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Algún día por Princess of hell

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    Al entrar a aquel lugar, vi a Near, sentado en el suelo como acostumbra, armando un puzzle blanco con una L gótica en la esquina. Roger se veía deprimido, triste, como si hubiera recibido una mala noticia. Un silencio denso invadía la habitación. Luego de presenciar ese panorama, cerré la puerta detrás de mí, me acerqué a su escritorio y quedé esperando a ver que tenía para decirnos. Evidentemente no sería nada sobre los chocolates que me robé. Había algo más serio en estos momentos.
El anciano no parecía querer soltar palabra alguna, así que decidí que tendría que tomar la iniciativa y ayudarlo para que de una vez por todas nos comunicara aquel asunto que era tan urgente. Pero antes de querer siquiera susurrar algo él habló.
Nunca pensé que a partir de hoy y de las palabras que Roger nos diría mi vida daría un giro inesperado. Nunca pensé que mi mundo cambiaría en un abrir y cerrar de ojos. Nunca pensé que la madurez y determinación me golpearían tan terriblemente.

     Todo pasó tan rápido. Todo fue tan inesperado. Mi vida tomó un rumbo diferente. Azoté fuertemente la puerta detrás de mí queriendo descargar toda la furia que poseía con ese acto. Lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas. Ira había en mi interior, impotencia por pensar que todo podría haber sido diferente. Caminaba rumbo a mi habitación, golpeando paredes y empujando a quién se interpusiera en mi camino, con solo un pensamiento en mente.
Con otro portazo y poniendo traba a la puerta me encerré en mi habitación. Me deslicé sobre la pared dejándome caer. Atraje las rodillas a mi pecho y las rodeé con mis brazos, apoyando así mi cabeza y dándome la libertad de llorar y descargarme tranquilamente porque ésta sería la última vez que lo haría.  Escuché golpes en mi puerta, gritos llamándome, pero le sería inútil intentar que salga, no lo haría. Matt insistía, era algo característico en su personalidad ser tan perseverante. Sabía que tarde o temprano vendría. Por lo visto ya se enteró de la mala noticia. Supuso, de seguro, que sería algo doloroso para mí y probablemente quiso venir a consolarme. Lo siento Mail pero sé valerme por mí mismo.

     Sin darme cuenta las horas pasaron, y se hizo de noche. Decidí que sería bueno ir buscando todo lo necesario para poder dejar ésta vida y lo que fue mi infancia atrás. Sabía que a la madrugada no habría nadie por los pasillos que me interrumpiera, todo lo que fui hasta el día de hoy se lo llevaría el viento.
Chocolates, ropa, dinero, cosas infaltables eran guardadas dentro de una vieja valija. Dejaría el pasado atrás, por lo que todas las fotos y recuerdos los guardé en una pequeña caja que escondí bajo mi cama. Después de haber limpiado todo rastro de mi presencia aquí, me senté en mi escritorio y tomando una lapicera me puse a escribir todo lo necesario en un papel que posteriormente terminó dentro de un sobre.
Silencio… eso es lo que había fuera de mi habitación. Vi la hora en el reloj de la mesa de luz eran las tres de la madrugada en punto. Me asomé por la ventana de mi cuarto, por la cual miraría por última vez el jardín de aquel lugar. El patio trasero era inmenso, lleno de verde y colores florales. Con hamacas y demás juegos para los niños además de una cancha para practicar múltiples deportes. En invierno todo se cubría de blanco y los niños, alegres, salían a hacer ángeles en la nieve, muñecos o guerras mientras reían y disfrutaban entre ellos.

    ― ¡A que no me alcanzas! ―decía un pequeño rubio de apenas seis años mientras corría. Su amigo iba por detrás. ― ¡Qué lento eres Matt! ―Reía al llevarle gran ventaja.
    ― ¿Ah sí? ¡Ya verás! ―tomó una gran cantidad de nieve entre sus manos dispuesto a arrojársela a aquel niño que osó a burlarse de él.
Entre carcajadas y travesuras se divertían y pasaban el tiempo.
    ― ¡Qué esperas cobarde, da tu mejor tiro! ― se puso frente suyo mientras extendía sus brazos al cielo.
Entonces el niño pelirrojo arrojó aquella gigantesca bola de nieve hacia su amigo, pero este la esquivó, logrando así que le diera a alguien más.
    ― ¡Oh oh! ―Matt instantáneamente se arrepintió de lo hecho y corrió hacia la que fue su víctima, ahora toda cubierta de nieve. ― ¡Lo siento señor Roger! ―rogaba el niño miles de veces, mientras su amigo no dejaba de reírse por lo sucedido.
    ―Matt deja de lamentarte. No fue nada, después de todo, estaban jugando ― dijo Roger alegremente. ―Además no vine a castigar a nadie
. Ante eso, pudo verse la sorpresa en ese par de traviesos. ―He venido aquí a traerles compañía.
En un principio no supieron qué quiso decir con ello, hasta que vieron como un niño se asomaba tímidamente de su escondite espiando lo que estaba sucediendo.
    ―Vamos no seas tímido―habló el adulto con dulzura a aquel pequeño vestido completamente de blanco, bajito, delgado y de apariencia frágil. ―Los presentaré ―dijo el director de aquel lugar mientras sostenía la mano del niño. ―Ellos son Mello y Matt ―los señaló respectivamente, ―y él es Near ― ahora señaló a aquella criatura avergonzada. ―Quiero que sean amables con él, solo tiene cuatro años. ―Y así sin más se marchó despidiéndose y dejándolos para que se familiaricen.
Claramente el niño se hallaba intimidado por estar con dos mayores en edad y apariencia a él.
    ―Ven vamos a jugar ―. Habló Matt primero, extendiendo su mano esperando a que éste la tomara. El niño miró a ambos con desconfianza, pero después de unos segundos su pequeña mano se entrelazó con la del mayor.

     Luego de correr de aquí para allá por todo el jardín se acostaron en la nieve totalmente agotados mirando al cielo.
    ―Chicos tengo que irme ―dijo Matt para luego dejar solos a Mello y a su nuevo amigo.
Se hizo un silencio un tanto incomodo entre ellos. El pequeño de blanco estaba nervioso. Mello volteó para observarlo haciendo que se sonrojara por la vergüenza de que alguien lo mirara tan fijamente.
    ―No hablas mucho cierto ―fue lo único que se le ocurrió decir para romper la tensión. ―No seas tímido, no muerdo ―. Near sonrió levemente y Mello se sintió un tanto orgulloso por haber logrado captar su atención. ― ¿Te gusta el chocolate? ― preguntó mientras sacaba uno del bolsillo de su abrigo. No habló, únicamente se dedicó a negar con la cabeza. ―No puede ser que no te guste, ¡es lo más rico que hay en todo el mundo!
El niño sorprendido se puso de costado para mirarlo.
    ―Es que nunca probé uno ―dijo con su tierna voz en un tímido susurro.
    ―En ese caso… ―partió la mitad y se la pasó.
Examinó la barra de chocolate por un rato y después la acercó a su boca para probar esa cosa extraña de aroma dulce.
    ― ¿Y? ¿Qué tal? ―preguntó al ver que ya había comido un pedazo.
    ―Es dulce y muy rico ―dijo con una adorable sonrisa adornando su rostro. Ese tierno gesto hizo que las mejillas de Mello fueran coloreadas por un suave rosa que resaltaba de su piel. De un momento a otro Near se acercó y lo abrazó, recostando su cabeza sobre su pecho.
    ―Te quiero Mello ―expresó de la manera más inocente y pura. Levantó su cabeza para mirarlo a los ojos. Sus miradas se encontraron y Mello notó los hermosos irises grises del pequeño entre sus brazos.
    ―Yo te quiero más
algodón ―correspondió ese tierno e infantil sentimiento.
    ―No soy
algodón, mi nombre es Near ―infló sus mejillas mostrando un gesto ofendido.
    ―Es que eres muy blanco y tierno. Eres mi dulce algodón de azúcar.

    A veces la vida es injusta, aun así estoy totalmente agradecido de todo lo que viví hasta ahora. Tampoco hay vuelta atrás. La decisión ya está tomada. Tomé todas mis cosas y salí de mi cuarto sin mirar atrás. Mientras más tardara más dolería. Avancé a paso lento por los pasillos, tantos recuerdos llegaron a mí.

    ― ¡Corre que nos va a alcanzar! ―gritó mientras tironeaba del brazo al chico detrás de él.
    ―Si sabes que eso lo fastidia, ¿por qué lo haces? ―. Su voz se notaba agotada y agitada por tanto correr.
Matt había decidido sacarle los chocolates a su amigo y por alguna razón Near se vio involucrado en esa cruel broma. Ahora ambos estaban escapando de la ira de Mello.
Hace ya un año que se habían conocido y desde ese momento fueron inseparables.
Pasaron por un pasillo poco transitado y al llegar al otro extremo se llevaron el susto de sus jóvenes vidas.
    ― ¡Los encontré! ―exclamó de manera psicópata.
    ―Buena suerte Near ―dijo el mayor de todos, al encontrar una salida y lograr escapar.
    ―Pero… ―. No sabía cómo reaccionar, estaba demasiado cansado. Se recostó en la pared y cerró los ojos esperando a que cualquier cosa pasase.
    ―Tranquilo sé que no fue tú culpa ― dijo con un cambio de humor repentino. Near lo miró sorprendido. ―No soy el más inteligente del lugar por nada. Además lo conozco de hace años ―explicó regalándole una sincera sonrisa al chico frente a él. Después revolvió su cabello. ―Vamos a jugar, ya terminé mi tarea por hoy― le extendió su mano.
Near la aceptó sin dudarlo. Aun tenía cinco años, por lo que se veía libre de exámenes. Tenía todo el tiempo libre, a diferencia de sus amigos, pero cada vez que podían iban a jugar con él.
Iban felices por los pasillos aun con las manos unidas. Hablaban y reían. Aquel niño tenía la capacidad de transmitirle su felicidad a cualquiera y su ternura lo hacía salirse con la suya cuando la situación lo ameritaba.
    ―Ahora por culpa de Matt me quedé sin chocolates ―refunfuñó.
    ― ¿Por qué no le pides más a Roger?
    ―Porque resulta que lo que me sacó mi “amigo” ―dijo gesticulando con sus manos ―era lo que me habían dado por la semana.
    ―Perdón ―susurró cabizbajo totalmente apenado aceptando toda la culpa.
    ―No te disculpes por lo que aquel idiota hizo ―pronunció algo enojado. Near era demasiado bueno.
    ―Tengo una idea ―dijo y tironeó de su brazo para llevarlo a su objetivo. No tenía idea qué era lo que surcaba por su mente pero se dejó hacer.
De un momento a otro estaban ambos parados frente a la puerta que daba al despacho de su director.
    ― ¿Qué estas tramando? ―preguntó más no fue oído.
El pequeño de cabellos rizados abrió la puerta y entró, aun sujetando el brazo de Mello.
Detrás de un escritorio estaba sentada la máxima autoridad del orfanato quien al escucharlos entrar alzó la vista de su papeleo.
    ― ¿Qué precisan? ―preguntó amablemente.
    ―Señor Roger ―comenzó, tímido y mirando al suelo pensando bien sus palabras ―Mello me convidó gran parte de sus chocolates y ahora ya no tiene.
    ― ¡¿Enserio?! ―exclamó sorprendido. ―Nunca antes había convidado chocolates. ¿Es eso cierto? ―. Miró fijamente al rubio que en un principio no reaccionaba pero lo hizo gracias a un apretón de manos que le dio su compañero.
    ―Eeh. Sí, es totalmente cierto  ―respondió algo nervioso.
    ―Bueno, que lindo gesto de tu parte ―dijo alegre al ver que al fin podía apreciar su bondad. ―Pero lamento decirte que esa era tu ración semanal, no puedo darte más hasta el lunes que viene.
    ― ¡Pero faltan seis días! ―gritó comenzando a perder la paciencia. Near lo volvió a frenar con un apretón más fuerte, sabía que si actuaba de esa forma no iba a conseguir nada.
    ―Por favor señor Roger ―dijo Near con un tono suplicante y poniendo aquella mirada tierna que solo él tenía y a la que nadie podía negarle nada.
Lo pensó por un tiempo. Ambos niños estaban expectantes de su respuesta, uno más impaciente que el otro.
    ―Está bien ―cedió finalmente.
    ― ¡Gracias! ―exclamaron los dos sonriendo triunfantes.
Luego salieron de allí y se dirigieron a la habitación del mayor.
    ― ¿Cómo es que lo haces? ―preguntó con curiosidad el rubio.
    ― ¿Qué cosa?
    ―Siempre consigues lo que te propones.
    ―La verdad es que no lo sé ―dijo encogiéndose de hombros. ―Pero tienes los chocolates, eso es bueno ¿no? ―dijo de manera inocente sonriéndole.
    ―Supongo que sí.
Ambos estaban recostados en la cama de Mello. Había lápices desperdigados por toda la habitación. Cada uno tenía un cuaderno en el cual dibujaban. El juego consistía en dibujar lo que el otro le pedía que hiciese en un límite de diez minutos.
    ―Mmm…―. El chico vestido de blanco se hallaba pensativo posando el lápiz en sus labios mientras miraba perdidamente el techo. ― ¡Ya sé! ―exclamó repentinamente. ―Tienes que dibujar lo  más lindo que se te ocurra.
Su compañero asintió y se puso manos a la obra. El lápiz se movía arduamente sobre la hoja y con un brazo bloqueaba el dibujo para evitar que el otro lo vea. Pasado el plazo de tiempo ya había logrado terminarlo. Miraba constantemente la hoja, orgulloso de su trabajo.
    ―Quiero ver ―exigió Near, mientras tiraba suavemente de la manga de la remera de Mello.
    ―No ―negó cambiando repentinamente de humor llevando el cuaderno a su pecho y apretándolo con fuerza.
    ― ¿Por qué? La condición era ver todos los dibujos ―dijo apenado. ―Además dibujas muy bien ―y eso no era mentira. Era impulsivo y tenía poca paciencia pero aun así los trazos sobre sus bosquejos eran perfectos. De algo servían las clases de arte después de todo.
En un momento de distracción, Near fue más rápido y le sacó el cuaderno. Cuando lo vio sus ojos se abrieron de sorpresa y en sus mejillas comenzó a resaltar un suave rubor.
    ―Pero… ―dijo mientras observaba lo que tenía entre sus manos.
    ―Dame ―gritó sacándoselo y volviéndolo a apretar en su pecho esta vez ejerciendo más fuerza. Sus mejillas también se encontraban coloreadas de rosado y evitó completamente la mirada del otro.
    ―Te dije que dibujarás lo más lindo ―dijo extrañado. ―Entonces… ¿por qué me dibujaste a mí?
    ―Podrás ser inteligente y tierno, pero cuando quieres realmente eres un cabeza dura ―dijo mientras le daba suaves golpecitos en la cabeza. ―Mejor vamos al comedor, ya es hora de cenar.
Nadie habló más del asunto pero ambos recordaban lo sucedido y cuando sus miradas se cruzaban no podían evitar instantáneamente desviarla hacia otro lado ni mucho menos disimular el rubor que sus mejillas poseían.

Notas finales:

Hasta la próxima semana a quien siga este fanfic <3


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