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Harry Potter y el misterio del diamante. por Maryk0k0

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Las cocinas del colegio volvieron funcionales aunque se veían a los elfos domésticos mucho más nerviosos, poco a poco se fue habituando a verlos cada vez menos por lo que el castillo se fue habituando a las cosas mucho más a la normalidad. Hermione se acercó a Ron y Harry cuando estaban cenando, ella parecía sudar en frio.

—¿Has descubierto algo interesante?—dijo Ron con el rostro aburrido.

—Es… es sobre lo que me dijo “el Slytherin” cuando derrotó a Perla.—dijo Hermione a Harry y Ron.—¡Es cierto! ¡Es cierto!

Ella se hecho a llorar sin poder detenerse, Harry le dio una servilleta para poder limpiarse las lágrimas.

—¿Qué sucede Hermione?

—A… a los e—elfos d—domésticos. ¡Re—realmente los convierten en vino!

Hermione abrazó a Harry, él la sujetó fuertemente por escuchar eso. Ron fue a ver el libro que sacó esa información y parecía un elaborado libro sobre el vino de elfo que parecía ser la principal materia prima. Él no compartía la misma ideología de Hermione sobre darle libertad a los elfos domesticos pero eso era asqueroso, Ron le observó del mismo modo que se encontraba asqueado.

—No pueden convertirlos en vinos.—dijo Ron.—El vino de elfo esta elaborado por elfos domesticos no…

Ron le miró el libro hojeando con furia, parecía que no encontraba las palabras para tranquilizar a Hermione, luego puso una cara de pena.

—P—pero ya nos lo hacen.—dijo Ron a Hermione.—Nadie puede ser tan…

—Vi—vino de—de elfo do—domestico.—dijo Hermione con los ojos rojos.—Eso f—fue lo que d—dijo “el S—Slytherin” que detuviera p—primero. ¡Detener es—esto! ¡E—esto no d—debería ser p—permitido!

Ella tomó el libro con asco y lo metió a la mochila.

—¿Vas a estar bien?—dijo Harry a Hermione.

—Sí, voy a estar bien.—dijo ella.—Voy a reunir todo lo que pueda.

—Sí, pero primero come.—dijo Ron.

Ron le sirvió un plato de comida a su amiga mientras que ella se sacudía los mocos. Harry volvió a sentarse en su lugar pero tanto como Lavander como Parvati le miraron con sorpresa pero no dijeron nada. Harry estaba mirando a su amiga, ella se encontraba aun suspirando por las lagrimas pero ya se encontraba aun más tranquila, luego comió un poco del desayuno que le sirvió el peligro. Harry estaba preocupado por su amiga pero decidió comer su desayuno, había tomado una pieza de pan cuando Hedwig llegó, la lechuza llegó herida.

—¡Hedwig!—gritaron los tres.

Ron y Hermione hicieron a un lado sus cosas para darle paso para que la lechuza pudiera aterrizar, Harry tomó a la lechuza que traía su carta atada a la pata.

—F—fue interceptada.—dijo Hermione.—Tu lechuza fue interceptada.

Eso le habia provocado dolor de oídos. Harry tomó la carta que traía Hedwig y se la metió en la bolsa de la túnica y se la llevó donde estaba Hagrid cenando, su lechuza estaba herida de gravedad.

—¡Hagrid!

El profesor Moody miró a Harry con aprensión, Hagrid estaba bastante confundido pero acunó sus manos para recibir a la herida lechuza.

—F—fue… f—fue atacada.—dijo Harry con la voz pastosa.—Llegó así.

—¿De donde viene la lechuza, Potter?—dijo Moody a Harry.

Recordó que Hedwig fue con Sirius Black y su hermano, no sabía de donde había llegado pero estaba seguro que estaba en algun lugar con sol, quizá al norte de Francia. Harry sintió que su lengua pesaba para poder contestar al profesor.

—D—de Londres, creo.

Moody miró a la lechuza con aprensión a Hagrid mientras que el cuidador de criaturas la inspeccionaba con meticulosidad.

—Tiene la ala derecha rota.—dijo Hagrid preocupado.

—No creo que haya sido los Thestrals.

—No. Les eduque muy bien para no atacar a las lechuzas. No te preocupes Harry, un poco de poción de dictamo y unos días de reposo y estará bien.

—Bien. Si.—dijo nerviosamente.

Harry miró a su lechuza con lastima y esta le miró con desconcierto al pensar que su amo le habia abandonado de ese modo, sin embargo esperaba que su mascota se mejorara pronto.

—¡Alerta permanente, Potter!—gritó Moody.—Esa lechuza fue interceptada.

El escrudiñó su mirada esperando que Harry pudiera comprenderlo pero Harry ya lo sabia desde el principio,  Hedwig llegaba con una carta de Sirius que hablaba de su dolor con cicatriz.

Volvió a su lugar, Hermione y Ron estaban mirándolo con aprensión para que sacara su carta, era por eso que Hedwig se habia tardado tanto, estaba herida. ¿Es que se trataba de los mortífagos que estaban en el campeonato de quidditch? ¿Se trataba que Voldemort recobraba poder ahora que Colagusano había escapado? ¿Se trataba de Malfoy, Selwin y Rosier que practicaban maldiciones imperdonables como si fuese un hobbie? ¿O quizá se trataba de otro monstruo gema que habia hecho daño sólo porque su locura le habia llevado a hacer eso? Miró con odio la mesa de Slytherin donde Sirius Universe reñia a Rosier y Selwin sobre algo que parecía ser gracioso, vio a Malfoy que le miraba como si disfrutara ver a Hedwig herida para incomodar a Harry. Y del otro lado a la chica de Slytherin de cabello negro que estaba negando con la cabeza. ¿Es que este año no podría estar en paz sin tener una amenaza constante? ¿O de un mortifago loco que quiera matarlo?

   Harry:

Salgo ahora mismo hacia el norte. Esta noticia de que tu cicatriz te ha dolido se suma a una serie de extraños rumores que me han llegado hasta aquí. Si vuelve a dolerte, ve directamente a Dumbledore. Me han dicho que ha sacado a Ojoloco de su retiro, lo que significa que al menos él está al tanto de los indicios, aunque sea el único.

Estaremos pronto en contacto. Un fuerte abrazo a Ron y Hermione. Abre los ojos, Harry.

Sirius  

Harry miró a Ron y Hermione, que le devolvieron la mirada pero los tres salieron directamente hasta donde no había nadie que los oyera, cuando llegaron a un pasillo desolado, Hermione no parecía aguantarse lo que opinaba.

—¿Que viene hacia el norte? —susurró Hermione. — ¿Regresa?

—¿Que Dumbledore está al tanto de los indicios? —dijo Ron, perplejo. —¿Qué pasa, Harry?

Harry acababa de pegarse con el puño en la frente, estaba conmocionado por todo.

—¡No tendría que haberle contado nada! —exclamó con la voz baja.

—¿De qué hablas?—le preguntó Ron, sorprendido.

—¡Ha pensado que tenía que venir! —repuso Harry. — ¡Regresa porque cree que estoy en peligro! ¡Y a mí no me pasa nada! ¡Ahora Hedwig está herida!

—Cálmate Harry.—murmuró Hermione.

—No puedo calmarme, Hedwig fue interceptada y él y posiblemente también su hermano sean enviados a Azkaban y todo porque no me callé. Todo porque no me callé.

—Enviaremos otra carta, entonces.—dijo Ron.—Que no vengan.

—Esa lechuza también seria interceptada.

—Y Moody me preguntó de dónde venía la carta, posiblemente me leyó la mente con legemerancia. Y posiblemente…

Harry se resbaló al suelo, parecía completamente indefenso. Si hubiera un modo fácil para resolverlo. Ron y Hermione estaban tan asustados y no sabían que palabras decirle a él. ¿Si contaba la verdad al ministro?

Pero “el Slytherin” ya había contado al ministro la verdad y no le creyó. El también creería que era una batalla perdida en contra del ministerio de magia.

Ron miró a Harry con melancolía, si ellos volvían serian aprendidos de nuevo. Incluso tendrían que hablar en clave. Si hubiera otro método para hablar con Sirius, si hubiera teléfonos mágicos podría hacerlo.

—Podríamos salir a buscar a Sirius.—dijo Ron.

—No seas tonto, Ron.—expectó Hermione.— ¿Dónde lo encontraríamos? ¿Dónde esta ahora? ¿Y si salimos, no crees que sea la oportunidad perfecta para ir por Harry?

Ron se avergonzó de su comentario.

—Podría ayudarnos “el Slytherin”, él tiene contacto con Perla.

Recordaba a Perla, ella parecía una chica veela con una gema en su cabeza pero dudaba que fuera a ayudarlos a ellos ya que era su problema, pero no dudaba que “el Slytherin” le ayudaría, él había hecho tanto por ellos. El problema era como encontrar al Slytherin ¿Quién era? ¿Es que Universe podría contactarlo? ¿Rossend y Amycus también? Harry estaba asustado por lo que fuera a pasarle a Sirius y Regulus que no podría pensar con claridad.

—En todo caso, es mejor preguntarle al profesor Dumbledore.—dijo Hermione.— Él sabe y podría contactarse con el profesor Lupin y él con los hermanos Black.

—Si. Podría ser lo mejor.—dijo Ron.—Vamos a cenar, los demás creerán otra cosa.

Harry no quería cenar pero por lo menos habia acertado en esa, Hermione le tomó del brazo y Ron les siguió. De algo estaba seguro, el que le hizo daño a su lechuza lo pagaría caro.

 

Durante las dos semanas siguientes, Harry intentó no preocuparse por Sirius ya que había hablado con el profesor Dumbledore y al parecer él efectuó planes para poder encontrarlo pero medio de Remus Lupin. La verdad era que cada mañana, cuando llegaban las lechuzas, no podía dejar de mirar muy nervioso en busca de Hedwig, y por las noches, antes de ir a dormir, tampoco podía evitar representarse horribles visiones de Sirius acorralado por los dementores en alguna oscura calle de Londres; pero, entre una cosa y otra, intentaba apartar sus pensamientos de su padrino. Hubiera querido poder jugar al quidditch para distraerse. Nada le iba mejor a una mente atribulada que una buena sesión de entrenamiento. Por otro lado, las clases se estaban haciendo más difíciles y duras que nunca, en especial la de Defensa Contra las Artes Oscuras. Ya no tenía a Hermione a su lado y Universe había optado por ser aun más callado y parecía tan pensativo como él.

Cada vez que se le veía, le veía más demacrado. Con gruesas ojeras y mucho más débil. Durante una clase parecía que iba a vomitar de un momento a otro. Para su sorpresa, el profesor Moody anunció que les echaría la maldición imperius por turno, tanto para mostrarles su poder como para ver si podían resistirse a sus efectos.

—¿Qué eso no estaba prohibido?—dijo Rossend que generalmente no hablaba para casi nada en clases.

—Dumbledore quiere que les enseñe cómo es. –dijo Moody, girando hacia Rossend.

—Pero si son artes oscuras.—dijo Rossend sorprendido.—Ni estos se atreverían a lanzar eso.

Miró a Rosier y Selwin que estaban nerviosos por ser victimas de la maldición imperius, Harry estaba un poco nervioso igual que ellos, sin embargo Universe parecía preocupado pero por otro asunto porque ni estaba prestando atención a Moody.

—Si alguno de ustedes prefiere aprenderlo del modo más duro, cuando alguien le eche la maldición para controlarlo completamente, por mí de acuerdo. Puede salir del aula.

Rossend miró hacia los suyos de Gryffindor pero no se movió.  Sin embargo, nadie pensó que la mitad de Slytherin salió del aula. Cuando Universe volvió en sí le preguntó a Ron.

—¿Qué pasa? ¿Nos esta vetando?

—Dijo que los que no quisieran ser víctimas de la maldición imperius se podría ir.

—Ah.

 Harry le miró con incredulidad, simplemente dijo: ah. ¿Qué es lo que estaba pensando Universe? Su amigo Rossend consideró tan horrible ser víctima de la maldición imperius pero Universe lo tomó algo tan banal y poco importante. Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición imperius. Harry vio cómo sus compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: Dean Thomas dio tres vueltas al aula  la pata coja cantando el himno nacional, Ron imitó a una ardilla y una chica regordeta de Slytherin hizo sorprendentes acrobacias profesionales. Cuando llegó Rossend le pidió algo a Moody.

—¿Podría no hacerme quitarme la mascara?—dijo Rossend a Moody.

—¿Tienes algun imperfecto?

—Sí. Algo así.—dijo Rossend viendo a Universe.

—Bien. Como gustes. Imperio

El niño empezó a dar saltos de karate, pero Rossend era habilidoso para hacer eso, luego atacó a Universe y le lanzó sin problemas con una llave.

—¡Rossend!—gritó Universe apenas levantándose.

—Es efecto de la maldición imperius, sigues Potter.

Harry se adelantó hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas. Moody levantó la varita mágica, lo apuntó con ella

—¡Imperio!

Fue una sensación maravillosa. Harry se sintió como flotando cuando toda preocupación y todo pensamiento desaparecieron de su cabeza, no dejándole otra cosa que una felicidad vaga que no sabía de dónde procedía. Se quedó allí, inmensamente relajado, apenas consciente de que todos lo miraban. Y luego oyó la voz de Ojoloco Moody, retumbando en alguna remota región de su vacío cerebro: Salta a la mesa... salta a la mesa... Harry, obedientemente, flexionó las rodillas, preparado a dar el salto.

Salta a la mesa... «Pero ¿por qué?» Otra voz susurró desde la parte de atrás de su cerebro. «Qué idiotez, la verdad», dijo la voz. Salta a la mesa

«No, creo que no lo haré, gracias —dijo la otra voz, con un poco más de firmeza—. No, realmente no quiero...»

¡Salta! ¡Ya! Lo siguiente que notó Harry fue mucho dolor. Había tratado al mismo tiempo de saltar y de resistirse a saltar. El resultado había sido pegarse de cabeza contra la mesa, que se volcó, y, a juzgar por el dolor de las piernas, fracturarse las rótulas.

—Bien, ¡por ahí va la cosa! —gruñó la voz de Moody. De pronto Harry sintió que la sensación de vacío desaparecía de su cabeza. Recordó exactamente lo que estaba ocurriendo, y el dolor de las rodillas aumentó. —¡Miren esto... Potter se ha resistido! Se ha resistido, ¡y el condenado casi lo logra! Lo volveremos a intentar, Potter, y todos los demás presten atención. Mírenlo a los ojos, ahí es donde pueden verlo. ¡Muy bien, Potter, de verdad que muy bien! ¡No les resultará fácil controlarte!

—Por la manera en que habla. —murmuró Harry una hora más tarde, cuando salía cojeando del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras (Moody se había empeñado en hacerle repetir cuatro veces la experiencia, hasta que logró resistirse completamente a la maldición imperius). —se diría que estamos a punto de ser atacados de un momento a otro.

—Sí, es verdad —dijo Ron, dando alternativamente un paso y un brinco: había tenido muchas más dificultades con la maldición que Harry, aunque Moody le aseguró que los efectos se habrían pasado para la hora de la comida—. Hablando de paranoias... —Ron echó una mirada nerviosa por encima del hombro para comprobar que Moody no estaba en ningún lugar en que pudiera oírlo, y prosiguió—, no me extraña que en el Ministerio estuvieran tan contentos de desembarazarse de él: ¿no le oíste contarle a Seamus lo que le hizo a la bruja que le gritó «¡bu!» por detrás el día de los inocentes? ¿Y cuándo se supone que vamos a ponernos al tanto de la maldición imperius con todas las otras cosas que tenemos que hacer?

Redacciones de McGonagall, de Snape, de Binns, de Hagrid, de Siniestra y de Trelawney. ¡Era horrible todo lo que tenía que pagar! Harry no alcanzaba a ver cuándo iba a descansar de todos los deberes, Universe pasó a su lado con un montón de libros de magia, ¿Cómo es que él siendo un completo burro estaba leyendo libros? A él se le había caído dos que iban pegados pero no había reparado en los libros que se cayeron.

—¿De que va el libro?—dijo Ron cuando se fue.

Le miró con incredulidad. Los libros se titulaban: Maldiciones mentales y, Asesino de almas. Harry tomó el primer libro ojeándolo con asquerosidad, hablaba de maldiciones para volver locos a cualquiera, como si Universe planeara en hacer eso con alguien más. Una hoja del libro estaba marcada con una fina caligrafía en cursiva con una nota.

Evidentemente, el autor sugiere transmutar el alma, desgarrándola con el dolor propio del efectuado de la maldición, odio, asco, desesperación, venganza. ¿Pero cómo puedo

No había terminado su pregunta, Ron había leído la misma inscripción del libro.

—¿Es un lector de artes oscuras?—dijo Ron a Harry.

—Parece que sí, acuérdate de Gagnon.—dijo Harry.—Ellos están lanzando maldiciones imperdonables pero qué tal si Universe se hizo de la forma de pensar que ellos.

—Pero se había peleado con ellos.                                    

—Tal vez fue pasajero.

Sea lo que sea que Universe aprendía eran artes oscuras de lo más asquerosas, Ron miró el otro libro ojeándolo cuando encontró un pace.

—¡Por Merlín!—gritó Ron asustado.

El pace para la sección de libros prohibidos era firmado por nada más y menos que el profesor Albus Dumbledore. Harry y Ron se quedaron boquiabiertos, ¿Es que se había vuelto loco en darle a él una cosa semejante? Harry guardó el libro en su mochila y regresaron a la sala común de Gryffindor, podía ser que Universe buscara los dos libros.

 

El 30 de octubre a las seis de la tarde, las delegaciones de Beauxbatons y Dungstrang. Cada uno iba en diferentes tipos de transporte, para la escuela de magia de Beauxbatons iban en caballos alados de inmenso tamaño, de parte de Dungstrang tenían un enorme barco pirata, habia alumnos que estaban exaltados por los transportes pero habia quienes se ufanaban con los exorbitantes gustos de los profesores de Dungstrang y Beauxbatons.

Lo que causaba más revuelo era Victor Krum, el jugador de quidditch de Bulgaria. A varias chicas buscaba que les diera un autógrafo pero los gemelos Pink parecían confundidos.

—¿Y ese qué?—dijo Rossend a Amycus.

—Se supone que es una estrella de rock.—dijo Amycus.—Es bastante feo, creo que Greg si hubiera pegado así con su calvicie.

Harry quería reírse pero su mirada fue interceptada por el mismo Krum, suponía como estaba acostumbrado que le vieran la cicatriz pero luego continuo con su camino, las chicas parecían emocionadas que lo vieran a los ojos sin saber que eso podría ser intimidante. Hermione le miró con enfado.

—Mira eso, se cree la gran celebridad.

—Pero si es un jugador de Quidditch, Hermione.—dijo Ron emocionado.

—Me importa un cacahuate.

Al cabo de media hora, los alumnos de Beauxbatons estaban sentados en la mesa de Ravenclaw y los de Dungstrang en la mesa de Slytherin, había un chico de piel oscura que saludó a Rosier y Selwin y le sonrió a Gagnon seductoramente.

Hermione dedicó mirar a las chicas de Beauxbatons con enfado al entrar con frio al gran comedor, Ron estaba ocupado viendo a Victor Krum y Harry no le quitaba la vista a Universe que parecía más enfermo y hasta parecía que acababa de vomitar, su estado físico era de mal en peor.

—¿Creen que las artes oscuras puedan convertir a alguien en alguien enfermo y pálido?

—No lo sé.—dijo Hermione dedicándole una mirada reprobatoria a una chica que titiritaba de frio.

—Sí, muy bien, hazle la pelota, Malfoy —dijo Ron de forma mordaz—. Apuesto algo a que Krum no tarda en calarte... Seguro que tiene montones de gente lisonjeándolo todo el día...

Harry puso los ojos en blanco. No podría tener una conversación con ninguno de los dos.

Habiendo entrado todos los alumnos en el Gran Comedor y una vez sentados a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos.  Al ver aparecer a su directora, los alumnos de Beauxbatons se pusieron inmediatamente en pie. Algunos de los de Hogwarts se rieron. El grupo de Beauxbatons no pareció avergonzarse en absoluto, y no volvió a ocupar sus asientos hasta que Madame Maxime se hubo sentado a la izquierda de Dumbledore. Éste, sin embargo, permaneció en pie, y el silencio cayó sobre el Gran Comedor había más sillas a los lados. Nadie sabía de quien eran esos asientos pero Hermione opinaba que eran los de los organizadores del torneo de los tres magos.

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes. —dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros— Es para mi un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia aquí les resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.

Una de las chicas de Beauxbatons, que seguía aferrando la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.

—El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete. —explicó Dumbledore.  —¡Ahora les invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvieran en su casa!

Como de costumbre, las fuentes que tenían delante se llenaron de comida. Los elfos domésticos de las cocinas parecían haber tocado todos los registros. Ante ellos tenían la mayor variedad de platos que Harry hubiera visto nunca, incluidos algunos que eran evidentemente extranjeros.

Harry y Ron estaban reacios a comer algo pero Hermione tomo la Bullabesa un plato francés con marisco.  A los veinte minutos de banquete, Hagrid entró furtivamente en el Gran Comedor a través de la puerta que estaba situada detrás de la mesa de los profesores. Ocupó su silla en un extremo de la mesa y saludó a Harry, Ron y Hermione con la mano vendada.

—¿Están bien los escregutos, Hagrid?—le preguntó Harry.

—Prosperando —respondió Hagrid, muy contento.

—Sí, estoy seguro de que prosperan —dijo Ron en voz baja—. Parece que por fin han encontrado algo de comer que les gusta, ¿verdad? ¡Los dedos de Hagrid!

En aquel momento dijo una voz.

—«Pegdonad», ¿no «queguéis» bouillabaisse?

Se trataba de la misma chica de Beauxbatons que se había reído durante el discurso de Dumbledore. Al fin se había quitado la bufanda. Una larga cortina de pelo rubio plateado le caía casi hasta la cintura. Tenía los ojos muy azules y los dientes muy blancos y regulares. Ron se puso colorado. La miró, abrió la boca para contestar, pero de ella no salió nada más que un débil gorjeo.

—Puedes llevártela.—le dijo Harry, acercándole a la chica la sopera.

—¿Han «tegminado» con ella?

—Sí —repuso Ron sin aliento—. Sí, es deliciosa.

La chica cogió la sopera y se la llevó con cuidado a la mesa de Ravenclaw. Ron seguía mirándola con ojos desorbitados, como si nunca hubiera visto una chica. Harry se echó a reír, y el sonido de su risa pareció sacar a Ron de su ensimismamiento.

—¡Es una veela! —le dijo a Harry con voz ronca.

—¡Por supuesto que no lo es! —repuso Hermione ásperamente—. No veo que nadie más se haya quedado mirándola con la boca abierta como un idiota.

Pero no estaba totalmente en lo cierto. Cuando la chica cruzó el Gran Comedor muchos chicos volvieron la cabeza, y algunos se quedaban sin habla, igual que Ron.

–¡Te digo que no es una chica normal! —exclamó Ron, haciéndose a un lado para verla mejor—. ¡Las de Hogwarts no están tan bien!

Harry rio y vio a Cho Chang, a él le gustaba a Cho pero parecía más pasajero, miró hacia los Slytherin y vio a Universe darle vueltas a la comida planteándose si comer o no, uno de Dungstrag le puso una mano en el hombro y él le miró con enfado.

—Cuando aparten su vista de ahí —dijo Hermione—, podrán ver quién acaba de llegar.

Señaló la mesa de los profesores, donde ya se habían ocupado los dos asientos vacíos. Ludo Bagman estaba sentado al otro lado del profesor Karkarov, en tanto que el señor Crouch, el jefe de Percy, ocupaba el asiento que había al lado de Madame Maxime.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Harry sorprendido.

—Son los que han organizado el Torneo de los tres magos, ¿no? —repuso Hermione—. Supongo que querían estar presentes en la inauguración.

Cuando llegaron los postres, vieron también algunos dulces extraños. Ron examinó detenidamente una especie de crema pálida, y luego la desplazó un poco a la derecha, para que quedara bien visible desde la mesa de Ravenclaw. Pero la chica que parecía una veela debía de haber comido ya bastante, y no se acercó a pedirla. Habia una enorme tarta de chocolate dulce del cual Universe fue por ella.

—Voy a tomar el pastel Sacher.

—¿Qué?

—El pastel.

Él lo tomó ya que los de Hogwarts prefirieron los postres normales pero Rossend se sirvió una rebanada pequeña. Universe volvió a cortar el pastel dando una ración más grande.

—Anda, ¡Gran hipócrita! —gritó Rossend furioso.

—Yo estoy enfermo. —murmuró Universe. —Amycus bajale a ese postre. 

Una vez limpios los platos de oro, Dumbledore volvió a levantarse. Todos en el Gran Comedor parecían emocionados y nerviosos. Con un estremecimiento, Harry se preguntó qué iba a suceder a continuación. Unos asientos más allá, Fred y George se inclinaban hacia delante, sin despegar los ojos de Dumbledore.

—Ha llegado el momento. —anunció Dumbledore, sonriendo a la multitud de rostros levantados hacia él.

—El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre, sólo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conozcan, permítanme que les presente al señor Bartemius Crouch, director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional —hubo un asomo de aplauso cortés—, y al señor Ludo Bagman, director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

Aplaudieron mucho más a Bagman que a Crouch, tal vez a causa de su fama como golpeador de quidditch, o tal vez simplemente porque tenía un aspecto mucho más simpático. Bagman agradeció los aplausos con un jovial gesto de la mano, mientras que Bartemius Crouch no saludó ni sonrió al ser presentado. Al recordarlo vestido con su impecable traje en los Mundiales de quidditch, Harry pensó que no le pegaba la túnica de mago. El bigote de cepillo y la raya del pelo, tan recta, resultaban muy raros junto al pelo y la barba de Dumbledore, que eran largos y blancos.

—Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante los últimos meses en los preparativos del Torneo de los tres magos. —continuó Dumbledore.— y estarán conmigo, con el profesor Karkarov y con Madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.

A la mención de la palabra «campeones», la atención de los alumnos aumentó aún más. Quizá Dumbledore percibió el repentino silencio, porque sonrió mientras decía.

—Señor Filch, si tiene usted la bondad de traer el cofre.

Filch, que había pasado inadvertido pero permanecía atento en un apartado rincón del Gran Comedor, se acercó a Dumbledore con una gran caja de madera con joyas incrustadas. Parecía extraordinariamente vieja. De entre los alumnos se alzaron murmullos de interés y emoción. Dennis Creevey se puso de pie sobre la silla para ver bien, pero era tan pequeño que su cabeza apenas sobresalía de las demás.

—Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones para las pruebas que los campeones tendrán que afrontar. —dijo Dumbledore mientras Filch colocaba con cuidado el cofre en la mesa, ante él. —y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro.

Ante esta última palabra, en el Gran Comedor se hizo un silencio tan absoluto que nadie parecía respirar.

—Como todos sabrán, en el Torneo compiten tres campeones. —continuó Dumbledore con tranquilidad.  —uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los tres magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado. Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.

—Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó Dumbledore. —Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación —prosiguió Dumbledore—, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.

»Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuar en el Torneo hasta el final. Al echar su nombre en el cáliz de fuego están firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que deberán estar muy seguros antes de ofrecer su candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.


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