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Dark Flowers por LadyDeltaPhantomhive

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Los enfermeros vinieron por la mañana. Y casi recibieron cuchillos voladores en la cabeza por haber despertado a Erik, asustándolo.


Eran dos, una mujer y un hombre. Como Leap había dicho, no dijeron nada, pero, de alguna manera, sabían qué tenían que hacer. Erik estuvo recio a dejarlos acercarse a Charles, pero no parecieron pedir permiso. De algún modo, lo reconocían -Frost probablemente había implantado la imagen del rostro de Charles en sus cabezas- así que sólo hicieron su trabajo.


Erik los acechaba como un lobo, pero cuanto más tiempo pasaba más se relajaba. Los enfermeros hacían algunas pruebas, verificaban los reflejos de Charles, que aún eran lentos, y revisaron la herida en su codo, aún en proceso de sanación, la que casi lo mató hace poco. Ellos cambiaron los vendajes, colocaron antiséptico y realizaron otras pruebas. Luego, silenciosamente, llevaron a Charles al baño, y Erik los observó por un breve momento mientras limpiaban correctamente la herida de la cabeza, decidió confiar en ellos lo suficiente para dejarlos solos.


Frost sabía lo que estaba haciendo. Cuando Erik le había enviado el mensaje de que necesitaba un escondite que respondiera a todo tipo de necesidades, ella claramente captó lo que quiso decir - supo que Charles no estaría en perfectas condiciones inmediatamente. Erik se sentía agradecido -ella podría ser muy fría, pero era eficiente e inteligente. Los enfermeros cuidaron a Charles -la primera vez que estuvieron allí, por ejemplo, dejaron las heridas de Charles vendadas y su cabello lavado.


Erik pudo sentir que las mentes de los enfermeros habían sido modificadas, y confiaba lo suficiente en que Frost no había dejado ideas peligrosas en sus cabezas. De lo contrario, a Erik poco le importaría si eran enfermeros, cuáles eran sus nombres, dónde trabajaban o cuánto tiempo les tomaba llegar a la cabaña. O que fueran manipulados como marionetas descerebradas por unas cuerdas.


Él sabía que Charles estaría en desacuerdo con eso, si estuviera en sus cinco sentidos. Él siempre se rehusó a quitarle el libre albedrío a las personas, aunque pudo haber resuelto muchos problemas sólo añadiendo cierta persuasión, o una idea o dos en sus cabezas.


Erik estaba demasiado cansado para siquiera pensar en cualquier regla moral que se hubiera violado aquí. Si a Frost no le importaba, a Erik tampoco.


Cuanto más pasaba el tiempo, Erik estaba más inquieto.


Los días transcurrían.


Los enfermeros venían al menos dos veces al día.


La cabaña estaba tranquila.


Por las noches, Erik dormía al lado de Charles, viendo hacia la pared opuesta, escuchándolo respirar y viendo en su mente las proyecciones inquietas que aparecían de sus sueños, las que no tenían sentido alguno.


Más de una vez, Erik permaneció acostado en la penumbra, observando la respiración de Charles, y su mano sosteniendo entre sus dedos el borde de la manta mientras dormía. Erik escuchaba su enlace, tratando de ver lo que estaba pasando con él. O lo que pasaba por la cabeza de Charles. Pero Erik, irremediablemente no era muy bueno en esto y no era un telépata. No tenía idea de cómo se formó su conexión. No podía empujar ni tirar de ella, sólo se quedaba allí.


A veces, cuando Charles soñaba, tomaba el breve control de sus manos y Erik, ya no tan extrañado, despertaba con la sensación de que sus dedos temblaban, o que se movían hacia algo que no podía ver, tocando el aire en la oscuridad. Durante estos episodios, sólo podía mirar y esperar hasta que pasara. Charles nunca movió sus piernas, afortunadamente para Erik, porque realmente no le gustaría dar un paseo nocturno por las colinas sin ser capaz de detenerse a sí mismo -y al mismo tiempo era un poco triste, pues parecía que Charles se había ido acostumbrando a su propia inmovilidad.


El tiempo siguió corriendo.


Erik estaba preocupado -Charles sabía claramente que eran dos personas diferentes, y había recuperado la mayor parte del control en su cuerpo pero, por otro lado, Charles estaba muy quieto. Callado.


Si no lo hubiese visto en aquellas malas condiciones antes, Erik podría casi describirlo como letárgico.


Sólo respondía cuando Erik le preguntaba algo y, aún así, era distante.


Y tampoco había dicho una palabra en voz alta.


¿Qué tan rápido alguien puede sanar una mente dañada, y que está hecha un gran desorden?


Erik sólo podía hacer suposiciones.


También se preguntó si Charles era consciente de lo que ocurría a su alrededor o de sus poderes. Tampoco había mostrado ninguna señal de recordar nada de su pasado además de su nombre. Ni siquiera podía recordar a Erik -sus únicos recuerdos sobre él eran los del hospital. Sabía que era Erik, pero no quién era Erik -verdaderamente no lo reconocía. Era confuso y frustrante, pero Erik no se atrevía a forzarlo demasiado.


Aún así Erik intentó proyectar viejas memorias, o sutilmente hacer referencia a algunos de los momentos que compartieron en el pasado, pero Charles nunca reaccionaba a ellos.


Fue la preocupación la que, finalmente, motivó a Erik a seguir adelante y tratar de conseguir, una respuesta adecuada de Charles.


Fue así que, una tarde, después de que los enfermeros se fueran, Erik se sentó en la cama junto a Charles y lo miró con cautela. Charles parecía un poco cansado, pero estaba bien. Miró de vuelta a Erik, una sutil curiosidad llegó a él a través de su enlace.


- ¿Como te sientes? -preguntó en voz alta, porque la cabaña parecía demasiado silenciosa al sólo hablar telepáticamente.


Silencio.


Charles inclinó la cabeza un poco.


<¿Charles?> Erik llamó.


<Erik>, dijo Charles.


Su voz telepática aún no era completamente la suya, aunque se aproximaba bastante. Y las constantes expresiones neutrales en el rostro de Charles eran extrañas. A veces le recordaban a una muñeca -neutra, impersonal y de apariencia agradable. Pero Erik no podía dejar de echar en falta la voz real de Charles y sus propias expresiones. Esta versión distante, sumisa, estaba empezando a molestarle.


Vaciló. ¿Podría preguntarle a Charles lo que recordaba? ¿O hacer que recuerde algo, lo que sea, de su pasado? ¿O debería sólo decirle a Charles las cosas que necesitaba saber? Era tan difícil decidir...Erik dio un largo suspiro.


- ¿Puedes recordar tu nombre? -preguntó simplemente, aunque la pregunta pareciera estúpida incluso para él.


Charles le dio una rápida sonrisa. <Sí. Es Charles>, dijo con un poco de diversión. Los labios de Erik se contrajeron un poco y asintió.


- Sí, Charles. Charles Xavier. Ese es tu nombre. Charles Francis Xavier.


Silencio.


Erik acomodó un poco su peso en la cama y buscó el rostro de Charles.


- Y mi nombre es Erik Lehnsherr.


Charles no respondió. Tampoco mostró ningún signo de reconocimiento. Erik tragó su pequeña frustración. Estaba perdido ¿qué podía hacer? Como el silencio continuó, los ojos de Charles comenzaron a vagar sobre Erik. Lo observó, de la cabeza a los pies, hasta que vio algo y se detuvo. Erik sintió una ola de curiosidad desde el otro lado del enlace. Entonces, Charles extendió la mano y tomó el brazo de Erik, tirándolo más cerca de él y alejando la manga de su camisa para revelar el tatuaje. Se tensó y un viejo disgusto resurgió en algún lugar en su interior -el tatuaje traía muchos recuerdos.


<¿Por qué? ¿Por qué esto?>, Preguntó Charles y tocó la tinta que marcaba la piel.


Erik quiso alejarse. Pero se detuvo cuando sintió escalofríos por la caricia de Charles, sus dedos eran cálidos. Erik no pudo apartar la mirada de su brazo.


- Fue hace mucho tiempo. Unas personas muy malas me lo hicieron. -le dijo, y su voz sonó extraña hasta para sus propios oídos.


Al instante, Erik pudo volver a sentir el aroma de los campos, sentir el lodo pegajoso en sus botas. Escuchar los gritos. Tuvo que concentrarse en el rostro de Charles para mantenerse en el presente.


Los ojos de Charles volvieron hacia Erik, con esa intensa mirada azul. Hubo un pequeño silencio. <¿Por qué lo hicieron?>


De repente, Erik pudo sentir sus ojos arder.


- Porque...Porque no podían aceptarnos. A personas como mi familia. Ellos colocaron un tatuaje como éste en todos nosotros.


<No te gusta.>


Erik soltó un amargo suspiro.


- No, lo odio. Pero es...es una parte de mí que me recuerda, todos los días, que siempre habrán personas que odian a quienes son diferentes. -miró el tatuaje- Pero aún así, es horrendo. -susurró, con la voz temblorosa.


Y, mientras Erik observaba, los números y el tatuaje repentinamente desaparecieron de su vista. Parpadeó varias veces confundido, y luego miró a Charles.


Éste tenía una débil sonrisa. <Dijiste que no te gustaba. Entonces...ya no lo verás.>


Erik lo miró, después a su brazo. Se veía extraño sin el tatuaje. Por supuesto que sabía que todavía estaba allí y que Charles sólo acababa de crear una ilusión impecable -una vez más, sin ningún esfuerzo- pero Erik no podía apartar los ojos de la piel ahora limpia. Erik tuvo que morderse el interior de la mejilla y parpadear rápidamente para mantener sus emociones bajo control.


- Gracias -susurró, porque el gesto había sido tan sincero, tan inocente, tan...Charles. Erik se volvió para mirarlo de nuevo y a su brillante sonrisa. Charles envió una ola de calidez y confort a través de su conexión, sus ojos nunca dejaron los de Erik. Erik sólo podía mirarlo de vuelta, repasó cada centímetro del rostro de Charles, llegó a sus ojos...y casi se perdía en la profundidad de ese color azul. Erik no sabía por qué, pero sintió una súbita sensación de protección, tan fuerte que incluso lo asustó. Charles era muy amable para este mundo. Tenía un corazón tan gentil, y que ahora dejaba ver expuesto en su totalidad.


También lo demostraba al preocuparse por Erik y al confiar en él. Erik, de repente, se sintió muy pequeño y sucio, despreciable y sin importancia. ¿Cómo pudo conocer a Charles? ¿Cómo podría alguien como Charles siempre ver amabilidad o tener esperanzas en Erik? Erik estaba roto, muy corrompido...y era malo. Él destruía todo lo que tocaba, él causaba la muerte de todas las personas por las que él se preocupaba. Había matado, mentido, manipulado...sin preocuparse por los daños colaterales. Él nunca se arrepintió de ser cruel, pero ahora, de repente, Erik no podía sentir ningún orgullo de sí mismo, como siempre lo hacía. Por lo general se deleitaba con su propia brutalidad, porque le gustaba infligir el sufrimiento que le fue infligido.


Estar cerca de Charles lo hacía querer arrastrarse y esconderse para arrepentirse de todo lo que había hecho.


Erik siempre había tratado a Charles con una pizca de desdén y arrogancia. No podía evitarlo. Erik se sentía mucho más maduro y más sabio que él. Charles nunca había visto el verdadero sufrimiento, no como Erik. ¿Qué sabía Charles del dolor o de las malas acciones de los seres humanos? ¿Realmente había visto la peor cara de la humanidad? Erik siempre había pensado que los ideales ingenuos de Charles eran consecuencia directa de su vida privilegiada, increíblemente rica y acomodada. Charles siempre vivió de buena forma. Él nunca había sido obligado a luchar por el derecho de vivir, comer y respirar. Erik siempre se sintió superior debido a su pasado. Usaba sus tragedias y dolor como una corona y juzgaba a otras personas que no igualaban su sufrimiento.


Pero ahora, Erik se sintió humilde ante la bondad sincera de Charles, de su calidez desbordante. Erik sentía como si estuviera mirando al sol, siendo cegado por su luz, cuando él era más de gatear y vivir en la oscuridad de la noche.


Pero, entonces, Erik se obligó a recordar que Charles podía ser arrogante y demasiado presumido, pero de una manera sutil. Siempre parecía ser el mejor, hacer lo mejor. Siempre había un sentimiento de compasión en todo lo que decía. Erik suspiró y atrajo su orgullo más cerca de sí. Esto lo hizo sentirse más él mismo. Y no este lío confuso. Sin embargo, era difícil sentir rabia contra Charles cuando estaba tan perdido, tan frágil, como ahora.


<¿Erik?> Charles llamó, después de un largo silencio.


<¿Sí?>


Las cejas de Charles se fruncieron y Erik percibió confusión. <¿Quién...quién es él?> Le preguntó y le mostró una imagen de Shaw. Esto tomó a Erik desprevenido y casi perdió el aliento al ver aquel horrible rostro.


Erik quería quemar la imagen con el fuego más caliente -odiaba aquel rostro más que cualquier otro. Erik no se dio cuenta de que estaba temblando.


<Erik>, Charles llamó, y tiró de su conexión con cuidado. <¿Quién es él? Lo vemos mucho.>


Erik levantó una ceja.


- ¿Lo ve-vemos? -preguntó apenas. Charles inclinó la cabeza.


<Podemos verlo por la noche. Haciendo cosas malas contigo. Y con los demás. Pero él no está aquí realmente.>


Erik no sabía que Charles podía ver sus sueños también. Estaba tan acostumbrado a sus pesadillas constantes sobre Shaw, que ya no les prestaba atención.


- Yo sueño con él algunas veces. Pero ya está muerto. Tú me ayudaste a... -Pero Erik se detuvo, aturdido con lo que casi revelaba.- Está muerto desde hace años. Ya no puede herir a nadie más.


<Todavía te lastima>, Charles dijo suavemente, preocupado.


Erik tuvo que cerrar los ojos con fuerza. Tenía un súbito nudo en la garganta. <S-sí. Eso puede ser cierto.>


Charles pareció procesar la información por un tiempo. Después, inclinó la cabeza. <Puedo hacerlo desaparecer. Si ya no quieres verlo.>


Los ojos de Erik se abrieron sorprendidos. Por un momento, tuvo la tentación de aceptar la oferta...Casi...dejar que Charles borrara a Shaw. ¿Cómo sería vivir sin su horrible pasado? ¿Cómo se sentiría estar libre de toda la culpa, el odio y esas memorias sombrías? Charles podría hacerlo olvidar. Sin que se diera por enterado. Estaba perfectamente consciente de que, por lo general, Charles jamás haría eso. Odiaba la idea de cambiar a alguien tan radicalmente. La oferta se le daría a Erik sólo una vez, y lo sabía. Pero, finalmente, suspiró.


- No, Charles. No tienes que hacer eso. No quiero que lo hagas. Tengo que recordarlo, es parte de quien soy. Y tú...tú no debes sentir que tienes que cambiarlo. -dijo.


Click.


Sólo entonces Erik comprendió lo que acababa de hacer. Él había...acababa de tomar una decisión por Charles. Y lo más importante, una decisión -que Charles habría hecho- de no permitirse manipular así a las personas, no importaba cuán frágiles o dañadas estuvieran. Sólo entonces Erik realmente escuchó lo que acababa de decir, y casi no pudo reconocerse a sí mismo.


Era irritante la forma en que Charles parecía haber dejado ecos en él de esa manera. Ahora que no habían barreras puestas entre ellos. ¿Charles realmente lo había cambiado tanto? ¿Había influenciado con tanta fuerza a Erik que actuaba instintivamente como él lo quería? ¿Intentando ser...un mejor hombre?


El pensamiento incomodaba a Erik.


No quería dejar el dolor porque era esencial en su ser. Pero tampoco podría soportar la culpa y la rabia de Charles cuando ya se recuperara lo suficiente y vea esta situación desde una mejor perspectiva. No bastaran estos momentos entre ellos entonces. A Erik no le molestaban las decisiones egoístas, las había tomado en su vida. Pero ser altruista al mismo tiempo...eso era nuevo. Así que alejó esos pensamientos- «Lo hiciste sólo por ti.» Decía, convenciéndose de que era sólo por su propio bien. Charles no tenía nada que ver con eso.


Erik sacudió la cabeza.


Charles le dio una leve sonrisa. <Está bien. Puede quedarse. Pero no dejes que te lastime más>, dijo.


Erik sólo pudo mirarlo, y luego asentir con la cabeza.


Entonces, se preguntó ¿cómo sería su relación si lo de Cuba nunca hubiera pasado?


No había visto a Charles tan abierto y amable con él en años.


Pero dejó de pensar en cualquier escenario. Eso ya era pasado.


<Hay otras personas malas>, dijo Charles.


<Muchas. Es una larga lista>, Erik dijo sombríamente.


Charles parecía muy confundido. Poco después dijo- <Es...no tiene sentido. Ellos están separados.>


<¿Qué?>


Charles entrecerró los ojos en concentración. <Las personas. Los lugares. Las voces. No las tenemos en orden.>


Erik todavía estaba perplejo por la forma en la que Charles se refería a un "nosotros" todo el tiempo.


Cuando Erik no dijo nada por un momento, se sorprendió al sentir como su propio cuerpo se movía otra vez -sus piernas lo acercaron más a Charles. Al segundo en que pudo reaccionar, Charles lo soltó y Erik pudo controlar su cuerpo nuevamente. Ni siquiera se enfadó -fue más fácil para él acercarse de lo contrario. Pero no tenía idea de para qué.


Charles lo observó atento. <Erik. Muéstrame.>


Erik no entendió. <¿Mostrarte qué?>


Un breve silencio. <Todo.> -dijo Charles.


Erik sintió un deja vú.


- “¿Qué sabes sobre mí?


- “Todo.


Eso había pasado hace años. En una época en la que ambos eran más jóvenes...y cercanos.


Erik se movió nerviosamente.


- No estoy seguro de si eso sea...


Pero Charles levantó las manos, instintivamente, y tomó el rostro de Erik entre ellas. El argumento murió en sus labios. Sus rostros estaban muy cerca, podía sentir la respiración de Charles en su piel. Charles era tan amable, y confiaba en él...Era como si los años en que estuvieron separados y en los que Erik estuvo en el Pentágono hubieran desaparecido. Este Charles era más parecido al que solía ser. Esperanzado. Tan ilusionado y lleno de luz.


Charles no hizo más. Sólo se quedo allí, claramente esperando algo.


Erik vaciló. Sabía que podía rechazarlo, impedir que Charles entrara. Que podría apartarse y cerciorarse de que Charles no supiera nada sobre sí mismo -de quedarse sólo como alguien que había estado con él en el hospital. Erik sabía que probablemente debería decir que no, su vida sería más fácil de esa forma. Dejar a Charles así. Manteniéndose como un extraño. A una distancia cómoda. Erik sentía que tenía la oportunidad de mantener a Charles en la ignorancia -dejarlo así de inofensivo, un telépata dañado que no tenía recuerdos. Charles no podía recordar quién era él, no realmente, había aprendido su nombre y como era su rostro, pero nada más. Y, ahora, Erik podía negarle a Charles la oportunidad de saber cualquier cosa más sólida sobre él. Erik tenía mucho miedo de dejar que alguien se acercara, y varias veces se había arrepentido de permitir que Charles llegara a estarlo. Conocerlo sólo habia traído dolor, culpa y preocupación al telépata -o eso era lo que Erik se decía a sí mismo todos esos solitarios años en el Pentágono. Sin embargo, él sabía que no era verdad.


En el fondo, Erik ansiaba que Charles recuperara sus memorias, sus pensamientos, todo. Quería que Charles viera, sintiera, y entendiera realmente sus acciones y motivaciones. Erik nunca lo había admitido, pero él siempre temió al rechazo de Charles más que a cualquier otra cosa. Temía tanto de lo mucho que necesitaba la cercanía de Charles, porque era adictiva y, eso lo dejaba tan vulnerable, tan expuesto y desnudo...Charles fue la única persona en toda su vida que le mostró verdadera lealtad, cariño y bondad. Raven sólo había seguido a Erik porque necesitaba encontrar su propio lugar en el mundo. En cuanto al resto -ellos sólo lo utilizaron como una herramienta, una salida o una pobre excusa de líder.


A pesar de la confusa hostilidad que él todavía sentía por Charles, en el fondo, Erik no podía soportar la idea de que los innumerables recuerdos, los sentimientos contradictorios y las noches sin dormir que Charles le había causado siempre, quedaran olvidados, desaparecidos. Y sólo los recordara Erik. Si Charles se quedaba así por el resto de su vida, incompleto y roto, recordaría a Erik como alguien que apenas conocía. Como el hombre del hospital.


Y Erik quería ser más.


Probablemente era un masoquista por desearlo, pero se vio anhelando que Charles volviera a ser como antes. Erik aceptaría las peleas, las penas, la tensión. Lo que fuera. Cualquier cosa, si Charles así lo reconocía lo suficiente para saber que era él. Por más que, a veces, Charles se irritara y pusiera la barrera de sus ideologías entre ambos, tenía que admitir que extrañaba a Charles desesperadamente, profundamente -demasiado, durante todos esos años que estuvieron separados.


Es por eso que Erik, probablemente, estaba aquí en primer lugar, porque no podía dejar ir a Charles.


Y no era como si Erik pudiera decirle que "no" a Charles, no cuando se lo pedía así.


Entonces, tomó su decisión. Lentamente, cauteloso asintió.- <Está bien.> -Dejó salir un suspiro tembloroso. Intentó abrir su mente, bajar cualquier barrera automática que pudiera haber puesto. Luego, Erik se concentró en sus memorias de los campos de concentración -desde el punto de partida de su propia vida. Y entonces, de algún modo, toda ella comenzó a fluir en su mente como una película -probablemente eso era provocado por Charles- fue sumergido en aquellos lugares y antiguos sentimientos. La habitación desapareció conforme las imágenes llegaban.


Shaw. Shaw riendo. Shaw golpeándolo. Su madre muriendo. Los campos. Personas muriendo. Hambre.


Su madre cayendo al suelo.


El tatuaje siendo pintado en su brazo.


Dolor. Miedo. Gritos.


Guerra. Metal. Tanto metal, destrucción, Erik sintiendo que su poder casi lo mata, porque lo había usado muy repentinamente, muy rápido, al ser un inexperto.


Venganza. Años y años deseando venganza, de odio y amargura dirigiéndolo como una máquina de matar. Shaw siendo lo único en que Erik podía pensar, en verlo morir.


Todos estos pensamientos eran diferentes, como si no pertenecieran a ningún lugar.


La moneda.


Luego, el submarino. Habia agua por todas partes y Erik se estaba ahogando, pero no le importaba. Prefería hundirse con Shaw que dejarlo ir.


De repente, hay otra persona, alguien dentro de su cabeza. Erik recuerda la primera vez que conoció a Charles, el agua por todas partes, sus pulmones gritando por aire.


Pensé que estaba solo.


No estás solo, Erik, no estás solo.


Luz. Esperanza. Charles le dio esperanza y un propósito, un lugar al que pertenecer.


Erik se ve a sí mismo aprendiendo, sanando. Creciendo cerca de Charles, de los chicos en la mansión, viendo a los mutantes y su progreso. Se ve de pie observando a Charles usando a Cerebro, con una punzada dolorosa en el corazón, con miedo de que Charles se lastimara mientras utilizaba ese aparato. Después, adoración. Los viajes por la carretera. Erik se recuerda riéndose y familiarizándose con ese sonido -que le habia parecido tan raro entonces. Erik se ve sonriendo a Charles, admirándolo. Bebiendo en bares con él después de un viaje exitoso. Charles riendo. Charles usando sus poderes para divertirlo, creando ilusiones estúpidas y haciendo que la gente dijera cosas tan inapropiadas en los peores momentos. Hank, Raven. Los largos desayunos. Sus privadas conversaciones telepáticas y bromas entre él y Charles, que los hacían sonreír al mismo tiempo en una sala llena de personas. Erik ríe y sus ojos brillan, y la sonrisa en su cara lo hace sentirse bien. Charles, usándolo como apoyo para caminar, vacilante, debido al alcohol, el cansancio o alguna otra cosa, y a Erik eso no le molesta.


Más memorias. La mayoría de ellas sobre Charles.


Charles durmiendo en el auto. Charles hablando de genética y otras cosas pequeñas. Charles bebiendo té, y Erik aprendiendo cuáles son sus sabores favoritos.


Ajedrez. Frustración. Charles sonriendo, Charles riendo. Raven desnuda. El suero de Hank que lo hizo azul. Té. Comida. Pensamientos confusos que nacían en él, y su mente sanada parcialmente.


Un arma de fuego apuntando a su frente, las manos de Charles temblando. Charles enseñándole a canalizar su poder. Él dijo que estaba entre la ira y la serenidad, pero no era cierto. Nunca lo fue.


Charles haciéndole recordar a su madre. Limpiándose una lágrima de su mejilla.


Erik observando, aprendiendo, escuchando. Encontrándose despierto a las tres de la mañana, porque nunca antes había tenido mucho tiempo para pensar en su vida.


Nunca cuestionó sus propios valores como en esos momentos.


Las memorias de Erik ganaron más velocidad y se hicieron más fuertes.


Raven, Hank. Ángel. Alex. Todos entrenando.


Erik estando en su habitación, a unos cuartos de distancia, y Charles respondiéndole telepáticamente con una ola de diversión o alegría.


Entonces, Cuba. Los misiles.


Erik sabe, en el fondo de su mente, que no debe dejar que Charles vea eso, que es mucha información, pero no puede detenerlo. Entra en pánico e intenta parar las memorias que siguen pasando, trata de borrarlas, bloquearlas, cualquier cosa. Estas lo arrastran como un torbellino y no puede salir. Es como un tren a alta velocidad -y no puede hacer nada más allá de ver cómo los flashes de los recuerdos avanzan, como todas las emociones y pensamientos enterrados fluyen en su mente. El pánico de Erik crece aún más, pero no puede impedir que suceda.


Ve a Shaw con el casco. Puede oír a Charles tratando de detenerlo, hablando con él en su mente, pero Erik está muy perdido en su deseo de venganza. Sólo quiere borrarle esa sonrisa enferma de la cara a Shaw para siempre.


¡No lo hagas, Erik!


Después, se puso el casco. Y el silencio. Misiles. Charles corriendo hacia él, y Erik golpeándolo. Charles es más pequeño, más ligero y Erik puede someterlo fácilmente, aunque no quiera.


Entonces, Moira empieza a disparar. El sonido hace eco en la cabeza de Erik tan alto y claro como aquel día. Erik observa cómo en su memoria él desvía las balas con rabia, y como después oye un terrible grito de dolor. Erik voltea, con horror ve a Charles caer en la arena, los oídos de Erik están zumbando y tiene miedo, tanto miedo...extrae la bala del cuerpo de Charles, no puede soportar la idea de que algo lo dañara, lo lastimara. Erik sostiene a Charles en sus brazos, gentil, y también posesivo, porque Charles debe estar a su lado. Los ojos de Charles están llenos de dolor, pero aún así eso no impide que tomen sus elecciones. Raven se acerca a él. Erik se va con ella.


Ambos tienen el corazón roto porque son muy diferentes el uno del otro, nunca podrán luchar lado a lado nuevamente.


De repente, las memorias de Erik parecen quedar atascadas y ve a Charles recibir el disparo de nuevo y caer una vez más. Y otra vez y otra y otra más. Erik siente un pánico cada vez mayor, pero no puede detenerlo.


El recuerdo comienza a repetirse como en un bucle y se vuelve más fuerte, más violento, y el sonido del disparo atraviesa su cabeza, siente como si le bloqueara los oídos, porque el sonido es muy fuerte.


CLICK


CRACK


De repente, la memoria simplemente se detuvo. La imagen se desvaneció como si la hubieran desconectado de su fuente de energía, apagándola. Erik parpadeó, horrorizado, encontrando un rastro de lágrimas en su rostro y la garganta seca de tanto gritar, volvió a estar en la habitación. Pero apenas percibió su estado, porque sintió las manos de Charles caer suavemente de su rostro, miraba a Erik con los ojos abiertos, como si acabara de caer en cuenta de algo.


Charles dio un suspiro tembloroso y Erik pudo sentir que algo había cambiado.


Estaba muy pálido. De repente, su conexión estaba en silencio -no total por supuesto. Pero no había ningún sonido de parte de Charles, ni uno solo, absolutamente nada.


Charles miró a Erik, con algo parecido al horror en su rostro. Entonces, por primera vez, vio un destello de reconocimiento en sus ojos. Charles parpadeó, y jadeó, pero parecía que no podía respirar, todavía miraba a Erik como si estuviera a punto de ahogarse.


- ¿Ch-Charles? -Erik susurró, con la voz ahogada y llena de pánico mal contenido.


Fue entonces, que el rostro neutro y tranquilo de Charles se borró, ese con el que siempre lo vio Erik desde que estuvo en el hospital. De un momento a otro, sus facciones formaron una expresión algo familiar, y el corazón de Erik saltó cuando vio el destello de conciencia en los ojos de Charles. De repente, miraba a Erik en shock -y conocía aquel rostro, lo reconocería en cualquier parte. Charles Xavier -el que siempre había conocido- estaba, inesperadamente, observándolo directamente, el paciente del hospital, inofensivo y gentil, había desaparecido.


Erik tuvo miedo de incluso respirar.


Unos terribles segundos pasaron.


El mundo parecía haberse detenido.


Un notorio pavor se apoderó de Erik.


Intentó mantener la calma, pero sabía que algo se estaba cayendo a pedazos. Erik pudo sentir que había algo diferente en el aire ahora, era como electricidad, como un tsunami que llega a la distancia. Erik intentó percibir lo que era, o qué podía hacer al respecto al sentirlo acercándose. Fue entonces cuando vio a Charles respirar con dificultad, y sus ojos llenarse de agonía sin despegarse de los de Erik. La mirada de estos hizo que se congelara. Conocía esa mirada, esta vez realmente la conocía. Charles luchaba por respirar, como si no pudiera tomar suficiente aire, y al mismo tiempo Erik podía sentir la primera marea, un huracán estaba a punto de desatarse.


- <Erik> -Charles dijo, en shock, ahora su voz telepática era completamente suya, y Erik fue sorprendido por el cambio repentino y sintió que se le encogía el estómago cuando se dio cuenta de que Charles sabía quién era. Ahora realmente lo sabía. La manera en como dijo su nombre era completamente diferente a la de antes, fue un susurro temeroso.


Durante tres segundos, la tensión se mantuvo. Y entonces algo se partió a la mitad.


Algo en el enlace que los unía estalló, y Erik gritó de dolor al sentirlo como si su cerebro estuviera siendo perforado. Era como una presa que se rompe y el agua surge libre, destrozando todo en su camino. Charles se balanceó peligrosamente y su rostro se contorsionó de dolor. Erik podía oír susurros débiles, muy distantes.


Charles intentó respirar, pero el aire quedó atrapado en su garganta y su piel brillaba húmeda por el sudor frío que lo invadió. Erik, abruptamente, pudo sentir a Charles alejarse de su mente a través de su conexión, como si retrocediera centímetro a centímetro, pero el movimiento era violento, como si Charles estuviera tratando de separarse pero fuera tirado de vuelta por manos invisibles.


Después, los susurros pasaron a ser más altos y los ojos frenéticos de Charles se llenaron de pánico. Sacudió la cabeza furiosamente. «NONONONONONO», su mente repetía de forma alarmante.


Miró a Erik, impotente, afligido, buscándolo como un salvavidas. Pero Erik no podía hacer nada más que sentir la presencia de Charles lentamente debilitarse dentro de su cabeza más y más, yéndose más allá del enlace, donde había un muro que Erik no podía traspasar.


Los susurros comenzaron a transformarse en voces, y Erik se encogió cuando su volumen e intensidad aumentaron.


Entonces lo entendió: los poderes de Charles -su telepatía- estaban regresando. Algo en Charles había cambiado, se habia roto y, ahora, sus poderes emergían sin nada que los detuviera.


Charles comenzó a temblar mientras se llevaba las manos inútilmente a los oídos, como si el ruido estuviera viniendo desde afuera de la habitación. Erik podía sentir la presencia de Charles alejarse de su mente, y entonces Erik lo entendió.


Charles había estado, literalmente, dentro de su cabeza, en la mente de Erik, como si ésta fuera un escondite. Como dijo Frost. Erik sólo no había entendido que lo quiso decir literalmente -que Charles huyó de los horrores de su cabeza, refugiándose en la mente de Erik, y había estado allí todo este tiempo. Es por eso que Charles no se dio cuenta de que Charles no era Erik, que eran dos personas diferentes: porque Charles había escapado mentalmente a la cabeza de Erik. No estuvo dentro de su propia mente después de lo sucedido en la sede de Quimera.


Erik respiró, horrorizado, al comprender que en todo ese tiempo Charles pudo haberlos matado a ambos por recordar su experiencia en el laboratorio de Quimera, casi estuvo a punto de hacerlo.


De repente, el ruido estaba en todas partes y Erik no podía hacer nada más que soportar el dolor cuando el sonido de las voces se hizo aún más fuerte. Y más alto. Y más lacerante. Eran cientos de ellas, todas ensordecedoras, en una cacofonía enloquecida. Erik podía escuchar cada una -de hombres, mujeres, niños. Gritando, llorando, hablando, suspirando. Podía captar miles de emociones, sentimientos, incluso sensaciones físicas. Erik sentía como si su piel empezara a caerse y arder, el dolor iba más allá de todo lo que podría haber imaginado.


Charles parecía no poder respirar, y Erik sentía que cada respiración irregular intentaba ahogarlo. Charles estaba sosteniéndose la cabeza, intentando alejar las voces, hacerlas callarse, pero estas sólo se amplificaban. Erik podía sentir a Charles hundiéndose más y más dentro de su propia mente, al mismo tiempo en que su telepatía se fortalecía a cada segundo.


Erik sintió que un hilo de sangre empezaba a escurrir de su nariz, e instintivamente, también colocó las manos sobre sus propios oídos, pues sentía como si su cerebro se fuera a derretir y salir a través de ellos. Comenzó a gritar, no pudo evitarlo, había mucho ruido, voces y sensaciones. Su visión quedó peligrosamente borrosa y sintió como si millones de agujas fueran penetrando su sinapsis, explotándola y apuñalándola.


<¡Charles! ¡Charles, para!>, Erik rogó.


Pudo sentir el desespero que irradiaba Charles a través de su enlace.


- <¡CHARLES!> -Erik rugió, incapaz de canalizar ese horrible dolor de otra forma. Se dio cuenta que Charles, probablemente, no podía hacer nada al respecto, porque ninguna persona experimentaría este tipo de angustia de buena gana.


Erik quería salir de allí. IRSE. Quería trepar por las paredes, meterse debajo de la cama, ahogarse -cualquier cosa que hiciera callar las voces infernales. Era como si el ruido lo aplastara, apoderándose de su cabeza, las cientos de emociones distintas desplomándolo, abatiéndolo. No podía sentir su cuerpo porque sentía que tenía veinte de ellos, todos diferentes. Los corazones bombeaban a ritmos distintos, los pensamientos girando sin parar, y Erik simplemente temía enloquecer en cualquier momento. O perderse a sí mismo, convirtiéndose en otra persona, alguien cuyo nombre desconociera, pero de quien podría sentir cada irritación, caricia, pensamiento y sentimiento. O tal vez se convertiría en una mezcla sin sentido, de cincuenta personas.


Sentía a las personas corriendo, caminando, golpeándose unas con otras, teniendo un orgasmo, llorando, sufriendo ataques al corazón, comiendo, besándose, temblando. Siendo violadas, asesinadas, heridas, golpeadas. Amadas, acariciadas, susurrando. Erik podía sentir todo eso, cada centímetro de ello, en todas partes.


Erik gritó y gritó, sintiendo a lo lejos, al metal respondiendo a su angustia, a su colapso, sufriendo con él en esa habitación.


Esto tenía que parar. Erik intentó enfocar la vista en Charles, con los ojos entrecerrados, a tiempo para verlo caer de espaldas, y entró en pánico. Apenas consiguió sostener a Charles en sus brazos temblorosos, depositándolo cuidadosamente en la cama. Charles estaba pálido, tenía los labios azules. Su cuerpo entero estaba tan tenso como una cuerda de violín por el dolor infinito. Sus ojos azules se estrechaban, y todavía luchaba por respirar.


De repente, Erik entendió que Charles no podía hacer que el aire pasara. Recuperar toda su habilidad telepática tan rápidamente podía, en efecto, matarlo. Erik apenas conseguía concentrarse en cualquier cosa -su nariz sangraba, su mente dolía, sus manos temblaban-, el ruido era terriblemente ensordecedor, pero el pánico era más fuerte. Asustado, Erik tomó el rostro de Charles en sus manos.


- Ch-Charles. Mírame -Erik llamó.


Pero ni siquiera podía oírse diciendo eso, porque los centenares o miles de voces dentro de su cabeza lo sofocaban todo.


<Charles>, Erik lo llamó a través de su enlace, y, por algún milagro, su llamado logró llegar. Probablemente tomó fuerza por el pánico de Erik. Los ojos de Charles, entumecidos y oscuros por la agonía, parpadearon débilmente, muy lentamente vieron en dirección a Erik.


<Mátame>, susurró.


Erik se congeló. En shock. Atónito. No podía haber escuchado bien.


<¡¿Qué?!>


La presencia de Charles se estaba haciendo borrosa en el extremo de su enlace. Erik se dio cuenta de que Charles apenas podía respirar y la falta de oxígeno era la que hacía a sus labios azules.


<Mátame, Erik. Has que se detenga>, Charles suplicó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.


Erik sacudió la cabeza con rabia. <¡No no no! Yo no voy hacer eso.¡Detenlo!>


Charles intentó de nuevo tomar aliento, pero no pudo. <Erik>, dijo Charles, y esta vez Erik reconoció la forma en la que dijo su nombre. Charles definitivamente lo recordaba.


El cuerpo de Charles convulsionó débilmente.


Erik intentó pensar rápido, no importara lo difícil que le era formar frases coherentes en su cabeza. ¿Y si noquea a Charles? ¿Detendría la telepatía? No -se respondió con miedo- muy probablemente, Erik sería capaz de sentir la telepatía a través de su conexión, aunque Charles estuviera inconsciente, su poder aún dañaría la mente de ambos, incluso sin que Charles tomara el control. La mente débil e inexperta de Erik probablemente sería aplastada como a una hormiga.


Charles estaba recobrando su poder muy rápidamente, de una sola vez, después de que su mente fuese destruída por Quimera. Parecía imposible, pero el poder de Charles aún estaba expandiéndose; su alcance era cada vez mayor, y más y más voces se juntaban a las otras. Si no se detenía, Erik supo, que sería fatal.


Charles era peligrosamente poderoso; su alcance era mayor que el de cualquier otra persona.


¿Había algo que lo detuviera?


De repente, Erik lo supo: las jeringas. Recordó inmediatamente la caja negra en el otro cuarto y el suero contenido en ellas. Una salvaje esperanza brotó en su pecho y Erik miró a Charles triunfalmente, para descubrir que él ya casi se rendía. Podía sentir su presencia desaparecer a medida que el sonido de las voces se hacía más fuerte. Erik sentía como su cerebro quería derretirse, pero se esforzó para no caer al suelo al ponerse de pie. Sus rodillas cedieron y cayó, comprendió que no sería capaz de llegar al otro cuarto. No podía.


Como reflejo, Erik estiró la mano hacia adelante, localizando con su poder las pequeñas piezas metálicas de las jeringas, y las atrajo hacia sí. Vio con su mirada oscurecida las bolsas atravesando, literalmente, la puerta, las astillas de la madera regadas en el suelo. Pero a Erik no le importaba, pues ahora la bolsa estaba más cerca de él.


En su agitación, Erik concentró todo lo que tenía de fuerza para abrirla, sus manos estaban manchadas de sangre, no veía correctamente, después de algunos segundos rasgó la cremallera y sacó de allí la pequeña caja. Erik buscó febrilmente una jeringa y, cuando la encontró, la tomó en un fuerte agarre. Después, tropezó de vuelta a la cama. De manera lejana, pudo sentir su nariz y oídos sangrando, además de una fuerte necesidad de vomitar, pero se obligó a concentrarse.


Erik se acercó todo lo que pudo a Charles, porque temía que su propia fuerza cediera en cualquier momento, y levantó la jeringa hasta su ángulo de visión. Después, sin vacilar se la puso a Charles en el cuello con fuerza, causándole dolor, pero Erik no podía pensar bien y empujó el líquido. Cuando terminó, tiró lejos la jeringa vacía y casi se rindió al dolor que hasta entonces luchaba por contener.


Erik oró para que funcionara. Los segundos parecían pasar muy lentamente, y cada instante era un tormento. Erik se sostuvo la cabeza, como si quisiera evitar que su cerebro derretido le saliera por los ojos, y se limitó a concentrarse en inspirar y expirar. Estaba encogido como una bolita, de rodillas, encima de la cama, y la sangre caliente y pegajosa fluyendo de sus orejas y su nariz. Algunas gotas se filtraban incluso por sus ojos.


Erik empezó a gritar de nuevo, porque tenía que descargar esa agonía de alguna forma. Sus gritos fueron sofocados por la manta debajo de su cuerpo, Erik se hundió más contra ella, sintiendo como si fuera sesenta personas al mismo tiempo, como si poseyera nueve cuerpos y tres mil voces, y como si estuviera a punto de perderse en todas ellas.


Horripilantes segundos pasaron.


Erik rezó para que un poder mayor lo hiciera parar.


También casi, casi deseó que las voces realmente lo mataran en ese instante, porque todo lo que quería era que se detuviera. Sólo. QUE PARE.


Siguió gritando.


Entonces, muy lentamente, las voces perdieron nitidez. Al principio, no hubo ninguna gran diferencia pero, gradualmente, Erik pudo sentir la telepatía que emanaba de Charles disminuir, desaparecer. Las voces y emociones, los cuerpos y las presencias comenzaron a calmarse. En unos minutos más, las voces se volvieron susurros, y Erik agradeció a todo los dioses que conocía, dando la bienvenida al silencio con los brazos abiertos, respirando pesadamente. Le tomó un minuto para poder abrir los ojos de nuevo, y un poco más de tiempo a que su visión dejara de ser borrosa. Sus oídos habían parado de sangrar y Erik intentó dejar de temblar. Levantó la mirada hacia Charles.


Exaltado, Erik respiraba inestablemente. Los ojos de Charles permanecían cerrados y se veía demasiado agotado.


Erik casi tuvo miedo de acercarse. Pero, de todos modos, se inclinó hacia Charles, y buscó su pulso. Era débil y errático, pero aún estaba allí. Aunque de alguna forma, Erik percibió que algo andaba mal, porque aún seguía muy pálido y algo azulado, puso la mano por encima de la boca de Charles. Pudo sentir una débil brisa.


«Mein Gott.»


- ¿Charles? ¡Charles! -Erik llamó. Lo sacudió no muy gentilmente. Esperó, pero nada sucedió. Le dio unas palmadas a Charles, pero no tuvo ninguna reacción.- Jesús Cristo -susurró con horror, y miró al telépata. Trémulo, Erik pensó en cualquier tratamiento médico que conociera. Rápidamente limpió la mayor parte de la sangre de su cara y se inclinó para darle respiración boca a boca. No tuvo tiempo de pensar en lo que sentía al hacerlo, sólo repitió el gesto, soplando aire dentro del cuerpo del telépata tanto como podía. Estaba a punto de hacerlo por cuarta vez, cuando sintió que los pulmones de Charles finalmente respondieron, respirando por sí mismos.


Erik se tambaleó hacia atrás, observándolo con cuidado y cerciorándose de que Charles mantuviera la respiración. Afortunadamente, lo hizo. Erik observó cómo su rostro recobraba el color gradualmente.


Erik apoyó su cara en su mano, respirando con dificultad.


Estaba completamente agotado.


Su rostro aún estaba cubierto con la sangre que había derramado su nariz, parte de ella también estaba en la boca de Charles. Sin mencionar los oídos de Erik, que estaban llenos de sangre seca y pegajosa, haciendo que el sonido fuera más sofocado de lo que ya era.


Pasaron largos segundos.


Erik observó a Charles inmóvil e inconsciente. Se quedó ahí, durante minutos, sintiendo la atormentada mente del telépata en la suya propia.


Unos pensamientos comenzaron a surgirle.


Conforme el shock de la experiencia pasaba, se volvieron más claros.


Y por primera vez, Erikse dio cuenta.


Los constantes dolores de cabeza de Charles que duraban días, las migrañas interminables que tenía. Lo sombrío que se volvía su rostro, a veces, en medio de una frase.


Erik miraba, aturdido, la jeringa vacía en el suelo, recordando lo duramente que había juzgado a Charles, por haber querido dormir sus poderes.


Recordó como le había hablado a Charles, con arrogancia.


¿Sacrificaste tus poderes para caminar?


Sacrifiqué mis poderes para dormir, no lo entenderías.


Y Erik lo entendía ahora.


Realmente lo hacía.


Más importante aún, se dio cuenta que nunca lo había entendido. Nada.


No sabía nada al respecto. Nunca lo necesitó. Siempre había imaginado que los poderes de Charles eran sólo leer pensamientos, jugar con la cabeza de las personas, crear ilusiones, y localizar mutantes. Fácil. Natural, como el control de Erik sobre el metal.


Pero ahora tuvo esa pequeña muestra que había tenido de la telepatía de Charles hace unos minutos -el masivo mar de voces, de emociones- incluso dolor físico...Personas peleando, gritando, golpeando. Erik no podía siquiera distinguir cualquier cosa, aunque reconoció algunas de las personas en cuyas cabezas había estado. Unas estaban sentadas en un tren, otras leían, luchaban, dormían, se besaban, algunas tenían sexo, otras morían. Erik los había sentido a todos, desde una joven madre dar a luz a un niño hasta un anciano yendo a buscar su correspondencia. Lo bueno y lo malo -desde la caricia más suave al golpe más violento-, desde la estocada de un violador al beso en el altar de una boda.


Erik se sintió mal y sintió la bilis subirle a la garganta.


¿Quién había sido él para juzgar a Charles?


Si se le hubiese permitido escoger a Erik, él no querría tener un poder como ese. De repente lo que Raven le había dicho una vez, hace años, tuvo sentido- “Tu poder es práctico por ser invisible, pero ¿qué pasa con nosotros que parecemos monstruos y que las personas temen mirar? ¿Qué pasa con aquellos que están sufriendo por su poder, que no pueden vivir una vida normal a causa de esa herencia genética? Piensa en eso, Magneto, antes de culparme por esconderme o querer ser normal, para algunos de nosotros no es tan fácil apagarlo y encenderlo como si fuera un interruptor.


Erik le había afirmado a Raven que sabía lo que ella quería decir, pero no lo hacía.


No, realmente.


De ningún modo.


Y, por primera vez en su vida, Erik miró a Charles y sintió compasión por él. Compasión por tener que soportar tanto, por tener un poder como ese y, aún así, nunca haberse quejado abiertamente. Nunca le mostró a Erik su incomodidad, ni siquiera una vez. Siempre actuó de manera alegre y negligente, incluso cuando tenía esas migrañas.


No lo entenderías, Charles le dijo con enojo.


Por primera vez, Erik sabía que tenía razón al admitir que: no lo entendía de nada.


Y, lentamente, empezó a percibir que había perdido la arrogancia y el ligero desprecio que tenía hacia Charles.


Se sentía un hipócrita.


Era un hipócrita.


Y Erik sintió vergüenza.


De repente, se sintió muy insignificante. Quería enterrar la cabeza en la almohada y esconderse por un tiempo.


Pero, como Erik no tenía a dónde ir, se dejó caer en la cama, no le importaba cuán desordenada estuviera o cuanta sangre seca había. No se atrevió a pasear la mirada por la cabaña y verificar las condiciones en que se encontraba. Todo lo que era de metal, en un radio de varias millas, probablemente se había torcido y doblado, crujido y roto, mientras Erik buscaba salvarse de las voces.


Estaba exhausto y avergonzado. La culpa lo corroía.


Erik tuvo una sensación de ardor detrás de sus ojos, cuando inhaló el olor de la manta. Parpadeó con fuerza al acostarse al lado de Charles, mirando el pequeño agujero que la aguja de la jeringa había dejado en su cuello. Erik cerró los ojos. Intentó borrar las memorias de las voces -quería frotarlas con un jabón- pero no lo consiguió. Todavía podía sentir los últimos vestigios de las emociones de esas personas desconocidas. Y la desorientación de sentir varios cuerpos, de casi olvidarse de quién era. Casi se había ahogado en todo eso.


Mordiéndose el labio, Erik echó su mano cansada y ensangrentada en su lado de la cama. De alguna manera, ésta parecía buscar el hombro de Charles y envolverlo. Como si eso pudiera impedirle irse y como si así pudiera borrar todas las acusaciones desagradables y las palabras arrogantes que le había dicho a Charles sobre sus poderes. Haciéndolo menos, subestimándolo. Tratándolo con desdén, diciéndole cómo usar un poder que él nunca había entendido.


Erik se acercó, aún débil, para poder oír la respiración de Charles. Sólo para estar seguro.


Un pesado silencio llenó la habitación. Parecía aún más silencioso que antes. Casi sofocante.


Y aún con los ojos ardiendo, enterró su rostro en el cabello de Charles.


Robó ese momento para sí, para su vergüenza, y la ansiedad de ver ahora las cosas bajo una nueva luz. Se permitió ese momento de debilidad, para quebrarse, para buscar cercanía física, porque no podía detenerse, aunque quisiera. Podría alegar que fue debido al estrés, el dolor, la adrenalina, el agotamiento. Por esos meses en que estuvo en peligro su vida. Cualquier cosa. Podría intentar mentirse e ignorarlo, como siempre lo hacía, pero de alguna manera, en ese momento en que estaba completamente solo, no tenía fuerzas para creerse sus mentiras.


El cabello de Charles olía a manzanas y los ojos de Erik quemaron más, volvió a apretarlos con fuerza.


Por un momento, no pudo recordar quién era. Magneto parecía una broma de mal gusto, una caricatura, y Erik Lehnsherr ya no era el mismo.


Y no era debido a las miles de voces que estuvieron atrapadas dentro de su cabeza hace poco -era a causa de aquella voz en la parte profunda de su mente, que ahora estaba tranquila.


De algún modo, era horrible, pero de una forma muy diferente a las veces anteriores.


Ella le decia: Te equivocaste. Estuviste equivocado todo el tiempo.


Erik soltó un doloroso y frustrado suspiro de rabia, porque, por primera vez en su vida, no podía discrepar.


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