Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

RinHaru week 2018 por Yaoi lovers

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Antes que nada una disculpa por subirlo más tarde que el resto de días, estuve un poco ocupada y apenas tive tiempo. 

Espero sea de su agrado. 

No tenía idea de lo que había pasado, sólo recordaba que el balón con que él y sus amigos jugaban salió disparado del campo y fue quien decidió salir tras él. Sólo recordaba el sonido de un auto y gritos desesperados por todas partes.


Su cuerpo temblaba y sus ojos estaban abiertos a más no poder. Veía el rostro lleno de lágrimas de su madre mientras se aferraba a su cuerpo acariciando su cabello lentamente mientras repetía una y otra vez "Gracias" y sus ojos miraban a quien se encontraba tras él.


Apenas tuvo fuerzas para girar hacia la persona que su madre agradecía y fue cuando vio a su héroe. Apenas se veía su rostro tras la máscara color negro que sólo mostraba esos ojos azules profundos como el océano y la mitad de sus labios que no mostraban emoción alguna. Su cabello negro perfectamente peinado y el traje negro con algunas franjas verticales de color morado en sus piernas.


—Deberías tener más cuidado —fue lo único que dijo antes de volver a desaparecer mientras corría en dirección contraria a donde ellos estaban.


Ese recuerdo volvía una y otra vez a él cuando se perdía entre sus pensamientos. Era algo que ocurrió cuando tenía apenas ocho años pero había marcado su vida desde ese día. Una vez que su héroe había comenzado a aparecer en notas en el periódico, las revistas y la televisión, el pelirrojo se había encargado de grabar y recortar cada una de ellas para pegar gran parte de ellas en las paredes de su habitación, muchas más en un par de álbumes que guardaba en su librero y otras tantas que conservaba almacenadas en cajas bajo su cama.


Ese chico que lo había salvado representaba para él mucho más de lo que pudieran pensar, tanto que había decidido convertirse en reportero de una de sus revistas favoritas con la única esperanza de que en algún momento estuviera a cargo de reportar alguna de las historias de su héroe.


Sin embargo, sólo en un par de ocasiones había sido enviado para ese tipo de notas y únicamente como fotógrafo, por lo cual lo más que podía hacer era mirarlo a la distancia mientras se aseguraba de obtener las mejores tomas con las que se anunciaría la nota y las que acompañarían las palabras que otro reportero escribía.


Su mayor deseo definitivamente era poder entrevistarlo, pero a lo largo de esos diez años desde lo ocurrido en una sola ocasión los medios pudieran acercarse a él y no había hecho más que compartir un par de palabras agradeciendo que se interesaran tanto por sus acciones, pero no era necesario perseguirlo para obtener la nota.


Volvía a casa después del trabajo, había sido un día agotador pues había tenido que permanecer en la editorial mucho más tiempo del que acostumbraba, todo debido a que el nuevo número saldría al día siguiente y necesitaban de todos los recursos posibles para los retoques y encuadres de la fotografías que se mostrarían.


Las calles estaban casi desiertas y hasta el más mínimo sonido hacia eco entre ellas. Había tomado el camino más corto de regreso, aunque para recorrerlo debía pasar por un gran número de callejones. Estaba acostumbrado a ello así que no le extrañaba de vez en cuando escuchar el sonido provocado por las ramas de los árboles golpeando o algún gato correr entre la hierba.


Esa noche lo único que esperaba era llegar a casa y dormir, iba distraído pero toda su atención se centró en el ruido proveniente de algunas cajas de cartón y objetos de plástico y metal en el exterior de una de las casas. Pensó que se trataba de un gato herido así que no dudó en acercarse hasta el lugar encendiendo su celular para iluminar esa zona.


—Ven pequeño, no temas... —buscaba al gatito entre las cosas y grande fue su sorpresa cuando se encontró con su héroe—. Espera... Espera... ¿Tú eres...? —estuvo a punto de soltar un grito debido a la sorpresa, era demasiada coincidencia para ser cierto.


—Guarda silencio, no digas nada... —un pequeño gemido de dolor escapó de sus labios mientras intentaba levantarse sosteniendo su costado—. Nadie puede saber que estoy aquí —comenzó a avanzar dispuesto a alejarse a toda velocidad como acostumbraba hasta que la mano del chico se aferró a su muñeca.


—No puedes irte así, estás herido —había notado la sangre que brotaba de la herida que cubría y no podía dejarlo ir—. Necesitas que te revise un doctor.


—Estaré bien, no es la primera vez —desvío su mirada, sentía vergüenza mientras el chico lo miraba tan preocupado—. Sólo debo ir a casa, puedo curar la herida allá —intentó zafarse del agarre del pelirrojo para poder volver a casa.


—No voy a dejarte ir así... Si sabes como curarte puedo acompañarte hasta tu casa —en ese momento sólo quería ayudar al hombre sin importar si se trataba de su héroe.


—Maldición, eres molesto... —suspiró profundo presionando un poco más la herida—. Te diré que necesito, sólo date prisa o alguien podría vernos.


—Toma esto, te ayudará a ocultarte —se deshizo rápidamente del abrigo, al menos con ello conseguiría cubrirse un poco—. Y deberías ocultar tu rostro, así nadie lo notará.


El mayor le dio la dirección y rodeó los hombros del pelirrojo agachando su rostro mientras esperaba que el taxi se detuviera para llevarlos hasta donde necesitaban. En ningún momento había cambiado su posición y el conductor no había dejado de mirarlos a través del espejo retrovisor.


—Se le pasaron las copas, necesita ayuda —intentó justificarse, era incómodo sentir la mirada sobre ellos.


Después de varios minutos por fin llegaron al hogar del azabache. Pagaron por el servicio antes de caminar hasta la puerta para poder ingresar al departamento y por fin poder curar la herida.


El mayor guió al chico hasta su habitación y le indicó todo lo necesario para realizar el procedimiento. Una vez estuvo listo lo ayudó a limpiar y desinfectar la herida antes de cubrirla con la venda. Afortunadamente era una herida superficial así que tras la curación y un poco de descanso estaría bien.


Rin se sentía nervioso, estaba en el hogar de la persona que más admiraba y no podía evitar mirar un poco alrededor aunque lo evitaba para no incomodar al mayor. Seguía de pie frente a la cama en que el azabache descansaba sin ser capaz de moverse.


—No te quedes ahí, sólo siéntate en cualquier lugar —para Haruka también resultaba incómodo ver al chico de esa manera y sólo quería que el ambiente se relajara—. Gracias, no es necesario que te quedes pero es tarde y no es seguro que estés fuera.


—Puedo volver por mi cuenta, no deberías preocuparte por eso —su mirada se desvío rápidamente al notar como el mayor se quitaba la máscara lanzándola sobre la mesa de noche.


—Me da igual que me veas, no pareces peligroso y después de todo ya estás aquí —comenzó a deshacerse del resto del traje sin preocuparse por la presencia del chico—. Debo ir a trabajar temprano mañana, pero puedes quedarte el tiempo que necesites —tras desvestirse se cubrió con las mantas mientras cerraba los ojos—. Hay mantas dentro de ese cajón, toma las que necesites —y sin decir más se dispuso a dormir.


Matsuoka seguía nervioso y no pudo moverse ni un poco hasta que descubrió que el mayor dormía. Se levantó lentamente y tomó la manta del cajón que le había indicado, estaba tan cerca de él que no pudo evitar mirar su rostro tranquilo mientras dormía. Siempre supo que era mayor que él pero estaba sorprendido al descubrir que era un hombre cerca de sus treinta.


Sus facciones no eran muy marcadas pero definitivamente tenía un rostro varonil que seguramente atraería una gran cantidad de mujeres. Su mano se posó sobre sus mejillas como atraído por un imán, rozando suavemente su piel mientras lo observaba.


—Deberías ir a dormir —sus ojos apenas se abrieron pero el pelirrojo no pudo evitar avergonzarse aún más y rápidamente volvió al sofá que sería su cama esa noche.


A la mañana siguiente despertó y el hombre ya no estaba, sólo había dejado una nota de agradecimiento pidiendo que cerrara al salir. El chicó tomó sus pertenencias antes de partir con su corazón acelerado a causa de la emoción; el rostro del mayor no se había borrado ni un instante de su mente y pasó todo el día distraído por ello.


Terminó por salir temprano y correr hasta el departamento del mayor, no tenía la certeza de que él estaría ahí pero necesitaba verlo incluso si eso significaba tener que esperar hasta la media noche.


Había anochecido y no pudo evitar quedarse dormido pegado a la puerta, había pasado mucho tiempo y estar ahí sin nada que hacer lo aburrió. El sueño había ganado y sólo una voz logró despertarlo.


—¿Qué haces aquí? —Nanase había vuelto del trabajo, usaba un traje negro, camisa blanca y una corbata azul, en la mano sostenía un portafolio que casi cae al suelo al ver al menor ahí.


—Lo siento, yo... —no podía hablar, era demasiado vergonzoso pensar en tener que explicar que el motivo de que estuviera ahí era su deseo de verlo.


—Maldición... ¿Cuánto tiempo tienes aquí? Deberías agradecer que a nadie le pareciste sospechoso y llamaron a la policía —suspiró profundamente antes de abrir la puerta mientras lo miraba—. Pasa rápido, antes de que llames la atención.


Una vez más estaba dentro y sólo pudo quedarse al centro de la habitación mirando hacia el suelo mientras el mayor se despojaba del saco y la corbata dejándolos sobre el sofá. Miró al pelirrojo señalando el lugar para indicarle que se sentara, lo cual hizo sin preguntar más.


—Mira, no tengo idea de qué quieres pero no tengo tiempo para estar jugando. Seguro no se trata de dinero a cambio de tu silencio o hubieras hecho cualquier cosa para obtener información y no lo hiciste ¿Qué esperas?


—Sólo... Quiero conocerte. Te he admirado desde hace años y... Sólo eso —seguía sin mirarlo, se sentía demasiado avergonzado pero no podía evitar ser sincero—. Me salvaste hace muchos años, no pude agradecerlo.


—Pues ya lo hiciste, no necesitas volver a venir —lo miró con los brazos cruzados sobre su pecho esperando lo que sea que tuviera por decir.


—Quiero conocerte, de verdad. Quizá te parezca tonto y quizá lo sea también, pero de verdad me gustaría poder conocerte —levantó apenas un poco su mirada, no podía con la vergüenza y que el hombre lo mirara así sólo lo ponía nervioso.


—Soy Haruka Nanase, estoy a punto de cumplir treinta años, tengo un trabajo común y corriente del que escapo de vez en cuando para hacerme el héroe gracias a que descubrí hace muchos años que tenía capacidades sobrehumanas y decidí ayudar a las personas con ellas. Vivo aquí solo desde hace muchos años, no tengo pareja ni mascotas ni me interesa involucrar a nadie más en el lío que es mi vida ¿Suficiente? ¿O quieres saber más? No voy a involucrar a nadie en mi vida, estoy expuesto a muchos peligros y no haré sufrir a nadie si eso ocurre...


No pudo responder nada ante las palabras del azabache y terminó saliendo de su hogar unos minutos después de que él se pusiera el traje y abandonara el lugar. Volvió a casa pensando en lo que había escuchado, preguntándose que era lo que realmente esperaba acercándose a él.


Sin embargo, se volvió una rutina para él visitar el departamento de Haruka y de vez en cuando preparar algo para que comiera o quedarse un par de horas conversando antes de que el mayor lo mandara a dormir.


Se había acostumbrado rápidamente a ello y el azabache también, tanto así que un par de ocasiones lo había dejado pasar ahí el fin de semana e incluso ahora podía llamarlo Haru debido a la insistencia del pelirrojo de que llamarlo por su apellido era demasiado formal y su nombre muy largo. Ni el mismo entendía la razón para hacerlo, pero disfrutaba la compañía del chico, era agradable volver y encontrar algo decente para comer además de tener un poco de compañía.


Habían pasado un par de meses, esa ocasión no tenía planes de salir a salvar el día pues volvió tarde del trabajo así que aceptó cuando el pelirrojo pidió quedarse ese día. Al llegar a casa el chico ya estaba ahí y había preparado la cena.


—Bienvenido ¿Tienes hambre?  Sólo debo calentar un poco la comida. A menos de que prefieras darte una ducha o dormir un poco antes de eso, te ves cansado —sonrió un poco mientras tomaba su saco y la corbata para ponerlas en su lugar.


—No eres mi esposa, no deberías estar haciendo esto —se dejó caer en el sofá sin mirar a Rin, quien no pudo evitar estremecerse ante sus palabras.


—Sabes que no lo hago por eso —se acercó a él y lo miró de reojo,  sentía nervioso y apenas podía verlo.


—Habla ya, prefiero que lo digas en este momento a que sigas esperando —abrió sólo un poco sus ojos para mirarlo, ahora estaba frente a él con un ligero sonrojo en sus mejillas—. ¿Qué pasa?


—Me gustas Haru —su mirada demostraba determinación y esperaba una respuesta.


—Te volviste loco, deja de bromear.


—No estoy bromeando, me gustas.


—Ya te dije que no voy a causarle sufrimiento a nadie...


—¡Entonces al menos ten el valor de rechazarme apropiadamente y no uses pretextos conmigo! —su voz se elevó interrumpiendo las palabras del mayor—. Dices que no vas a involucrar a nadie en tu vida pero me dejaste entrar y ahora simplemente quieres deshacerte de mí.


—No intento deshacerme de ti, pero es mejor que sepas que yo no voy a salir con nadie a quien no puedo asegurarle volver a casa sano y salvo —aceptaba que fue un error dejar que el menor participara tanto en su vida, pero no iba a dejar que eso llegara más lejos.


—Y entiendo eso a la perfección, no te estoy pidiendo que me prometas cosas que quizá no puedas cumplir, sólo que me dejes estar a tu lado y apoyarte ¿No lo puedes entender? Sé que cualquier cosa puede suceder pero incluso si me alejas de ti sufriré si te pasa algo, al menos dame la oportunidad de ser el primero a quien llamen en ese caso —algunas lágrimas se habían formado en sus ojos y su voz temblaba ligeramente.


—¿Cuántos años tienes? ¿Dieciocho? ¿Veinte? ¿Veintitrés? Soy mucho mayor que tú, nuestros mundos son totalmente diferentes y no tienes idea de lo que me estás pidiendo —era muy difícil para él escuchar esas palabras, y mucho más después de darse cuenta que esos meses de convivencia lo habían hecho apegarse demasiado al pelirrojo.


—¿Y qué importa mi edad o si nuestros mundos son diferentes? Te quiero y eso no va a cambiar por más que intentes convencerme de que es un error —algunas lágrimas habían terminado por salir de sus ojos, era demasiado frustrante escuchar eso—. Si no te gusto o no sientes nada por mí dilo directamente y no quieras justificarte.


—¿Me quieres? ¿Quieres ser mi pareja? De acuerdo, dime ¿Qué harás el día que vuelva aquí cubierto de sangre porque las heridas son demasiado graves? O peor aún, si me quedo abandonado en algún callejón y no soy capaz de volver —era injusto lo que estaba haciendo pero no iba a condenar al chico a una vida llena de incertidumbre.


—Si vuelves cubierto de sangre pensaré en algo que justifique tu estado para que te atiendan en el hospital sin más preguntas y si te quedas abandonado en algún callejón saldré a buscarte hasta donde sea necesario —limpió sus lágrimas de forma violenta, le molestaba llorar a causa del enojo y era lo único que había conseguido en su discusión con el mayor—. Te quiero, Haru. No subestimes ni menosprecies mis sentimientos, nadie podrá quererte y cuidarte tanto como estoy dispuesto a hacerlo yo.


Ver al chico con algunas lágrimas aun rodando por sus mejillas y con tanta determinación como al principio había hecho que sus sentimientos se desbordaran, era inútil seguir luchando contra su lado racional que no paraba de gritar lo que había comenzado a sentir por el pelirrojo.


—Eso significa que mantendrás la calma cuando sea necesario, estás consciente de que no podremos pasar todo el fin de semana juntos y que en ocasiones apenas me verás, que vas a evitar ponerte en situaciones de peligro sólo para protegerme aún si no hay un desquiciado que quiere destruirme y está dispuesto a acabar con lo que más quiero. Si no me aseguras que podrás hacer eso ni siquiera pienses en tener una oportunidad.


—Haría lo que fuera por ti, no quiero ser una carga, quiero ser en quien te apoyes cuando las cosas sean complicadas —tímidamente se acercó a él, pasando sus brazos tras su espalda mientras lo miraba.


—Maldición, sí que eres problemático —dejó que se aferrara a su cuerpo mientras acariciaba su espalda intentando consolarlo—. Intenta no serlo en el futuro, no creo resistir demasiado si sigues así —el pelirrojo asintió frenéticamente sin despegarse del mayor.


—Te quiero, Haru —levantó apenas un poco su rostro para encontrarse con los ojos azules que lo habían salvado.


—Sí, sí. Lo dijiste antes —sus labios apenas se curvaron en una disimulada sonrisa antes se besar la frente del chico.


Quizá era demasiado apresurado o se estaba dejando llevar por las emociones del momento, pero si se le presentaba nuevamente la oportunidad de disfrutar un poco más de la compañía del pelirrojo explorando esa nueva faceta que nadie más conocía, estaba más que dispuesto a hacerlo.

Notas finales:

Y eso fue todo por hoy, la semana casi termino y espero que puedan leer el resto de los días. Hasta entonces.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).