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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Camus había tomado una decisión y no se iba a arrepentir por nada del mundo, esta vez no, él deseaba tener un niño, o varios, pequeños escorpiones que anduvieran por allí, además, comenzaba a sentirse viejo, su alumno ya tenía un alfa, pronto sus propios niños, en cambio, Milo todavía no daba su brazo a torcer, así que debía convencerlo de permitirle traer al mundo un fruto de su amor.

Lo haría lento, convenciendo poco a poco, igual a como lo había hecho con su escorpión cuando logro morderlo durante su celo, siguiéndolo a todas partes, admirándolo de lejos, persiguiéndole en silencio, para dejarle claro a sus rivales, que ese bello omega era su alma gemela, sólo que todavía no lo sabía, no en ese momento.

Llevaba flores, serenatas, poemas de amor, todo lo que pensara pudiera servirle para seducir a su amado, que termino sucumbiendo a sus encantos, como esta vez lo haría, porque Milo le amaba, realmente le quería y nunca le negaría nada de lo que le pidiera.

Camus estaba seguro de eso, de su victoria, y aun tenía la paciencia para seducirle, convencerle lentamente, por eso estaba en su templo, caminando lentamente, esperando sorprenderlo, pero cual fuera su sorpresa cuando lo vio, a Kanon, cargando algo extraño en sus brazos, un bulto, acercándose a Milo, quien le veía extrañado también.

— ¡Milo! ¡Quiero que conozcas al amor de mi vida!

Milo se acerco a él, algo sorprendido, buscando a Radamanthys, pues muchas veces le había dicho que ese espectro era el amor de su vida, aquel que más quería en ese mundo y a quien deseaba a su lado, por el resto de sus días.

—Ya lo conozco, lamentablemente.

Milo aun no entendía porque Kanon estaba tan enamorado de Radamanthys, se preguntaba la razón de ello, constantemente, pero no era quien para opinar, era su amigo quien había optado por un espectro como su pareja, mientras que el, por una paleta de limón.

—No, el otro, una hermosa chica rubia, de unos ojos azules como el cielo.

Milo veía como tenía algo en sus brazos, que cargaba como si fuera un bebé, pero no le tomó importancia, tratando de pensar quien podría ser, y porque parecía tan contento con eso, porque pensaba, que pasaría ese celo en compañía del espectro, a quien mordería por fin.

— ¿Qué paso con Radamanthys?

Le pregunto, mirándole fijamente, observando como Kanon le daba el bulto blanco, que se movía, haciendo que arqueara una ceja, viéndola por fin con una expresión extraña, entre maravilla y nerviosismo, pues, no sabía cómo cargar un bebe.

—Pues ella nació del primero, hace como un año y unos meses.

No era necesario que hicieran demasiadas cuentas, porque era obvio que esa niña había sido concebida durante la guerra y Milo de pronto, cargando a la niña con mas, seguridad, le vio con una expresión que decía exactamente lo que pensaba que hizo.

— ¡Maldita sea Kanon! ¿Lo forzaste?

Kanon al escuchar eso negó esa pregunta inmediatamente, no lo había forzado, había sido todo un caballero en dorada armadura, literal y figurativamente, mirándole con una expresión de sorpresa, llevando una mano a su pecho con indignación.

—Para tu información, después del combate, Radamanthys entro en estado de celo y prácticamente me salto encima, yo fui la pobre victima de existir una.

Milo aun le veía sorprendido, acunando al bebe, que sostuvo su cabello, llevándolo a su boca, con una pequeña risa que erizo su piel, llamando la atención de Camus, que también podía ver que Kanon, el buen amigo de su escorpión, tenía un bebe, justo como le dijo a su omega que pasaría.

—De existir, porque me encanto estar a su lado… es tan sexy cuando quiere comerme vivo y no se detiene ante nada, moviéndose con ese cuerpo rubio sobre el mío.

Era demasiada información, siempre, porque no podía mezclar al espectro que los mato en el castillo Heinstein como lo que era, un demonio salido de las entrañas del Inframundo, y el omega que Kanon presumía cuando se juntaban a tomar una cerveza o comer alguna botana, riéndose al pensar, que su amigo alfa, tampoco podía imaginarse a un Camus pervertido, lleno de detalles hacia él, con una infinidad de expresiones diferentes.

—Quedamos en que ninguno de los dos hablaría de ese asunto con el otro, jamás.

Le recordó Milo, arrullando a la niña que se dejaba sostener por él, escuchando unos pasos, maldiciendo su suerte, porque sabía exactamente de quien eran esos pasos, y podía verle admirar la idea de tener un hijo propio cada vez más.

—Así que Kanon tiene un hijo, una niña…

Camus se asomo a verla sonriendo, imaginándose un bebe de cabello azul ensortijado, o tal vez cabello verde lacio, sonriendo, llamando la atención de Kanon, porque esa sonrisa no podía ser considerada una amenaza, pero lo era, y no para él, sino para su omega.

—Se llama Leviatán… es hija de Radamanthys, que ya tiene mi mordida.

Kanon sabía que el copo de nieve era un alfa posesivo y celoso, algo territorial, que en un momento pensó que estaba interesado en Milo, pero no era así, sin embargo, el escorpión era su mejor amigo, el único que tenía en el Santuario, en sus primeros días claro, y el más cercano de ellos.

—Y también nos casaremos, en algunos meses, le hare un omega de bien.

La verdad era que Camus lo ponía nervioso, porque nunca sabía lo que estaba pensando, si estaba furioso, si estaba contento, si estaba a punto de matarte o estaba completamente eufórico, para él, todas sus expresiones eran idénticas, para Milo, existía un mar de ellas, pero pensaba que era como con su omega, ya que su buen amigo le decía que el rostro de Radamanthys pasaba de molesto, a muy enojado, sin puntos medios.

— ¿Puedo cargarla?

Esta vez pregunto, tratando de sonreírle a Kanon, que le miraba con algo parecido al nerviosismo, pensó Camus, quien asintió, permitiéndole cargar a su hija, una cosita hermosa, pequeña y regordeta, con ojos azules, con las cejas de su madre, con el color de su cabello, pero el tono de piel de Kanon, una criatura encantadora, pero el que tendría con su escorpión seria por mucho más hermoso todavía.

—Es tan hermosa, me hace pensar en querer tener mi propio bebé, un niño que nazca de Milo, un pequeño escorpión verde… o una paleta de mora azul.

Milo negó eso casi inmediatamente, no deseaba tener niños, aunque esa pequeña era preciosa, tan perfecta que no sabía que más responderle, sin que llamara la atención de Kanon, que deseaba enseñarle su bebé a todos los habitantes del santuario, a su diosa, a los otros santos dorados, a quien deseara verla.

—Quien lo hubiera pensado, primero recibimos la noticia de que la rata verde embarazo a mi alumno y ahora esto, Kanon tiene una hermosa nena con su omega… faltamos nosotros.

Camus le regreso a Kanon a la pequeña que aun sonreía, mirándoles fijamente, sin entender muy bien de que estaban hablando, reconociendo la molestia del santo de cristal, como la mirada de sorpresa y negación de Milo.

— ¿Rata verde?

Pregunto, antes de que Milo pudiera silenciarlo, quien ya hacía señas con sus manos para que no siguiera hablando, pero era demasiado tarde, logrando que Camus volviera a molestarse, además, de empecinarse en tener su propio niño o niña, un hijo de ambos, el fruto de su amor.

—Shun de Andrómeda embarazo a mi alumno, a Hyoga, seguramente usando alguna treta.

Kanon al escuchar esa respuesta sonrió de medio lado, negando eso, sin entender porque Camus hablaba así de ese santo de bronce, aunque no creía que supiera que alguna vez fue el embace de Hades, respirando hondo cuando la mirada del santo de acuario se poso en la suya.

— ¿Qué te parece tan gracioso?

Kanon pensaba que lo mejor era irse, pero la parte en él que le gustaba pelear por la justicia, le dijo que debía defender a los dos santos de bronce, en especial, Shun, que era más bueno que el pan, o cualquier cosa buena en ese mundo, ese alfa era un santo y seguramente debió tomar mucho valor para declarársele a Hyoga.

—Qué piensas que Shun se aprovecho de Hyoga, Andrómeda es un santo, no como nosotros, sino de esos santos religiosos que alcanzan la iluminación por su bondad, y para mi, el cisne tiene mucha suerte de tener un alfa como él, que lo cuidara, lo proveerá, lo respetara por el resto de sus vidas.

Milo había tratado de decirle eso a Camus, pero su alfa no lo aceptaba, mucho menos viniendo de los labios de Kanon, pues pensaba, que los dos estaban confabulados, para convencerlo de la bondad de Shun, que no importaba que hubiera peleado en las guerras cuando era un pacifista, pues eso no tenía nada que ver.

—Lo que me sorprende es que Ikki no haya matado a tu alumno por profanar a su hermano, pero si aun el está de acuerdo con su unión, porque te molestaría a ti, no es como si Hyoga fuera un niño pequeño.

Camus le veía en silencio, pensando en lo que Kanon le estaba diciendo, tal vez tenia razón, pero, aun así, Shun estaba a prueba, debía demostrar que podía ser un buen alfa, en cambio, su deseo por tener su propio hijo aumentaba a pasos adelantados, tomando una decisión, quería un niño, un bebé, que se pareciera Milo.

—Además, así tienen más tiempo para estar juntos, Milo y tú podrían tener un bebé, para que crezca junto a mi niña, los dos podrían destruir el santuario, tal vez conquistar el mundo…

Estaba bromeando, por supuesto, pero la sonrisa de Camus y la mirada de Milo, que decía claramente que era un traidor, de nuevo le hizo reír, pues, le había bromeado a Shion, diciéndole que le enseñaría todo lo que sabía, aun, como engañar dioses, para poder hacerse con el mundo.

—No es tan mala idea.

Dijo Camus, viéndolo partir, tomando la decisión de tener un bebe durante ese celo, claro que él no lo tendría, porque al ser un alfa era físicamente imposible para el hacerlo, pero, para Milo era lo más fácil del mundo, siempre y cuando pudiera convencerlo de eso.

—Ni siquiera lo pienses.

*****

Hyoga por fin podía respirar con calma, sentado en una pequeña columna en el coliseo, mirando las nubes pasar por sobre su cabeza, a su lado estaba Shun, que le veía en silencio, con aquella expresión pacifica, que siempre tenía, sosteniendo una de sus manos, para después sonreír.

—Lo tomo mucho mejor de lo que esperaba, tal vez porque Milo estaba presente.

Shun asintió, creyendo que sería como con su hermano, que ataco al cisne apenas supo que esperaban un bebe, aunque le dijo que se trataba de un alfa, y que su omega era Hyoga, claro que ese momento no fue uno preparado, sino que estaban juntos, en su habitación, brindándose caricias, el debajo de su compañero, que le cabalgaba sin pudor alguno, sosteniéndose de su torso.

—Ikki lo tomo mucho peor aún, te ataco sin siquiera pensarlo.

Hyoga recordaba que intento golpearlo, pero Shun sostuvo su puño con sus cadenas, para que pudieran separarse de golpe, el cubriendo a su amado con una de las almohadas, quien estaba completamente sonrojado, sin saber exactamente qué decir al respecto.

—Todavía no puedo verlo a la cara después de eso…

Tenía que recordarse que aun no sabía que pensar de esa ocasión, porque la puerta estaba cerrada, pero aun así el hermano mayor de su alfa ingreso en ese cuarto, creyendo que lastimaban a Shun por los gemidos que pronunciaba, quien, al ver lo que estaba pasando, aun estaba sumamente enojado, pero decidió escuchar lo que tenían que decirle.

—No se acercara en un tiempo, él está muy avergonzado por todo lo ocurrido…

Hyoga creía que cuando naciera su hijo, o hija, volverían a ver a Ikki, pero mientras tanto, querían un poco de paz, como la que tenían en la isla Andrómeda, en donde Albiore, el maestro de Shun se mostro feliz por la noticia, el era un alfa, que simplemente le abrazo, aceptándolo como un miembro más de la isla, quien a su vez, después de unas semanas, les dijo que Camus tenía derecho a saber de las buenas noticias, así que debían visitarlo para eso.

—Sobreviviste, eso es lo mejor…

Lo decía en serio, no deseaba ser un omega soltero, porque su maestro mato a su alfa antes de permitirle contarle como sucedió todo, como decidieron estar juntos, pues, se dieron cuenta que se amaban.

— ¿Quién más crees que debe saberlo?

Mu, él les había ayudado en la guerra, Kanon, gracias a él lograron llegar a su destino y el evito en varias ocasiones que mataran a Shun, había tantas personas que debían saber la gran noticia, pero suponía, que tenían que hacerlo lentamente.

—Shiryu, Seiya y tu hermano ya lo saben, tu maestro y el mío también, Milo ya lo sabe, deberíamos ir con Kanon, seguramente el se alegrara por nosotros.


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