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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Hyoga estaba muy nervioso, tal vez demasiado, y aunque había practicado en su mente como decirle a su maestro lo que había pasado, se daba cuenta que tenerlo de frente era mucho más difícil de lo que se lo había imaginado.

-¿Qué es lo que pasa?

Hyoga suspiro por tercera vez consecutiva, llevando una mano a donde estaba su mordida, sintiendo tranquilidad, de tan solo tocarla, pensando en su alfa que siempre era gentil a su lado.

-Hyoga, no te entrene para que tuvieras dudas y lo que sea que haya pasado, puedes decírmelo, yo te ayudaré con eso.

Hyoga descubrió entonces su cuello, para que su maestro viera esa mordida, que ante sus ojos eran los dientes de alguna clase de criatura inhumana, de algún salvaje que había usado el celo de su amado alumno, su debilidad, pero aun así, trato de mantenerse tranquilo.

-¿Te mordieron?

Pregunto manteniendo la calma, arqueando una ceja, demasiado perturbado, sin saber qué hacer, pero no podía permitir que Hyoga lo viera flaquear, le viera enojarse o empezar una cacería para buscar a ese alfa que mordió a su alumno.

-No sólo eso, maestro Camus.

Camus ladeo un poco la cabeza, pensando que siempre que había una mordida había sexo, enojándose con quién fuera que mordió a su alumno, furioso, tomando una decisión, debía tener un nombre, una cara, así podría buscarlo y encerrarlo en un cubo de hielo para que nunca pudiera salir de su prisión.

-También estoy embarazado del alfa que me mordió.

Pero ese era un castigo muy suave, demasiado blando para alguien que debía morir una pena aterradora, alguien que mataría, y después, perseguiría en el Inframundo, en el Yomotsu para lanzarlo al abismo, en el Inframundo para matarlo cuantas veces pudiera, con estalactitas de hielo, clavándose una a una en su cuerpo, destruyéndolo lentamente, pero aun así, debía mantener la calma.

— ¿Y quién es el afortunado?

Hyoga sabía que su maestro no podría tomar con calma esa noticia, que pensaría lo peor y que trataría de castigar a su alfa, por eso le pidió que se mantuviera atrás, que no lo siguiera, viendo la mueca de disgusto de Camus, que se parecía mas a una sonrisa, un tic nervioso, una mueca de molestia absoluta.

—Déjeme decirle…

Camus negó eso, ya no deseaba escuchar mas, porque Hyoga trataría de decirle que no era para tanto, pero si ese alfa no estaba a su lado, eso quería decir que era un cobarde, un mentiroso, un mal compañero, que sufriría la venganza de un santo dorado.

—Fue ese santo de bronce de la cara marcada, ese bastardo de la isla de la reina muerte…

Hyoga negó eso, porque pensaba que la única razón por la que Ikki no lo mato, fue porque su hermanito no era un omega, y el estaba embarazado, no podía culparlo de corromper a su hermano, que tenía su misma edad, con el que siempre había tenido una relación muy cercana.

—Maestro, por favor… déjeme decirle que paso.

Camus trataba de pensar en algún nombre, el dragón era un beta, el Pegaso también, tal vez alguno de los dioses guerreros de Hasgard, en ese caso, su venganza sería peor aún, porque conocía muy bien la clase de pervertido que habitaba esas tierras, que sobrevivía en la tundra, porque él era uno de ellos, y se prometió, que su alumno jamás tendría que sufrir en las manos de alguien igual a él.

—Solo dime quien es para que pueda ir por él y matarlo, encerrarlo en un cubo de cristal que lanzare al hoyo ese en el Inframundo, para que de nuevo, cuando su alma vagabundee las sombras, lo destroce con pequeñas navajas de cristal por deshonrar a mi alumno.

Milo se rio al escuchar esa amenaza, Hyoga al ver que Shun había seguido a Milo, y que este se reía de la respuesta de su maestro sin importarle la seguridad de su alfa, levanto las manos en dirección de su maestro, como si fuera una barrera.

—Por favor maestro, déjeme explicarle lo que paso…

Camus al ver a Shun, noto algo que antes no había visto, ese muchacho delgado de aquella delicada apariencia, quien le veía serio, firme, era un alfa, no el más imponente de sus congéneres, pero era uno de los suyos, quien le veía como si lo estuviera retando, su alumno era un omega, que trataba de explicarle quien era su alfa, pero lo supo en ese momento, apretando los dientes, sintiendo que una vena estaba a punto de estallar.

—Fuiste tú… tu deshonraste a mi alumno, una rata verde violo a un cisne.

Shun negó eso, nunca había hecho nada en contra de su amigo, ahora su amante y su compañero, quien trato de colocarse frente a su maestro, pero este siguió caminando, hasta detenerse frente a él, con una expresión que indicaba exactamente cuanto le despreciaba.

— ¿Quién te crees que eres para morder a un cisne, para morder a mi alumno? ¿Es eso lo que te enseño ese santo de plata? ¿O me dirás que los alfas siempre serán alfas?

Milo comenzaba a molestarse, los dos estaban en ese templo, lo que significaba que estaban juntos, que se amaban, Hyoga tenía una mordida y el muchacho era por mucho, más fuerte que cualquier santo dorado, cualquier espectro o cualquier dios, eso lo habían demostrado, además, Shun era un buen muchacho, un alma noble, siempre amable, para su punto de vista, era el mejor alfa que cualquier omega podía tener, si te gustaba la tranquilidad, él prefería a su pervertida paleta de limón.

— ¿No crees que ya te estás pasando?

Le pregunto cruzando sus brazos, tratando de ser la voz de la cordura, y eso no iba con él, de ninguna manera, pero Camus estaba actuando como toda una mamá gallina, como cuando fue a buscarlo a media noche para decirle que a su alumno le había llegado el celo y que no sabía qué hacer.

—Yo puedo responder por mí mismo, señor Milo, si el maestro Camus me lo permite.

Shun estaba firme, observando a Hyoga, que estaba nervioso, pues le había dicho que Camus era un maestro protector, que siempre le había dicho que se cuidara de los alfas, que Milo también le había dicho que no aceptara el cortejo de cualquiera, pero él no era cualquiera y su amor era real, sincero, él quería demasiado al santo del cisne, mucho más que a su propia vida.

—Yo amo a Hyoga, y él me ama a mí, por eso tiene mi mordida, por eso me ha aceptado como su compañero, porque compartimos una unión muy profunda, como la que usted tiene con el señor Milo, o Mu tiene con el señor Aldebarán.

A Camus le importaba muy poco las excusas de ese alfa, lo único que deseaba era vengar el honor de su alumno, que no se atrevía a pelear con él, mirándole con su ojo azul, esperando que quisiera escuchar a su alfa.

—Una unión que se ha manifestado con la concepción de un bebe, que nacerá en seis meses a partir de esta fecha y aunque somos jóvenes, sabemos que deseamos conservarlo, por eso hemos venido a verlo, porque Hyoga necesita su bendición…

Camus no podía creer que hubieran pasado tres meses desde la concepción de ese niño del que hablaban, preguntándose cuanto tiempo llevaban siendo compañeros, tal vez mas de un año, si Hyoga trataba de seguir sus consejos.

— ¿Eso quiere decir que ya han tenido más de un celo juntos?

Milo pregunto lo que él no se atrevió, deteniéndose a un lado suyo, para evitar que hiciera alguna locura, si la respuesta no le gustaba en lo absoluto, pero Shun, con esa calma que le caracterizaba, asintió.

—Estamos juntos, desde los trece años, ya tenemos dieciocho, pero llevamos dos siendo una pareja, el primer celo nos cuidamos, el segundo, permitimos que pasara, así que no es un accidente, ni fue un error de juicio, amo a Hyoga y quiero pasar el resto de mi vida a su lado.

Hyoga sonrió, al escuchar esa declaración, al ver que su maestro iba calmándose, caminando hasta detenerse junto a su alfa, sosteniendo su mano con la suya.

—Maestro Camus, Milo, queremos formalizar nuestra unión, quiero casarme con él, estar a su lado por siempre con su bendición, pero, si no lo aceptan, de todas formas lo hare, porque yo lo quiero, yo amo a Shun, el me quiere a mí, eso debería ser suficiente para ustedes.

Milo asintió, para él era más que suficiente que los dos se amaran, que desearan estar juntos, sonriendo al pensar que Camus tendría pequeñas pisadas en su templo, como siempre lo deseo, así que ya no tendría por qué darle un niño, cuando podía cuidar a su nieto, por llamarlo de alguna manera.

— ¿Por qué no me dijiste antes?

Hyoga no supo que decirle, Milo se rio entre dientes, rodeando el cuello de su alfa, que aun estaba demasiado tenso, esperando que solo fuera una alucinación, una pesadilla, un mal sueño del que pudiera despertar muy pronto.

—No es obvio, no deseaba que hicieras un escándalo y quisieras matar a su alfa.

Shun guardaba silencio, sosteniendo con mayor fuerza la mano de Hyoga, que esperaba la respuesta de su maestro, quien solamente suspiro cansado, llevando una mano a su sien, respirando hondo.

—Juro, que entre tú y Milo me volverán loco, solo espero, que el patito que nazca, no me cause tantos problemas…

Hyoga sonrió, al ver que Camus aceptaba su unión, Shun abrazo a su omega, recargando su cabeza en su hombro, separándose cuando el maestro de su compañero clavo sus ojos en el, como si fueran navajas.

—Tienen mi bendición, pero tú, aun estas a prueba…

Aceptaba ese reto con gusto, se dijo en silencio, siguiendo a Hyoga que por fin estaba mucho más tranquilo, quien no se atrevía a discutir con su maestro, pues, le admiraba, lo quería demasiado y aunque al pelear con él, hizo lo correcto, de vez en cuando, aun se sentía culpable por eso.

—No estás contento, ya tendrás pequeñas pisadas en tu templo, niños corriendo por doquier.

Camus estaba cansado, pero al escuchar esas palabras de Milo, negó eso, no quería escuchar pisadas de niños cualquiera, que bien podían ser sus nietos, si Hyoga fuera su hijo, él deseaba niños propios, escorpiones corriendo por doquier, aterrorizando el santuario.

—No, eso significa que aun mi alumno tendrá hijos antes que yo, porque tú no quieres tener niños míos…

Milo suspiro, no entendía la necesidad de Camus de tener niños, pero con el eso no pasaba, no deseaba niños pequeños corriendo por doquier destruyendo la tranquilidad de su templo, no era un omega maternal, aunque su paleta de limón dijera lo contrario, pero no deseaba discutir, solo distraer a su alfa, que aun estaba molesto por aquella noticia.

—Debes admitir, que esos dos siempre han estado juntos, que hacen una bonita pareja y que te gustara verles crecer a los niños nacidos de ambos, porque yo no quiero niños, no voy a cambiar pañales, ni arruinare mi figura con un embarazo.

Camus se encogió de hombros, mirándole de reojo, suponiendo que podía tratar de convencer a su omega de otra forma, justo como le convenció de recibir su mordida, cuando lo seguía a todas partes, como si fuera su sombra, cuando Milo trataba de esconderse con Aldebarán, pero, usando una vieja treta, que leyó en un libro de mitología, puedo encajar sus dientes en su cuello.

—Yo intente ser bueno, intente ser comprensivo, pero al demonio con todo eso, tu y yo queremos una familia, pequeños niños propios, lo sé, porque te conozco mucho mejor de lo que tú te conoces a ti mismo, así que, mi pequeño escorpión, lo he decidido, este año será cuando tu des a luz al primero de ellos.

Camus beso sus labios, después de esa declaración, manteniendo la calma para los que no le conocían bien, para Milo, fue una señal de alarma, porque le veía sonreír, como cuando lo engaño para que recibiera su mordida, durante su celo, como lo hacían los dioses griegos, usando su ingenuidad para eso.

—Esta vez no te dejare hacerlo.

Camus no le respondió, por lo cual, Milo comenzó a sentirse nervioso, porque nunca le negaría a su amado algo que deseara, no en realidad.

—Eres un maldito.


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