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¿Guía espiritual? por TsubasaHatsukoi

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Al día siguiente, Miguel estaba preparado con correa en mano.

Por si algo pasaba, claro.

Al salir del estudio y ver a Dante igual de tranquilo que el día anterior temió que se lanzara a correr, y rapidamente se acercó hasta él para amarrarle la correa.

Sorpendentemente Dante no hizo nada y Miguel sólo podía verlo con duda.

- ¿Nos vamos Dante? - preguntó con algo de duda comenzando a caminar, el can lo siguió, andando torpemente a su lado. Miguel estaba extrañamente tranquilo, Dante volvía a comportarse como usualmente hacía; como un perro feliz y estúpido.

Iba platicando amenamente con su compañero, hasta que sonó su celular, indicándole que había recibido un mensaje. Lo sacó de su bolsillo para saber a quien pertenecía el mensaje y justo cuando se distrajo para ver la pantalla, Dante salió corriendo.

De nuevo.

Al principio, con suerte, actuó rápido y lo sujetó con todas sus fuerzas para que no se soltara. Esfuerzos que fueron inútiles pues tras unos cuantos metros corriendo junto al can y luchando por que no se zafara la correa, el xolo encontró la forma de jalar lo suficientemente fuerte a Miguel para que soltara la correa y así salir corriendo rumbo al parque.

Antes de empezar a correr tras él. Miguel soltó un suspiro de cansancio. Ese perro iba a hacer que bajara los kilos que tenía de más.

Corrió tras Dante, ya sabiendo de ante mano a dónde se dirigía. Esquivando gente y autos en el camino. Reía internamente al ver que Dante iba más lento debido a la correa que colgaba detrás de él y se enrredaba entre sus patas.

Dante corrió hasta la plaza, pero gran fue la sorpresa para Miguel al ver desde lo lejos que su amigo la rodeaba, en vez de adentrarse en ella hasta la fuente.

Se asustó un poco pensando que correría hacia otro lado y metió turbo en su carrera de alcanzarlo.

Dante, por otro lado, rodeó la plaza hasta llegar a una cafetería que estaba al frente. Se detuvo en la puerta y se sentó, viendo hacia dentro por el cristal transparente, poniéndo ojos de cachorrito.

- ¡Hiro lleva esa orden a su mesa por favor! - exclamó una mujer castaña dentro del café, se encontraba recogiéndo unos platos sucios de una mesa cercana a la puerta cuando notó al can mirándola fijamente - ¡Oh qué lindo eres! - dijo a la vez que se acercaba más a la puerta y se detenía frente a ella - ¿Estás perdido? ¿Tienes hambre? - se agachó un poco para verlo de cerca y abrió un poco la puerta para darle una dona recién empezada. Pero en vez de tomar la dona, el xolo corrió dentro del café, sobresaltando un poco a la mujer, que sólo pudo ver como se adentraba en el lugar. El perro corrió hasta que visualizó su objetivo, el chico japonés que se encontraba a lado de la barra de la caja. Hiro lo vio de lejos y dejó en la barra la charola con la orden de comida que se disponía a entregar, hubiera sido una gran tragedia que hubiera tenido la charola en las manos pues Dante de inmediato se lanzó contra él, empujándolo un poco hacia atrás.

- ¿¡Dante!? ¿¡Otra vez tú!? - se agachó para tratar de calmarlo pues estaba brincando y revoloteándose alrededor de él. Cuando Dante se calmó, la mujer se acercó (aún con la dona en la mano) hasta donde estaban ellos - Perdona Tía Cass, este perro es muy... ¿alocado? -

- ¿Y ese perro Hiro? - preguntó curiosa. Dante quien ya estaba sentado a un lado de Hiro, alzó un poco la cabeza para quitarle la dona de las manos a Tía Cass. La mujer sólo rió al ver como trataba de comérsela.

- Es de un chico despistado. Se le ha escapado tres veces esta semana - comentó acariciando la cabeza el canino, quien sólo lo veía de vuelta con una sonrisa torpe - Mira ahí está - dijo señalando con la mirada la puerta, y simultáneamente sonó la campanilla que indicaba el ingreso de alguien al café, dando entrada a un joven moreno exhausto y con la respiración agitada. Ambos, tía y sobrino, giraron a ver al chico que entraba. No dijo nada, desde donde se encontraba junto las manos, entrelazándolas e inclinando un poco la cabeza en señal de disculpa. Hiro tomó la correa de Dante y se acercó hasta Miguel.

- En serio tienes que cuidar más a Dante - comentó con su tono de burla.

- ¡Lo lamento! - se disculpo alargando la última vocal - ¡Pero está vez si le puse la correa! ¡Aprovechó que me distraje y se soltó! -

- Claro - contestó el asiático con incredulidad ante las palabras del otro.

- ¡Es verdad! - exclamó y al ver a la mujer con la que el otro se encontraba, se giró hacia ella - ¡Lo lamento mucho! ¡Espero no les haya causando molestias este perro tonto! -

- ¡Claro que no, es un perro muy lindo! ¡No te preocupes! - comentó Cass alegremente.

- ¡En serio lo lamento! - tras esa disculpa Hiro le extendió la correa del perro, Miguel la tomó de inmediato - Bueno no les causo más molestias. Nos vamos Dante - dijo mientras comenzaba a jalar (inútilmente) la correa de su amigo.

- ¡No es ninguna molestia! ¡Quédate a tomar un café! - dijo Tía Cass animada, acercándose un poco más al joven.

- En serio, muchas gracias. Pero tendría que ir a dejar a Dante primero -

- ¡Claro que no! Es una invitación para los dos. Este café es completamente amigable con las mascotas. Pueden quedarse a tomar algo - comentó la castaña mientras lo tomaba del brazo jalándolo a una de las mesas cercanas - Hiro toma su orden, yo iré a las demás mesas que llevan un rato esperando - al decir eso, de inmediato corrió a una de las mesas vecinas a tomar la orden de los clientes. Hiro sólo se limitó a ver como se marchaba, dejándolo con el mexicano.

Para ese momento Miguel ya había tomado asiento en una mesa para dos personas, con Dante sentado a un lado de él.

A Hiro no le quedó de otra más que obedecer a su tía.

- ¿Qué quieres ordenar? - preguntó sacando una pequeña libretita de su bolsillo.

- Sólo traeme un café y una dona -

- De acuerdo. En un momento lo traigo - y de esa forma se alejó del moreno, para preparar su orden.

Una vez lo suficientemente lejos el nipón, Miguel giró a ver a Dante, quien se dedicaba a seguir con la mirada a un mosquito que pasaba por allí.

- De esta no te salvas Dante. Debes dejar de hacer estas cosas - comentó con tono disque autoritario hacia su compañero. Al escuchar su nombre, el perro unicamente lo miró con una sonrisa, para de inmediato regresar su mirada al insecto que volaba frente a sus ojos. Miguel se limitó a girar los ojos con ironía, le sorprendía que ese perro, habiendo sido un callejero por tantos años, hubiera sobrevivido al peligro de las calles.

En menos de 5 minutos, Hiro ya había regresado con una charola con su dona, un plato de galletas y dos tazas de café. A eso, damas y caballeros, se le llama buen servicio.

El pelinegro tomó con agilidad la charola con una mano, y colocó las dos tazas de café sobre la mesa, seguidas de la dona y las galletas. Y volvió sobre sus pasos, hasta la barra de la caja, donde dejó la charola vacía. Todo aquello descolocó un poco al moreno ¿Para quién era la otra taza?

Aunque, la respuesta llegó sola ya que, Hiro regresó. Una vez hubo dejado la charola vacía, se sentó frente al moreno. Dante no tardó en arrimársele. Tomó su taza de café, dándole un sorbo y tomó una de las galletas para dársela al can.

- ¿Y bien? - Hiro fue el que comenzó a hablar.

- ¿Y bien qué? -

- ¿Qué piensas hacer para contralar a Dante y sus impulsos locos? -

- ¡No lo sé! ¡Pensé que no lo iba a volver a hacer! Tengo que detener sus instintos de correr a buscarte. No sé que es lo que le agrada de ti ¿Eres mitad perro o algo así? - Hiro no contestó nada, sólo lo veía con una mirada de pocos amigos. - D-digo. No sé por qué te busca precisamente a ti. Nunca le había pasado con otra gente - aunque a Miguel le recordaba un poco, como Dante se había aferrado en juntarlo con su papá Héctor en el mundo de los muertos.

- La verdad, es que yo tampoco logro entender porque se aferra a mí de esa forma. Sólo, trata de no soltarlo porque puede pasarle algo. -

- Lo sé, lo sé. Haré todo lo posible por sostener la correa con todas mis fuerzas a la próxima. - luego de decir aquello, ambos le dieron un trago a su café, mientras el pelinegro le arrojaba otra galleta a Dante.

- ¿Y vives cerca de aquí? ¿Por qué regresas de tu trabajo con Dante? -

- Vivimos cruzando la plaza. Y Dante tiene la costumbre de irme a buscar por las tardes cuando termino de trabajar -

- ¿En serio? Nunca había conocido un perro que hiciera algo parecido - mencionó un poco sorprendido. No es como que conociera a muchos perros pero, ya saben.

- Sí, Dante es como mi protector. Siempre ha estado para guiarme y hacerme compañía - comentó con una sonrisa al recordar las aventuras que había tenido con ese perro.

- ¿Y en qué trabajas? -

- Oh, bueno, soy músico. Hace unos semanas me ofrecieron grabar en una disquera aquí en San Fransokyo y tuve que mudarme. Soy de México -

- Impresionante - lo miró un poco sorprendido - Porque te ves muy joven para estar grabando un disco -

- Tengo 18 - se detuvo para darle un sorbo a su bebida - ¿Y qué hay de ti? ¿Qué haces de tu vida? -

-¿Yo? Estudio robótica en la universidad, estoy terminando mi doctorado y por las tardes le ayudo a mi tía con el café. - comentó para luego beber un poco de si café.

- Espera, espera. ¿Dijiste doctorado? - preguntó exaltado Miguel al escuchar eso ¿Había escuchado bien?

- Sí -

- ¿Doctorado? - incrédulo preguntó de nuevo.

- Sí -

- ¿Cuántos años tienes? -

- 20 -

- ¿¡Qué!? ¿Eres un prodigio o algo así? -

- Supongo que si lo quieres decir así - comentó despreocupado el pelinegro, comiendo una galleta, seguida de una para Dante.

Estuvieron así gran parte de la tarde, hablando sobre trivialidades, de sus vidas, familias. La verdad es que, Hiro no se había acercado por cuenta propia al moreno. Cuando fue por la orden de Miguel, su tía, argumentando que necesitaba más amigos de su edad, le dijo/pidió/obligó que fuera y hablara un rato con él, sumándole a algunos comentarios vergozosos como que Miguel se veía como una persona muy amigable (algo que necesitaba Hiro en su vida) y que además era un chico muy guapo, y que no sería malo tener un amigo suyo de buen ver cerca.

Y bueno, admitía que luego de pasar casi toda la tarde con él. No había sido tan malo.




 

 


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