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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Minos temía por la seguridad de su hermano y de su sobrina, que dormía en sus brazos, después de llegar a la casa de géminis, donde Radamanthys viviría en compañía de Kanon, de quien estaba enamorado, tal vez, mucho antes de conocerlo.
 
Había sido un mal hermano, una mala persona, por dejarlo tanto tiempo solo a expensas de Gracchus, cuando sabía que le observaba demasiado, que su deseo era real, así como la preocupación de su hermano, que pensaba le haría daño en cuanto tuviera una oportunidad. 
 
-¿Que vamos a hacer pequeña?
 
Le pregunto arrullandola en sus brazos, recibiendo unos balbuceos de la pequeña dragoncita, que movía sus manos, sosteniendo su cabello blanco, llevando unos mechones a su boca.
 
-¿Que haré si te hacen daño a ti o a tu omega? 
 
No podía permitir que pasara eso, ellos dependían de él y de su alfa, para estar seguros, pero su alfa no tenía la información completa, así que no sabía que tan grande era el problema en el que estaban sumergidos.
 
-Pero no temas, no lo voy a permitir, no esta vez. 
 
Porque cuando un dios deseaba algo, no se detenía hasta tenerlo en sus manos, y de esa forma era que Gracchus había logrado que le dieran la mano de su hermano en matrimonio, que se lo entregaran para que cuidara de él, pero no solo eso, también consiguió que ejecutarán por traición al que deseaba como su alfa, junto a su hermano. 
 
-El tío Minos cuidara de ustedes… 
 
Susurro cuando la pequeña comenzó a reírse, preguntándose que se sentiría ser el padre de un pequeño niño, y aunque ya lo había sido en Creta, en ese momento era un emperador, no pudo disfrutar de esa ocasión como le hubiera gustado.
 
-Podrías explicarme todo lo que sabes, es mi dragón y mi huevito quienes están en peligro. 
 
Le solicitaron sentándose frente a él, era Kanon, que vistiendo unos pantalones holgados, deseaba descubrir lo que Radamanthys no le estaba diciendo, creyendo que podría mentirle, pero era su alfa, era su esposo y era el embaucador de dioses, nada se le escapaba.
 
-Dionisio se hizo pasar por un senador, se llamaba Gracchus en ese momento y deseaba a mi hermano, lo seguía a todas partes, elegía todo por él, aun la ropa que se ponía, mandó ejecutar al guardia que Radamanthys deseaba como su alfa, un campesino con miras muy altas, pero del que se enamoró ese idiota.
 
También asesinó a su gemelo, los dos aspiraban a ser poderosos, y los dos terminaron por abandonar a sus dos omegas, suponía que el otro era el arquero, porque a donde iba Dionisio estaba Pan, y donde estaba el sátiro, allí estaba el dios del vino. 
 
-También ejecutaron a su hermano y yo tuve que mandarlo lejos, a Radamanthys, a Beocia, para que se casara con Alcmena, la madre del mítico Hércules, así estaría seguro, no sabia que se trataba de un dios, ni siquiera creíamos en ellos, mucho menos pensé que seríamos encargados de las almas de los mortales, pero así pasó y el dios del vino regreso por el.
 
Kanon mantuvo la calma, mirándole fijamente, esperando que le dijera mucho más que eso, necesitaba toda la información posible, toda la información necesaria, para que su familia estuviera segura.
 
-Ese guardia se parecía a ti, estaba encargado de la seguridad de mi hermano y era unos cinco años mayor, sabía cómo hablar, tenía una maldita lengua de plata, era inteligente, ambicioso, guapo, fuerte, pudo llegar muy lejos y lo habría hecho, de morder a Rada… 
 
Minos le recordaba, también cómo les ayudaba verse en secreto, seguro que el seria el emperador, por lo cual, no dejaría que casaran a su hermano con nadie que no deseara, si deseaba a ese soldado, lo tendría.
 
-Pero lo quería… 
 
Eso lo dijo con una sonrisa triste, porque sabía que los dos se amaban, que su afecto era sincero y no solamente porque se trataba del hijo del emperador, sin embargo, el senador que tanto admiraba su padre también deseaba al joven omega. 
 
-Como lo quería, los dos, los dos se querían mucho, fue el primero amor sincero de Rada, pensé que sería el único hasta que llegaste tu y tiene tu mordida, a tus cría, tal vez vendrá otro crío en camino… 
 
Y no estaba dispuesto a dejarlo ir, eso nunca, se temía, así que su hermano estaba destinado a ser un esclavo, si no conseguían la forma de matar a ese dios, a Dionisio y a Pan, para que esos dos omegas estuvieran a salvo.
 
-El confía en ti, en tu amor, así que te lo imploro, por favor, no dejes solo a Radamanthys, no le dejes sufrir el amor de ese dios, no es justo… 
 
*****
 
Aioros no quiso irse a dormir solo, aún tenía miedo y no quería estar en compañía de Aioria, porque culparía a su alfa de su miedo, como si Saga fuera capaz de hacerle daño. 
 
Su Saga, que no se atrevió a buscarlo cuando se llevó a su diosa en sus brazos, en vez de eso mando a Shura, que era una piedra fría, inamovible e imperturbable.
 
Quien le acompañó a su habitación, en donde le preparo un poco de té, para que pudiera dormir un poco, tranquilizarse después de haber visto a esa odiosa criatura. 
 
Saga no estaba en su cama, pero si al otro lado de la habitación, meditando, el intentaba dormir y después de unos minutos lo consiguió, más por el té, que porque estuviera menos asustado. 
 
Y al soñar, Aioros se vio caminando en un prado, cerca de una estructura de mármol blanco, escuchando unos pasos a su espalda, deteniéndose para dejar unas flores a la diosa Athena. 
 
Volteando para ver al hombre más atractivo que jamás había visto, un sujeto de cabello azul, hermoso como una mañana de primavera, fuerte, vestido como un guardia de alguna clase. 
 
—¿Porque me estás siguiendo? 
 
Ese hombre, un alfa, se encogió de hombros, acercándose a él, para acariciar su mejilla, besando sus labios con delicadeza, gimiendo al probar su sabor tan característico, admirar su aroma. 
 
—Tenía tiempo libre, además, mi hermano está persiguiendo a su príncipe, debo hacerme tonto algunas horas. 
 
Aioros sonrió al escuchar esa respuesta, sabía que el hermano de ese apuesto alfa, de su futuro compañero, estaba prendado del menor de los tres hijos de Asterión y que deseaba hacerle suyo. 
 
—A tu hermano le gustan los peligros… 
 
Saga, pues ese era su nombre asintió, a Kanon me gustaban los peligros, pero a él también, porque se esmeraba en seducir al único hijo omega de una familia de artesanos y mercaderes, cuyos doce hermanos podían intentar matarlo en cualquier momento. 
 
—Solo tiene que esquivar a un viejo senador, yo en cambio estoy arriesgando mi pellejo con seis betas y seis alfas sobreprotectores de un hermoso omega vírgen. 
 
Eso lo dijo susurrando en su oído, esperando que Aioros se enojara con el, se sonrojara, riéndose cuando frunció el entrecejo e intentó marcharse, pero lo evitó, sosteniéndolo de su muñeca. 
 
—No te enojes, antes de tomar la pureza de ese bello omega, me casare con el con todos los ritos necesarios, compraré una casa y lo llevaré a vivir conmigo. 
 
Aioros al escucharle sonrió, suspirando, dejando que le besara de nuevo, gimiendo al sentir sus manos en su cintura, su cuerpo contra el suyo. 
 
—Mi padre busca a un alfa rico para mí, no me dejará casarme contigo. 
 
Pero si era un hombre poderoso, un general o algo parecido, no podría negarse a ello y eso pasaría, cuando su hermano mordiera al príncipe, que ya comía de la palma de su mano, a quien ya se le había entregado en secreto.
 
—Mi hermano se casará con un príncipe, cuando sea un consorte real, no podrá negarme tu mano, así que ya no me niegues el placer de tu compañía, sabes que te amo, que te deseo, que seré un buen alfa. 
 
El también le amaba y lo deseaba demasiado, pero no podía dejarle morder su cuello, o entregarse a él, porque su padre se pondría furioso e intentaría matar a su soldado, que no tenía nada que darle, pero le hacía feliz. 
 
—Sabes que no puedo… 
 
Susurro, pero Saga volvió a besarle, llevando sus manos a su cintura, esperando convencerlo de entregarse a él, sin percatarse que ese templo tenía un visitante, una criatura extraña, de cabello negro, que podria ser humano, si no tuviera partes de animal adornando su cuerpo. 
 
—Por favor Aioros, dame lo que los dos queremos, conviértete en mi omega… 
 
Aioros volvió a negarse, empujando a Saga, suspirando, debía irse de allí, sus hermanos debían estar buscándolo por todo el lugar, y si lo encontraba con este guardia, lo matarían. 
 
—Te matarán si te ven conmigo, pero te prometo regresar mañana por la mañana.
 
Poco después simplemente se marchó, escuchando un sonido extraño unos minutos después, las pezuñas de una cabra chocando contra el mármol, preguntándose si ese sería un sacrificio. 
 
Saga le había dejado ir, como todas las ocasiones que se veían en secreto, esperando el momento en que su guardia ascendiera con ayuda de su fuerza e intelecto, sin creer que su hermano menor pudiera unirse con el príncipe de Creta. 
 
El sonido de esos cascos le siguió por demasiado tiempo, en el templo, en la calle principal, aún podía escucharlo en la soledad de su taller, pues él era quien se dedicaba a realizar las esculturas que vendían sus hermanos. 
 
Su madre había salido al mercado, sus hermanos estaban vendiendo sus artesanías y otros artículos, su padre había sido llamado por un senador de nombre Gracchus, le tenía un encargo especial. 
 
Así que estaba solo, cuando le vio, una cosa que no era humana, parecida a un hombre de rizado cabello negro, barba del misma color, brazos fuertes como un tronco, piernas de animal, como de una cabra, una criatura repugnante, que sonrió al verle. 
 
—Un hermoso omega vírgen… 
 
Susurro, en un idioma humano, dando varios pasos en su dirección, al mismo tiempo que él retrocedía, presa del pánico, antes de emprender una carrera, para salir de esa habitación, creyendo que se había vuelto loco.
 
—No he tenido uno de esos en mucho tiempo… 
 
Esa cosa comenzó a reírse, corriendo en su dirección, atrapandolo antes de que pudiera salir de su casa, cargandolo en sus hombros como si no pesara nada, para llevárselo consigo, no sabía a dónde, hasta que ingresó en la recámara principal, dejándole caer en la cama que pertenecía a sus padres. 
 
—Nos divertiremos mucho, dulce criatura, Pan te hará ver las estrellas.
 
Esa cosa se quitó algunas prendas, desnudando su cuerpo de todos sus arreglos, haciéndole ver que su pesado miembro estaba erecto, sin cubrir. 
 
—Y si me gustas, tal vez te conserve… 
 
Aioros despertó sudando frío, jadeando, sintiendo unas manos en sus hombros, era Saga, quien le sostenía en silencio, mirándole fijamente, preocupado por él. 
 
—¿Estás bien? 
 
Aioros negó eso, no estaba bien, aferrándose a Saga, diciéndose que eso no podía ser una pesadilla, que eso era real y que pasó alguna vez.
 
—No me dejes solo Saga, por favor, no me dejes solo.
 
No era un cobarde, pero le temía a esa criatura, mucho más a su flauta, a su música que me hizo quedarse inmóvil, indefenso, comprendiendo bien lo que deseaba esa criatura, lo que ya le había hecho en el pasado. 
 
—¿Qué ocurrió? ¿Qué soñaste? 
 
No era un sueño, era un recuerdo, de una vida en la cual no tenía cosmos, en la cual no pudo defenderse y en la que estaba seguro, había perdido a su alfa. 
 
—Con esa cosa… esa aberración me atacaba y yo no podía defenderme. 
 
Saga cerró los ojos, pensando que debía seguir las palabras de Arles y destruir de una buena vez a esa deforme criatura, antes de que se atreviera a tocar a su omega. 
 
—No temas yo estoy aquí… 
 
*****

  Mientras tanto alguien más soñaba con su propio pasado...


—Padre, necesito hablar contigo, es muy importante. 
 
Radamanthys no había visitado a su padre en demasiado tiempo, porque generalmente no lo escuchaba o sino, a cada instante se encontraba Gracchus susurrando en su oído, diciéndole que debía hacer.
 
—Es un favor que necesito pedirte. 
 
Aunque pensaba que podría ser un buen emperador, a pesar de ser un omega, desde la llegada de ese senador, se veía atrapado, encerrado, como si no tuviera otra opción más que aceptar a ese anciano a su lado.
 
—Es sobre Gracchus, él me persigue, me busca en cualquier parte… quiere morderme y yo no sé qué hacer. 
 
Estaba asustado y quería que su padre mandará lejos al senador, sin embargo, su padre como si no le escuchara, o como si estuviera demasiado borracho para poder responderle, negó eso. 
 
—Te ama, por eso te sigue a todas partes y he decidido que será un buen alfa para ti, un compañero que sabrá guiarte, a pesar de su edad. 
 
Radamanthys negó eso, encontrandolo completamente absurdo, tratando de acercarse a su padre, que sosteniendo una copa en su mano, seguía bebiendo, observando al senador salir de las sombras, con una expresión que claramente decía que el era quien gobernaba Creta.
 
—Has escuchado a tu padre, yo seré tu alfa, no ese ambicioso guardia, que está recibiendo un justo castigo en este instante, por violar al príncipe, por intentar marcar sus dientes en su cuello, cuando yo soy tu dueño. 
 


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