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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Apenas comenzaba a comprender lo pronunciado por el anciano patriarca, que le miraba fijamente, esperando una respuesta, sin una expresión que le dijera qué pensaba de su sorpresa, únicamente aguardando por alguna reacción suya.

 

—¿Qué?

 

Pregunto colocando sus manos en su rostro y después en sus rodillas, con demasiada dificultad, comenzaba a comprender que Dohko, a quien veía únicamente como un amigo, deseaba su mano para él, haciendo esa molesta situación mucho más extraña, porque Mu se comportaba de una forma cariñosa, como si no deseara apartarse de él y el anciano maestro había pedido su mano, sin decirle nada al respecto antes de eso.

 

—¿El anciano maestro quiere mi mano?

 

Tal vez esa información era la más extraña que había recibido en toda su vida, porque Dohko no había dado ninguna señal, al menos, no alguna que él pudiera comprender por el momento, aunque decía en ocasiones que le gustaría que cayera en sus brazos, pero él siempre pensó que se trataba debido a que cuando salían a beber juntos, quien terminaba siendo cargado en sus brazos, era Dohko.

 

—No… no lo entiendo… es que… simplemente no entiendo…

 

Aldebarán estaba sonrojado, pero por mucho más sorprendido al escuchar esa pregunta, que sin duda era sumamente extraña, Shion guardaba silencio, esperando por lo que el joven toro deseaba decirle, aunque le sorprendió demasiado el amor que Dohko decía tener por el toro del santuario, era el patriarca, él no debía meterse en nada de eso, aunque le dolía en cierta forma.

 

—Yo nunca le he dado una razón para pensar en eso…

 

Aldebarán se disculpó, tratando de pensar en algo que le hiciera pensar que estaba interesado en él, que le amaba o lo deseaba, pero él únicamente hablaba de Mu, el anciano maestro de Shion, de su viejo amigo, de su camarada de armas, de la personas mas importante de su vida, de tal forma, que llegó a pensar que le amaba, como él amaba a su alfa.

 

—Ni el tampoco…

 

Shion le veía con una expresión serena, como si nada de esa conversación le afectara, pero Aldebarán deseaba pensar que si lo hacía, porque de esa forma se comportaba Mu, sereno, lejano, imperturbable, siempre pensando en su misión, en la diosa Athena, aun después de la tan añorada paz.

 

—No… no lo comprendo…

 

Mu que había actuado como su alfa durante su primer celo, a quien le dio un hijo, Mu, que decidió apartarse de su lado y criar solo a Kiki, como si solo mantener la línea de Lemuria fuera importante para él, quien estaba seguro no lo amaba, quien tenía la misma actitud que el anciano patriarca y tal vez, Dohko creía que su amigo no compartía sus sentimientos.

 

—¿Porque lo haría?

 

Aun así, se preguntaba porqué había pedido su mano, porque decir que deseaba un omega, a él entre todos los demás, tal vez, porque él estaba atrapado en la eterna espera por su compañero, un lemuriano que tenía bien claro su deber, su lealtad por la diosa y esta era mucho más importante, que su omega, o el omega que le amaba con locura, quien creyó ser correspondido.

 

—Solo… sólo habla de usted…

 

Como él únicamente hablaba de Mu, de cómo fue su cortejo, de lo feliz que era cuando iba a visitarlo, cuando creyo que por fin los dos estarían juntos, sin embargo, también le dijo que el joven lemuriano decía amarlo, pero cuando lo esperaba no llegaba, tampoco lo extrañaba y solo iba a su lado cuando deseaba su cuerpo, o tal vez, no su cuerpo, un cuerpo con quien descansar y él se trataba de la opción más sencilla, la que no implicaba ningún problema o conflicto.

 

Con una persona que se sentía agradecida por ser aceptada por él, por ser correspondida en su deseo, y Shaka tenía razón, él estaba en deuda con el padre de su hijo, porque Mu era todo lo que él no era.

 

Aries que era tan hermoso, tan poderoso y tan perfecto, quiso compartir su lecho, aunque no correspondiera su afecto, sólo por eso debía estarle agradecido.

 

—Todo el tiempo.

 

Pudo ver la forma en que Shion le veía, sin creer en sus palabras, sin que le afectara esa información y creyó, que tal vez Dohko se sentía como él, atrapado en una larga espera que nunca terminaría, probablemente, aquella fuera la razón por la cual decidió pedir su mano, porque se había dado cuenta que su deseo nunca se cumpliria.

 

-Dijo que fueron muy unidos, que siempre estuvieron juntos.

 

Shion seguía sin inmutarse, sin mostrar alguna clase de sentimiento, alguna clase de respuesta, probablemente era un alfa y por eso no compartía el amor que Dohko sentía por él, ya que todo el mundo pensaba o sabía, que se trataba de otro alfa, tal vez el patriarca era un hombre con una mentalidad antigua, de aquellos que pensaban que solo debían existir alfas y omegas, o betas con betas.

 

-Que le gustaba estar a su lado, estar con usted.

 

Aldebaran hubiera pensado que estaba enamorado de Shion y que tal vez este le correspondía, que alguna vez compartieron algo muy profundo, tal vez un romance, alguna épica historia de amor, pero, esos eran los sueños y deseos de un omega que deseaba ser amado por el mejor alfa del santuario, así que lo mejor era guardar silencio.

 

-Parece que…

 

Iba a decirle, parece que le ama con locura, después de doscientos años, aún lo quiere, pero decidió guardar silencio, eso era lo mejor, no hablar, no decir nada que Dohko no quisiera contarle, porque seguramente Shion, como Mu, tampoco le correspondía.

 

-No, olvídelo…

 

Aldebaran desvío la mirada, estaba deprimido, cansado y desamparado, como cualquiera que no fuera correspondido, o lo fuera de momento, con esa locura que parecía extenderse en el santuario, y de pronto, sería despreciado, abandonado a esa dolorosa soledad.

 

-Pero si lo menciona a cada instante, a cada momento.

 

Pronunció de nuevo, para suspirar poco después, suponiendo que así se sentía Dohko y al ser su amigo, lo único que deseaba era darle lo que necesitaba, lo que deseaba, un alfa, pero no tenía caso, si no era Mu.

 

-Ya veo…

 

La respuesta de Shion le hizo tomar una decisión, que por dolorosa que fuera, sería lo mejor para ambos, para los dos grupos, para los casos perdidos y para los lemurianos, no aceptaría al anciano maestro, además, tenía que dejar ir a Mu.

 

—¿Qué hay de Mu?

 

Esa pregunta era dolorosa, como un cuchillo en la espalda, le dolía tanto que no sabía muy bien qué hacer o decir, simplemente cerró los ojos, suspirando su desesperación.

 

—¿Aún lo amas?

 

Cuando no quiso responder a esa pregunta, el anciano maestro coloco una mano en la suya, animandolo para que lo hiciera, para que le dijera la verdad, si amaba o no a Mu.

 

—¿A Mu aún lo amas?

 

Shion creía que si le amaba, que sus sentimientos eran correspondidos, pero, no obligaría a nadie a realizar algo que no deseaba, aunque, suponía que el no sabía nada del amor, del cariño sincero, porque nunca le había sentido, sólo la amistad que Dohko le profesaba, pero ya no.

 

—No creo que yo pueda dejar de amarlo…

 

Siempre le amaría, no podría dejar de quererlo nunca y esa era su verdad, pero lo que más le dolía era no ser correspondido, no en la medida en la cual él lo hizo, al darle su cuerpo, su amor, un hijo, que ni siquiera pudo cuidar, al obedecer a su alfa como le fue enseñado en Brasil, antes de llegar al santuario.

 

—Es el alfa de mi hijo después de todo y me entregué a él por amor, por el cariño que siento por Mu…

 

Una decisión que ya le pesaba demasiado, no amar a Mu, sino, guardar silencio, aguardar años, esperando por su día feliz, por su boda de blanco.

 

—Le amo, siempre lo haré, pero no puedo seguir así…

 

Aldebaran negó con un movimiento de su cabeza, como tratando de despejar su mente, limpiando unas lágrima, las últimas que derramaría por él, por Mu, su alfa.

 

-Porque él no es así, no es tan posesivo, ni tan lujurioso, y cuando vuelva a ser el mismo, que pasara conmigo…

 

Mu era un alfa distante, no era demasiado cariñoso, únicamente le visitaba en su celo y después, se marchaba, sin más, sin que le importará su dolor, su molestia que seguía creciendo al despertar en una cama solitaria.

 

-Volverá a marcharse, como siempre lo hace.

 

Aldebaran entonces cubrió su rostro con ambas manos, suspirando con fuerza, sin saber que hacer o qué pensar, simplemente observando a Shion, que se veía apenado, demasiado triste.

 

-Yo haré lo que tu desees, Aldebaran, soy el patriarca…

 

Era el patriarca, pero también era el padre de Mu, y fue el mejor amigo de Dohko, a quien quiso demasiado, pero le fue encargado el futuro, eso era lo más importante, las nuevas generaciones, no sus sentimientos personales.

 

-Aceptas a alguno de los dos, quieres unir tu vida a la de alguno de los dos, ellos dicen amarte, Mu te ama.

 

Debía asegurarle que Mu le quería, presionar un poco, pero no de manera abierta y esperaba que su corazón, su amor, fuera suficiente para él, para que aceptara la mano de Mu, que era su alfa, el padre de su hijo, quien estaba completamente desesperado por la noción de perderlo.  

 

—No aceptaré a ninguno de los dos, ni al anciano maestro ni a Mu…

 

Pero su decisión estaba tomada supuso, y esa era apartarse de los dos, de Mu, de Dohko, de los alfas que deseaban su mano, pero solo uno de ellos le amaba.

 

-Ya no seguire esperando por un imposible y deseo salir unos meses del santuario, regresar a Brasil… ver el mundo, solo.

 

Shion asintió, qué más podía hacer, más que levantarse para comunicar la decisión del toro, su renuencia a aceptarles, aunque esa noticia destruyera a su hijo en el proceso, después de todo era el patriarca, no podía interferir en la vida de sus soldados.

 

*****

 

Minos había sentido el cosmos de su señor Hades en ese sitio, en ese santuario y sabía, que solo una persona podía albergar su poder, ese era el muchacho de cabello verde, su envase en esa vida.

 

—Mi señor.

 

Así que, cuando por fin encontró la forma de acercarse a esos dos chicos, sin llamar la atención, lo hizo, en compañía de Aiacos, que se agachó también.

 

—Hemos sentido su cosmos y nos ponemos a su disposición.

 

El santo de bronce de cabello rubio, ese omega embarazado, jadeó apenas les vio, el joven alfa, como si el propio Hades quisiera ocultar su presencia en ese cuerpo, sonrió, sus ojos planos, su cabello oscuro.

 

—Pensé que no vendrían nunca…

 

Hyoga no supo qué hacer en ese momento, al ver que los dos espectros estaban arrodillados frente a su alfa, que de nuevo se veía como el dios Hades.

 

—Pero ya que están aquí, les conviene ser amables y atentos con mi omega, con mi dulce primavera.

 

Los dos asintieron, mirándose de reojo, preguntándose si acaso estaba diciendo que ese santo era Perséfone, su esposa, su omega, al menos así era con su alma, la que reconoció desde que eran tan solo unos niños.

 

—Por supuesto, mi señor Hades.

 

Hades colocó una mano en la espalda de Hyoga, acariciando su piel con delicadeza, por debajo de su camisa, para llevar su mano a su vientre, sintiendo la vida en su interior.

 

—Falta uno de ustedes…

 

Minos trago un poco de saliva, porque su hermano había sido mordido y también estaba cuidando a una pequeña, hija de un santo dorado.

 

—Tiene un alfa del Santuario, o de la Atlántida, uso las dos armaduras, ha dado a luz a una pequeña niña y en este momento está con ese soldado.

 

Aiacos respondió con rapidez, esperando que Hades le diera fin a esa locura que estaba realizando el segundo de ellos, recibiendo una mirada molesta de Minos.

 

—Esa es una excelente noticia, el Leviatán siempre ha sido uno de mis aliados y está vez, parece que ya tiene progenie.

 

Minos apenas podía comprender lo que había sido pronunciado, cuando, escucharon un sonido no muy lejos, el de unos pasos retrocediendo, ese era Afrodita, que cubría su boca, observando con sorpresa al dios Hades en el cuerpo de Shun, antes de alejarse corriendo.

 

—Yo iré por él, tu ayúdales en lo que puedas.

 

Fue la orden de Minos, que empezó a seguir al santo dorado de Piscis, tal vez, podría convencerlo de no dar la alarma.

 

*****

 

Shaka había jurado a los gemelos encargarse de Mu, pues ellos tenían que proteger a sus compañeros, hacerse cargo de Dohko y mantener a Shion a salvó, para que no sucediera ninguna locura, pero, este era su amigo también, quien era alguien muy importante para él, alguien que amaba con locura al toro.  

 

-Los gemelos se han marchado, Mu, que piensas hacer ahora.

 

Dohko guardaba silencio, estaba enojado, furioso, pero aún así, se mantenía en silencio, jurándose que no dejaría que un muchacho sufriera de nuevo el doloroso tormento de amar a un lemuriano.

 

—No será un toro de sacrificio.

 

Les advirtió, despreciando a Mu, si no actuaba como lo deseaba y es que, esperaba que su petición, su deseo de darle un alfa a su buen amigo, que debía admitir, era muy atractivo, no funcionaba como lo planeó, castigaría al joven hijo de su viejo amigo, la prueba viviente de su traición.

 

—No será tuyo, anciano, eso jamás.

 

Mu deseaba atacar a Dohko, pero solo por Shaka era que no actuaba como lo deseaba, por él y el deseo de escucharle decir a su maestro, que también era su padre, que Aldebarán era suyo.

 

—No es de ninguno de los dos, Aldebarán los rechaza a ambos y le he dado permiso de abandonar el Santuario algunos meses, el tiempo suficiente como para que despeje su mente de sus demonios.

 

Mu por unos momentos no entendió que se le decía, e intentó ingresar a la habitación de Aldebarán, sintiendo la mirada de los tres en su cuerpo.

 

—Te prohíbo que lo busques o lo sigas, no desea a nadie por el momento y debes respetar sus deseos, Mu, como te lo he enseñado.

 

Mu asintió, cerrando los ojos, pensando que había sido traicionado por su padre, por el anciano maestro, tal vez por Shaka, que guardaba silencio, quien compartió una mirada con él, tal vez, le ayudaría a mantener a su omega a su lado.

 

—No… no lo haré, no puedo hacerlo.

 

Shaka uso entonces su cosmos, transportando a Dohko y a Shion a la mano de Buda, dándole tiempo a Mu, para que hiciera lo que pensara era mejor.

 

—No lo permitiré.

 

Y lo hizo, atravesando esa puerta, usando su cosmos que era superior al de Aldebarán, quien sabía entraría en razón, si lograba llevarlo a Jamir, apartarlo del Santuario.

 

—No dejaré que me abandones.

 

Quien apenas pudo comprender lo que pasaba, antes de que Mu lo atacará, llevándoselo en sus brazos.

 

—No puedo permitirlo.


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