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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¿Porque no puede entenderlo? 
 
Pregunto de nuevo, su lengua arrastrándose en su boca, sus ojos húmedos y pidiéndole más licor a sus camaradas, a sus hermanos de armas que le veían unos con una expresión de sorpresa, otros de fastidiado y sólo uno con lástima. 
 
-¿Porque no puede ver que Kanon no es para él? 
 
El basilisco quiso quitarle la botella de sus manos, pero no pudo, Valentine era mucho más fuerte que él, y en ese momento estaba irreconocible. 
 
-Que Kanon no se lo merece, ni lo puede hacer feliz... 
 
De nuevo se quejaba, terminando la botella, que lanzó al suelo para que se quebrara, imaginandose en su lugar a Kanon, a quien odiaba demasiado. 
 
-Mi señor es demasiado noble, demasiado puro y gentil para ese mentiroso, ese embaucador... 
 
Valentine se levantó, para buscar más licor, quería dejar de pensar en su amado señor, pero no podía, no era justo que alguien como el no tuviera el amor de su objeto de deseo y Kanon, un enemigo, un mentiroso, pudiera seducirle con tanta facilidad. 
 
-¿Qué tiene el que no tenga yo? 
 
Les pregunto, casi gritando a los cuatro vientos, esperando escuchar una respuesta, que le dijeran que no había nada que pudiera darle, que él no pudiera, que el era mejor que Kanon de Géminis y por mucho. 
 
-Seis centímetros más de estatura y cinco kilos más de músculo, ojos azules, un rostro esculpido por los mismos angeles, un corazón de oro, así como una astucia que supera a los dioses.
 
Era Pandora, con su fiel Cheshire, quien disfrutaba de sus celos y su dolor, porque nunca habían logrado congeniar, su deber era proteger a Pandora, el había tratado de matarla en más de una ocasión. 
 
-Y a Radamanthys en su cama, durante su celo... 
 
Eso lo dijo el espectro delgado, haciendo que le sirvieran algo de licor, en ese bar en el castillo de Hades, un sitio en donde los espectros pasaban el rato, bebiendo licor, a veces apostando. 
 
-¿Quieres pelea? 
 
El basilisco tuvo que sostener a Valentine de los brazos, para que no atacará a Cheshire y para que no cayera el suelo, dando un espectáculo mucho peor aún de si mismo. 
 
-Nos estas poniendo en ridículo... 
 
El minotauro le ayudo a sostener a su aliado, con un suspiro fastidiado, al mismo tiempo que Basilisco lo sostenía del pecho. 
 
-¿Qué diría nuestro señor Radamanthys de saber lo que estás haciendo? 
 
Valentine por un momento actuó como si pudiera contener su enojo con eso, pero repentinamente se dejó caer, llevando sus manos a su rostro.
 
-Radamanthys no lo sabe porque está en la cama de Kanon, regalandole su celo e ignorandome a mi, su fiel sirviente, que tanto lo ama, por un maldito traidor... 
 
Pandora no aparentaba ninguna emoción, hasta que sujeto la barbilla de Valentine, riéndose al verle con esa expresión derrotada. 
 
-Pues tienes mi permiso de cortejar a tu amado señor Radamanthys, Valentine... 
 
Valentine trago saliva, sin comprender lo que su enemiga, su rival y su señora le decía, con una expresión de absoluta seguridad.
 
-No quiero que mi fiel sirviente le acepte y se convierta en su omega, lo necesitamos aquí, en el Inframundo, así que se un alfa, persigue a tu omega, tráelo de regreso.
 
*****
 
Kanon espero un poco más de tiempo, pensando que sus palabras si habían sido muy hirientes, qué tal vez había cruzado una línea que no sabía que existía, así que buscaría a su omega para pedirle perdón, supuso, cuando Saga se marcho sin decirle nada, en dirección de un templo en particular, el de Sagitario. 
 
-Ay Rada... todo lo que hago por ti... 
 
Nunca se disculpaba, pero esta vez sí lo haría, únicamente por él, por su omega, que en ese momento bebía en la barra de una taberna, estaba enojado, no porque estuviera celoso, sino, porque las palabras de Kanon habían sido muy hirientes, una puñalada en el corazón, en su orgullo. 
 
-Te pensaba diferente... 
 
Se quejo, bebiendo más de aquel exquisito licor que servía un sujeto de cabello negro y ojos dorados, de un color metálico que decidió ignorar. 
 
Pensando que Kanon únicamente veía a los omegas como si fueran objetos, mulas de cría, criaturas sin otra motivación en la vida, que solo debían ser tomados, mordidos y embarazados cuando llegaba su celo.
 
-Te ves muy triste... un corazón roto, me imagino. 
 
Radamanthys escucho las palabras del cantinero, de cabello lacio, negro, demasiado largo para ser cómodo, ojos dorados, piel pálida, como del color de la leche fresca, fuerte y alto, podría ser atractivo, si su rostro no portará una fea expresión de condescendencia. 
 
-Limitate a servir tu licor, yo me limitare a beberlo y después pagaré un precio justo por él, pero mientras tanto, guarda silencio, no me interesan las charlas baratas con desconocidos. 
 
El cantinero simplemente sonrió, como si estuviera de acuerdo con su postura, sirviéndole más de ese licor, que Radamanthys bebía sin pena. 
 
Un licor potente, que le pegaba mucho más duro de lo que pudo imaginarlo, era suave, como leche, pero apenas podía mantenerse en pie y se daba cuenta que los otros feligreses de aquella cantina, se habían marchado, estaban completamente solos. 
 
-Este licor es muy fuerte... 
 
Susurro con la lengua torpe, recargando su frente contra la superficie de la barra, sintiendo también, como su celo, los primeros síntomas empezaban a incomodarle. 
 
-Maldición... maldición... 
 
Susurro, tratando de levantarse con esfuerzo, a punto de caer, para sentir unas manos en su cintura, con demasiado cuidado. 
 
-Oye, ten más cuidado, casi pierdes el equilibrio... además, un omega no debe beber tanto ni tan cerca de su celo. 
 
Radamanthys sostuvo las manos que lo tocaban, apretando los dientes, para sonrojarse poco después, tragando un poco de saliva, un movimiento que aquel que lo sostenía no pudo ignorar. 
 
-¿Quien dice que soy un omega? 
 
Le pregunto al extraño de ojos violetas, que aún sostenía su cintura, como si pudiera ignorar su segundo sexo, su celo. 
 
-Pues Kanon, dice que eres su omega, pero no tienes una mordida... 
 
Inmediatamente se sonrojo, molestandose mucho más con Kanon, por declarar esa noticia sin que el se lo dijera y aunque se había ganado a Minos, de alguna forma que no comprendía del todo, su actitud de absoluta seguridad comenzaba a molestarle. 
 
-¡Pues no soy su omega! 
 
Se quejó, tratando de soltarse de las manos del apuesto extraño, que lo dejo libre e inmediatamente, como si su piernas no tuvieran fuerza alguna casi cae al suelo, para ser sostenido de nuevo. 
 
-Deberíamos llevarlo de regreso a Géminis, allí estará seguro. 
 
Uno de los dos omegas de los tres santos que estaban presentes, fumaba un cigarrillo y tenía las manos en las bolsas de su pantalón. 
 
-¿Crees que sea lo correcto? 
 
El fumador se encogió de hombros, no le interesaba, ese espectro era problema de Kanon, no de ellos, así que le daba lo mismo.
 
-No creo que sea lo correcto, mejor lo llevamos a mi templo y le llamamos a su hermano, Minos sabrá que hacer, no queremos que Kanon cometa alguna locura. 
 
Quien dijo aquellas palabras era un hombre hermoso, de cabello azul, ensortijado, con una rosa en sus labios, quien miraba fijamente al espectro en celo, que estaba por perder la consciencia.
 
-Lo que tú quieres es que Minos visite tu templo... 
 
El fumador se rió entre dientes, cuando la rosa se encogió de hombros, Minos llamaba su atención, al menos lo que decían de su persona, ya que según había escuchado era tan orgulloso y sádico, como era hermoso. 
 
-Ha llamado mi atención, que esperan, que me quedé sin verle... 
 
De hecho, eso sería mucho mejor para los tres, cuando su amigo se interesaba en alguien, siempre había problemas. 
 
-Seria lo correcto, pero tú nunca te quedas con las ganas de nada. 
 
Era cierto, y lo mejor era actuar como el buen samaritano para que el preocupado hermano mayor, acudiera a su templo. 
 
-Por que debería hacerlo. 
 
*****
 
Kanon seguía buscando a Radamanthys, esperando encontrarlo en alguna parte de Rodorio, estaba preocupado, asustado, temiendo lo peor. 
 
-¿Donde estas?
 
Hasta que los vio, los tres aliados de Saga, quienes llevaban a Radamanthys con ellos, la espada cargandolo entre sus brazos. 
 
-¡Radamanthys! 
 
Grito, deteniéndose frente a los tres, acariciando la mejilla del espectro rubio, que parecía dormido en los brazos de Shura. 
 
-¿Donde habías estado? 
 
Radamanthys no le respondió, acurrucándose en el regazo de Shura, como si se tratara de un niño pequeño. 
 
-Aparentemente bebiendo hasta quedarse perdido, en un bar repleto de alfas y betas esperando poder aprovecharse de un omega borracho.
 
Eso lo dijo con molestia, casi como si lo estuviera regañando, algo que Kanon, no soportaría. 
 
-Se enojo por algo que dije, pero es mi omega y lo llevaré a un lugar seguro. 
 
Pero la espada negó eso, no lo dejaría en las manos de un alfa con claras intenciones de morder a un omega, sin la supervisión de otro omega, no era correcto. 
 
-No lo creo, Angelo y Afrodita, los dos omegas, servirán de guardianes hasta que llegue su hermano, o si despierta y esta en sus canales, será decisión suya. 
 
*****
 
-Aioros... Aioros necesito hablar contigo. 
 
Saga canturreo, esperaba encontrar a Aioros, libre de su protector hermano, sin embargo, su hermano estaba sentado en las escaleras, mirándole fijamente. 
 
-¿Estás no son horas para que los niños se vayan a dormir? 
 
Saga sabía que Aioria le detestaba y no hacía nada por cambiar esa noción del santo dorado, porque la compra día perfectamente, hasta la aceptaba, pero no estaba dispuesto a perder a su omega, solo porque en el pasado fue la peor clase de persona que podía existir, así que esperaba que Aioria se marchara, quien le veía fijamente, con desprecio. 
 
-La noche es para los jóvenes, porque no vas a dormir, anciano... 
 

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