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Enséñame a amar por MissWriterZK

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Terminé de vestirme a la velocidad de la luz y salí de mi habitación después de haber revisado que no me dejaba nada y que llevaba las llaves encima… Si por algún casual se me olvidaran, sin Yeleen ahí, debería dormir en el felpudo.

La encontré fuera de su habitación, contemplando sus uñas con esmalte negro mate, al verme, me dedicó una de sus radiantes sonrisas y pensé inmediatamente en el porqué debía de haber aparecido ella en ese sueño. Era mi amiga y me sentía mal de haberla utilizado, con Priya… bueno, todo era diferente con ella.

—¿Te ocurre algo, Su? —me preguntó, al ver que me quedaba unos instantes pensando en mis cosas indecentes.

—¡Sí! ¡Es decir, no! ¡Vamos a comer! ¿No tenías hambre? Démonos prisa o las milhojas de frambuesa se esfumarán antes de que puedas olerlas. —Conseguí desviar su atención, aunque me seguía con una expresión pensativa.

Después de habernos enfrentado a una cruenta batalla en busca de hidratos de carbono y frutas, nos sentamos en una de las mesas del fondo que estaba sin ocupar. Los ojos azul grisáceo de mi amiga rubia, me obligaban a hablar y contarle lo que me atormentaba.

—Verás… esta noche he tenido un sueño MUY extraño —dije, haciendo énfasis en ese muy.

—Sabes que tengo un sexto sentido muy desarrollado, pero todavía no llego a la categoría de ser vidente ni adivina. Habla por esa boquita, te escucho. —Me dio pena la pobre milhoja, estaba siendo contemplada con una mirada depredadora… muy parecida a la de mi sueño.

—He tenido un sueño subido de tono —susurré algo avergonzada, mordiendo una rebanada de pan tostado.

—¿Y eso qué tiene de malo?

—¡Fue un trío con dos mujeres!

Ella abrió sus ojos con sorpresa momentáneamente, para volver a su estoicismo habitual. Suspiró y pensó bien antes de decir algo.

—Podrías describirme el comportamiento de los personajes en tu sueño. El lenguaje de los sueños me interesa y he leído bastante sobre ello.

—Si insistes… Una de las mujeres era el deseo, la lujuria, la pasión y el amor encarnado; mientras que la otra se mostraba reservada, insegura, dudosa sobre todo…

Permaneció un par de minutos torturándome con su pensamiento y yo comenzaba a estar en un estado próximo a la ebullición. Mi sonrojo sería visible desde las aulas magnas…

—Creo que lo que soñaste refleja tu situación actual. No tienes de qué avergonzarte, que hayas soñado eso, no significa expresamente que desees acostarte con esas dos mujeres. La primera mujer que me has descrito representa todo lo que la mujer que te gusta despierta en ti; mientras que la otra, representa tu estado sobre eso. Te encuentras dudosa, indecisa y cuestionándote sobre si lo que sientes está bien o no… ¿Es la primera vez que te sientes así respecto a una mujer?

—Así es… No sé lo que siento, no sé si es confusión, nostalgia o sentimiento… Te agradezco por haberme escuchado y aconsejado… —agradecí avergonzada, siendo incapaz de mirarla a los ojos, cosa que llevaba siendo así desde que la vi frente a su habitación. Establecer contacto visual después de todo aquello era demasiado vergonzoso.

—Sé que soñaste conmigo como la mujer indecisa, ¿me dirás quién fue la otra? —habló, provocando que la mirara a los ojos totalmente sonrojada—. ¡Al fin me miras a los ojos! Era un farol que acabas de confirmarme…

—¡Eso no es justo!

—La vida es injusta.

—Vaya, cuánto optimismo de buena mañana. ¿Puedo sentarme, chicas? Todo está repleto. —Esa era la voz que menos necesitaba escuchar y la que más deseaba en esos momentos… Priya se encontraba frente a nosotras, tan perfecta como siempre.

—Claro. —Chani se movió un asiento y dejó que Priya se sentara a mi lado, poniéndome contra las cuerdas de buena mañana.

Chani me miró con una mirada socarrona, ya había averiguado que Priya había sido el objeto de mi deseo nocturno. ¡Maldita sea! ¿Tan evidente era?

—Parece que disfrutáis de un buen desayuno en una gran compañía. La conversación se veía divertida, ¿de qué trataba?

—¡N-nada!

—¿Ajá?

«Mierda, sospecha de mí y me va a hacer cantarlo todo con sus dotes de oratoria. ¡Ayúdame, Chani!»

—Solo le había dicho que no iba a compartir mis milhojas de frambuesa. —Ella también tenía el don de sacarme de buenos aprietos.

—¿En serio? Podemos compartir la mía, la escogí porque decían que no estaba muy dulce, pero no sé si me gustará.

Era cierto, Priya odiaba los dulces y el chocolate. Debía comer para terminar con la tapadera.

—¿Seguro que no te importa? Es tuya, después de todo…

—Venga, abre la boca.

—¡Puedo comerla yo misma!

—¿Quieres o no? —preguntó con una voz traviesa.

—¡Claro que quiero!

—Entonces, di ahhh.

Abrí la boca con una expresión infantil, dejando que ella hiciera algo tan vergonzoso como alimentarme enfrente de todo el mundo. Creo que manchó la comisura de mis labios a propósito, era demasiado cuidadosa como para cometer un error.

—Quédate quieta, voy a limpiarte… —ordenó con una voz increíblemente sensual, aproximándose a mis labios con lentitud, lamiendo la comisura de mis labios, haciendo que me estremeciera de pies a cabeza—. Sabes que no me gusta el dulce, pero no me importa comerlo de esta manera… —susurró con travesura, provocando que todos los eventos de mi sueño se repitieran en mi cabeza.

Cuando volví a estar consciente, la miré. No se había movido ni un milímetro, se había quedado embelesada, analizando mi rostro. El resto de personas parecían demasiado inmersas en sus conversaciones como para percatarse de ello y Chani… bueno, Chani estaba disfrutando de su bandeja de milhojas.

Me perdí en aquellos ojos celestes, viajando a su alma y analizando la perfección de su rostro sexy y exótico, siendo incapaz de apartar mi mirada de sus labios finos, lamiendo y mordiendo los míos en un acto reflejo. Ella tragó saliva, ordenándome que volviera a hacerlo y no pude negarme a ella. No sabía en qué estaba pensando, si es que mi cerebro no se había ido de vacaciones desde el suceso de la noche anterior.

Dio un largo suspiro, haciendo que me derritiera con el contacto de su aliento cálido contra mis labios. La miré a los ojos de nuevo, era una situación delicada y tampoco estábamos en el mejor lugar, pero me era imposible dejar de contemplarla, su magnetismo me había hechizado por completo. Se alejó momentáneamente, mordiendo el resto de milhoja, para acercarse a mis labios temblorosos, besarme e inundar el beso de ese sabor dulce y frutal… En ese momento, mi cerebro dejó de funcionar y me dejé llevar por mis sentimientos y pasiones, profundizando el beso y haciendo mi sueño realidad.

Ambas gemíamos y no nos separamos hasta habernos quedado sin respiración. La miré, totalmente sonrojada y ella tenía una expresión de sorpresa, ruborizada y digamos que, de contención, podía ver cómo se contenía para no ser descubiertas.

—Lo siento… No pude contenerme por más tiempo. Todo en tu rostro pedía a gritos que te besara y yo… me dejé llevar. Lamento mucho haberte incomodado, no he tenido en cuenta tus sentimientos.

La tomé por la muñeca y después de haber vaciado nuestras bandejas, la llevé a un sitio tranquilo, sin peligro de que nadie nos escuchara ni nos viera, mi habitación.

—Espera, Su. ¿Tanto te ha molestado? ¡Prometo no volver a hacerlo! No te enfades conmigo… no sabría que hacer si te fueras de mi vida otra vez.

No contesté, mi corazón se aceleró ante esa confesión. Abrí la puerta, cerrándola tras nosotras y mirándola a los ojos otra vez, esta vez, con una mirada animal.

—No pongas en mi boca palabras que no he dicho… —susurré con confidencialidad, poniéndome de puntillas para saldar la distancia de nuestra diferencia de altura, acariciando sus labios con la punta de mis dedos—. ¿Sabes una cosa? Tenía miedo, miedo de cómo me sentía, miedo de ser rechazada por ti, por mi familia… la sociedad. Pero, me he dado cuenta de que, si se trata de ti, no tengo nada que temer. Voy a dejar de mentirme y hacerme creer cosas que no son, me gustas mucho, Priya. Desde que te vi la primera noche me sentí increíblemente atraída por ti y no sabía por qué me sentía así contigo cerca.

La besé, cruzando mis brazos tras su cuello para profundizar el beso y llevarla a mi terreno. Tardó un tiempo en procesar esa cantidad de información, correspondiendo con pasión y recorriendo mi cuerpo con la calidez y la suavidad de sus manos. Antes de que pudiera darme cuenta, ella me había levantado y me había sentado sobre mi escritorio, apoyándome contra el frío vidrio de la ventana y besaba el hueco de mi clavícula.

—Enséñame a amar… —suspiré reaccionando a sus caricias de la misma forma en la que el fuego reacciona a la gasolina.


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