intentos por detener a los miembros de su equipo desde las cámaras de seguridad restantes.

¿Lanza llamas? ¿Armas? «¿Arcos y flechas?»

Si los miembros de la Hermandad tuvieran gusto por el sarcasmo, probablemente también se reirían en sus caras.

Erik sintió una satisfacción brutal al presenciarlo.

Después del asunto de Trask, la mayoría de los seres humanos se habían calmado y el destino de los mutantes se volvió incierto. Sí, todo el problema con Trask había impedido una guerra entre humanos y mutantes, pero siempre habrían aquellos que odian a los que son diferentes del resto, que buscarían perjudicarlos incluso sin la participación del gobierno. Erik lo sabía. Lo supo todo el tiempo. La paz nunca fue una opción. Charles siempre fue muy ingenuo para verlo.

«Charles.»

De repente, la satisfacción de Erik se esfumó cuando recordó el motivo por el que estaba allí en primer lugar. Él le había dicho a los demás que liberaría a Charles. Era obvio que Quimera protegería a su más poderoso prisionero mutante con gran esmero, y Erik apenas si podía esperar para despedazar a esas personas. Él quería tener el placer de matar a esos bastardos enfermos. «Y no tiene nada que ver con Charles», Erik se dijo a sí mismo. «Sólo que es necesario destruir el círculo interno de esta organización.»

Erik puso en alerta todos sus sentidos cuando llegó a lo más profundo, al corazón del edificio. Era obvio que se dirigía al lugar correcto - habían más puertas, cerraduras de alta seguridad, alarmas y guardias allí. Él destruyó todo en su camino. Era casi maravilloso que todo el lugar pareciera haber sido esculpido en metal. Era como si fuera hecho para divertir exclusivamente los caprichos de Erik.

Bang, bang. Los cuerpos caían y casi producían un sonido rítmico.

Si hubiera más tiempo, Erik habría transformado todo esto en una danza macabra. Danse makabre.

Las astillas volaban alrededor de él como nieve. Hizo que todo pareciera suceder en cámara lenta.

Pero mientras Erik atravesaba más puertas, un sentimiento perturbador y persistente comenzó a trepar por su pecho. ¿Dónde estaba Charles? ¿No debería estar tratando de escapar como los otros mutantes?

¿O ellos le habían quitado su silla de ruedas y, por eso, simplemente no podía huir?

La ira brilló con ese pensamiento y salió a la superficie una pequeña parte de la interminable culpa que Erik sentía por los sucesos en Cuba. Erik probablemente recordaría cómo Charles había caído en la arena hasta su muerte.

Violentamente forzó a esos pensamientos a irse. «Concéntrate.»

Pero el ritmo de Erik comenzó a disminuír. Claramente, él ya había alcanzado el sector más fuertemente vigilado de la sede de Quimera, pero no veía la presencia de ningún otro mutante desde ya hace rato.

Él miró a su alrededor al lío en que los corredores se habían transformado. Él dejó sus ojos vagar por los largos corredores, que tan claramente recordaban a una prisión, pero cuando Erik proyectó el flujo de su poder hacia las puertas, descubrió, para su sorpresa, que ninguna de ellas estaba cerrada. Como si a los humanos no les importara si alguien intentaba huir.

«O era simplemente porque no podían huir.»

Erik rechinó los dientes. ¿Eran tan estúpidos? Charles puede no ser capaz de caminar, pero no tardaría mucho tiempo para controlar la mente de alguien que lo sacara de ahí, o encontrar otra manera de salir.

Fue sólo entonces cuando a Erik se le ocurrió un pensamiento horrible.

Tal vez no fuera por estupidez. O por arrogancia. Quizás era por confianza. Confianza de que Charles no sería capaz de huir, puertas cerradas o no.

Erik probó el gusto de la bilis en la garganta, debido a las implicaciones de ese pensamiento. Charles puede ser un montón de cosas, pero nunca fue violento, a menos que fuera absolutamente necesario. Siempre fue civilizado, sereno y se podía negociar con él. Pero ¿que los humanos lo hayan convencido de permanecer por voluntad propia en ese lugar? O tuvieron que corromper a Charles severamente, o bien había algo más que lo retenía. Erik sintió que su rabia interior era cada vez mayor.

Sintió la incertidumbre y la preocupación devorar sus entrañas.

Preocupación.

Ese peculiar sentimiento.

Erik lo odiaba, porque implicaba que le importaba lo que estaba pasando.

Él ya había decidido hace algunos años que, nunca más se preocuparía por Charles. Eso fue lo que se dijo a sí mismo.

Erik odiaba estar equivocado.

«Concéntrate. Concéntrate. Él tiene que estar en alguna parte.»

De repente, Erik escuchó el sonido de pasos corriendo. Antes de que él realmente viera al hombre que venía en su dirección, agitó la mano y lo tiró al pasillo, sosteniéndolo a la pared con la ayuda de su cinturón de metal y otros objetos en su ropa.

Erik gruñó cuando lo vio - un hombre con sobrepeso, calvo, con un chaleco blanco y la frente perlada de sudor. Tenía una mirada de pánico en sus ojos - como un ciervo a la luz de los faros. Al instante, Erik odió al hombre aún más porque le recordaba a todas las personas que lo habían sometido y experimentado con él en el Pentágono.

«Bastardos. Todos son iguales.»

El científico parecía absolutamente aterrorizado con Erik y su rostro se volvió blanco cuando Erik lo apresó más duramente contra la pared.

- Bien, bien, bien... - Erik balbuceó.- ¿Qué tenemos aquí? -Bromeó, con voz agradable, pero había un tono peligroso en él y los escombros detrás suyo favorecían el efecto.

El científico parecía aún más asustado.

- Por favor, no me mate. ¡Por favor! -imploró, aterrorizado.

- No te voy a matar -Erik dijo, la falsa cordialidad lentamente fue desapareciendo de su rostro y su voz.- Todavía no. Primero, me dirás dónde están reteniendo a Charles Xavier.

El hombre lo miró auténticamente confundido por un tiempo. Entonces su rostro se iluminó con entendimiento.

- ¿Oh, te refieres a "Reach"?

Erik no hizo más que levantar una ceja. El hombre respiró nervioso y comenzó a sudar copiosamente.

- Así es como llamamos al objeto. Sólo sé su nombre original porque vi el archivo hace unos meses. Lo siento, por favor, no...

- ¿"Objeto"? -dijo Erik, con la voz peligrosamente tranquila.

El hombre lo miró.

- Charles Xavier no es un "objeto". Ninguno de nosotros lo es, y nunca lo será. -dijo Erik, su rabia llegando a ser aún peor.- No somos ratones para que ustedes experimenten. -Erik escupió venenosamente.

- Sí, sí, claro, señor. Lo siento mucho, es sólo el lenguaje que usamos...Yo sólo trabajo aquí y sigo órdenes.

La expresión de Erik se endureció.

- No me gustan las personas que siguen órdenes ciegamente.

Los ojos del científico se ensancharon una vez que percibió que había dicho algo malo. Un sollozo escapó de su boca.

- Por favor, mi nombre es Tom y yo tengo una familia. Yo...yo nunca maltraté a "Reach", ¡nunca participé en nada de eso!

Erik miró al científico. Le dio un buen vistazo a su ropa, cuerpo y cabello. Al color de sus ojos.

- Tom - Erik repitió con voz hueca-, si me dices dónde están teniendo a Charles, podrás vivir por algunos minutos más. No me importas tú o tu familia. Tu elegiste quitar vidas en nombre de otros, entonces ¿por qué debería ser un hombre mejor y no hacer lo mismo? Encarcelar a alguien es peor que matarlo. ¿Por qué debería importarme si fuiste la persona que cierra las puertas o que tiene la llave, o que vacía las jeringas, usa el látigo, da las órdenes o sólo las obedece? ¿Cómo tu papel en esto hace a tus pecados menos horribles? Tu participaste, por lo tanto aceptaste lo que sucedía. La revolución y el cambio necesitan de personas que se niegan a hacer lo que todo el mundo les dice que hagan.

El científico lo miró con los ojos abiertos y respiraba pesadamente. Sin duda, no sabía qué decir.

Erik suspiró. Su rabia y amargura parecían apenas alimentarse de esa conversación.

- Díme dónde está Charles para que pueda sacarlo de aquí y eso será todo - dijo, sintiéndose cansado.

- ¿Sa-sacarlo? -Tom tartamudeó, con horror.

En el estómago de Erik se formó un nudo por la forma en que lo dijo.

- Usted no puede...Na-nadie puede sacarlo. "Reach" se queda aquí.

Erik dio un paso adelante y el movimiento brusco asustó a Tom, tanto que gritó. Los ojos de Erik quemaban cuando miró a los de Tom.

- ¿Qué. Quieres. Decir? -preguntó Erik, pronunciando cada palabra muy pausadamente.

Tom comenzó a temblar como una hoja:

- "Reach" está...

- ¡DEJA DE LLAMARLO ASÍ! -Erik gritó y lanzó al hombre contra la pared otra vez para dar énfasis. Tom se ahogó y sus miembros se agitaron en el aire, con impotencia.

- Es-está bi-bien. ¡Lo siento mucho, lo siento mucho! -El hombre comenzó a derramar lágrimas silenciosas del miedo.- La cámara está por allí -dijo, apuntando hacia la derecha. Erik miró hacia la dirección y después de vuelta al hombre.

Sopesó la situación por un tiempo, la rabia haciendo que la concentración fuera casi imposible de mantener. Erik respiró profundamente.

- Dijiste que no puedo sacarlo. ¿Por qué?

Y entonces Erik vió, como en cámara lenta, la propagación del horror en la cara de Tom. Había una extraña finalidad en ella, como si Tom se hubiera dado cuenta que su última esperanza de salir de allí con vida acabara de ser destruida. Que lo que estaba a punto de decirle sería lo que le daría su final. Erik sintió un horrible frío extenderse por su corazón.

- Po-porque...él morirá si usted lo hace.

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