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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Aioria dio un paso en dirección de Camus, quien al verle en el templo de su amado estaba a punto de atacarlo, pero aún se controlaba, porque si golpeaba a ese gato sarnoso, su escorpión se molestaría demasiado con él, además, podría hacerle daño.

 

-Un alfa tan patético como tu, jamas podria hacerme daño y lo sabes…

 

Milo guardaba silencio, sin entender lo que Aioria le estaba diciendo a su alfa, elevando su cosmos, solamente podía ver como Camus también elevaba el suyo, como si estuvieran a punto de pelear, haciendole pensar en dos gallos, o algo parecido.

 

-Y por eso nunca tendrás un hijo de Milo, porque seguramente no le haces sentir nada, ni placer ni deseo, únicamente aburrición, porque no eres más que un cubo de hielo, un alfa sin sentimientos.

 

Camus seguía guardando silencio, pero Milo comenzaba a odiar al santo de leo, que insultaba a su alfa sin entender nada de él, no era frío, era ardiente e inventivo, era un amante dedicado, el mejor alfa de ese santuario.

 

-Si el fuera mi omega, gritaria de placer todas las noches y ya tendríamos niños, lo que tu nunca podras tener, tal vez, porque eres un Iceberg en todo lo que haces.

 

Cuando Aioria dijo eso, respecto a darle placer a su omega, dio otro paso, pero se detuvo porque Milo avanzó en dirección de Aioria, sin entender sus palabras, esa basura que salía de su boca.

 

-¿Acaso eres estéril y por eso no has logrado embarazar a Milo?

 

Milo al escuchar esa pregunta sintió que su sangre hervía, y empujó a Aioria, quien ya se había liberado del hielo, apartandolo de su alfa, sin comprender muy bien su actitud, pero seguro de que no le gustaba, siempre le habían molestado los alfas que trataban a los omegas como viles objetos.

 

—¡No te metas con Camus!

 

No dejaría que nadie levantara una sola mano contra su paleta de limón, el era el mejor hombre que conocía, era un alfa amable y cariñoso, se esforzaba mucho en mantenerlo feliz, por lo cual, cuando vio que Aioria deseaba usar el Plasma Relámpago, respondió como lo pensaba mejor.

 

-¡No te atrevas a levantar una sola mano en contra de mi amado alfa!

 

Milo golpeó con el puño cerrado el rostro de Aioria, lanzandolo al suelo, haciendo que cayera, llevando inmediatamente su mano a su mejilla, sin saber muy bien porque le golpeaba, sin entenderlo.

 

-¡Camus no te merece!

 

Le grito, haciendo que se enojara mucho más, colocándose entre los dos respirando hondo, tomando una decisión de la que estaba seguro se iba a arrepentir, apretando los dientes, antes de lastimar a Aioria por intentar tocar a su alfa, a quien no le estaba prestando atención.

 

-¡Desde los quince tengo su mordida, yo lo acepte a mi lado, como Aioros acepta a Saga, es más, en mi proximo celo trataremos de tener un bebé, un escorpión verde o una paleta de mora azul… pero serán sus niños a los que yo tendré!

 

Aioria le vio como si lo hubiera traicionado, como si se tratara de un traidor, por defender a su alfa, que iba calmandose poco a poco al escuchar esas palabras, y por defender la unión de Aioros y Saga.

 

-¡Lo mejor es que lo aceptes de una buena vez Aioria.

 

Esperaba que entendiera su mensaje, dándole la espalda, para besar a Camus, en los labios, con fuerza, aunque fuera cruel para Aioria, que se quedó en ese sitio, viendo como se apartaban de ese templo, Milo llevandose a Camus, todo el tiempo cubriendo su cuerpo con el suyo.

 

--¡Vamonos!

 

Camus no sabia que decir o cómo responder a esas palabras, mirando fijamente a Milo, cuando golpeó el pilar con su puño cerrado, respirando hondo, tratando de quitarse lo enojado.

 

-¿Es en serio? ¿Tendremos un bebé?

 

Milo volteo con un suspiro, acariciando las mejillas de Camus, para besarle de nuevo, al ver como su enojo se había disipado por completo, pero notando un brillo rojizo en sus ojos, algo que no le gustaba, porque era idéntico al brillo en los ojos de Aioria.

 

-Sí, si es tan importante para ti lo tendremos, pero si no me consientes mucho durante mi embarazo, me voy a enojar mucho contigo, además, tu serás quien cuide de nuestro bebé y tienes completamente prohibido arreglar esa boda o alianza que mencionó el idiota de Kanon.

 

Camus lo abrazó inmediatamente, dando una vuelta con él entre sus brazos, para besarle de nuevo, con suficiente pasión que derretiría los polos del planeta, suspirando poco después, al comprender que su sueño estaba a punto de hacerse realidad.

 

-¡Un bebé, tendremos un bebé!

 

De pronto recordó la euforia de Kanon, quien ya no le desagradaba tanto, porque en ese momento comprendía que un omega que estuviera dispuesto a darte tu cuerpo, de engendrar vida para ti, para ambos, no podría abandonarlo nunca y que ese alfa, jamás le daría la espalda.

 

-¡Cuando vea a ese tonto le restregare en su cara que ya tenemos la siguiente pieza de su ejército!

 

Milo no entendió en un principio a que se refería Camus, hasta que recordó que Kanon le dijo que los dos bebés podían aterrorizar el mundo, conquistarlos juntos, asi que comenzo a reirse en voz alta, abrazando a su alfa, sin saber muy bien, porque verlo tan feliz por esa noticia le hacía sentir maravilloso.

 

-¿No deberías decirle eso primero a tu alumno?

 

Camus lo negó, conociéndolo como lo hacia, ademas, recordando su juventud, en ese preciso momento su cisne y ese conejo, porque ya no podía verlo como una rata, deberían estar comportándose como eso mismo, como conejos.

 

-Son jóvenes… seguramente deben estar entregándose a sus placeres… y nosotros deberíamos comenzar a practicar.

 

Milo se encogió de hombros, aceptando esa respuesta, adelantándose a su habitación para proseguir con sus caricias, puesto que el de pronto decidió marcharse, dejando a Camus a solas, que le miraba con una expresión soñadora.

 

“Solamente esta engañandote”

 

Sin embargo, cuando recordó esas palabras llenas de fuego, su decisión de aceptar tener hijos con él, un bebé simplemente sonrió, siguiendo a su omega con un paso lento, imaginandose a ese bebé en los brazos de su Milo, en los suyos.

 

-Un bebé…

 

Susurro encantado, para sonreír con una expresión que decía claramente que se sentía en la cima del mundo.

 

-Tendremos un bebé…

 

*****

 

Shion le observa en silencio, como Mu estaba recargado en el pecho de Aldebaran, con una expresión pacífica, como si estuviera en el mismo cielo, únicamente por estar a lado de su omega, quien acariciaba su cabello.

 

-Quedate con el, Aldebaran, ire a ver a Dohko para saber si el conoce algo más de esto, de esta maldición.

 

Quiso explicarle, Kiki estaba dormido en el cuarto de huéspedes, cerca de Mu, que no deseaba que ninguno de los dos abandonará ese templo, no deseaba estar solo, no quería perderlos.

 

-Sí patriarca, yo cuidare de Mu.

 

Shion sonrió, suspirando, para salir de ese templo dejándolos a solas por fin, buscando a Dohko, que seguía bebiendo en su templo, completamente solo, quien le ignoró en un principio, sirviéndose más alcohol en su vaso.

 

-¿No crees que ya bebiste demasiado?

 

Le pregunto con una expresión serena, sentándose frente a su amigo de tantos años, quien le observó por unos momentos, para beberse todo el vaso en la mesa.

 

-No, puedo beber mucho más aún… beberé mucho más.

 

Shion negó eso con una extraña expresión, cruzando sus brazos, pensando que en ese momento Dohko no le serviria de mucho, pero aun asi, debia meditar y podria hacerlo mientras que cuidaba del atolondrado santo de libra.

 

-Espero que no te moleste que me quede aquí entonces.

 

Dohko le sirvió un vaso de licor, que Shion acepto para beberlo con calma, sin saber que varios alfas ya estaban comportándose de una forma extraña, sin las cadenas de la racionalidad, actuando según sus deseos más oscuros.

 

-No, tu nunca me molestas…

 

Fue su respuesta, seguro que en ese momento el fiel Aldebaran estaria en compañia de Mu, ese mal alfa que no lo cuidaba como se lo merecía, como él haría de tener la oportunidad, si tuviera un omega que amar y que le amara.

 

-Siempre eres bienvenido en mi templo, en los cinco picos… en cualquier lugar donde esté yo.

 

Le respondió con una sonrisa, para servirse mucho más alcohol en su vaso, para beber un poco más de alcohol, riendose al darse cuenta que en ese momento, era la primera vez que Shion le visitaba.

 

-Aunque… llevas doscientos años sin visitarme.

 

*****

 

Hyoga dormía plácidamente en la cama que compartía con Shun, en las habitaciones que les habían dado mientras permanecieran en el santuario, su embarazo estaba en sus primeras etapas, pero como siempre, su conejito se levantaba primero para preparar su alimento y después, iba por él para que pudieran desayunar juntos.

 

-Mi cisne, ya está listo el desayuno.

 

Sintió sus labios en su mejilla y su mano en su cabello, despertandolo de su sueño, ya que deseaba que no se cansara, que se recuperara de las actividades nocturnas, aunque, en Siberia el despertaba antes del amanecer para llevarle su rosa a su madre.

 

-Tengo otra clase de apetito a esta hora de la mañana…

 

Le respondió acariciando su cabello, besando sus labios, gimiendo en su boca, al sentir la cercanía de su amado conejito, que se sonrojo inmediatamente, a punto de negarse, pero al ver como se quitaba la cobija que cubría su cuerpo completamente desnudo, asintió, el desayuno podría esperar.

 

-Eres tan hermoso…

 

Pronunció Shun, besando los labios de Hyoga, para apartarse de su lado y comenzar a desvestirse, riendose cuando su cisne se levantó de la cama y tiró de su cuerpo, para que cayera sobre el suyo, besando sus labios con deseo.

 

-Tienes demasiada ropa Shun, déjame ayudarte con ella.

 

Hyoga ya no portaba el vendaje que cubría parte de su rostro, donde tenía una cicatriz y un ojo blanco cuando le abría, pero generalmente lo mantenía cerrado, Shun le veía como un cisne, como la criatura más hermosa sobre la tierra, siempre le había visto de esa forma, porque desde la primera vez que pelearon, se enamoró de él, como le decía Aldebaran, al verlo supo que él era la persona con la cual deseaba pasar el resto de su vida.

 

-¿Te parece?

 

Hyoga entonces desabrocho sus pantalones, acariciando su sexo con una de sus manos, sonriendo al ver que siempre tenía la misma clase de actitud con el, sonrojado, sumiso hasta cierto punto.

 

-Deberías quitarme la ropa primero…

 

Hyoga arqueo una ceja, relamiendo sus labios al ver que Shun le ordenaba que hacer, despertando ese lado seguro de su compañero, que le miraba con una expresión de completa lujuria.

 

-¿Es una orden?

 

Y a él, como a Camus le gustaba seducir a su escorpión, amaba esa parte de su compañero, que con la suavidad acostumbrada, con esa delicadeza, se atrevía a ordenarle que hacer, que deseaba de su amante, de su omega.

 

-Si, desvisteme primero y después haremos lo que tu desees.

 

Hyoga relamiendo sus labios empezó a desabrochar los tirantes blancos de Shun, doblandolos con cuidado para dejarlos en una mesita de noche, despues le siguio su playera.

 

-Eres tan hermoso…

 

Susurro recorriendo el tórax de Shun, que era un poco más bajo que el, pero aun así era musculoso, delgado pero con cada músculo de su cuerpo cincelado como por ángeles o demonios de lujuria.

 

-Tu eres mucho más hermoso aún…

 

Hyoga siguió con lo demás de su ropa, siempre con un paso lento, pero acariciando el cuerpo de su amado con sus manos, de vez en cuando para escuchar sus gemidos, verle estremecer.

 

-Ya casi termino mi conejito.

 

Le informo, bajando los pantalones con toda la ropa interior, mirándole fijamente con una expresión que solamente hablaba de su deseo, de su inmenso amor por él, su ojo resplandeciendo en la penumbra de su habitación, que con las cortinas cerradas no dejaba entrar la luz del sol.

 

-¿Recuerdas nuestro primer celo?

 

Como poder olvidarlo, se dijo, al mismo tiempo que asentía en silencio.


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