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Harry Potter y el misterio del diamante. por Maryk0k0

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Durante las siguientes días, Universe siempre fue el conejillo de indias preferido de Snape pero en vez de asustarse que lo fueran a envenenar parecía pasárselo bastante tranquilo, no es que lo disfrutara pero no sufria como pensaba que lo fuera a hacer. Incluso parecía mucho más intranquilo. Para esos días parecía que llevaba papeleo y tenia el permiso de Dumbledore para salir del colegio por lo que se le veía con ropa muggle mucho más seguido y al parecer su estilo de ropa era el llevar una playera rosada con una gran estrella en su centro y unos jeans negros con sandalias a pesar del frio. Tambien llevaba una clase de trenzas estilo de princesa alrededor de la cabeza o simplemente se hacia media cola lo que se veía afeminado pero se molestaba con Snape cuando le amenazaba con enviarlo a las habitaciones de chicas.

Selwin y Rosier quienes fueron suspendidos temporalmente se incorporarían al colegio después de navidad por lo que reinaba cierta paz en el niño.

En las clases de DCAO el profesor Moody le maldecia y fácilmente podría hacer ciertas cosas increíbles en él, incluso había ladrado como perrito con perfeccion. A Harry le causaba gracia pero a Rossend quien empezaba a superar la maldición imperius se ponía la mochila en la cabeza para no ver su vergüenza.

—Esta bajo la maldición imperius, Rossend. No puede hacer nada para no hacer el ridículo.—dijo Ron con una sonrisa.

—Si supieras, Weasley.—dijo Rossend con la piel roja bajo la mascara.—Si supieras no estarías tan convencido…

—Tu disfrútalo, es un Slytherin.—dijo Ron mientras que los demás Slytherin se comportaban como gorilas, gatos, perros, aves y gallinas. 

—Si Malfoy estuviera en su clase sería estupendo ver al hurón saltador.—recordó Harry a Ron.

—¡Mi hurón saltador favorito!—dijo Ron con malicia.

Los dos se mofaron de él en el momento que Gagnon pasó al lado de los dos pensando que era un gatito que tiraba cosas al suelo.  Era un poco de diversión si tenía que enfrentarse a los Dragones.

Si. Harry para esos días ya sabía que tenía que enfrentarse a dragones. Ya había averiguado como enfrentarlos y había realizado el encantamiento a la perfección. Solo esperaba que pudiera efectuarlo bien durante la prueba. Solo esperaba que no le tocará el colacuerno húngaro pero como dijo Ron. Tenia tan mala suerte que seria imposible que no le tocase el dragón más feroz.

Previo a su entrenamiento, había 6 dragones. Seis: El colacuerno húngaro, el galés verde común, un hocicorto sueco, que es el azul plateado, y un bola de fuego chino, el rojo y dos ridgeback noruegos uno de ellas era la mismísima Norberta, criada por Rubeus Hagrid en su cabaña en Hogwarts.  Harry le dijo a Cedric de lo que se trataba y cada vez que pasaban le miraba con mucha sorpresa.

—¡Deja de hacer el ridículo!—gritó Rossend a Universe en el momento que ladraba a Gagnon por un zarpazo en la cara.

 

Ese dia él despertó más temprano que de costumbre, se habia bañado y hasta se puso sus mejores ropas, estaba listo para enfrentarse al dragón, respiró hondo para conservar la calma, Ron se levantó en el momento que usaba una loción que le había regalado Hermione.

—¿Estarás bien?—dijo Ron nervioso.

—Si. Eso creo.—dijo Harry.—Si muero te puedes quedar con mis cosas. Incluso con mi saeta de fuego…

—No seas ridículo, allí estará Charlie y no te dejarán morir. Olvidas al Slytherin, ¿No?

Al menos tenia una pequeña luz en su mente. “El Slytherin” aparecía cuando menos se lo esperaba e incluso en situaciones bastante fuertes, nunca se había encariñado con nadie con esa casa y la posibilidad de que era una chica le había dado ánimos de hablarle a las chicas de Slytherin, menos a Gagnon que sabia de antemano que no era ella ni sus amigas. Aunque también habia posibilidades que fuera Universe, no es que le agradara pero últimamente parecía mucho más preocupado y serio que en años pasados, incluso parecía más calmado sin Rosier y Selwin a su lado y era el único que no llevaba las insignias que Malfoy creó para “apoyar a Cedric” y perjudicarlo a él, parecía mucho más débil pero habia días en los que parecía recuperarse, según Ron, Universe pasaba sus días buscando algo en el lago o esperando al tercer monstruo cerca de los potreros de los unicornios donde les daba de comer. En efecto, el niño parecía ser alguien raro. Y no era el único raro para esos días, Viktor Krum iba y venia a la biblioteca a escuchar las conversaciones de Harry, Ron y Hermione lo que le ponía los cabellos de punta.

Ninguno de sus amigos dijo nada cuando salió a comer en el gran comedor, la verdad no iba a comer nada porque estaba seguro que lo vomitaria. Fred y George le esperaron para comer.

—Tienes un regalo.

—¿Un regalo?

—Eso.—Apuntó Fred. Un regalo.

Era una caja verde con un lazo plateado adornado por un moño en forma de rosa, evidentemente los colores de Slytherin. En la etiqueta venia con la inscripción.

Para Potter: Abreme antes de la prueba. Quizá los encuentres útiles.

Harry vio que era un regalo del Slytherin, los demás Gryffindor pensaban que era una trampa y no lo tocaron para absolutamente nada del mundo, pero tanto como Harry, Ron y Hermione sabían que era de confiar, Fred y George pensaban que todavía se trataba de alguna trampa. Él abrió la caja, era una simple caja que fue hecha para que parezca que pasó mucho tiempo envolviéndolo. En el interior había un par de botas color rojas con una estrella dorada a los lados y bordes verdes y azules en el collar de ellas,  y con las puntas y suelas negras.  Le llamaba la atención sobre las estrellas confirmando que Universe podría ser un miembro de la familia Pink o al menos estaba conectado con “el Slytherin” de algún modo.

—¿Quién lo trajo?—dijo Ron sorprendido.

—Snape.—dijo Angelina.—Pero estaba diferente.

—¿Cómo qué?—dijo Hermione.

Los chicos estaban nerviosos.

—No tenía la misma cara.—dijo Katie.—Estaba serio pero no era él… no sé como explicarlo.

—Es “el Slytherin”.—dijo Harry confirmándolo mientras que Universe se quedó dormido ignorado la comida y la mirada del 2do campeón de Beauxbatons le miraba reprobatoriamente.

—Bien. Me los pondré.—dijo Harry.

—¡Pero Harry…!—dijeron algunos.

—Confió en él. “El Slytherin” me ha ayudado antes…

—Pero…

Se comió una tostada con mermelada y un poco de jugo, en el momento que se terminó la tostada la profesora McGonagall apareció, ella parecía tan nerviosa como Hermione y él.

—Los campeones tienen que bajar ya a los terrenos del colegio... Tienes que prepararte para la primera prueba.

—¡Bien! —dijo Harry, poniéndose en pie.

—Buena suerte, Harry —le susurró Hermione—. ¡Todo irá bien!

—Sí —contestó, con una voz que no parecía la suya. Salió del Gran Comedor con la profesora McGonagall.

Tampoco ella parecía la misma; de hecho, estaba casi tan nerviosa como Hermione. Al bajar la escalinata de piedra y salir a la fría tarde de noviembre, le puso una mano en el hombro.

—No te dejes dominar por el pánico —le aconsejó— conserva la cabeza serena. Habrá magos preparados para intervenir si la situación se desbordara... Lo principal es que lo hagas lo mejor que puedas, y no quedarás mal ante la gente. ¿Te encuentras bien?

—Sí —se oyó decir Harry—. Sí, me encuentro bien.

Ella lo conducía bordeando el bosque hacia donde estaban los dragones; pero, al acercarse al grupo de árboles detrás del cual habría debido ser claramente visible el cercado, Harry vio que habían levantado una tienda que lo ocultaba a la vista.

—Tienes que entrar con los demás campeones —le dijo la profesora McGonagall con voz temblorosa— y esperar tu turno, Potter. El señor Bagman está dentro. Él te explicará lo que tienes que hacer... Buena suerte.

—Gracias —dijo Harry con voz distante y apagada: Ella lo dejó a la puerta de la tienda, y Harry entró.

Fleur Delacour estaba sentada en un rincón, sobre un pequeño taburete de madera. No parecía ni remotamente tan segura como de costumbre; por el contrario, se la veía pálida y sudorosa. El aspecto de Viktor Krum era aún más hosco de lo habitual, y Harry supuso que aquélla era la forma en que manifestaba su nerviosismo. Cedric paseaba de un lado a otro, la chica de Durgstrang se comía las uñas, el único que parecía confiado era Bellerose.

—¡Harry! ¡Bien! —dijo Bagman muy contento, mirándolo—. ¡Ven, ven, ponte cómodo!

De pie en medio de los pálidos campeones, Bagman se parecía un poco a esas figuras infladas de los dibujos animados. Se había vuelto a poner su antigua túnica de las Avispas de Wimbourne.

—Bueno, ahora ya estamos todos... ¡Es hora de ponerlos al corriente! — declaró Bagman con alegría—. Cuando hayan llegado los espectadores, les ofreceré esta bolsa a cada uno de ustedes para que saquen la miniatura de aquello con lo que les va a tocar enfrentarse. Se han hecho las consideraciones que luego de esta prueba se descarte a un campeón, para que en la siguiente prueba sean 5, pero primero… la primera prueba… —Les enseñó una bolsa roja de seda—. Hay diferentes... variedades, ya lo verán. Y tengo que decirles algo más... Ah, sí... ¡su objetivo es coger el huevo de oro!

Harry miró a su alrededor. Cedric hizo un gesto de asentimiento para indicar que había comprendido las palabras de Bagman y volvió a pasear por la tienda. Tenía la cara ligeramente verde. Fleur Delacour, Sirakov y Krum no reaccionaron en absoluto, pero Bellarose sonrió. Aunque ellos, al menos, estaban allí voluntariamente y no como él que tenia que participar por fuerza. Y enseguida se oyeron alrededor de la tienda los pasos de cientos y cientos de personas que hablaban emocionadas, reían, bromeaban. Harry se sintió separado de aquella multitud como si perteneciera a una especie diferente.

Y, a continuación (a Harry le pareció que no había pasado más que un segundo), Bagman abrió la bolsa roja de seda.

—Las damas primero —dijo tendiéndosela a Fleur Delacour.

Ella metió una mano temblorosa en la bolsa y sacó una miniatura perfecta de un dragón: un galés verde. Alrededor del cuello tenía el número «dos». Y Harry estuvo seguro, por el hecho de que Fleur Delacour no mostró sorpresa alguna sino completa resignación, de que no se había equivocado: Madame Maxime le había dicho qué le esperaba. Lo mismo que en el caso de Sirakov, ella sacó el numero «cuatro» del cual se trataba de un dragón noruego ella parecía bastante seria y  Krum, que sacó el bola de fuego chino. Alrededor del cuello tenía el número «tres». Krum ni siquiera parpadeó; se limitó a mirar al suelo. Cedric metió la mano en la bolsa y sacó el hocicorto sueco de color azul plateado con el número «uno» atado al cuello. Harry con la mano temblorosa puso sus manos y sacó el dragón colacuerno húngaro  con el numero «seis», maldecía a Ron que era el más atinado a ser un buen adivino, el rio a carcajadas pero era de puro nerviosismo.

—Ese es el espíritu señor Potter.—dijo Bagman con una sonrisa calida sin saber que era una risita tonta.

El campeón de Beauxbatons sacó el otro dragón noruego, el numero «cinco» que quedaba pero parecía bastante confiado a diferencia de su compañera.

Harry se puso sus nuevas botas, los demás campeones sin saber que hacer le vieron, a él le dio vergüenza el hoyo del calcetín de su pie izquierdo que se apresuró a taparlo. Estaba seguro al menos, que sus pies no olían mal. Se puso aquellas botas, por lo menos esperaba que no fueran a ser alguna clase de zapatos mágicos o algo así. Las botas no parecían tener agujetas ni nada pero en cuanto se los puso parecían ajustarse a sus pies, lo único que notaba era que eran bastante ligeras engañando a todos por su aspecto tosco, él creía que tenia que acostumbrarlos pero la verdad es que se adaptó rápido a ellos y se sentía como si no fueran nuevos, como si él no tuviera nada puesto, sintiéndolos muy cómodos. El señor Bagman volvió a entrar a la carpa.

—Harry, ¿Podría…?

—¡Ya es la hora Ludo!

Cedric salía al encuentro, se encontraba más verde que nunca, Harry estaba bastante nervioso por ser el último. El respiró hondo.

Sentarse allí a escuchar era peor de lo que Harry hubiera podido imaginar. La multitud gritaba, ahogaba gemidos como si fueran uno solo, cuando Cedric hacía lo que fuera para burlar al hocicorto sueco. Krum seguía mirando al suelo. Fleur ahora había tomado el lugar de Cedric, caminando de un lado a otro de la tienda. Y los comentarios de Bagman lo empeoraban todo mucho... En la mente de Harry se formaban horribles imágenes al oír: «¡Ah, qué poco ha faltado, qué poco...! ¡Se está arriesgando, ya lo creo...! ¡Eso ha sido muy astuto, sí señor, lástima que no le haya servido de nada!» Y luego, tras unos quince minutos, Harry oyó un bramido ensordecedor que sólo podía significar una cosa: que Cedric había conseguido burlar al dragón y coger el huevo de oro.

—¡Muy pero que muy bien! —gritaba Bagman—. ¡Y ahora la puntuación de los jueces! Pero no dijo las puntuaciones.

Harry supuso que los jueces las levantaban en el aire para mostrárselas a la multitud. —¡Uno que ya está, y quedan 5! ¡Señorita Delacour, si tiene usted la bondad!

Fleur temblaba de arriba abajo. Cuando salió de la tienda con la cabeza erguida y agarrando la varita con firmeza, Harry sintió por ella una especie de afecto que no había sentido antes. Se quedaron solos él y Krum, en lados opuestos de la tienda, evitando mirarse. Se repitió el mismo proceso.

—¿Sabes?—dijo Chevelier Bellorose.—Todavia puedes renunciar.

La voz de Chevelier Bellorose era la de una chica. Harry ladeo la cabeza, ¿Es que el sujeto era realmente afeminado? Harry negó con la cabeza.

—¿No? ¿No quieres renunciar?

—Se supone que debo participar por culpa del caliz.

—Por eso. Pierde apropósito. Asi se quedarán 5 campeones y podremos participar. No creo que la prueba con el dragón sea tan malo.

¿Qué no era tan malo? Harry miró a Viktor Krum que tenia la mirada estatica, Iva Sirakov parecía anonadada por las palabras de Chevelier Bellorose. ¿Realmente pensaba que no era nada? Ella abrió y cerró la boca pero no dijo nada, como si el aire se fuera pero Viktor Krum parecía salir de su ensoñación.

—¿Conoces a los dragones? ¿Sabes que es un dragón?

—Lo sé.—dijo Bellerose sin más.

—¿Sabes que la piel de un dragón es impenetrable salvo sus ojos?

—¿No me digas que tu táctica es usar la maldición de conjuntivitis?

El chico rio. Realmente Chevelier Bellerose estaba loco, era la única conclusión que podría llegar.  Harry sintió peso en su espalda, realmente sentía pesar.

—El chico de Slytherin no estará viéndote.—dijo Bellorose a él.—Él está bastante preocupado por ti.

—Es un buen amigo.

—Yo diría que es más que tu amigo. O esas botas son mágicas o son un carísimo regalo. Botas de piel de dragón, no cualquiera las puede comprar.

Miró sus botas nuevas y sintió el calor de sus mejillas extenderse. No parecían ser botas de piel de dragón parecían ser unas botas muggles sintéticas, de todos modos era normal que se preocupara por él, la escuela entera estaba en peligro. Él siempre se presentaba cuando había peligro. Harry no sabia si estaba en medio por lo del basilisco o lo de Quirell pero estaba allí cuando Sirius Black y Peter Pettigrew y estaba allí cuando supo del mortífagos. Era normal que estuviera allí porque esperaba el bienestar de todo el colegio. Solo eso.

—¡Ah, no estoy muy seguro de que eso fuera una buena idea! —oyeron gritar a Bagman, siempre con entusiasmo—. ¡Ah... casi! Cuidado ahora... ¡Dios mío, creí que lo iba coger!

Diez minutos después Harry oyó que la multitud volvía a aplaudir con fuerza. También Fleur debía de haberlo logrado. Se hizo una pausa mientras se mostraban las puntuaciones de Fleur. Hubo más aplausos y luego, por tercera vez, sonó el silbato.

—¡Y aquí aparece el señor Krum! —anunció Bagman cuando salía Krum con su aire desgarbado, dejando a Harry completamente con esos dos.

Sucedió lo mismo, Harry se encontraba muy nervioso, sabia que la tenia difícil por ser el más inexperto. Los gemidos se escuchaban en medio de todo.

—¡Muy osado! —gritaba Bagman, y Harry oyó al bola de fuego chino proferir un bramido espantoso, mientras la multitud contenía la respiración, como si fueran uno solo—. ¡La verdad es que está mostrando valor y, sí señores, acaba de coger el huevo! ¡Señorita Iva Sirakov, usted sigue!

Ella salió corriendo, como si eso fuese ayudarle. Harry empezó a caminar con preocupación. Sabia que le tocaba si Iva Sirakov era tan buena como Krum acabaría pronto, dudaba que Chevelier Bellorose no se tardará tanto. El sonido del publico era insoportable, sus gemidos debían ser insoportables, Harry estaba seguro que no habia tantos aplausos como  sucedió con Krum, Delacourt y Diggory. Vio su reloj, cada uno habia tardado al menos 30 minutos, según él pero ella ya tenia rato. Chevelier paracia interesado en ver hacia el exterior.

—¡POR MERLÍN!—gritó Bagman.—¡QUIEN SEA QUE ALLÁ LANZADO ESE DISCO ROSADO, A SALVADO A LA SEÑORITA SIRAKOV DE UNA MUERTE SEGURA!

Harry se tapó los oídos. En realidad dudaba que tuviera la misma suerte, Chevelier se quedó sonriendo.

—Esto le costará la descalificación.

—¿Cómo señor Karkarov? ¿Qué ella convocó eso? ¿Dónde está el disco…? ¿No está? ¡Dudamos que ese sea un espejismo que todos hubiéramos visto!

Los minutos pasaron pero inmediatamente se reanudó el ruido.

—¡Por petición del publico…! ¡Se reanudará la búsqueda del huevo de oro por parte de la señorita Sirakov!

Los espectares aplaudieron, al parecer le habian dado una segunda oportunidad a Sirakov para ir por el huevo. Harry estaba muy atento a la carpa por al menos 30 minutos más. El señor Bagman gritó de euforia.

—¡Al final la señortia Sirakov logró obtener el huevo!

La gente estaba eufórica, Chevelier Bellerose fue hacia afuera sin ser llamado. Harry se sentó tratando de aliviar su estrés. El publico estaba realmente sorprendida de lo que habia logrado Chevelier, Harry estaba con el corazón latiendo a toda velocidad. 

—¡El señor Chevelier Bellerose no soportó que le nombrará y fue por el reto! ¡Que valiente señor! ¡Pero que… ¿Hace?!

Harry oyó los gemidos de dolor de varios del publico pero escuchaba que habia estallidos por todos lados, como si hubiera sacado misiles de su boca o algo parecido. Harry estaba oyendo como el publico se habia callado y luego los gritos.

—¡Pero que increíble método utilizó Bellerose! ¡Definitivamente fue una proesa para alguien tan joven! ¡Ha transformado parcialmente sus huesos… y ha ido por el huevo!  ¡Que elegancia señores! ¡Nos falta a nuestro más joven competidor! ¡Señor Harry Potter es el turno para demostrar de qué está hecho!

Se levantó, notando apenas que las piernas parecían de merengue. Aguardó. Y luego oyó el silbato. Salió de la tienda, sintiendo cómo el pánico se apoderaba rápidamente de todo su cuerpo. Pasó los árboles y penetró en el cercado a través de un hueco. Lo vio todo ante sus ojos como si se tratara de un sueño de colores muy vivos. Desde las gradas que por arte de magia habían puesto después del sábado lo miraban cientos y cientos de rostros.

Y allí, al otro lado del cercado, estaba el colacuerno agachado sobre la nidada, con las alas medio desplegadas y mirándolo con sus malévolos ojos amarillos, como un lagarto monstruoso cubierto de escamas negras, sacudiendo la cola llena de pinchos y abriendo surcos de casi un metro en el duro suelo. La multitud gritaba muchísimo, pero Harry ni sabía ni le preocupaba si eran gritos de apoyo o no. Era el momento de hacer lo que tenía que hacer: concentrarse, entera y absolutamente, en lo que constituía su única posibilidad. Levantó la varita.

—¡Accio Saeta de Fuego! —gritó.

Aguardó, confiando y rogando con todo su ser. Si no funcionaba, si la escoba no acudía... Le parecía verlo todo a través de una extraña barrera transparente y reluciente, como una calima que hacía que el cercado y los cientos de rostros que había a su alrededor flotaran de forma extraña... Y entonces la oyó atravesando el aire tras él. Se volvió y vio la Saeta de Fuego volar hacia allí por el borde del bosque, descender hasta el cercado y detenerse en el aire, a su lado, esperando que la montara.

La multitud alborotaba aún más... Bagman gritaba algo... pero los oídos de Harry ya no funcionaban bien, porque oír no era importante... Pasó una pierna por encima del palo de la escoba y dio una patada en el suelo para elevarse. Un segundo más tarde sucedió algo milagroso. Al elevarse y sentir el azote del aire en la cara, al convertirse los rostros de los espectadores en puntas de alfiler de color carne y al encogerse el colacuerno hasta adquirir el tamaño de un perro, comprendió que allá abajo no había dejado únicamente la tierra, sino también el miedo: por fin estaba en su elemento.

Aquello era sólo otro partido de quidditch... nada más, y el colacuerno era simplemente el equipo enemigo... Miró la nidada, y vio el huevo de oro brillando en medio de los demás huevos de color cemento, bien protegidos entre las patas delanteras del dragón. «Bien —se dijo Harry a sí mismo—, tácticas de distracción. Adelante.»

Descendió en picado. El colacuerno lo siguió con la cabeza. Sabía lo que el dragón iba a hacer, y justo a tiempo frenó su descenso y se elevó en el aire. Llegó un chorro de fuego justo al lugar en que se habría encontrado si no hubiera dado un viraje en el último instante... pero a Harry no le preocupó: era lo mismo que esquivar una bludger multitud.

—¿Ha visto eso, señor Krum?

Harry se elevó en círculos. El colacuerno seguía siempre su recorrido, girando la cabeza sobre su largo cuello. Si continuaba así, se marearía, pero era mejor no abusar o volvería a echar fuego. Harry se lanzó hacia abajo justo cuando el dragón abría la boca, pero esta vez tuvo menos suerte. Esquivó las llamas, pero la cola de la bestia se alzó hacia él, y al virar a la izquierda uno de los largos pinchos le raspó el hombro. La túnica quedó desgarrada.

Le escocía. La multitud gritaba, pero la herida no parecía profunda. Sobrevoló la espalda del colacuerno y se le ocurrió una posibilidad... El dragón no parecía dispuesto a moverse del sitio: tenía demasiado afán por proteger los huevos. Aunque retorcía la cabeza y plegaba y desplegaba las alas sin apartar de Harry sus terribles ojos amarillos, era evidente que temía apartarse demasiado de sus crías. Así pues, tenía que persuadirlo de que lo hiciera, o de lo contrario nunca podría apoderarse del huevo de oro. El truco estaba en hacerlo con cuidado, poco a poco. Empezó a volar, primero por un lado, luego por el otro, no demasiado cerca para evitar que echara fuego por la boca, pero arriesgándose todo lo necesario para asegurarse de que la bestia no le quitaba los ojos de encima. La cabeza del dragón se balanceaba a un lado y a otro, mirándolo por aquellas pupilas verticales, enseñándole los colmillos... Remontó un poco el vuelo. La cabeza del dragón se elevó con él, alargando el cuello al máximo y sin dejar de balancearse como una serpiente ante el encantador. Harry se elevó un par de metros más, y el dragón soltó un bramido de exasperación. Harry era como una mosca para él, una mosca que ansiaba aplastar. Volvió a azotar con la cola, pero Harry estaba demasiado alto para alcanzarlo. Abriendo las fauces, echó una bocanada de fuego... que él consiguió esquivar.

—¡Vamos! —lo retó Harry en tono burlón, virando sobre el dragón para provocarlo—. ¡Vamos, ven a atraparme...! Levántate, vamos... La enorme bestia se alzó al fin sobre las patas traseras y extendió las correosas alas negras, tan anchas como las de una avioneta, y Harry se lanzó en picado. Antes de que el dragón comprendiera lo que Harry estaba haciendo ni dónde se había metido, éste iba hacia el suelo a toda velocidad, hacia los huevos por fin desprotegidos. Soltó las manos de la Saeta de Fuego... y cogió el huevo de oro. Y escapó acelerando al máximo, remontando sobre las gradas, con el pesado huevo seguro bajo su brazo ileso. De repente fue como si alguien hubiera vuelto a subir el volumen: por primera vez llegó a ser consciente del ruido de la multitud, que aplaudía y gritaba tan fuerte como la afición irlandesa en los Mundiales.

—¡Miren eso! —gritó Bagman—. ¡Mírenlo! ¡Nuestro paladín más joven ha sido el más segundo más rápido en coger el huevo! ¡Bueno, esto aumenta las posibilidades de nuestro amigo Potter!

Harry vio a los cuidadores de los dragones apresurándose para reducir al colacuerno; y a la profesora McGonagall, el profesor Moody y Hagrid, que iban a toda prisa a su encuentro desde la puerta del cercado, haciéndole señas para que se acercara. Aun desde la distancia distinguía claramente sus sonrisas. Voló sobre las gradas, con el ruido de la multitud retumbándole en los tímpanos, y aterrizó con suavidad, con una felicidad que no había sentido desde hacia semanas. Había pasado la primera prueba, estaba vivo y entero...

—¡Excelente, Potter! —dijo bien alto la profesora McGonagall cuando bajó de la Saeta de Fuego. Viniendo de la profesora McGonagall, aquello era un elogio desmesurado. Le tembló la mano al señalar el hombro de Harry—. Tienes que ir a ver a la señora Pomfrey antes de que los jueces muestren la puntuación... Por ahí, ya está terminando con Diggory.

—¡Lo conseguiste, Harry! —dijo Hagrid con voz ronca—. ¡Lo conseguiste! ¡Y eso que te tocó el colacuerno, y ya sabes lo que dijo Charlie de que era el pe...!

—Gracias, Hagrid —lo cortó Harry para que Hagrid no siguiera metiendo la pata al revelarle a todo el mundo que había visto los dragones antes de lo debido

 El profesor Moody también parecía encantado. El ojo mágico no paraba de dar vueltas.

—Lo mejor, sencillo y bien, Potter —sentenció. —Muy bien, Potter. Ve a la tienda de primeros auxilios, por favor —le dijo la profesora McGonagall. Harry salió del cercado aún jadeando y vio a la entrada de la segunda tienda a la señora Pomfrey, que parecía preocupada.

—¡Dragones! —exclamó en tono de indignación, tirando de Harry hacia dentro. La tienda estaba dividida en cubículos.

A través de la tela, Harry distinguió la sombra de Cedric, que no parecía seriamente herido, por lo menos a juzgar por el hecho de que estaba sentado. La señora Pomfrey examinó el hombro de Harry, rezongando todo el tiempo.

—El año pasado dementores, este año dragones... ¿Qué traerán al colegio el año que viene? Has tenido mucha suerte: sólo es superficial. Pero te la tendré que limpiar antes de curártela. Limpió la herida con un poquito de líquido púrpura que echaba humo y escocía, pero luego le dio un golpecito con la varita mágica y la herida se cerró al instante.

—Ahora quédate sentado y quieto durante un minuto. ¡Sentado! Luego podrás ir a ver tu puntuación. —Salió aprisa del cubículo, y la oyó entrar en el contiguo y preguntar—: ¿Qué tal te encuentras ahora, Diggory?

Harry no podía quedarse quieto: estaba aún demasiado cargado de adrenalina. Se puso de pie para asomarse a la puerta, pero antes de que llegara a ella entraron dos personas a toda prisa: Hermione e, inmediatamente detrás de ella, Ron.

—¡Harry, has estado genial! —le dijo Hermione con voz chillona. Tenía marcas de uñas en la cara, donde se había apretado del miedo—. ¡Alucinante! ¡De verdad!

—¡Pero si lo pasaba allá era irreal!—gritó Ron.—¡Te hubieses visto! ¡Todos nos moríamos!

—Vamos, Harry, están a punto de darte la puntuación.

Cogiendo el huevo de oro y la Saeta de Fuego, más eufórico de lo que una hora antes hubiera creído posible, Harry salió de la tienda, con Ron a su lado, hablando sin parar.

—Has sido el mejor, ni punto de comparación. Cedric hizo una cosa bastante rara: transformó una roca en un perro labrador, para que el dragón atacara al perro y se olvidara de él. La transformación estuvo bastante bien, y al final funcionó, porque consiguió coger el huevo, pero tam bién se llevó una buena quemadura porque el dragón cambió de opinión de repente y decidió que le interesaba más Diggory que el labrador. Escapó por los pelos. Y Fleur intentó un tipo de encantamiento... Creo que quería ponerlo en trance, o algo así. El caso es que funcionó, se quedó como dormido, pero de repente roncó y echó un buen chorro de fuego. Se le prendió la falda. La apagó echando agua por la varita. Y en cuanto a Krum... no lo vas a creer, pero no se le ocurrió la posibilidad de volar. Sin embargo, creo que después de ti es el que mejor lo ha hecho. Utilizó algún tipo de embrujo que le lanzó a los ojos. El problema fue que el dragón empezó a tambalearse y aplastó la mitad de los huevos de verdad. Le han quitado puntos por eso, porque se suponía que no tenía que causar ningún daño. ¡El más alucinante fue Bellerose! ¡Convirtió parte de su espalda en alas! ¡Parecia un angel! ¡Además que tú, el utilizo el recurso de volar!

—¿Qué pasó con Sirakov?—preguntó.

—¡Oh! ¡Ella se tardó un montón!—dijo Ron sorprendido.—El dragón que le tocó no fue tan tarado. Norberta era tan inteligente que ella intentaba distraerla pero no lo logró, perdió la paciencia y fue poco a poco por los huevos pero no pudo, luego un disco volador salió de la nada. Lo vimos todos, un disco volador salió desde las estradas y casi le escupio fuego a la cara. La verdad dudo que siga en el torneo, porque es la que más se tardó…

Ron tomó aire al llegar con Harry hasta el cercado. Retirado el colacuerno, Harry fue capaz de ver dónde estaban sentados los jueces: justo al otro extremo, en elevados asientos forrados de color oro.

—Cada uno da una puntuación sobre diez—le explicó Ron. Entornando los ojos, Harry vio a Madame Máxime, la primera del tribunal, levantar la varita, de la que salió lo que parecía una larga cinta de plata que se retorcía formando un ocho.

—¡No está mal! —dijo Ron mientras la multitud aplaudía—. Supongo que te ha bajado algo por lo del hombro... A continuación le tocó al señor Crouch, que proyectó en el aire un nueve.

—¡Qué bien! —gritó Ron, dándole a Harry un golpecito en la espalda. Luego le tocaba a Dumbledore. También él proyectó un nueve, y la multitud vitoreó más fuerte que antes. Ludo Bagman: un diez.

 —¿Un diez? —preguntó Harry extrañado—. ¿Y la herida? ¿Por qué me pone un diez?

—¡No te quejes, Harry! —exclamó Ron emocionado. Y entonces Karkarov levantó la varita. Se detuvo un momento, y luego proyectó en el aire otro número: un cuatro. ¡A Krum le diste un diez!

Pero a Harry no le importaba. No le hubiera importado aunque Karkarov le hubiera dado un cero.

—¡Estás en el segundo puesto, Harry! ¡Bellerose es el primero! —le dijo Charlie Weasley, precipitándose a su encuentro cuando volvían para el colegio—.Ah, sí... me ordenaron que te dijera que tienes que esperar unos minutos. Bagman les quiere decir algo en la tienda de los campeones.

Charlie fue donde estaba su hermano Percy, ambos emocionados por lo que acababan de ver.

—¡Yo creía que las botas te ayudarían a correr más rápido!—gritó Ron emocionado.

—No. Se supone que son de piel de dragón.

—¿Piel de dragon?—preguntó Ron.—¡Charlie que estas botas son de dragón!

Su hermano miró con desdén.

—No.—dijo Charlie.

—Eso me dijo Chevelier.

Charlie se acercó junto con Percy y ambos miraron las botas nuevas de Harry, ellos negaron con la cabeza.

—No.—dijo Charlie.—Y yo sé de dragones… esto esta hecho… de piel…

Su hermano Percy tocó las botas con fascinación.

—Son botas muggles. Eso es seguro... son muy torcas…

—Son comodas.

Harry saltó como si fueran a lanzar misiles o algo ayudarlo a correr, él dio un brinco, tampoco le hacían brincar alto, simplemente eran unas botas bonitas con los colores de Hogwarts.

—Bien por tus botas, Harry.—dijo Dumbledore mirándolos desde allí.—Has elegido representar a todo el colegio y no solo a Gryffindor.

Miró sus botas con vergüenza. Si supieran que eran un regalo de ese Slytherin. Cuando intentó decirle el profesor Dumbledore fue a hablar con los jueces.

—Es cierto Harry.—dijo Percy.—No como Diggory que solo lleva los colores de Hufflepuff.

Él, Delacourt, Bellerose, Diggory, Krum entraron juntos. Cedric tenía un lado de la cara cubierto de una pasta espesa de color naranja, que presumiblemente le estaba curando la quemadura. Al verlo, sonrió y le dijo:

—¡Lo has hecho muy bien, Harry!

—Y tú —dijo Harry, devolviéndole la sonrisa.

—¿Y Sirakov?

—Fue descalificada. La verdad si le tocó a un dragón muy difícil.

 —¡Muy bien todos! —dijo Ludo Bagman, entrando en la tienda con su andar saltarín y tan encantado como si él mismo hubiera burlado a un dragón— . Ahora, sólo unas palabras. Tienen un buen período de descanso antes de la segunda prueba, que tendrá lugar a las nueve y media de la mañana del veinticuatro de febrero. ¡Pero mientras tanto les vamos a dar algo en que pensar! Si se fijan en los huevos que estan sujetando, verán que se pueden abrir... ¿Ven las bisagras? Tienen que resolver el enigma que contiene el huevo porque les indicará en qué consiste la segunda prueba, y de esa forma podrán prepararse para ella. ¿Está claro?, ¿seguro? ¡Bien, entonces pueden irse!

Harry salió de la tienda, se juntó con Ron y se encaminaron al castillo por el borde del bosque, hablando sin parar. Harry quería que le contara con más detalle qué era lo que habían hecho los otros campeones. Luego, al rodear el grupo de árboles detrás del cual Harry había oído por primera vez rugir a los dragones, una bruja apareció de pronto a su espalda.

Era Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica de color verde amarillento, del mismo tono que la pluma a vuelapluma que tenía en la mano.

—¡Enhorabuena, Harry! —lo felicitó—. Me pregunto si podrías concederme unas palabras. ¿Cómo te sentiste al enfrentarte al dragón? ¿Te ha parecido correcta la puntuación que te han dado?

—No, sólo puedo concederle una palabra —replicó Harry de malas maneras—: ¡adiós!

Y continuó el camino hacia el castillo, al lado de Ron.


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